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Catalunya
Respuesta agroecológica a la pobreza alimentaria
Un nuevo modelo de Banco de Alimentos nace a raíz del covid: AlterBanc, una alianza entre las redes de apoyo mutuo vecinal y el campesinado agroecológico catalán.
La situación provocada por la pandemia del coronavirus ha reforzado la necesidad de crear un Banco de Alimentos alternativo, impulsado desde la agroecología y la economía social y solidaria. AlterBanc es una propuesta de cooperación entre dos colectivos precarizados por el sistema capitalista, las personas que sufren pobreza alimentaria y el campesinado agroecológico catalán.
Como en tantos otros barrios y pueblos de Catalunya, desde el confinamiento, las vecinas del Congrés-Indians y Nou Barris se organizaron para llegar allá donde la Administración pública no lo hace. “Estamos supliendo el trabajo de Servicios Sociales asistiendo a personas y, para continuar, necesitamos más implicación del barrio y, sobre todo, de las instituciones”, advierte Miquel Ruiz, miembro de la Red de apoyo del Congrés-Indians.
Una de las acciones llevadas a cabo ha sido situar puntos de recogida de alimentos en las tiendas de barrio, que después se centralizan en diferentes espacios del distrito
LA MALNUTRICIÓN, UNA FORMA MÁS DE VIOLENCIA
Una de las acciones llevadas a cabo ha sido situar puntos de recogida de alimentos en las tiendas de barrio, que después se centralizan en diferentes espacios del distrito, como por ejemplo el Casal Popular 3 Voltes Rebel, donde se entregan a las familias. “Fomentamos que las personas que nos ayudan compren en el pequeño comercio de proximidad, en lugar de los grandes supermercados” señala Ruiz. “El modelo del Gran Recapte —gran recaudo— no es el nuestro”, indica Carles Miró, de esta red de apoyo. El Gran Recapte es la gran campaña del Banco de Alimentos, principal red mayorista de suministro a organizaciones sociales, que en 2019 distribuyó 25 millones de kilos de alimentos en Catalunya. Asimismo, el modelo es el blanco de varias críticas que denuncian que enriquece las grandes multinacionales de la alimentación y embellece el derroche que generan estas empresas, a la vez que cronifica la pobreza. Este modelo también deja fuera a los campesinos productores de las exoneraciones fiscales.
Otra de las deficiencias del Banco de Alimentos es la baja presencia de alimentos frescos en las entregas a las familias (el producto ecológico es casi inexistente). Una situación que se añade al hecho de que, en tiempo de crisis, los alimentos frescos son los primeros en caer de la cesta de la compra, por el coste elevado si se compara con los productos procesados del supermercado. De hecho, en Catalunya, la pobreza alimentaria va ligada a la malnutrición, más que a la desnutrición. A raíz de la crisis del 2007, muchas personas tuvieron que adoptar dietas inadecuadas por motivos económicos. Es la llamada hambre oculta, que tiene consecuencias en la salud, el rendimiento escolar y la igualdad de oportunidades. Una situación que con la actual crisis no hará más que agravarse. “Obligarse a malnutrirse es una de las múltiples formas de violencia que sufren las personas empobrecidas. Nosotros repartimos lotes que, por calidad, podrían ser tanto para un multimillonario como para una persona empobrecida”, observa Alejandro Guzmán, uno de los artífices de AlterBanc.
El empoderamiento alimentario implica dotar de instrumentos a las personas vulnerablilitzadas para que puedan nutrirse. De hecho, las familias beneficiarias se implican en la recaudación y reparto de los alimentos en la red de Congrés-Indians
El empoderamiento alimentario
Guzmán es el responsable de EcoCentral, una central de compras agroecológica que abastece a comedores escolares con producto local y ecológico de unos cincuenta campesinos y campesinas de proximidad. Fue durante el confinamiento, con las escuelas cerradas, que Ecocentral, con el apoyo de entidades como Arran de Terra, El Pa Sencer y la Fundación Ana Bella, empezó a repartir productos a mujeres supervivientes de la violencia machista y en las redes vecinales de Nou Barri y Congrés i Indians. Una fórmula que permitió mantener viva la actividad del campesinado y de la empresa durante el confinamiento y, al mismo tiempo, distribuir alimentos frescos, de calidad y ecológicos (fruta, verdura, lácteos y huevos) a personas vulnerabilizadas. Así, nació AlterBanc. Con la ayuda de una donación de la Fundación Carasso, hasta ahora ha podido ofrecer apoyo alimentario a más de 250 personas durante nueve semanas. “Cuando en septiembre reabren las escuelas, pretendemos seguir repartiendo alimentos frescos en las redes vecinales, pero harán falta fondos”, manifiesta Guzmán.
