Capitalismo
Amazon ha puesto en venta el planeta Tierra

El último viernes de noviembre se celebra el llamado Black Friday, una jornada para el consumo global que, en su versión digital, domina absolutamente Amazon. La compañía de Jeff Bezos es la marca comercial más valiosa del mundo. También un modelo de precariedad laboral y elusión fiscal.

29 nov 2019 06:00

Cinco compañías como cinco anillos dominan hoy internet. Compiten en determinadas áreas pero cada una cubre un territorio en el que funciona casi en régimen de monopolio. El primer anillo cubre el conocimiento, el motor de búsqueda de Google es su símbolo. En el segundo está el software y su discurso se ceba en una supuesta explosión de creatividad derivada del uso de los productos Apple. Las relaciones sociales y sus posibilidades comerciales y políticas son el material con el que se construyó el tercero, Facebook. La logística y la distribución en la era del consumismo exprés dieron lugar a Amazon. El sistema operativo Windows es el emblema de Microsoft, la M de GAFAM, el acróstico con el que se designa a los ganadores de la batalla por el control de internet. Los vencedores, al menos, en Occidente.

Dicen que entre todos los propietarios de esos anillos, Jeff Bezos es el menos dado al discurso evangélico. Que su empresa no tiene lemas ni fanfarria new age. Sin el elitismo que destilan los ejecutivos de Apple ni la matizada mediocridad de un personaje como Bill Gates, Bezos ha construido un imperio con un axioma que tiene premio: todo en el planeta está en venta, solo hay que activar los circuitos neuronales para que a cada estímulo, a cada impulso, le corresponda un objeto que puede ser adquirido en el gran bazar digital que ha levantado Amazon.

BLACK FRIDAY

En 2018 hubo huelga en el almacén de San Fernando de Henares de Amazon Spain Fulfillment. Ocho de cada diez trabajadores secundaron la jornada general de paros convocada para interrumpir el Black Friday, el día más importante para la venta online, la jornada que abre extraoficialmente el festival del consumismo navideño. El año anterior, durante el “viernes negro” de 2017, salieron de San Fernando de Henares medio millón de paquetes. 3.000 trabajadores —1.500 en plantilla y el resto procedentes de empresas de trabajo temporal— llevaron a cabo el destajo necesario para cubrir una jornada en la que se da una “sobrecarga espectacular” de trabajo, según explica un representante del sindicato CGT en Amazon.

La compañía fundada por Jeff Bezos hace 25 años lidera, a mucha distancia, el comercio online. Solo Alibaba, su equivalente chino, se acerca a las cifras de ventas que presenta Amazon, un artefacto capaz de “venderlo todo” y de, en el camino, poner los clavos que sean necesarios en el ataúd de sectores tradicionales como el negocio librero. El año pasado, Amazon obtuvo un beneficio récord de 112.000 millones de dólares en todo el mundo, un 53,8% más que en 2017.

Johannes Bröckers ha publicado recientemente ¡Cállate Alexa!, un largo artículo o corto libro publicado en España por Fuera de Ruta, en el que analiza el fenómeno Amazon y cómo está transformando las sociedades europeas. Este investigador cree que el nombre de Black Friday debería ser sustituido por black out friday —viernes de apagón— por cómo el marketing digital y la psicosis de las “ofertas especiales” están llevando a algunas personas “a apagar sus cerebros: olvidan que Amazon paga mal a sus empleados y los trata mal, que no paga impuestos y que espía a sus clientes. ¿Compraríamos en una tienda física real así?”, se pregunta retóricamente.

“Año tras año, Black Friday tras Black Friday, Amazon consolida su poder”, resume el periodista Ekaitz Cancela

“Año tras año, Black Friday tras Black Friday, Amazon consolida su poder”, resume el periodista Ekaitz Cancela, autor de El despertar del sueño tecnológico y colaborador de El Salto. La tesis de Cancela es que, tras la caída de Lehman Brothers en 2008, la economía mundial encontró en la economía de las grandes plataformas un modo de mantener a flote el sistema capitalista, en crisis de rentabilidad desde los años 70. Cancela denomina a la economía de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft “tecnologías de supervivencia”, en tanto están diseñadas para “ampliar los espacios de nuestra vida sometidos a la mercantilización”.

