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Laboral
Reducir la jornada y subir los salarios
La negociación del pacto para la investidura de Pedro Sánchez como presidente y la inclusión en el acuerdo de un recorte en el tiempo de trabajo como requisito imprescindible para que Sumar se sumara al nuevo gobierno progresista, junto a la publicación de un estudio sobre la viabilidad de la semana laboral de cuatro días, ponen en el tablero mediático la oportunidad de que se hable de reducción de jornada casi un siglo y medio después de que los obreros de Chicago iniciaran la lucha por las 8 horas.
Que se abra el debate sobre reducción de jornada y que ya se estén dando pasos para implementarla a partir de 2024 es algo positivo para el conjunto de la clase trabajadora; no obstante es imprescindible tener en cuenta toda una serie de condiciones y medidas que tendrían que acompañar a este cambio legislativo para que la reducción de jornadas sea real y afecte a todos los sectores y empresas, sin ninguna pérdida en derechos o salarios.
El estudio realizado en Valencia ha venido a confirmar (como ya lo hicieron otras investigaciones similares efectuadas en Reino Unido, EE.UU., Portugal e Irlanda) que la reducción de jornada aumenta la productividad de las empresas y mejora la salud y el bienestar de los trabajadores; algo que se sabía desde que Piotr Kropotkin lo argumentara en su libro La conquista del pan (1892).
Por lo que respecta al anuncio hecho por el PSOE y Sumar hay que tomárselo con la cautela que solemos tener con todas las promesas de los partidos políticos. Seguramente el acuerdo sufrirá numerosas modificaciones antes de ser publicado como ley en el BOE. Teniendo en cuenta el número y la diversidad de socios que Pedro Sánchez necesita para ser investido presidente y la reticencias que la patronal se ha apresurado a manifestar, no sería extraño que la posible reducción de la jornada laboral venga acompañada de algunas contrapartidas menos atractivas que el horizonte de trabajar 2 horas y media menos a la semana.
No sería extraño que la posible reducción de la jornada laboral venga acompañada de algunas contrapartidas menos atractivas que el horizonte de trabajar 2 horas y media menos a la semana.
Existe el riesgo de que la reducción de horario no afecte por igual en todos los sectores. Si no se derogan determinadas leyes es muy posible que los empresarios compensen la disminución de las horas trabajadas con unos más altos ritmos de trabajo (como ya hemos experimentado en el ramo de la automoción) o creando esas bolsas de horas que les permiten dar descanso a la plantilla los días que hay baja demanda y programar horas extras adicionales entre semana y jornadas laborables los sábados si los pedidos aumentan.
Otra práctica que se carga los beneficios de la reducción de jornada es la de las horas extraordinarias. Más de 20 millones se realizan anualmente en España, la mitad de ellas sin retribuir. Lo curioso es que la ley limita la realización de estas horas a 80 anuales por trabajador, pero existen tantas excepciones que, en la práctica, las empresas programan las que quieren sin que la Inspección de Trabajo las cruja a multas. También es chocante que la mayoría de las horas extras gratis se hagan en un sector como la banca que todos los años aumenta sus beneficios por encima del 20%.
Un requisito imprescindible también es que la reducción de la jornada sea compatible con una subida de los salarios (incluido el SMI) que absorba el incremento real de los precios y permita vivir holgadamente a cualquier persona trabajadora, sin necesidad (como ya está ocurriendo) de tener que buscar un segundo o un tercer empleo. De poco serviría tener una jornada de 7 horas si hay que recurrir a trabajar 10 o 12 mediante las horas extras o desempeñando varios empleos.