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Residencias de mayores
Autogestión Residencias de Personas Mayores
Las Residencias de Personas Mayores están concebidas por los sucesivos gobiernos, y lo que es peor, por la sociedad, como lugares donde esperar la muerte con unos niveles mínimos de asistencia.
Evolución de las Residencias de Personas Mayores
Los Asilos cumplían una función de caridad y eran gestionados mayoritariamente por instituciones de tipo religioso. Ir a pasar los últimos días de la vida, a esperar la muerte, a un asilo se consideraba por buena parte de nuestra sociedad “bien pensante” y decente como una deshonra para la familia de quienes iban a dar con sus huesos al asilo. Y por supuesto una vergüenza y un descrédito para las personas usuarias de dichos centros.
El concepto de asilo ha ido evolucionando en la medida que ha cambiado el modelo social y económico, la estructura y relaciones dentro de la familia, el tipo de vivienda, la incorporación de la mujer al trabajo remunerado fuera del hogar, el concepto de los cuidados, la gestión del tiempo individual, las relaciones afectivas y de autoridad dentro de la familia...
Los cambios enumerados implicaron que hubiera una gran demanda de instituciones para personas mayores y desde los poderes públicos se optó por un cambio de nombre. El vocablo asilo conllevaba una carga emocional y social negativa y se quiso suavizar la situación con un cambio de nombre pero sin cambiar apenas el concepto ni la función que cumplen.
El nombre de Residencias de Personas Mayores aparece en este contexto y casi en paralelo al cambio político, económico y social de nuestro país. La transformación refleja la estructura económica y de clase de nuestra sociedad y da lugar a tres clases de centros aunque los límites entre una clase y otra no estén bien definida en todos los casos. Tenemos residencias de ancianos privadas y muy lejos del poder adquisitivo de la mayoría de las personas mayores, residencias “privadas concertadas” en las cuales el poder adquisitivo de las usuarias/os es de un abanico amplio y residencias públicas en las cuales el poder adquisitivo de las usuarias/os es bajo. Sin embargo, la evolución del concepto caritativo hacia un modelo de desarrollo y de calidad de vida cuando se van perdiendo algunas habilidades y capacidades no se ha producido de forma tan rápida como sería deseable.
El concepto de residencia de ancianos que sigue instalado en parte de la sociedad responde en buena medida al concepto de “pudridero”, lugar al que se va a esperar la muerte, en pretanatorios.
Las Residencias de Personas Mayores están concebidas por los sucesivos gobiernos, y lo que es peor por la sociedad, como lugares donde esperar la muerte con unos niveles mínimos de asistencia.
Lugares en los cuales aparcar al abuelo o la abuela hasta que se le pueda heredar, y si ese no es el caso, donde le atiendan ya que su familia no puede solucionar el problema.
Las Residencias de Personas Mayores como lugares de envejecimiento digno
El planteamiento es considerar las Residencias de Personas Mayores como lugares en los cuales podamos seguir desarrollándonos como personas y pongamos en juego nuestras habilidades y capacidades en el manejo del lugar en que habitamos y cuyo objetivo debe ser procurar las mejores condiciones posibles para las personas que comparte ese espacio habitacional.
El Estado y las Residencias de Personas Mayores
Los poderes públicos, las instituciones, ponen en marcha las residencias para dar respuesta al problema que tienen muchas familias que no pueden o no quieren atender a sus mayores o bien a personas que no tienen familia. El concepto es puramente asistencial pero al mismo tiempo descubren que también pueden obtener un beneficio monetario. Hacer negocio con lo asistencial.
La directiva Bolkestein de la Unión Europea vino a imponer que los Servicios Públicos son una fuente de negocio para el capital privado dando lugar a la aparición de empresas predadoras de lo social. Los servicios públicos son gestionados por empresas privadas que hacen negocio gestionando estos recursos (infraestructuras, personal, dinero…), prestando un servicio de baja calidad a las personas usuarias y teniendo trabajadoras y trabajadores en unas condiciones laborales lamentables, incumpliendo incluso la normativa laboral que en sí misma es nefasta. La pandemia de la Covid-19 ha venido a confirmar lo dicho. Nos encontramos con empresas reclamando al estado compensaciones por el “lucro cesante”, es decir, pedir al estado más dinero del negociado en el pliego de condiciones de la contratación del servicio, ya que al tener que prestar una mayor atención a las personas usuarias no han ganado lo que pensaban ganar. Más de siete millones de euros está pidiendo un empresario vividor de lo público, por los gastos añadidos que ha tenido en las residencias que gestiona debido al covid-19.