En el caso de Amazon, el control de las plataformas tecnológicas —la nube— y su capacidad para contratar “ejércitos” de mano de obra precaria, lo sitúa en una posición de ventaja para llevar a cabo el propósito de mantener el ciclo de consumo sin alteraciones. La política de la matriz, según reflejaba un artículo de Ballena Blanca es contratar en sus filiales con salarios siempre un 10% más bajos de la media de la zona en la que se asienta. “Estamos asistiendo a encuentros a nivel europeo y comprobamos que tenemos el mismo problema”, explica uno de los sindicalistas consultados, “salarios rozando la legalidad, temporalidad muy elevada (alta rotación vía ETT)... la plantilla fija solo es la justa y necesaria de lo que obliga la ley”. Si el personal genera problemas, como sucedió recientemente en Alemania debido a la movilización del sindicato Ver.di, la multinacional actúa rápidamente: cambia el sistema logístico para que los paquetes se envíen desde Polonia.

El peligro no existe solo para quienes se sitúan fuera de los muros de Amazon, también para quienes venden sus productos en la plataforma

Quienes trabajan para la empresa lo ven claro y alertan a quienes quieren escuchar algo más que ofertas comerciales. “Es una rueda, no solo afecta a los trabajadores, afecta a toda la sociedad: fomenta la precariedad en el sector de la logística y convierte a la gente en cómplice de esa precariedad. Es un gigante que poco a poco se va metiendo más y más: va a vender coches, ya se ha metido en el sector inmobiliario y en los supermercados. Va a llegar un momento en el que solo vamos a comprar en Amazon y ellos te van a imponer sus condiciones”, dice un sindicalista de la planta de San Fernando.

Hoy, 29 de noviembre, CC OO y CGT han convocado una concentración en una de las tiendas pop-up —o tiendas superefímeras, con una vida de un par de días— que Amazon levantará en la calle Fuencarral con motivo de la jornada de consumo.

Huelga Amazon Black Friday 1
Piquete durante la huelga en el almacen de Amazon de San Fernando de Henares coincidiendo con el Black Friday de 2018. Lito Lizana

CRISIS DEL COMERCIO

Esta semana, el sector del libro ha tenido que afrontar que la ingeniería comercial de Amazon encuentra los agujeros legales por los que arramblar con la normativa bajo la lógica de que el más grande se lo lleva todo. La compañía de Jeff Bezos ha anunciado descuentos especiales del 25% sobre el precio de fondos de más de dos años, aprovechando que la legislación, anterior a su desembarco, permitía esta rebaja en el caso de fondos libreros de más de dos años. “Los libreros no tienen problema con los descuentos, pero sí que tenemos respeto por la ley del precio fijo, porque eso nos pone a todas en la misma situación”, explican desde el gremio de libreros.

El problema para las librerías es que los títulos que va a ofertar Amazon, con la complicidad de determinados sellos, no son libros descatalogados, sino obras que siguen en los mostradores. La estrategia tiene más marketing del impacto sobre las ventas de la multinacional, pero apunta a un combate en el que Amazon no va a cejar: acabar con la competencia, por pequeña que sea, centralizando e imponiendo sus condiciones a las editoriales, que serán la próxima pieza a cobrar una vez las librerías sucumban a las prácticas de Bezos.

La combinación con los altos precios de los alquileres en zonas comerciales urbanas, aboca a las librerías a una situación límite. Ayer, 28 de noviembre, el periodista Peio H. Riaño publicaba que la mitad de las librerías no llega a facturar más de 90.000 euros anuales. El gremio insiste en que las pequeñas librerías “hacen tejido de barrio, tributamos aquí”.

De cada cien euros que Amazon gana en España, paga 0,1 céntimos en impuestos

Primero fueron a las librerías, pero el impacto de la multinacional —de momento, ceñido al comercio online— es motivo de críticas por parte de las grandes marcas del comercio tradicional. El Corte Inglés ha tratado de resistir el ataque aliándose con Alibaba, la principal competencia de Amazon, estimulada por el Gobierno chino. Pero el peligro no existe solo para quienes se sitúan fuera de los muros de Amazon, también para quienes venden sus productos en la plataforma.

