We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Cine
Adiós a los Cinemes Méliès, un templo para el cine clásico escondido en Barcelona
Barcelona pierde una de sus salas más emblemáticas en plena crisis del coronavirus.
Los cines Méliès se estrenaron hace más de veinte años con dos películas: El Gran Carnaval, dirigida por Billy Wilder, y Asunto interno, por Carles Balagué. Este último era también el impulsor de la nueva sala, creada con la “ilusión” de dedicarla al cine clásico. Truffaut, Godard, Hitchcock, Visconti y Pasolini son algunos de los directores que Balagué recuerda haber proyectado en los Méliès, siempre en versión original. Aunque de lo que más se enorgullece es de haber podido repasar casi todas las películas de Wilder, con tan solo “tres o cuatro” pendientes de visionarse en estos cines del barrio barcelonés del Eixample, que han echado el cierre este verano, tras el impacto de la crisis del coronavirus.
Inaugurados en diciembre de 1996, los Méliès habían conseguido sobrevivir a casi todo: un incendio en su cabina, que los hizo cerrar muchos meses y casi pensar que era el final; una inundación y la caída del techo de una de las salas
Inaugurados en diciembre de 1996, los Méliès habían conseguido sobrevivir a casi todo: un incendio en su cabina, que los hizo cerrar muchos meses y casi pensar que era el final; una inundación y la caída del techo de una de las salas... Hasta pagar 4.000 euros por una copia de Atrapa a un ladrón de Hitchcock. Y es que este era uno de los problemas con los que se encontraban los cines de Balagué: recuperar clásicos era caro y muchas veces el formato de las copias no se adaptaba a sus salas.
Pese a todas estas adversidades, los cines pudieron salir adelante, hasta que la pandemia los ha sentenciado. “Es como una plaga”, lamenta Balagué, que vio que no podía asumir los nuevos costes que tenía que afrontar para adaptarse a las nuevas medidas de distancia social. Tenía que contratar a más trabajadores y anular una sesión de su programación, además de toda la limpieza necesaria para garantizar la seguridad de los usuarios, lo que hacía “muy, muy difícil” poder continuar. Con las cuentas en la mano, el fundador de los Méliès vio que la columna de los gastos “se disparaba” y tomó la decisión de poner punto final a la historia de estas salas.
Desde el anuncio del cierre, el interior de los Méliès se ha ido vaciando “poco a poco”. “Todo ha sido un poco complicado”, valora Balagué, pensando en toda la maquinaria y proyectores digitales y de 35mm que han tenido que mover. Balagué se ha guardado en un piso en el que vivió hace años su icónico logo, el que daba la bienvenida a los que se adentraban en sus salas.
LOS QUE LOS ECHARAN DE MENOS
David, ex vecino del cine, solía ir a menudo a los Méliès antes de mudarse fuera de España hace unos años. Arquitecto, la crisis de 2008 le afectó especialmente, por lo que acabó yéndose en 2013, continuando su carrera en África, principalmente en Marruecos y Costa de Marfil. Desde el extranjero, una de las cosas que más echó de menos fue la cultura de la que disfrutaba en Barcelona, pese a que en Casablanca tuvo la suerte de encontrar una sala un poco parecida a los Méliès.
“Para mí, significaban una mezcla entre el comercio de proximidad, por la cercanía y cariño de su oferta, y un templo por su devoción al cine en mayúsculas”, dice David, antiguo vecino de los Méliès
“Para mí, significaban una mezcla entre el comercio de proximidad, por la cercanía y cariño de su oferta, y un templo por su devoción al cine en mayúsculas”, expone David. A su vuelta a Barcelona, ha intentado volver a “esos lugares que le hicieron especial antes de marcharse” y se sorprende con la —cada vez más larga— lista de bajas. “El Méliès es uno más. Ley de vida, imagino”, lamenta.
Otra aficicionada a pasarse por los Méliès de vez en cuando, Txell, lo valora como “una pérdida para el barrio, la ciudad y las personas”. “Cada vez que cierra un cine es como si cerrasen una ventana”, defiende. “Fueron una larga historia de amor al cine, un espacio para difundir aquel cine tan especial, el clásico, el de autor, el alternativo… El que no entiende de masas, pero sí de historias por explicar. Seguro que los Méliès tienen muchas, como toda la gente que alguna vez ocupamos una butaca para ver las descabelladas escenas de películas de Lars Von Trier. Primeras citas, aficionados semanales, apasionados del cine clásico se quedan huérfanos con este cierre”, agrega.
