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15M
Que diez años no son nada: Podemos y el 15-M
¿Aún no habéis visto el vídeo donde David Bravo relata su decepcionante etapa como diputado? En este documento, que debería ser de obligado visionado en una jornada de reflexión electoral, Bravo va más allá de la anécdota personal y levanta un poco el telón para que descubramos la vida parlamentaria. O, al menos la de la XI Legislatura, la de la moción de censura a Rajoy. “Me dio la sensación de que lo hacíamos dentro del Congreso era ser unos manifestantes dentro del Congreso”. Según su versión, aquellos fueron unos meses de performance continua, de una sucesión de gestos simbólicos que acaparaba titulares pero que no generaba políticas, que era para lo que en definitiva él creía que estaba allí.
Así, aderezando su narración con varias chanzas, resume Bravo la trayectoria de su grupo parlamentario, que fue el de Podemos. Seguramente no haya sido del todo consciente de lo oportuno de su publicación, con la retirada de Pablo Iglesias corte de coleta incluido, al modo taurino— y el décimo aniversario del 15-M casi solapándose. Porque su exposición viene a ser una suerte de engarce entre ambos acontecimientos.
Podemos/Unidas Podemos ha terminado descapitalizando todo el caudal político atesorado por las asambleas realizadas en las plazas públicas hace diez años.
La figura de David Bravo nos permite evocar a aquel Podemos que cooptaba candidatos independientes para sus listas electorales entre activistas sociales afamados, uno de tantos gestos con los que trataba de explicitar su parentesco con los indignados. Por eso, su decepción pone de manifiesto las diferencias entre partido político y movimiento social.
No cabe duda de que, en cuanto que gestor de ese sentido común emanado del 15-M —siguiendo la terminología usada por Íñigo Errejón en su conocidísimo artículo sobre su discurso contrahegemónico—, Podemos/Unidas Podemos ha terminado descapitalizando todo el caudal político atesorado por las asambleas realizadas en las plazas públicas hace diez años. Un caudal del que, para más inri, se apropió apareciendo como el providencial dique que venía a encauzar un torrente salvaje repleto de complejidad: ambigüedades, contradicciones, sus buenas dosis de oportunismo pero también de aquello —vuelto a poner de moda con el aniversario— que el elitismo más cínico tacha de “adanismo”.
Para bien, y para mal, se da la circunstancia de que la opinión pública tiende a identificarse más con los Adanes que desafían los mandatos de Dios que con los discretos y prudentes reformistas tan del gusto de nuestro régimen del 78. No es una ley científica, pero es lo poco a lo que puedo aferrarme para entender los éxitos de Isabel Díaz Ayuso o Vox, cuando diez años antes, ayer como quien dice, un 66% de la población parecía sentir simpatía por las movilizaciones indignadas. Porque, más allá de las abismales diferencias en cuanto a los contenidos, sobre las que obviamente no voy a entrar, todos ellos resultan adánicos al encarnar el espíritu de la impugnación.
En lo que va en estos últimos diez años hemos perdido independencia, autocrítica y atrevimiento a cambio de conformismo, docilidad y unos sitios en el Consejo de Ministros.
Cuando el 15-M denunciaba a PP y PSOE —quienes, precisamente en 2011, perpetraron con nocturnidad y alevosía la reforma del artículo 135 de la Constitución gracias a esa vuelta de tuerca del austericidio llamada Pacto de Estabilidad y Crecimiento—, no solo cuestionaba el bipartidismo, sino que atacaba de lleno a un sistema que precisaba y todavía precisa de la alternancia de estas dos formaciones para hablar de normalidad democrática. Pero los acuerdos de gobierno para aupar a los socialistas al poder vienen a decir que, bueno, en realidad no es para tanto. Escojamos el argumento que más nos guste: que si Pedro Sánchez se enfrentó al viejo establishment del partido, que si es necesario conformar un frente progresista contra la derecha, que si Pablo Iglesias señaló en el Congreso las manos manchadas de cal y de GAL de Felipe González —en el fondo, por sus efectos prácticos, otra performance más que habría que añadir a la larga lista de la XI Legislatura—, etc. Lo miremos por donde lo miremos, el abandono de uno de los objetivos más característicos del 15-M.
Quienes han tomado por el momento el relevo del papel antisistema, son la extrema derecha de Vox y la Díaz Ayuso más montaraz. Qué triste, qué odioso y, sobre todo, qué falso. Pero en esta época de permanente hostigamiento al Gobierno de coalición, su discurso, aunque artero en su análisis y fraudulento en su diagnóstico, ha brillado por su carácter impugnador.
En lo que va en estos últimos diez años hemos perdido independencia, autocrítica y atrevimiento a cambio de conformismo, docilidad y unos sitios en el Consejo de Ministros. Lo que va del 15-M a Podemos. Quizás haya ya llegado la hora de replanteárselo.
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Como se le ve el errejonismo al
Autor.Ellos sí que lo hubieran hecho mejor con su cacareada
Transversalidad.Hay tenemos a Carmena recibiendo su premio.Entre lo mejor del PP madrileño.