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Bangladesh
De las cenizas de Rana Plaza a las huelgas salvajes
El Acuerdo de Bangladesh sobre Seguridad ha favorecido las condiciones de salud de las miles de personas que trabajan en el sector textil. Sin embargo, el movimiento obrero de esta potencia exportadora quiere ir más allá en la conquista de sus derechos y ha planteado este año varias huelgas con las que pretenden una equiparación salarial a las condiciones de vida del país.
El 23 de abril de 2013 un equipo de televisión local grabó imágenes de las grietas en el complejo de fábricas Rana Plaza en Dhaka (Bangladesh). Se evacuó el edificio, pero el propietario del edificio declaró que era seguro y ordenó a los trabajadores que volvieran al día siguiente. Un proveedor de Walmart alojado en el edificio, Ether Tex, amenazó con retirar un mes de salario de cualquier trabajador que no volviera.
El edificio se derrumbó el 24 de abril, y cuando finalmente se retiraron los escombros, se encontraron 1.134 personas muertas, junto a otras 2.500 heridas. Fue el peor desastre industrial en la historia de la industria textil.
“Rana Plaza mostró al mundo que las auditorías de seguridad autorreguladas en Bangladesh eran una farsa”, dice Léonie Guguen de la federación sindical industrial global IndustriALL
De las cenizas de Rana Plaza surgió el Acuerdo de Bangladesh sobre Seguridad en la Construcción de Edificios y de Instalaciones de Sistemas contra Incendios. Un convenio internacional entre organizaciones sin ánimo de lucro, fabricantes y comercios occidentales, federaciones sindicales locales de Bangladesh, y varios grandes sindicatos globales, el Acuerdo ha supervisado la seguridad en la construcción y anti-incendios en 1.700 fábricas de Bangladesh durante los últimos seis años para las marcas firmantes.
Entre las disposiciones principales del Acuerdo estaban la supervisión independiente de las fábricas, trabajadores y sindicatos incluidos, comités de salud y seguridad electos en los centros de trabajo, un mecanismo para las quejas de los trabajadores, el derecho a negarse al trabajo peligroso, y la divulgación pública de nombres de empresas, datos de inspecciones y planes de reparación.
Antes del derrumbe del Rana Plaza, las mismas fábricas de ropa eran en general responsables de controlar las condiciones de las fábricas, con programas de supervisión ornamentales que ofrecían cobertura de relaciones públicas a las marcas occidentales.
“Rana Plaza mostró al mundo que las auditorías de seguridad autorreguladas en Bangladesh eran una farsa”, dice Léonie Guguen de la federación sindical industrial global IndustriALL. “Era el momento para algo radicalmente diferente, y algo que tuviera músculo”.
El Acuerdo difería de las alternativas de puro blanqueo en que era legalmente vinculante y requería que las marcas mantuvieran sus relaciones con los proveedores mientras se estaban haciendo las reparaciones a las fábricas. En otras palabras, las marcas occidentales ya no podían salir corriendo al primer signo de problemas o echar la culpa de las condiciones de seguridad puramente sobre los actores locales en vez de pagar por las reparaciones.
Resultados
Los resultados del Acuerdo han sido impresionantes en términos de la seguridad en los centros de trabajo. Ha llevado a cabo 30.000 inspecciones y solucionado más del 90% de las violaciones en mil fábricas. Las reparaciones afectan a 2,5 millones de trabajadores aunque quedan por hacer algunas de las mejoras más costosas, según el Foro Internacional de Derechos Laborales (IRLF, por sus siglas en inglés), un firmante del Acuerdo en calidad de testigo.El Acuerdo supuso credibilidad —y, muy importante, los dólares aportados por marcas internacionales que se enfrentaban a un desastre de relaciones públicas— para mejorar las condiciones de seguridad en las fábricas textiles de Bangladesh.
Ocho sindicatos bangladeshíes estuvieron en la mesa, así como IndustriALL y otra federación sindical global, UNI. De forma crucial, decenas de marcas internacionales —en su mayoría europeas— firmaron.
“El Acuerdo ha sido valioso en la medida en que ha ayudado a abrir algo de espacio para que los trabajadores se organicen”, dice Monika Hartsel, del Centro de Solidaridad. “Les da un poco de cobertura al saber que las marcas relacionadas con las fábricas que están organizando pueden ser más receptivas”.
Aunque el acuerdo se centró en la seguridad y salud en el trabajo, los propios trabajadores textiles presionaron por salarios más altos con huelgas salvajes a finales de 2018 y principios de 2019
Los defensores del Acuerdo señalan en concreto a su mecanismo de quejas de los trabajadores como una forma de dar una voz a los trabajadores. Por ejemplo, un informe de mayo de 2019 de la ILRF destacaba una situación de 2017 en Ananta Apparels, que tenía un daño estructural en el edificio que hizo temer a los trabajadores un derrumbe inminente como el de Rana Plaza. Los supervisores, los propietarios de la fábrica y la asociación de fabricantes textiles engatusaron y coaccionaron a los trabajadores para volver al trabajo, pero los trabajadores registraron una queja independiente con el Acuerdo con la ayuda de la Federación Nacional de Trabajadores Textiles. Se cerró y reparó la fábrica, y a los trabajadores se les devolvieron cuatro días de paga por trabajo no realizado.