Para vecinas del Eixample como Mercedes, los Méliès era “unos cines muy queridos”, porque, literalmente, estaban al girar la esquina. Ella, nacida en la calle Urgell con Consell de Cent y ahora viviendo en Avenida de Roma, apreciaba de esta sala que ofrecía películas en versión original y tenía una “muy buena y variada programación”. “Lo echo mucho de menos”, sostiene. Por suerte, se consuela un poco sabiendo que los Renoir, no muy lejos, en la calle Floridablanca, aún siguen.
Como decía Txell, cuando cierra un cine, lo sufre todo lo que hay a alrededor. La Crêperie Les 3 Pommes, a pocos metros de los Méliès, en la calle Aragón, lo ha acusado especialmente. Sus propietarios, Fred y Nelly, explican que muchos de los clientes que iban al Mèliés luego se pasaban por su restaurante para cenar. “Es una muy mala noticia”, subrayan, preocupados por que la “vida en el barrio” se vaya perdiendo lentamente, como ya ha pasado —un poco— con el cierre de los cines de Balagué.
LOS CIERRES, UN PROCESO DE REGENERACIÓN DEL SECTOR
Pese a que cada vez que se cierra una sala, el pesimismo se adueña de los amantes del cine —a los Méliès se han sumado recientemente los Texas, lo que ha despertado una ola de solidaridad entre los vecinos del barrio de Gràcia—, el presidente del Gremi de Cinemes de Catalunya, Camilo Tarazón, se niega a verlo todo negro. “Los cierres en Barcelona han coincidido con reaperturas”, remarca y lo enmarca en un proceso de regeneración del sector, como ocurre en tantos otros. “La gente vemos los cines como si fuesen algo especial y no dejan de ser negocios”, valora. Y añade: “En los últimos años la tendencia en la evolución de los espectadores ha sido positiva y, la idea general en los medios, de que la evolución del mercado doméstico hacia el streaming significa una competencia con el cine físico es absolutamente artificial”.
Tarazón no esconde la inquietud —o puede que desesperación— que ha despertado la crisis del coronavirus en el sector y cree que se tardará años a llegar a los niveles de consumo que se habían conseguido recientemente. Y muchas empresas no podrán continuar cuando todo se calme. En ese sentido, el profesor de la Universitat de Barcelona (UB) Juanjo Caballero señala que la crisis que está viviendo el sector actualmente supera y de largo la de 2008 —que llegó después de la crisis que había provocado el cambio hacia la digitalización y a la que siguió el ivazo de 2012—, cuando se registraron niveles de asistencia a los cines muy bajos. “Ha supuesto un colapso de la actividad del sector, a nivel de producción, distribución y exhibición”, explica e indica que “se batirá el récord” de caída de espectadores, teniendo en cuenta el impacto del confinamiento.
Sin embargo, el presidente del Gremi de Cinemes se muestra positivo: “Esto es como una película made in Hollywood y tendrá un final feliz. Cuando tú puedas ir a ver una película que te gusta esto será un final feliz”.
EL MODELO DE A CONTRACORRIENTE
Si eres una distribuidora y tus películas funcionan especialmente bien en determinados cines, como los Verdi —en Barcelona y Madrid—, ¿qué haces si están a punto de cerrar? En esa disyuntiva se encontró A Contracorriente hace un año, cuando su fundador se dirigió a ellos y les dijo “ahora o nunca”, según cuenta el máximo responsable de A Contracorriente y de los Verdi, Adolfo Blanco. “Para nosotros, que los Verdi subsistieran era algo que deseábamos como distribuidores”, sostiene. Para A Contracorriente, fue “una suerte estar ahí” para hacerlo posible, gracias a la ayuda del Institut Català de Finances (ICF) destinada a sanear sus cuentas. “A los Verdi los cogimos en la UCI, moribundos, en coma… Salieron del coma y ahora los tenemos en planta”, ilustra Blanco. Eso sí, a la espera de cómo acaba la pandemia.
Pese a todos los pesares, Blanco ve cómo el cine se ha convertido en un “bálsamo” en estos meses de coronavirus. “Tenemos señales que nos hacen esperar que va a recuperar la condición de entretenimiento preferido de los ciudadanos. Cuando ha habido películas como la de Santiago Segura la gente ha ido. O te quedas en casa o vas a renunciar a la vida. El cine es parte de la vida”, defiende. “Ahora todo es raro, todo es diferente. Ya veremos qué pasara cuando toda esta pesadilla haya pasado. No conozco a nadie que me diga que no quiere volver al cine, pero igual es porque me dedico al cine”, sostiene. Y, como dice Tarazón, el final feliz esta vez será sentarse de nuevo en una butaca.