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Centros sociales
Resistir cuando conoces al agente que te desaloja
El último sábado de primavera fue el elegido por una pareja oscense para celebrar el día de su boda. Tras la relajación de las medidas con la mejora de la situación sanitaria, los invitados ríen y pasan un buen rato frente a la Catedral de Huesca. A apenas ciento cincuenta metros, la escena es completamente diferente.
El Centro Social Okupado La Cuquera —que en aragonés significa herida en la cabeza— ha encontrado desde el pasado lunes 14 refugio en una antigua casa de la calle San Bernardo. El inmueble es propiedad de Global Zappa, una empresa del sector financiero vinculada a Ibercaja, y no está claro cuánto tiempo llevaba vacío: el último calendario hallado data de 2003.
Mientras el matrimonio se oficializa, dentro del amplio y deteriorado interior de la vivienda se establecen vínculos, aunque de otro tipo. Desde el colectivo anunciaron su intención de crear un lugar en el que “poder divertirse, hacer comunidad y sembrar y alimentar relaciones de amistad y compañerismo”. Eso es justo lo que está ocurriendo en su primera jornada de trabajo: hay quien rasca los restos de la envejecida pintura, otras se encargan de sacar kilos de escombros o, incluso, de podar algunas ramas de la zarza que, tras adueñarse del lugar, ha destrozado partes del tejado.
Estos son aspectos con los que hay que lidiar siempre que se crea un espacio de este tipo, encaminado a “crear un ocio alternativo y un proyecto abierto a toda la ciudad, no solo a nosotras”. Sin embargo, hay otras dificultades propias de la capital altoaragonesa, que rebasa por poco la cifra de 50.000 habitantes. Muchas caras resultan familiares y “puede pasar que el policía que te viene a desalojar sea tu vecino o un amigo de tu padre”, relatan desde el colectivo.
Desde La Cuquera denuncian que la Policía Municipal hizo acto de presencia todos los días, “intentando asustarnos para que salgamos, nos identifiquemos y así puedan empezar el procedimiento”
Aunque la sensación es de satisfacción tras la movilización que ha habido en la provincia, otro inconveniente puede ser la falta de apoyos durante el mismo día que se hace un llamamiento. Comentan que “aquí parece que siempre somos la misma gente”, pero que están determinadas a abrirse. La gente de este barrio suele pasar bastante tiempo en la calle y, pese a que de momento no han tenido mucho contacto con el vecindario, piensan ofrecerles el centro como un lugar en el que juntarse socializar.
La primera semana fue más movida de lo habitual. Desde La Cuquera denuncian que la Policía Municipal hizo acto de presencia todos los días, “intentando asustarnos para que salgamos, nos identifiquemos y así puedan empezar el procedimiento”. Especialmente intensos fueron, según relatan los activistas, los episodios del lunes y del jueves, con patadas en la puerta —apreciables en las marcas de la entrada principal— y provocaciones que pedían a las moradoras que salieran “si eran lo suficientemente hombres”, denuncian desde el CSO.
Experiencia reciente
La okupación no es una experiencia nueva en la provincia. El primer CSO de la historia de Huesca fue Las Pikarazas. Tras año y medio de actividades de todo tipo, en febrero de 2020 el centro amaneció tapiado por orden de la propiedad —una inmobiliaria— con el fin de construir más viviendas en una ciudad en la que la proporción de inmuebles vacíos es de uno de cada cinco.
Además, en dicho centro también tuvo lugar una charla con personas pertenecientes al mundo neorrural, dedicadas a la recuperación de pueblos despoblados —o en vías de convertirse— en los lugares más recónditos de la España Vaciada. Quieren que La Cuquera se convierta en un espacio donde las activistas pueda sentirlo como suyo, aunque reconocen entre risas que “ellas nos ayudan muchísimo, y parece más fácil que salgan desde los pueblos hacia aquí que no que vayamos nosotras”, en referencia al apoyo que han recibido de compañeras de lugares como Sieso o Solanillas.
Por su parte, Teruel es la capital de provincia menos poblada de todo el Estado español. La creciente influencia de la plataforma —ahora convertida en partido político— Teruel Existe ha situado a esta ciudad del sur de Aragón como la representante de la España Vaciada. Allí, sus peculiaridades han hecho que los procesos de okupación y antiautoritarismo discurran por cauces diferentes.
Los pueblos con presencia de okupación en Teruel se concentran de forma mayoritaria en el Valle de Olba
En los entornos de Radio Chicharra, la radio libre de Teruel, se juntaron bastantes personas con ganas de comenzar un proceso de autogestión de espacios. Así nació en 2015 el CSO La Mosquitera, el primer centro social de la ciudad. La confluencia de distintas formas de entender la okupación entre quienes comenzaron el proyecto hizo que el año que duró se limitase a tener actividad interna y nunca llegase a abrir sus puertas al público. En la actualidad, algunas de las personas sin techo que fueron acogidas continúan allí viviendo.
