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Campo de cuidados
De paseo por lo extraño. Imágenes de vida para el nuevo año
“Para no ser siervos de la incertidumbre, necesitamos convertirnos en aprendices de lo extraño”. Estaba leyendo esta frase en un texto de Marina Garcés, cuando he empezado a escuchar a las gallinas cacarear en el corral. He parado de leer para salir a echarlas de comer. Ya está amaneciendo. Está empezando a levantar la niebla de la mañana y el primer rayo de sol que entra llega hasta unas hojas de acelga. Me detengo a mirar cómo brillan al sol y veo uno de los agujeros que han hecho los pájaros en sus hojas. Me agacho a ver más de cerca el agujero, que se convierte en el marco de un cuadro en movimiento: son hormigas que aún no han empezado a hibernar y entran y salen del cuadro para llegar hasta su hormiguero. Mientras observaba la acelga ha ido entrando el sol por más partes del corral. Este sol es una invitación a dar un paseo más largo antes de volver a entrar en casa.
El limonero tiene limones ya amarillos, pero además tiene hojas nuevas y capullos de flor. No lo entiendo porque cada uno de esos elementos suele salir en una época del año diferente. Lo observo, es como si en esta última semana de diciembre, el limonero quisiera contar todo lo que ha hecho este año. Todo a la vez.
El sol también me hace fijarme en una de las grietas del muro del corral, la que hay detrás del cerezo. La grieta se ha hecho más grande este otoño y parece una rama más junto a todas las demás, ya desnudas y plagadas al mismo tiempo de nudos de vida dormida que despertará en primavera en forma de nuevos dibujos.
Un poco más a la derecha, la parra y el rosal, que por fin han “tirado” este año, se abrazan. La parra, ya desnuda, con las últimas hojas secas colgando, sostiene a las ramas más débiles y nuevas del rosal, que vuelven a tener capullos. Habrá que podar a uno y a otra para que su baile vuelva a empezar en primavera.
Termino la vuelta en las lombardas que hay junto a las primeras acelgas que me hicieron detenerme. También tienen agujeros. Los hicieron las orugas a principios de noviembre. No pude ir tan rápido como ellas, y cada tarde, cuando me agachaba a quitarlas, comprobaba disgustada como se habían vuelto a comer un buen trozo de hoja. Esta mañana me agacho para quitar las hojas que quedan agujereadas y dejar que la planta crezca con menos peso; entonces me doy cuenta de lo bonito que se ve el corral, esta última semana del año, a través de las grietas y los agujeros.
Campo de cuidados
Cuidados Enero. Poco a poco la claridad
Las nuevas estaciones no son predecibles. La crisis climática nos sitúa en un lugar de inseguridad, impredecibilidad, y, por lo tanto, de vulnerabilidad. Desde esa vulnerabilidad podemos saltar hacia los discursos de la catástrofe y bloquearnos en ellos, o detenernos ante lo extraño y observar las grietas y agujeros que pueden devenir imágenes a través de las cuales aprender a cohabitar de un modo diferente nuestro presente.