Así lo describe Johannes Bröckers en su librillo contra Amazon: “Las empresas proveedoras que seguramente ya conocen casos parecidos por sus relaciones comerciales con grandes almacenes del mundo analógico, están amordazadas y ahogadas al máximo por los duros contratos de suministro y las condiciones de negociación. La preferencia de la clientela por un precio siempre más barato no se cobra del margen de beneficios de Amazon, por supuesto, sino que pesa sobre las empresas proveedoras, que muy servicialmente tienen que bajar sus precios (...) Aparte del producto en sí, deben suministrar todos los datos inimaginables sobre él, ofrecer garantías respecto a la disponibilidad y a la rapidez de entrega exigida, aceptar todas las devoluciones con un reembolso total más los costes de transporte ocasionados, pagos para marketing, condiciones de entrega estrictas y mucho más”. Al final de esas doce pruebas, las fabricantes de productos exitosos pueden dar un último servicio a Amazon: la compañía optará por analizar su éxito y aplicar su economía de escala para “fusilar” —copiar— el producto y echar del mercado —en el mejor de los casos, comprando la empresa— a su “competidor”.

IMPUESTOS EN LA NUBE

La corriente de hostilidad hacia la compañía de Jeff Bezos traspasa fronteras. El candidato a las primarias demócratas en Estados Unidos, Bernie Sanders, ha enarbolado una campaña llamada “Stop Bad Employers by Zeroing Out Subsidies” para eliminar los subsidios y ayudas estatales a empresas con malas prácticas laborales. Tras el nombre de la campaña había un acróstico: Stop Bezos. El candidato laborista en las elecciones del Reino Unido, Jeremy Corbyn, contestó a la noticia de una donación filantrópica por parte de Bezos con un escueto: “Solo paga tus impuestos”.

En una década Amazon se ha convertido en la marca empresarial más valiosa del planeta. Solo 58 países tienen un PIB superior a los más de 300.000 millones de euros que hoy vale la compañía que ha transformado los sistemas logísticos de medio mundo. Pero, como señala Bröckers, su entramado fiscal sitúa a la compañía de Jeff Bezos fuera del control impositivo de Estados y ciudades: Seattle, donde se sitúa la sede de Amazon, quiso introducir un impuesto a empresas que, al final del año, iba a costar a la compañía menos de 30 millones de dólares por ejercicio. La respuesta fue “ni de broma”. La empresa amenazó con paralizar sus proyectos en la ciudad y el Ayuntamiento de Seattle se vio obligado a recular.

En España, la última estimación de un portal especializado situaba a la compañía en un beneficio de 4.700 millones de euros. La realidad que conocen el fisco y la autoridad laboral rebaja esa cifra a los 496 millones que las cuatro empresas “españolas” de Amazon han declarado en 2018. El esquema fiscal de Amazon en todo el mundo da la respuesta de cuánto aporta realmente a la Hacienda española: una cantidad irrisoria. Más concretamente: 864.000 en impuesto de sociedades para un total de 4,4 millones en total. Más concretamente: de cada cien euros que Amazon gana en España, paga 0,1 céntimos en impuestos.

Bröckers recuerda que Luxemburgo es la principal base para el desembarco de Amazon en el continente: “El socio ideal para convertir los más de 110.000 millones de euros facturados entre 2007 y 2016 en unas ganancias de apenas 475 millones de euros”. La fórmula Bezos trajo premio cuando Luxemburgo devolvió 15 millones en impuestos a la compañía, algo que acarreó una multa de la Unión Europea al país del Gran Ducado por su manga ancha fiscal a la compañía de Bezos y porque una cosa es una cosa y seis, media docena.