“Nos empezamos a replantear si realmente okupar algo era factible en una ciudad tan pequeña”, relata Chabi, quien lleva cuatro de sus veintinueve años como miembro del colectivo del CSA A Ixena. “Aquí, en el momento en que hagas algo vas a estar en el punto de mira, aquí las caras corren mucho”, comenta el joven turolense. Tras un tiempo de análisis de la situación decidieron que había que replantearse las formas si querían formar un proyecto político estable.
Así, en la cuesta de la calle Carrel, concretamente en lo que antes había sido una ferretería, nació en los primeros meses de 2017 el Centro Social Autogestionado A Ixena. Vista la imposibilidad de conseguir un espacio mediante la okupación, se optó por el alquiler y la autogestión mediante el pago de cuotas o las ventas dentro del propio local, algo que se ha convertido en un problema durante la pandemia. Con este método, muchas de las limitaciones con las que se encontró la asamblea de La Mosquitera fueron superadas y, al constituir una asociación, no ha existido ningún problema con las instituciones.
De la ciudad al campo
Las restricciones de aforo han empujado al colectivo a retomar una idea que siempre habían tenido: sacar el CSA al campo. Los meses de mayo y junio han acercado la fauna, flora y geología de su territorio a muchas personas con hasta cuatro excursiones tras las que se muestran bastante satisfechas ya que, dicen, “han salido muy bien”. Además, han retomado la actividad dentro del centro con la proyección de documentales como Los hombres sin rostro —en el marco de la gira zapatista— o Unblock Cuba.
Pese a que han conseguido volver a arrancar, las comparaciones con la situación anterior a la pandemia son odiosas: “Antes teníamos una programación a dos meses vista, la dinámica era tener dos eventos a la semana”, recuerda Chabi. Tampoco el verano es la mejor época, ya que termina el curso y la gente “'huye' de Teruel'”, señala.
A Ixena se sitúa en el barrio del Carrel, un vecindario de clase trabajadora y con presencia de estudiantes. Sus casas bajas lo hacen, dentro de una ciudad ya de por sí ruralizada, aún más similar a un pueblo. En cuanto a su relación con los vecinos, explica que “acudían bastante a los vermuts que organizábamos con el mercadillo gratis, lo que está muy bien porque nos permitía acercar las ideas de anticonsumismo”.
Valle del Olba
Los pueblos con presencia de okupación en Teruel se concentran de forma mayoritaria en el Valle de Olba. Este bonito enclave cuenta con un proyecto de educación único para los más pequeños, un método sin libros que ha hecho aumentar el número de escolares de 2 a casi 70 en unos pocos años. “Están constantemente yendo y viniendo al CSA, y nosotros vamos allí, es una conexión recíproca”, dice Chabi en referencia al colectivo de activistas neorurrales, pero también en relación a muchos residentes de otros lugares de la provincia, que tienen en A Ixena su lugar de encuentro, algo que ocurre también en el caso de La Cuquera.
El tema de la despoblación lo han tratado muchas veces. Precisamente el día que se decretó el Estado de Alarma había programada una mesa redonda en la que participaba, entre otros, la plataforma ciudadana Teruel Existe. Además, en otros lugares de más difícil acceso existen espacios similares. Antes en Valderrobres —miembro de la lista de los pueblos más bonitos de España— y ahora en Massalió, los residentes de la zona pueden contar con un CSA gracias al proyecto cultural de L’Argilaga, donde “allí sí que los miembros son cada uno de distintos pueblos del Matarranya”, comenta Chabi en relación a este espacio que se sitúa en un pueblo de solo quinientos habitantes.
“Siempre vamos a apoyar a la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel y las luchas en defensa del territorio” sentencia Chabi
En la actualidad la provincia de Teruel tiene que hacer frente a una invasión por parte de las energías renovables que podría acabar con gran parte de su valioso paisaje. Precisamente, la primera campaña que realizaron desde los centros sociales tras salir de la crisis sanitaria fue para recoger alegaciones en contra de proyectos como el clúster del Maestrazgo. “Es algo que en el CSA está clarísimo, siempre vamos a apoyar a la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel y las luchas en defensa del territorio” sentencia Chabi.
Aún con las características diferenciales de cada caso concreto, parece claro que proyectos como La Cuquera, A Ixena, o cualquiera que se levante en poblaciones similares, necesitan de la unidad. Resulta fundamental que personas pertenecientes a los movimientos sociales formen una suerte de frente amplio capaz de aunar fuerzas. Las distintas tendencias pueden aprender o complementarse, pero su importancia radica en la capacidad de crear espacios libres y para todas.