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Coronavirus
Luchar contra el poder o el coronavirus, esa no es la cuestión
Mientras el coronavirus ha entrado ya en África afectando a 30 países, en Argelia, el país más poblado del continente, el movimiento popular conocido como Hirak —en la calle cada martes y viernes desde hace más de un año— debate sobre cómo afrontar la pandemia y seguir manteniendo la presión social.
Hoy, miércoles 18 de marzo, el continente africano cuenta con al menos 30 países contaminados por el coronavirus, 12 muertes y más de 450 casos confirmados. Es decir, más de uno de cada dos estados afectados. Y en Argelia, donde la contestación callejera centra la agenda social desde hace mas de un año, la toma de conciencia sobre el virus tardó, pero llegó.
Anteayer, lunes 16, una veintena de casos habían sido detectados en Burkina Faso, donde los 59 pasajeros de un avión proveniente de China entraron en cuarentena. El día anterior, Benín había registrado su primer caso de Coronavirus, según el ministerio de la salud, y en seis países de África Oriental, 20 casos fueron contabilizados, como en Tanzania y Somalia. Unas cifras relativamente bajas, en comparación con el resto de los países del mundo; en suma, África se ve parcialmente libre de esta plaga.
Sin embargo, al ser una de las puertas del continente africano, afincado entre dos destinos turísticos frecuentemente visitados por turistas europeos, Argelia paga más que sus vecinos el precio de la propagación mundial del virus covid19. Con 62 casos y 5 muertes registradas (el 18 de marzo a las 10 de la mañana), se trata del país con la segunda situación más grave del continente, tras Egipto.
Con 62 casos y 5 muertes registradas a 18 de marzo, Argelia es el país con la segunda situación más grave del continente, tras Egipto.
Y en el medio de la incertidumbre surgió la inevitable cuestión del Hirak, este movimiento popular que nació a raíz de la contestación al régimen en febrero del año pasado. ¿Qué hacer? ¿Qué no hacer? Dentro de los círculos militantes, la frontera se hacía porosa entre el camino de la lucha, y el del cuidado, pero sin entrar en una dicotomía abiertamente ilógica.
La aceleración mediática del debate en las redes sociales y de las noticias internacionales chocaba con la falta de información por parte del gobierno central (hemos de recordar que las cuentas oficiales Facebook y Twitter del recién elegido presidente del gobierno Abdelmadjid Tebboune siguen inactivas desde hace cuatro días).
Así, como los primeros contactos con el virus se hicieron mediante la contaminación por parte de turistas europeos, se anunció la suspensión de las conexiones aéreas y marítimas del país —efectivas a partir de hoy, aunque algunas aerolíneas como Air Algérie ya habían empezado a reducir sus vuelos hacia y desde Francia o España—, de las competiciones deportivas y de las actividades públicas.
Al igual que el resto de los países europeos, el país más poblado de África tomó en primer lugar escasas medidas preventivas frente a una opinión pública alarmada por los mensajes que circulan en las redes sociales y la falta de infraestructuras sanitarias. El primer ministro Abdelaziz Djerad afirmó esta semana que el país contaba con 400 camas hospitalarias por 48 wilayas —regiones—, es decir 9 camas por wilaya en promedio, para un país de 40 millones de habitantes.
El jefe del Estado, Abdelmadjid Tebboune, tenía prevista una comparecencia el martes pasado. Sin noticias hasta ayer a las ocho de la noche, cuando el presidente anunció en su discurso a la nación una serie de medidas controvertidas, entre las cuales la “esterilización de los transportes en común”, la “lucha contra los especuladores inconscientes que no tendrían vergüenza en aprovecharse de la psicosis del ciudadano para acumular bienes de primera necesidad”, la “identificación de quienes difundan falsas informaciones con el fin de sembrar confusión” o la “sensibilización a través de los medios de comunicación y con la participación de expertos y hombres de religión”. Terminó añadiendo que el país disponía de 6.000 test de detección del virus y que otros 15.000 estaban en camino y aseguró que están a la disposición de los ciudadanos más de 2.500 camas hospitalarias.