“Como contribuyente de a pie, uno se pregunta por qué resulta tan complicado gravar de forma razonable a los gigantes de internet como Amazon y compañía. Hacerles pagar los impuestos justo cuando y donde sus clientes generan las ventas y no después de que las ganancias se hayan calculado a la baja y se hayan trasladado a paraísos fiscales”, resume Bröckers. La clave de ese esquema es la facilidad con la que, hasta ahora, Amazon ha transformado un volumen de negocios nunca visto en unas ganancias muy inferiores o incluso en un resultado de pérdidas. En el último ejercicio, Amazon EU Sarl, el vehículo financiero de la compañía en Luxemburgo, declaró números rojos por valor de 876,2 millones de euros. 

Solo las autoridades fiscales alemanas, explica el autor de ¡Cállate Alexa!, pierden aproximadamente un 28% de los impuestos potenciales a las ventas cada año, porque las grandes corporaciones digitales estadounidenses en particular evitan los impuestos siempre que sea posible. Bröckers, no obstante, deja la responsabilidad no en la compañía sino en la UE, que “primero debe cerrar sus propias lagunas fiscales para que las corporaciones digitales paguen impuestos como cualquier otra empresa”.

EL SEÑOR DEL CASTILLO

En el episodio 1 de la primera temporada de la serie de animación Futurama, el protagonista es criogenizado por error. La civilización se desarrolla en el periodo hasta que se le despierta, también por accidente. En el milenio que transcurre, una civilización cae bajo los rayos letales de las naves especiales y en su lugar aparece un castillo.

La broma fue repetida mientras duró Futurama: las civilizaciones nacen, mueren y en el transcurso del tiempo surgen los castillos; unidades económicas aparentemente autónomas, dominadas por un señor feudal que solo reconoce su propia autoridad sobre la riqueza generada en un territorio determinado. La ciencia ficción ha abundado en esa idea de retorno al feudalismo en gran medida para alertar de la creación de nuevas servidumbres. Hoy, Amazon es el castillo digital más importante de los cinco anillos que se disputan —o coexisten— en internet. Amazon domina más de la mitad de la “nube”.

La periodista Marta Peirano define “la nube” como la “metáfora central de internet”. Para la autora de El enemigo conoce el sistema, se trata de “un sistema global de poder y energía que todavía retiene el aura de algo fenomenológico y luminoso, algo casi imposible de comprender”. Realmente, al margen de mensajes inspiracionales, la nube es un símbolo de lo que falla respecto a internet: “Es algo que experimentamos todo el tiempo lo que es o cómo funciona. Es algo en lo que nos hemos acostumbrado a confiar sin tener la más remota idea de lo que estamos confiando, y a quien”. Es en la gestión del tráfico de internet donde Amazon ha sacado una ventaja sustancial a sus rivales.

Repartidor Amazon
Una repartidora de Amazon en un portal de Madrid. Álvaro Minguito

La compañía de Jeff Bezos ofrece su capacidad de almacenamiento a las principales compañías del mundo. Si un usuario se conecta a Netflix, planea sus vacaciones en AirBnb o compra entradas para un concierto en Ticketmaster está visitando, lo sepa o no, una de las estancias de Amazon. Si un usuario decide hacer sus compras digitales en El Corte Inglés, estará pagando un peaje, lo sepa o no lo sepa, a Amazon, arrendador de los servidores de esos grandes almacenes a través de Amazon Web Services (AWS).

“Las grandes multinacionales alquilan la infraestructura de la nube de Amazon para poder atender a sus propios consumidores —apunta Cancela— debido a la enorme cantidad de datos que recopila de los usuarios”. A través de esos datos, aunque no se correspondan con una transacción directa con Amazon, la multinacional consolida su negocio más estratégico en la nube. Es lo que le convierte en un activo estratégico para los servicios secretos y de Defensa de Estados Unidos.

“En tiempos de crisis climática, los costos de envío de muchos paquetes deben incrementarse de acuerdo con la carga de CO2”, señala Bröckers

Al margen de las desavenencias entre Bezos y Trump, Amazon ha colaborado con el Pentágono en el programa Prisma —escándalo que desató el exempleado de la agencia NSA, Edward Snowden— abriendo las puertas a sus servidores a Estados Unidos y sus aliados. Todo lo que compraron o alquilaron, todos los desplazamientos, los datos médicos, las cuentas bancarias y cualquier tipo de registro en poder de los cinco anillos que dominan internet estaban a mano para el Gobierno estadounidense. La gracia del asunto es que Amazon no solo comparte los datos de compradores y vendedores de su bazar, o los de las personas que utilizan el robot Alexa o los dispositivos Echo y sus siete micrófonos, sino que en sus servidores se alojan instituciones públicas, hospitales, universidades o museos.