El empoderamiento alimentario implica dotar de instrumentos a las personas vulnerablilitzadas para que puedan nutrirse. De hecho, las familias beneficiarias se implican en la recaudación y reparto de los alimentos en la red de Congrés-Indians. “Proporcionamos alimentos de calidad, que permiten una dieta variada y sostenible, a personas del barrio afectadas por las crisis del sistema. Intentamos huir de una lógica asistencialista y nos organizamos de forma autónoma entre vecinas”, explica Berta Carreras, de la Red de Apoyo del barrio de Porta de Barcelona. Fabiola López también participa en la red de Congrés-Indians a la vez que es beneficiaria. Está de baja laboral y su pareja perdió el trabajo a causa de la pandemia, tienen dos hijos y, por primera vez, el dinero que entra a casa no es suficiente para pagar todas las facturas. “Hemos tenido que elegir dónde recortamos: pagar el alquiler, los suministros o las comidas. Como que no nos podemos quedar sin casa, ni agua, ni luz, hemos recortado la alimentación”, explica.
Cestas agroecológicas, receta de ayuda mutua
Una de las claves del proyecto es repetir la fórmula que Ecocentral utiliza con la distribución en los comedores escolares. “No cobramos nada a los campesinos para distribuir su producto, ni especulamos sobre el precio de los alimentos. Cobramos una cuota a los clientes por la logística y ellos pactan y pagan los precios al campesinado”. Así llega a más de 80 escuelas y 17.000 niños catalanes. “Alimentar las escuelas con producto agroecológico a precios públicos era un reto y lo hemos logrado. Ahora se podría replicar el modelo para dar respuesta a la pobreza alimentaria”.
Como la mayoría de proyectos agroecológicos, el proyecto L'Hort de l'Eriçó subsiste sin apoyo económico de la administración y presionado por las reglas del juego del sistema alimentario global
L’Hort de l’Eriçó es uno de los proyectos que forman parte de AlterBanc. Jonas de Abreu es el propietario. Como la mayoría de proyectos agroecológicos, subsiste sin apoyo económico de la administración y presionado por las reglas del juego del sistema alimentario global. El negocio se sostiene gracias a los pedidos de tres cooperativas de consumo, las ventas directas en la finca y mucha cooperación con otros campesinos de la comarca del Llobregat. De Abreu destaca la relevancia que tienen las consumidoras organizadas (en cooperativas, AFA o redes vecinales): “Nos permiten planificar los cultivos, pactar precios justos y hacer un transporte eficiente. Sin ellas, no podríamos habernos incorporado en el mundo del campesinado, ni estaríamos trabajando desde el modelo alimentario que defendemos”.
“La compra pública agroecológica destinada a Servicios Sociales (comedores sociales, comidas a domicilio y ayuda alimentaria) permitiría mantener con dignidad buena parte del pequeño campesinado catalán”, apunta Gustavo Duch, miembro de Pa Sencer, una de las cooperativas impulsoras del proyecto. “Es el momento que las administraciones y las consumidoras tomemos posicionamientos claros respecto a qué agricultura queremos apoyar. ¿Con qué argumentos la administración crea campañas de sensibilización porque la población compre producto local y ecológico, mientras destina partidas millonarias a empresas como Clece, de Florentino Pérez, o Serunion, en las licitaciones de compra pública, como los comedores escolares o los de las prisiones?”
“No deberíamos de aceptar alimentos locales producidos utilizando pesticidas o explotando los derechos de las trabajadoras, del mismo modo que no podemos aceptar productos ecológicos que llegan recorriendo miles de kilómetros. Tampoco en la compra de alimentos destinados a la ayuda social. Ahora que las administraciones hablan de Soberanía Alimentaria, tienen que entender que este paradigma solo puede caminar de la mano de las prácticas agroecológicas”, sostiene Duch. La red de apoyo del 3 Voltes Rebel destaca la voluntad de mantener las cestas agroecológicas como modelo de ayuda mutua: “Han sido una fórmula provisional, pero queremos que se conviertan en un modelo de futuro en la ayuda alimentaria”, plantea Carles Miró.