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Mundial Qatar
Gol en el campo, Paz en la Tierra
Mientras Cantona se dirigía al túnel de vestuarios, el aficionado ultraderechista Matthew Simmons, miembro del grupo fascista ‘National Front’, lanzaba varios insultos racistas desde la grada, dirigidos a Éric. La reacción del delantero francés ya la conocemos todos: lanzó una “patada voladora” al “aficionado”, seguida de varios puñetazos, hasta que varios jugadores y miembros de la seguridad del estadio consiguieron controlar la ira de Cantona y llevarlo hasta los vestuarios del estadio.
Esta acción supuso un antes y un después en la vida deportiva y personal de Cantona, ya que gran parte del mundo del fútbol le empezó a ver como una persona violenta y agresiva, y para nada justificaron aquella acción. Aquella “agresión” le supuso nueve meses de sanción deportiva que le impidió jugar al fútbol durante decenas de partidos y una condena a 120 horas de trabajos comunitarios, así como el pago de 30.000 dólares de multa.
Para Éric no supuso ningún trastorno ni ninguna tristeza el cumplimiento de la sanción ni el pago de la multa. Es más, años después en el programa televisivo Football Focus, el propio Éric contestó esto a la pregunta de cuál había sido el mejor momento de su carrera deportiva: “Fue cuando le di la patada de kung fu a un hooligan, porque ese tipo de gente no tiene nada que hacer en un partido. Creo que es un sueño para algunos dar una patada a ese tipo de gente. Así que lo hice por ellos, para que fueran felices… y todavía siguen hablando de aquello. He visto muchos jugadores marcando goles y todos ellos saben la sensación, pero ésta, saltar y patear a un fascista, no es algo que se saboree todos los días”.
Éric fue uno de los primeros personajes públicos en manifestar claramente su oposición a la celebración de uno de los mayores eventos deportivos del mundo en un país donde los derechos humanos brillan por su ausencia, y donde la construcción de los campos de fútbol donde se va a jugar el mundial esconde miles de víctimas mortales por las deplorables condiciones laborales de la clase trabajadora. En estos últimos días, cuando parece que una parte de la sociedad se ha dado cuenta de golpe de lo que sucede en Qatar, me venían a la cabeza las palabras de Cantona de enero de este año: “No veré el Mundial de Qatar. Ha muerto gente construyendo los estadios. No es un país de fútbol”.
Cuando Éric dijo aquello se hizo el silencio mediático durante meses, y así ha sido hasta que hace unas semanas, con la aproximación del inicio del Mundial, numerosos medios de comunicación, personajes públicos, equipos de fútbol, hinchadas y hasta algún político han empezado a denunciar públicamente la carencias en derechos humanos que tiene el régimen qatarí y la vulneración sistemática y continuada que dicho régimen ejerce contra los derechos de las mujeres, a las cuales trata como si fueran poco más que un mueble.
Ante esta situación, las personas que desde hace décadas venimos denunciando lo que pasa tanto en Qatar como en otros países del mundo, tenemos dos opciones. Podemos indignarnos con aquellos que durante años han callado y ahora de golpe son los adalides en la defensa de los derechos humanos, en general, y de las mujeres, más concretamente, dejando así que pase el mundial sin gloria ni pena, boicoteándolo y no viendo ni un solo partido. Pero también podemos aprovechar la ocasión y que este enorme altavoz mediático que supone este evento deportivo mundial sirva para que estas denuncias vayan más allá y no terminen el próximo 18 de diciembre.
Podemos aprovechar la ocasión y que este enorme altavoz mediático que supone este evento deportivo mundial sirva para que estas denuncias vayan más allá y no terminen el próximo 18 de diciembre.
Si elegimos la primera opción, cosa que por una parte es más que entendible por el asco que supone el saber en qué tipo de país se está jugando tal evento y todo lo que seguramente esconde la concesión de este mundial a Qatar; el próximo 19 de diciembre, un día después de que el mundial de fútbol llegue a su fin, el foco mediático se apagará y con él desaparecerán las denuncias públicas de vulneración de derechos humanos, la exigencia de una igualdad de derechos entre hombres y mujeres y cualquier tipo de reivindicaciónen el cumplimiento de derechos democráticos en este país.
Si optamos por la segunda opción, aprovecharemos la vergüenza que supone el que se celebre tal evento en dicho país para, en cada momento, en cada partido, en cada resumen y en cada instante que dure el mundial, denunciar públicamente tanto al régimen qatarí como a todos y cada uno de los países que vulneran sistemáticamente los derechos humanos. El mundial celebrado en Argentina en 1978 tuvo lugar mientras a unos cientos de metros del estadio Monumental de Buenos Aires, en la Escuela de Mecánica de la Armada, el régimen de Videla torturaba a cientos de embarazadas. Nada cambió a excepción de la buena imagen que se dio al mundo de la dictadura militar argentina.
Seamos sinceros, los derechos de las mujeres qataríes y los derechos humanos de ese país no van a mejorar porque “cuatro cabreados de la vida” boicoteen el mundial y no vean los partidos. Primero, porque sabemos que eso no lleva a ninguna parte y, segundo, porque también sabemos de sobra que la mayoría de aquellas personas que manifiestan que no verán ni un solo partido, terminarán haciéndolo.
Si buscamos un gran triunfo en este mundial, ese no ha de ser el que una selección u otra levante la copa del mundo el próximo 18 de diciembre, el verdadero triunfo será el que al día siguiente de que una selección nacional gane el mundial, todas aquellas personas que han estado pegadas a la tele durante cinco semanas sigan denunciando y exigiendo a la comunidad internacional su intervención tanto en Qatar como en todos los países del mundo donde se vulneran los derechos humanos, empezando por el Estado español.
El verdadero boicot a Qatar 2022 no sólo hay que hacerlo en 2022 ni tiene por qué limitarse al hecho de dejar de ver un partido de fútbol. El auténtico boicot al mundial de Qatar se debería haber iniciado en 2010, cuando se eligió como sede. Pero, ya que no lo hicimos, seamos inteligentes y no dejemos que ese boicot termine el próximo 18 de diciembre.
Y retrotrayéndome al inicio de este artículo, si algún día me preguntasen cuál ha sido el mejor momento de mi “carrera”, mi respuesta, con casi toda seguridad, será similar a la de Cantona: “el momento en que pateé a un fascista”, porque de esto va nuestra lucha, de no discutir al fascismo sino de combatirlo.