Si el ejemplo suena “viejo”, hay uno más reciente. En julio de 2019, un grupo de activistas protestó frente a la sede de la compañía Palantir por su papel en la recopilación de datos de las personas migrantes vigiladas y enjauladas por el servicio de aduanas estadounidense. La protesta se extendió contra Amazon, que alberga en su nube los servidores de Palantir. No se trata únicamente de un papel pasivo en el entramado de la vigilancia. Amazon Rekognition es el software de reconocimiento facial basado en la tecnología deep learning que permite identificar a cualquier persona en vivo, en una foto o en un vídeo, es también un servicio al alcance de cualquiera, que pueda pagarlo, en Amazon Web Services.

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Para Cancela, no es correcto hablar de neofeudalismo cuando estamos en una situación en la que hay competencia, conflicto y crisis. Google Cloud o Microsoft Azure son rivales de Amazon Web Services, la herramienta de Bezos para el control de la nube. En mayor medida lo son las infraestructuras estatales chinas. Sin embargo, sí reconoce que la nube en sí es una fortaleza o castillo que debe ser enfrentada desde la concepción de ese espacio ex novo como un bien público, y no como un territorio conquistado por la lógica monopolista de las multinacionales de plataformas. “Por ejemplo, en lugar de reducir el gasto público en España y autorizar que Amazon construya tres centros de datos en Aragón en los próximos años, el Gobierno debiera romper estos acuerdos y establecer un banco de inversión público que se haga cargo de estos gastos”, apunta Cancela.

Convenio Aragon Amazon
Captura del anuncio oficial de la contratación por parte de Amazon de centros de datos en Aragón.

CRISIS CLIMÁTICA PRIME

“Amazon ha decidido tomarse en serio la transición energética y luchar decididamente contra el cambio climático y va a tomar medidas drásticas, ayudado, eso sí, por el infinito músculo financiero del que dispone”. La noticia, bajo la cabecera de Cinco Días —Grupo Prisa— publicada en septiembre de 2019, señala solo dos de las “drásticas” iniciativas, quizá las únicas: sustituir a medio plazo camiones por camiones eléctricos y caminar hacia el uso de energías renovables.

Los cinco anillos que dominan internet aseguran que caminan hacia la consecución de un objetivo de sustitución de energías sucias por renovables. Sin embargo, como recuerda Peirano en El enemigo conoce el sistema, es difícil comprobarlo, especialmente en los países poco transparentes donde se suele concentrar “la nube”. Lugares donde la electricidad es “barata y la administración es generosa con las rebajas fiscales, la disponibilidad de mano de obra y la ausencia de protección de datos”. Faltan datos pero no informes que anuncian lo que está por venir al ritmo de uso de la “nube” en el que nos movemos hoy: Japón, indica Peirano en su ensayo, ya sabe que en 2030 la red habrá superado “todos sus recursos energéticos”. Se trata del segundo país en consumo de Amazon.

“En tiempos de crisis climática, los costes de envío de muchos paquetes deben incrementarse de acuerdo con la carga de CO2. Tampoco podemos permitirnos devolver productos sin cargo”, señala Bröckers. La era de las entregas instantáneas es también la de la huella sobre el futuro del planeta. Una entrega a la primera tiene un coste aproximado de 277 gramos de CO2 equivalente. Si la entrega es a la tercera, se supera el kilo. Sólo en una ciudad como Coruña, la empresa realiza 4.000 entregas diarias. Por último, la economía de escala de la compañía supone que sea más barato destruir que gestionar devoluciones. El canal francés canal M6 reveló en una investigación que la multinacional incinera o arroja a vertederos tres millones de objetos devueltos cada año.