Las manifestaciones del pasado viernes 13 hicieron correr ríos de tinta en los blogs de los periodistas más retuiteados y en las redes sociales, particularmente en Twitter, donde partidarios fervientes del Hirak dieron lugar a un debate encendido sobre el mantenimiento de las convocatorias, y eso, a pesar del mensaje de prevención de la Oficina Regional para África de la OMS, compartido a partir del miércoles 11.
Argelia
Sana helwa ya yamil! Feliz cumpleaños Hirak
“Somos nosotros o este poder”, entonaban los manifestantes en las movilizaciones de la semana pasada —unos diez mil reunidos en la capital Argel— para reclamar el fin del Estado militar, hacer presión sobre el nuevo gobierno de Abdelmadjid Tebboune, y exigir la puesta en libertad de los detenidos por delitos de opinión.
Un titular del diario Reporters anunciaba: “La amenaza del covid19 divide el Hirak : Frente político y discordia sanitaria!” y la redacción del infatigable —y siempre presente para cubrir las manifestaciones del martes y viernes— periódico digital Interlignes publicaba ayer una tribuna titulada: “Mañana, no cubriremos el Hirak”. No obstante, nadie puede echar toda la culpa a quien actúa sin conocimiento de medidas concretas —el reciente comportamiento de los países occidentales nos lo ha demostrado—. La salud de la población está en manos de la propia población.
Y en este vacío político, los periodistas, autores y las figuras más conocidas del movimiento se convierten en portavoces del buen sentido, concienciando del riesgo sanitario y social que supone el mantenimiento del Hirak, como Saïd Djaafer, periodista en Radio M:
“Poner fin a las manifestaciones no es un fracaso, no es concederles una victoria sobre el Hirak, lejos de ello. Muchos ya lo repitieron: el Hirak, gracias a su insurrección pacifica e inteligente, ya gano lo más importante al dejar expuesta la espantosa corrupción del régimen y de sus hombres. El Hirak nos ha cambiado a todos y todas, sin duda ninguna, pero no tomaremos el riesgo de ponernos en peligro, ni a nuestras familias, ni a nuestros vecinos. Tenemos que elegir la responsabilidad porque es la actitud que hay que seguir, la única, y porque todos nuestros principios nos lo enseñaron”.
El autor Yasmina Khadra también hizo su aportación: “[Tebboune] tiene que llamar a los argelinos a que no tomen riesgos inútiles que puedan tener consecuencias graves. Las manifestaciones semanales constituirían factores evidentes de transmisión del virus. Las concentraciones, bajo cualquier forma, son peligrosas. Hagamos uso de la razón, seamos responsables y solidarios para impedir que la pandemia afecte lo más invaluable que tengamos: la salud de nuestra nación, la vida de cada uno de nosotros”.
Se han abierto plataformas independientes y colaborativas para el seguimiento del virus ante la escasez de información por parte del Ministerio de Salud
En la actualidad, anuncios tímidos se hicieron eco de un gobierno fantasma como el cierre oficial de todas las mezquitas y lugares de culto, la puesta en marcha de un número gratuito: 3030 o 021 66 00 00 (para el hospital Kettar), o la implementación de una página web —poco actualizada— de información sanitaria. Como fruto de iniciativas populares han surgido plataformas independientes y colaborativas para el seguimiento del virus, como https://algcovid.bitbucket.io/ o http://covid19.jugurtek.com/, frente a la escasez de información del Ministerio de Salud y la incoherencia de los datos compartidos por los hombres del gobierno.
Ayer, el presidente Tebboune finalmente prohibió todas las reagrupaciones, concentraciones o marchas, pero a diferencia de sus vecinos, no llamó a la cuarentena ni puso en marcha un toque de queda. Una medida que sería largamente esperada en un país con un sistema de salud sin aliento. En materia de responsabilidad, ya le habían adelantado sus ciudadanos.
No se trata de transformar la cuestión en decisión maniquea, pues la aparición de la pandemia del covid19 no implica un debate cerrado entre la salud y la lucha, sino la responsabilidad de un pueblo capaz de afrontar el sacrificio de todo lo que construyó durante meses. Y la victoria de esta lucha reside en confiar que el fervor seguirá igual o incluso más vivo tras la pandemia.
Pues, como concluye el periodista Akram Belkaïm: “El objetivo, fundamental, es la supervivencia del máximo de nosotros. Nada más”.
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