Brasil
Luiza Carvalho: “La movilización en Brasil sigue y hay más colectivos monitoreando lo que pasa”

Directora regional de ONU Mujeres para las Américas y El Caribe hasta hace unos meses, Luiza Carvalho acaba de “jubilarse de la ONU”, pero no de su trabajo para promover la igualdad de género. Cree que los gobiernos de corte neoliberal no tienen que ser necesariamente beligerantes contra las políticas de género, aunque reconoce que cuando hay grupos conservadores muy cercanos a los gobiernos, las mujeres salen perdiendo. 

Luiza Carvalho ONU Mujeres
Luiza Carvalho, directora regional de ONU Mujeres para las Américas y El Caribe hasta 2019. David F. Sabadell

Directora regional de ONU Mujeres para las Américas y El Caribe desde 2014 hasta finales de 2018, Luiza Carvalho acaba de “jubilarse de la ONU”, cuenta, aunque no de su trabajo para promover la igualdad de género. Carvalho asegura que desde que el 1 de enero asumió la presidencia Jair Bolsonaro en Brasil, no ha habido una pérdida de derechos drástica pero sí movimientos estratégicos para que estos cambios puedan llevarse a cabo. Y, pese a que Bolsonaro no ha dado a conocer claramente su programa, sí ha dejado claro en su discurso quiénes son sus amigos y a quién señala como enemigos, advierte Carvalho. Sin embargo, pasados cien días de Gobierno de Bolsonaro, hay otros movimientos: mujeres, profesores, intelectuales y cada vez más colectivos de la sociedad civil están activándose para señalar a Bolsonaro. Carvalho habló en el ciclo de conferencias “Mujeres contra la impunidad” organizado por la Casa Encendida y la Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG) del movimiento de mujeres que en Brasil ha servido para activar cada vez más colectivos de la sociedad civil y ponerlos en alerta contras las políticas de la extrema derecha.

Tu conferencia se titula “¿Por qué millones de mujeres dijeron #EleNão (él no) al entonces candidato de ultraderecha a la presidencia de Brasil?”. ¿Por qué lo hicieron?
Yo creo que porque el candidato ha presentado una serie de creencias que para el movimiento feminista significa retrocesos muy dramáticos. Pero no es solo la propuesta conservadora sobre las costumbres, sino también las políticas neoliberales, que sabemos que afectan fuertemente al equilibrio dentro de una sociedad. En los últimos años, y gracias a planes estatales, se llegó a una situación en Brasil en la que se veía claramente y de forma innegable un aumento del poder adquisitivo de familias, mayor empoderamiento de algunos sectores… Ha habido un salto generacional entre madres que eran analfabetas y sus hijas e hijos, todos matriculados en la universidad, y existe una gran preocupación en Brasil de que se pueda retroceder en los avances. 

Jair Bolsonaro ha llegado al Gobierno con un discurso abiertamente antimujeres y contra los derechos LGTB o de los pueblos indígenas, y ya en su primera semana de gobierno anunció una batería de medidas que eran toda una declaración de intenciones. ¿Se ha trasladado ese discurso ya a sus políticas? ¿Cómo?
A día de hoy en Brasil hay dos grandes frentes en el Congreso: la reformas del sistema de seguridad y la reforma del sistema de protección social. Sin embargo, no hay planes sectoriales en los ministerios. Ha habido una gran movilización de la sociedad civil para saber que está pasando porque, aunque hasta ahora el Gobierno no haya hecho grandes cambios en ese sentido, sí hay algunos asuntos que pueden afectar. Por ejemplo, en Brasil los ministerios tenían hasta ahora su propio consejo, compuesto por personas de la sociedad civil, empresarios trabajadores y el gobierno mismo. Al cumplirse cien días de gobierno Bolsonaro se han eliminado estos consejos. No hay una pérdida directa de derechos, pero hay cosas que están llegando y que naturalmente van a afectar a la gestión de la sociedad y a la estructura del Estado.

En Brasil, las mujeres han dicho “él no” en movilizaciones multitudinarias previas a las elecciones, pero “él” ha ganado. ¿Para qué ha servido la movilización de las mujeres? 