Los problemas del extractivismo necesario para la puesta en marcha de la nube y sus aparatos supletorios aparentemente quitan el sueño a Jeff Bezos, quien ya ha declarado en varias ocasiones que el futuro pasa por que la humanidad se traslade a colonias espaciales que sirvan para preservar el planeta como un resort al que volver de vacaciones de tanto en tanto.

TIENE TODO EL MUNDO EN SUS MANOS

En el tiempo en el que se tarda en leer este artículo —15 minutos—, Jeff Bezos ha ganado dos millones de euros. Pero Amazon siempre quiere más. El negocio de la inteligencia artificial es el campo magnético sobre el que gravitan los cinco anillos que acaparan internet a día de hoy. La vieja aspiración de la compañía de Bezos es prescindir completamente de los humanos en su cadena logística: los robots pueden ayudarle, siempre que él controle su programación. La lucha por el desarrollo de la tecnología 5G es la clave del próximo salto adelante que quiere dar la compañía. La ventaja de Huawei —uno de los anillos chinos— amenaza a Google, Microsoft y Amazon, y ha tenido como consecuencia el cierre monopolista de Estados Unidos por medio de amenazas, encarcelamientos y sanciones.

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La detención de una de las hijas del fundador de Huawei esconde el duelo entre Estados Unidos y China por hacerse con el desarrollo de la tecnología 5G.

La potencia de las GAFAM sigue siendo la comprensión de que la publicidad y la recopilación masiva de datos, combinadas, pueden alterar completamente las sociedades democráticas, pero su funcionamiento no se mueve del esquema de la economía financiarizada responsable de la crisis de 2008. La “tecnologías de salvación”, no obstante, están controladas por los mismos actores que provocaron la crisis de las hipotecas subprime. Black Rock domina el 5,2% del cacharro.El fondo de inversión Vanguard, recuerda Ekaitz Cancela, controla junto con otras instituciones de inversión como T. Rowe Price una cuarta parte de la empresa. Vanguard y Black Rock son las dos principales empresas del mundo en el negocio de la “gestión de activos”.

La influencia política de Amazon fuera de internet pasa también por el dominio de la histórica cabecera The Washington Post. Vanguard, por su parte, es una de las grandes accionistas de la multinacional del entretenimiento Time Warner. Blackrock tiene participaciones significativas, entre otras, en Mediaset y Atresmedia, los grandes grupos comunicativos de España.

El esfuerzo no se detiene en las líneas editoriales: la compañía destinó en 2018 21 millones de dólares —que son 21 millones de dólares más de lo que pagan en impuestos federales en Estados Unidos— en labores de influencia a través de lobbies. En seis años, la compañía ha incrementado un 460% su presupuesto para esta práctica. En Bruselas, los gastos para intervenir mediante grupos de presión en la legislación comunitaria suponen dos millones de euros al año. Los cinco anillos del internet actual ya gastan más que el sector bancario en mover hilos en la capital de la Unión Europea. Pero no deja de ser calderilla en sus balances.

Jeff Bezos
Jeff Bezos, el jefe de todo esto. Foto: Seattle City Council

La respuesta de la Comisión Europea y de los propios Estados ha sido hasta ahora complaciente con la compañía. Los trabajos temporales y los daños colaterales sobre el comercio no son material de debate, y la intervención a través de impuestos genera más literatura que medidas efectivas. La llamada “Tasa Google”, nombre en clave del Impuesto sobre determinados servicios digitales, pretende recaudar el 3% sobre la facturación en términos de venta de datos a terceros, publicidad e intermediación online de las compañías con más de 75 millones de facturación. España ha sido uno de los países favorables a su implantación, pero Suecia, Dinamarca, Luxemburgo o Irlanda se niegan, ya que son los más beneficiados de la deslocalización del esquema fiscal de Amazon. El ‘no’ de Alemania a la tasa, por su posible impacto sobre la política mundial, ha llevado a vía muerta su instauración en todo el continente.

La posible formación de un Ejecutivo de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos puede dinamizar la toma de la decisión de gravar a Amazon desde la política nacional, como ya ha hecho Francia, que aspira a recaudar 500 millones de euros, y Austria, que en abril anunció la puesta en marcha del impuesto. EE UU se ha mostrado muy contrariado por la implantación de la Tasa Google en Francia. La guerra comercial con China y el ensueño de la “nueva ruta de la seda” con la que el país asiático pretende ampliar su participación en la economía europea late detrás del interés por parte de Washington en que las Gafam no sean molestadas en Europa.

