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8 de marzo
Y tú, ¿qué haces para defender la vida?
Este año quizás no has escuchado hablar tanto de la huelga. Quizás no ha salido en los telediarios, ni los sindicatos mayoritarios la han convocado. Tampoco la reina, ni todo tipo de mujeres famosas, ni los partidos de los gobiernos estatales y autonómicos lo están gritando a los cuatro vientos.
Esto tiene que ver con lo que ha pasado estos años. Hemos visto cómo muchísimos actores políticos y empresas se ponían un lacito morado en sus campañas publicitarias. Y hemos visto algunos cambios legislativos, que no está de más decirlo, que tenemos que celebrar como resultado de nuestra lucha. Ahora bien, ¿qué seguimos viendo —más bien, viviendo— en nuestras vidas? Cada vez más miseria, cada vez más violencia, y cada vez más la sensación de que, lo que algunos y algunas dicen que es el feminismo que ya ha llegado, nosotras seguimos sin llegar ni a olerlo.
Esta convocatoria de huelga viene a decirles, claramente, que no nos conformaremos con nada que no sea la libertad y la vida digna de todas
Porque el feminismo, antes que nada, es para liberarnos a todas, y también a todos. Y quien pensaba que nos daríamos por satisfechas con cuatro mujeres al frente de gobiernos y empresas, quien se pensaba que aumentar un poco los recursos destinados en nuestras vidas conseguiría que calláramos, es quien este año se ha bajado del carro, y es quien nos encontrará de cara. Porque esta convocatoria de huelga viene a decirles, claramente, que no nos conformaremos con nada que no sea la libertad y la vida digna de todas.
Hacemos huelga porque no queremos aguantar más. Porque queremos poner fin a un sistema que nos explota, que ejerce violencia contra nosotras diariamente, que nos niega la posibilidad de decidir cómo queremos vivir, que nos condena a luchar para sobrevivir, a hacer malabares para llegar a fin de mes. Un sistema en que, aquello necesario para la vida no se valora, y lo aguantamos en jornadas infinitas de trabajo. Un sistema en el que no podemos vivir tranquilas por ser mujeres, para romper con el binarismo que nos imponen, o para vivir nuestra sexualidad más allá de los márgenes que nos encarcelan.
La finalidad de la huelga, entre otras, es poner todas aquellas tareas que sostienen la subsistencia en el centro, es decir, los cuidados, además de visibilizar la mochila histórica de opresiones que las mujeres e identidades disidentes cargamos todavía a las espaldas, simplemente, por el hecho de haber sido catalogadas dentro de un sexo, o de haber subvertido el género binarista y/o la sexualidad heterenormativa.
Recuperando el legado genealógico, que en nuestra casa tiene como punto de partida en enero del año 1918, cuando Amàlia Alegre inició una huelga en la calle Olmo de Barcelona contra la subida de precios de los productos básicos y del carbón. En aquel momento, el chispazo de la protesta fue tan compartida y necesaria que, rápidamente, se extendió en toda la ciudad hasta provocar una serie de revueltas y de movilizaciones protagonizadas por mujeres que denunciaban el maltrato social que recibimos por nuestra condición. Las rebeldes consiguieron bajar muchas de las persianas de comercios que inflaban precios, y asaltaron algunas carbonerías. A medida que pasaban los días, la huelga se volvió más ofensiva y multitudinaria, y no se paró hasta que se consiguió la destitución del gobernador y una bajada de precios de los productos básicos.
Actualmente quizás no uses carbón, pero habrás notado en tu bolsillo el incremento escandaloso del pan y la inflación a precios desorbitados de la electricidad y del techo, mientras observas cómo las personas más ricas adquieren bienes de lujo. Al mismo tiempo que, a ti o a tu vecina, la desahucian. Y es precisamente esta lógica capitalista la que pretendemos superar, para poder construir una sociedad donde a nadie le falte aquello que necesita para vivir y en que nuestro trabajo y nuestro territorio sirvan al bien común y no al enriquecimiento de unos pocos.
Defender la vida también quiere decir responsabilizarnos de forma colectiva y comunitaria de la autodefensa de nuestras vidas
Defender la vida también quiere decir responsabilizarnos de forma colectiva y comunitaria de la autodefensa de nuestras vidas. Quiere decir vivir con libertad el fluir de los territorios libres que queremos que sean nuestros cuerpos. Quiere decir protegernos de la violencia machista y lgbti-fóbica, de la violencia de quien no nos deja abortar, de quien nos viola, de quien nos ataca por ser o amar más allá de aquello socialmente establecido.
Defender la vida quiere decir abolir toda forma de racismo y colonialismo. Quiere decir dejar atrás un sistema que se lucra del hecho que unas vidas humanas tengan un valor diferente a las otras, según su lugar de origen o sus características físicas. Quiere decir desterrar el racismo también en nosotros y nosotras.
Defender la vida también quiere decir sacar las uñas y poner los medios necesarios para parar la violencia represiva y policial sin escrúpulos, que protege los poderosos, a todos aquellos que nos explotan y todos aquellos que se benefician desde sus poltronas, y que es capaz de infiltrarse en nuestra intimidad, para desmoralizar la resistencia.
Defender la vida es defender trabajar menos y distribuir la riqueza que generamos entre todas, tener acceso a la sanidad y la educación, a la cultura, a todo aquello que necesitamos para vivir
Defender la vida es enseñar los dientes para defender la tierra y proteger el planeta empezar una transición decidida, valiente y radical que ponga el bienestar de la humanidad, presente y también futura, por encima de los beneficios destructivos de las empresas y el capitalismo de consumo, como también lo será la escalada bélica que tenemos al horizonte. Las emisiones de gases, la generación de residuos o el impacto en el territorio a través de los macroproyectos no tienen freno si no somos nosotros quienes decidimos cómo nos relacionamos con el planeta y el territorio. Un territorio donde todavía sobreviven los despojos de la fauna y la flora salvajes.
Como han dicho muchas antes de que nosotras: “Queremos pan y también rosas”. Defender la vida es defender trabajar menos y distribuir la riqueza que generamos entre todas. Es tener acceso a la sanidad y la educación, a la cultura, a todo aquello que necesitamos para vivir, y que las trabajadoras que lo sostienen no lo hagan desde la precariedad que viven a causa de la privatización.
Desde Feministes Anticapitalistes Dels Països Catalans, una red de una treintena de colectivos que empezamos a caminar juntas desde el 2018, te queremos interpelar a que te muevas y a no conformarte con las reformas con las que se lavan la cara los gobiernos que nos han quitado nuestro derecho a la vida. Porque ahora más que nunca, para hacer frente a la situación de emergencia global que se cierne sobre nosotras, reivindicamos quererlo todo.
Este 8 de marzo, puedes crear y buscar tu espacio donde movilizarte para tumbar el sistema capitalista y patriarcal, y sobre todo, escoger actuar por la defensa de la vida. ¿Te apuntas?