Limitaciones
Pero, ¿fue suficiente? El Acuerdo no se centró principalmente en el derecho a organizarse. Chaumtoli Huq, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York y realizadora de la película de 2017 Sramik Awaaz (“Voces de trabajadores”) sobre la industria de la ropa bangladeshí, dice que ése es un problema. “Los trabajadores a los que entrevisté en mi documental fueron muy claros sobre lo que piensan que debe ocurrir —no era renovar el Acuerdo, era poner un sindicato en mi fábrica”. Afirma que el movimiento de solidaridad internacional no está escuchando lo bastante a esos trabajadores.En 2018, cuando se extendió la duración del Acuerdo pasados sus cinco años iniciales, añadió como principio la protección de la libertad de asociación, un importante paso adelante. Pero para entonces, los temas de salud y seguridad y el poder de los trabajadores se habían apartado como temas por los que luchar. Mientras la red de solidaridad internacional se centraba en el trabajo del Acuerdo sobre seguridad en la construcción y anti-incendios, los propios trabajadores textiles presionaban por salarios más altos con huelgas salvajes a finales de 2018 y principios de 2019.
“Lo que es raro es que tienes casi estos dos movimientos paralelos —tienes el elemento del Acuerdo y el elemento de los salarios y la sindicalización”, dice Huq.
A pesar del trabajo del Acuerdo, los salarios siguen siendo abismalmente bajos en Bangladesh —los salarios medios en las fábricas bangladeshíes son los más bajos de cualquiera de los mayores países exportadores de ropa a nivel mundial.
“Cada uno tiene un ámbito de trabajo: el Acuerdo estaba pensando en la seguridad en la construcción y la seguridad de los trabajadores tras Rana Plaza y Tazreen [fábrica de Dhaka donde 117 trabajadores murieron en un incendio en 2012]”, dice Nomita Nath, presidenta de la Federación Sindical Independiente de Trabajadores Textiles de Bangladesh. “Si hubieran trabajado sobre la libertad de los trabajadores para unirse a sindicatos, habría estado bien. Pero lo que hicieron es correcto”.
Extensión
Tras un retraso prolongado en las negociaciones entre el Acuerdo y la poderosa Asociación de Fabricantes y Exportadores de Ropa de Bangladesh (BGMEA, por sus siglas en inglés), el Tribunal Supremo de Bangladesh acordó en mayo extender la duración del Acuerdo por 281 días.Ha habido respuestas diversas a la extensión entre los defensores del Acuerdo. IndustriALL saludó el anuncio como un progreso, dado que había dudas sobre si se permitiría que el Acuerdo siguiera funcionando en Bangladesh.
La represión no es nueva en el sector textil de Bangladesh. Protestas masivas similares en 2016 llevaron a 2.000 despidos y a los arrestos de una decena de activistas, que fueron a la cárcel
Pero la interpretación de la BGMEA del memorando de entendimiento que extiende el Acuerdo restringiría duramente la capacidad del Acuerdo para alejar a las empresas de las fábricas inseguras, participar en inspecciones independientes y establecer planes de aumento de la seguridad en fábricas recientemente inspeccionadas.
Babul Akther, presidente de la Federación de Trabajadores Industriales y Textiles de Bangladesh, dijo a Reuters que “este acuerdo comprometerá la seguridad de los trabajadores textiles dado que no habrá toma de decisiones independiente por el Acuerdo”.
Akther añade que se marginó a los sindicatos locales de las negociaciones, que fueron entre el Acuerdo y la GMEA y aprobados por el Gobierno de Bangladesh.
Huelgas
50.000 trabajadores textiles fueron a la huelga en Bangladesh en diciembre y enero para protestar contra el aumento gubernamental del salario mínimo, que se quedó muy por debajo de sus reivindicaciones. De 95 dólares [85 euros] al mes, el nuevo salario mínimo es menos de un cuarto de lo que sería un salario mínimo en Bangladesh según el Consorcio de Derechos de los Trabajadores.Los huelguistas se enfrentaron a la violencia policial y a despidos masivos de casi 12.000 trabajadores. Se fabricaron cargos delictivos contra cientos de trabajadores.
La represión no es nueva en el sector textil de Bangladesh. Protestas masivas similares en 2016 llevaron a 2.000 despidos y a los arrestos de una decena de activistas, que fueron a la cárcel. En la industria de la ropa de Bangladesh, los abusos contra los trabajadores que se intentan organizar son comunes, incluyendo acoso, despidos, listas negras y ataques físicos.
Aunque el país no es un actor global tan importante como China, la industria textil de Bangladesh es la segunda del mundo y vital para la economía nacional. Las exportaciones de ropa bangladeshíes totalizaron 31.000 millones de dólares [28.000 millones de euros] al año hasta junio de 2018, lo que supone el 84% del total de las exportaciones de la nación.
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La mayoría de esos "trabajadores" son trabajadoras, artículo en el que falta un análisis tan importante como el de género. No se equiparan sus salarios a !os salarios medios de Bangladesh porque son mujeres las que trabajan para la industria textil en estas fábricas.