“Todo el comercio electrónico debe estar más regulado en el futuro, con respecto a los impuestos, la competencia leal, la protección del clima y, sobre todo, la protección de datos”, concluye Johannes Bröckers, para quien, más allá de la nueva regulación, el desafío es “simplemente reinventar internet”. Romper la lógica de los castillos inexpugnables pasa, para Cancela, por establecer un banco de inversión público que trabaje en “una estrategia de soberanía digital europea”, que ya han avanzado tanto Emmanuel Macron como Angela Merkel que será imposible de llevar a cabo con el control del déficit y bajo la férula del sector privado, explica este investigador. “La manera más rápida para acabar con Amazon —vaticina Cancela— es poner en duda la idea de que los mercados libres salvarán a Europa”.

Tomados de uno en uno como consumidores, las decenas de miles de personas que hoy comprarán en Amazon bajo el señuelo de sus ofertas, tienen pocas posibilidades de detener la expansión de la compañía de Bezos. Los Estados, por sí solos, también tienen difícil resistir las múltiples presiones para mantener el statu quo. Pero, como dice Bezos, en la vida todo tiene que ver con elegir. También dónde se compra.

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#44033
3/12/2019 9:00

El viernes pasado pudimos ver en la televison publica en la 2 un documental que amplia la info del articulo, lo recomiendo. La noche temática - El mundo según Amazon - RTVE.es

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#43848
29/11/2019 9:17

Nadie nos impuso ninguna de las empresas mencionadas, crecieron por TODOS los que hacemos uso de sus servicios, gente que habla mal del capitalismo las usan, gente que se manifiesta por el clima las usan, comprometidos con los derechos laborales las usan, gente que dice apoyar a los pequeños comercios las usan... la gente en general solo miramos que nos cueste lo mismo por menos dinero y mas comodo y por eso funcionan y así seguirá. Si mañana alguien ofrece mas por menos no dudéis que perderían el monopolio.

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#43869
29/11/2019 18:15

Por supuesto que nadie nos ha impuesto nada, porque es la forma de relacionarnos social y económicamente día a día en este capitalismo extremo. Todo se ha monetizado hasta el punto de no valorar el trabajo del librero que te aconseja y al que le ha llevado tiempo desarrollar su profesión, sólo importa el precio. Y todo es porque ese libro está ofertado en mil lugares distintos y no seremos tan tontos como para comprarlo en nuestro barrio. Para mí es la lógica de los mercados, que se impone por su propio peso.
Sin embargo, es todo una ilusión, porque realmente comprar un libro que ha viajado 10.000 km nunca debería ser más barato que comprarle al librero de la esquina de tu barrio. Y todo porque en nuestro sistema económico no se tiene en cuenta el impacto ambiental y el despilfarro energético, si se hiciera así, otro gallo cantaría. Si nos llega un libro más barato habiendo invertido más energía y recursos es porque el sistema de producción y distribución está construido sobre una base de explotación y automatización masiva que reduce los costes operacionales pero no los ambietales.
Artículos como este sirven para poder verlo y tratar de hacer algo al respecto, como comprarle al librero. Pero claro, nadie nos lo impone, es porque si no lo hacemos, no optimizamos el último céntimo de nuestro bolsillo. Es una imposición de los mercados, y así vamos hasta que compremos todo en Amazon.
Es como, por ejemplo, no tener transporte público hasta tu trabajo y tener que comprarte una moto o un coche o elegir no tener trabajo, pero tranqui, nadie te lo impone.
Cambiar hacia una sociedad más local, con más relaciones humanas y menos consumista es lo que deberíamos imponernos por nuestro bien y no comprar más barato.

11
1
#43868
29/11/2019 18:10

Ese más por menos siempre es a costa de la explotación de otros seres. El asunto esta en que, como consumidores, pidamos menos cosas a cambio de una vida más plena.

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