Tenemos que seguir vindicando que los Servicios Públicos (Sanidad, Educación, Asistencia, Energía, Transporte…) sean gestionados directamente por las instituciones y no se privaticen ni nos engañen con el eufemismo de que son “públicas concertadas”.
Es posible dar un paso más allá, y es casi obligatorio que lo demos aquellas personas que no creemos en el estado. Y ese paso más es la autogestión, en este caso, de las Residencias de Personas Mayores.
El cambio de paradigma de las Residencias de Personas Mayores
Las residencias pueden ser un lugar donde seguir desarrollándonos como personas y estar en ellas de forma activa. El envejecimiento es un proceso lento en el cual perdemos algunas habilidades y capacidades pero al mismo tiempo podemos adquirir o desarrollar otras. Sólo en un pequeño porcentaje de casos nos sobreviene una invalidez total de golpe o en un breve periodo de tiempo.
Si nosotras mismas consideramos las residencias como lugares agradables en los cuales podamos llevar una vida cómoda y plena. Lugares en los que podamos tomar decisiones sobre cómo queremos habitarlos y qué tareas y funciones queremos realizar, lugares en los que somos personas válidas que colaboramos y cooperamos en su funcionamiento y los servicios que deben prestar y cómo deben prestarse.
Pasar de ser objetos a los que cuidar, a ser sujetos que se organizan y autogestionan las necesidades que tienen con la ayuda de otras personas que participarán en la autogestión.
Si se produce el cambio de considerar a las personas usuarias de las residencias como inválidas, incapacitadas, dependientes… a ser consideradas como personas válidas, capacitadas, independientes… habremos avanzado en ver las residencias como lugares en los que se puede envejecer de forma digna.
Si se produce el cambio de paradigma las motivaciones para ir a envejecer a la Residencia de Personas Mayores pueden cambiar también.
Dado que con la edad además de cambiar nuestras rutinas, gustos, actividades, hábitos… puede llegar el momento que consideremos más adecuado convivir con otras personas en una residencia siempre que en ella encontremos libertad de movimientos y podamos participar en la gestión de forma amplia desde la económica, personal y cultural.
Las motivaciones para querer convivir en una residencia pueden ser múltiples y con los matices de cada persona: la soledad, el mejor control de una dolencia, tener un régimen más sano de alimentación, no separarse de la persona con la que se ha convivido durante muchos años, optimizar nuestros recursos económicos que al compartir nos permitan estar más desahogadas…
Las personas que llevan a cabo los cuidados: personal de limpieza, de cocina, profesionales de la salud, ocio… tienen que participar en la autogestión.
A la autogestión se puede llegar utilizando las infraestructura que ya posee el estado como son los edificios, los habitáculos, el personal cualificado, los fondos destinados a pagar sueldos y al mantenimiento… En vez de que estas estructuras el estado las ceda a fondos buitre, a sociedades que cotizan en paraísos fiscales, a empresas especuladoras;podemos gestionarlas las usuarias y quienes cuidan.
Todas las personas tenemos experiencia de gestión y seguimos siendo válidas durante mucho tiempo después de nuestra jubilación.
Un modelo de autogestión está apareciendo de forma tímida en algunos lugares de nuestro país y en otros de nuestro entorno. Consiste en que personas jubiladas con un poder adquisitivo medio-alto están adquiriendo pequeños pueblos o aldeas deshabitados, acondicionan las viviendas y contratan a personal de sanidad y de servicios. Cada persona o cada pareja viven en su casa y hay espacios comunes como biblioteca, espacios de ocio, restaurante o cafetería, economato… En otras palabras han buscado paraísos rurales para envejecer con calidad de vida.
Conclusión
Si somos capaces de impulsar el cambio de paradigma de la función de las Residencias de Personas Mayores y de qué servicios deben de prestar. De la caridad religiosa al servicio público asistencial para llegar a la autogestión.
Estaremos en disposición de avanzar hacia la autogestión de las Residencias de Personas Mayores y es importante que reflexionemos y debatamos sobre la autogestión de las residencias como algo además de deseable y posible, como alternativa a la gestión por el Estado y la gestión privada.