La movilización sigue. EleNão es un movimiento que tiene tres millones de afiliadas, su coordinadora ha sido perseguida. Este y varios otros son movimientos que sirven para que la propia democracia en el país se fortalezca. Además hay una revitalización de sectores que hace mucho tiempo que no se manifestaban, como el de la educación; hay un grupo de intelectuales que se está organizando... De enero a ahora se ha incrementado el número de colectivos y movimientos que están monitoreando lo que está pasando. Los medios, muchas veces medios que tuvieron un rol fundamental en la elección del candidato, están trayendo también discursos críticos. Y ese posicionamiento muy crítico viene también de analistas de centro y centro derecha, porque se percibe una gran ineficiencia. Nunca conocimos el programa del candidato cuando era candidato y ahora es necesario conocer el programa del presidente, y no se conoce. Está viendo esta movilización que yo creo que para Brasil es muy positiva.
Voy a ser franca, veo de manera muy positiva a gobiernos liberales como los de Argentina o Chile
¿Hay una tendencia al ascenso de las derechas en América Latina y el Caribe? ¿En qué países y con qué demandas?
Voy a ser franca, veo de manera muy positiva algunos gobiernos liberales. En Argentina se ha aprobado el plan Brisa, que establece una compensación económica a las familias afectadas por un feminicidio. En Chile hay pruebas de la eficiencia de la incorporación de las mujeres al mercado laboral, lo que genera otros impactos positivos. Creo que hay gobiernos neoliberales que han puesto unas líneas rojas sobre asuntos que son consensos; no creo que los gobiernos neoliberales tengan necesariamente que hacer una cruzada contra el género. Ahora, lo que yo siento es que allí donde el poder conservador tiene un espacio muy fuerte, los gobiernos se están demostrando de muy bajo compromiso y sensibilidad no solo en tema de género sino también en el tema indígena, afrodescendientes, pequeños propietarios rurales, colectivos LGTB.

¿En qué grupos piensas y en qué gobiernos?
Hay una tendencia muy fuerte en América Latina de estos grupos que se posicionan en contra de la ideología de género. Son normalmente grupos religiosos o algunos grupos más conservadores dentro de las religiones, que están trayendo estos discursos, movilizando dentro de los congresos impidiendo aprobación de leyes o retomando temas que ya estaba superados.
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En Brasil se han vivido episodios como la recogida de firmas contra una visita de Judith Butler o la ministra que difunde bulos sobre indígenas. ¿En qué países tienen más poder?
Brasil es uno de los países en los que están ganando una influencia muy grande y eso no viene de este Gobierno, ya venían creciendo fuertemente y mostrando mayor capacidad de autofinanciación y una estrategia muy clara. También Paraguay es un país donde tienen una presencia bastante acentuada. Pero es un fenómeno regional, aunque luego hay gobiernos neoliberales que no están tan vinculados.

En España hemos visto emerger estos discursos antimujeres, ha ocurrido también en Alemania, Polonia, Hungría, ¿es una tendencia global?
Es global, pero es diferente. Es muy amenazador que se rompa un modelo de familia o de economía, y creo que la base está muy centrada en esto. Pero lo que creo es que hay un desconocimiento porque esto, la mayor autonomía de las mujeres, ya está pasando. La cuestión —el combate— es sobre si vamos a legitimar un orden que existe o vamos a imponer un pensamiento y restringir los avances.

¿Están ganando el debate esos grupos?
Creo que no hay un enfrentamiento fuerte en este combate de discursos, porque se basa en datos y en evidencias y existen elementos para fundamentar muy bien con hechos. Lo que sí se percibe es una ganancia de espacio muy grande de estas ideologías porque se reproducen en los espacios que son favorables a ellos, por eso hay que ser muy precisos en cuáles son los temas reales de debate, y ahí los medios tienen un papel fundamental.
América Latina es considerada una de las regiones con tasas más altas de feminicidios porque en las otras ni se mide ni tienen la terminología
Brasil es uno de los “campeones en feminicidios”, en tus palabras, con 4.000 mujeres asesinadas por año como consecuencia de la violencia machista. ¿Es el feminicidio un crimen propio de América Latina y el Caribe?
El mérito que tenemos es el de haber puesto nombre a esta violencia. La palabra “feminicidio” viene de México y del movimiento de la sociedad civil de América Latina. Era la sociedad civil quien contabilizaba los feminicidios antes de que lo hicieran los Estados. Luego ha habido una respuesta normativa bastante fuerte. Así que creo que esta región está considerada como una de las que tienen las tasas más altas porque en las otras regiones no se mide ni tienen la terminología. En Brasil hay 4.650 muertes al año y 50.000 violaciones denunciadas, pero estamos seguras de que hay mucho más. Hay que medir, hay que medir bien y hay que responder en varios niveles. Hay países que se centran en mandar un mensaje de no impunidad, hay países que están enfocados en la prevención, hay otros países que están integrando bases de datos. Lo que tenemos que tener hoy es el valor de trabajar el tema cultural.

La respuesta normativa en América Latina ha sido fuerte pero esta violencia no cesa. ¿Se pueden frenar los feminicidios con políticas públicas?
Sí, si son integrales pueden contribuir. Tengo una gran esperanza en ello, pero la idea es ir cambiando el concepto y la mentalidad de la sociedad.
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