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Urbanismo
Refugios climáticos o qué hacer en una ola de calor cuando no tienes piscina
En mayo de 2022, Más Madrid llevó a la Asamblea una propuesta: “Crear, en colaboración con los ayuntamientos, una red de refugios climáticos en espacios y equipamientos públicos que garantice la protección de la población, especialmente la más vulnerable, en los episodios de calor”. La propuesta final, a la que se sumó Unidas Podemos, detallaba que estos refugios “estarán a una distancia no mayor de diez minutos a pie y estarán señalizados adecuadamente como refugio climático, acompañado de una leyenda para la sensibilización de la ciudadanía madrileña para con el cambio climático y la necesidad de estos espacios ventajosos para nuestra salud”. También pedía la realización de un estudio sobre las necesidades climáticas de los centros educativos para poner en marcha actuaciones posteriores.
Los votos de PP y Vox impidieron que saliera adelante y el tono del debate dejó clara cuál es la postura de la derecha ante el aumento de las temperaturas: “Estos apologetas climáticos se inventaron el cambio climático que vale tanto para el frío como para el calor”, dijo Henríquez de Luna, diputado de Vox, dos días antes de que llegara a España la primera ola de calor de este año, el 11 de junio.
Según recogía la propuesta de Más Madrid, los refugios climáticos son espacios que tienen capacidad para amortiguar y mitigar los efectos del cambio climático. Están acondicionados para estar en torno a los 26 grados, cuentan con buena accesibilidad, con zonas de descanso y con agua para mitigar los efectos de las olas de calor. Además, deben dar respuesta a toda la población, por lo que se distribuyen a lo largo de las ciudades para convertirse en espacios accesibles y próximos a los vecinos y vecinas, lo que les permite disfrutar de ellos sin tener que desplazarse distancias largas. Una biblioteca, un centro cívico, una escuela o un parque puede servir como refugio climático.
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El calor extremo, cuestión de clase
“Entendemos los refugios climáticos como una cuestión de protección a la salud; el calor extremo provoca muertes y además afrontar la ola de calor depende de la capacidad económica de la gente, porque con aire acondicionado y piscina se lleva mejor y, sin ellos, se sufre con consecuencias muy duras”, explica a El Salto a portavoz de Más Madrid en la Asamblea, María Pastor.
Porque la ola de calor tiene también una dimensión de clase: las diferencias en la calidad de las edificaciones y la mayor o menor presencia de zonas verdes hace que el impacto de la ola de en los diferentes distritos y municipios de las zonas metropolitanas no sea homogéneo. Así, distritos como Usera o Puente de Vallecas sufren más el efecto isla de calor que Aravaca o Moncloa-El Pardo, llegándose a encontrar diferencias de casi 10 grados de temperatura. En este caso, además, se suma que las zonas con mayor efecto isla de calor son las zonas con menor renta media y, por tanto, donde sus habitantes tienen menor capacidad de adaptarse o de invertir para mejorar la habitabilidad de sus hogares, detalla Más Madrid en su PNL.
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Pese a la respuesta negativa del Pleno en la Asamblea, Pastor cree que la propuesta no se presentó en vano. Por un lado, algunos ayuntamientos presentaron iniciativas que han abierto un camino. Por otro, sirvió para abrir el debate sobre su utilidad. Además, se están explorando vías paralelas, por ejemplo, a través de una propuesta de renaturalización de colegios que, de salir adelante, abre la puerta a que puedan servir como refugios en un futuro. “Es una cuestión de salud y las administraciones públicas tienen que abordarlo”, dice Pastor.
Más Madrid llevó esta propuesta a la asamblea tras visitar Barcelona para conocer el proyecto de renaturalización de colegios. En uno de estos colegios se toparon con un cartel que acreditaba el centro como “refugio climático” y decidieron adaptar la propuesta para llevarla a Madrid.
El Ayuntamiento de Barcelona puso en marcha en 2019 una red de refugios climáticos cuyo número ha ido aumentando hasta llegar a 197 este verano
El Ayuntamiento de Barcelona puso en marcha en 2019 una red de refugios climáticos con el objetivo de ofrecer espacios acondicionado a 26 grados con buena accesibilidad, zonas de descanso y agua que sirviran para aligerar la sensación térmica elevada derivada de las altas temperaturas y la humedad. El número ha ido aumentando y, si en 2020 contaba con 70, en 2021 eran 112 y este año se ha llegado a un total de 197.
Barcelona pone a disposición de la ciudadanía estos espacios entre el 15 de junio y el 15 de septiembre de 2022, aunque este año se ha adelantado al 13 de junio la activación de los refugios debido a las altas temperaturas. La red incluye diferentes equipamientos municipales y espacios públicos que proveen a las personas que los utilizan de “confort térmico”. Son equipamientos que tienen otros usos, pero también pueden ser utilizados, especialmente por personas vulnerables al calor, como espacios donde refugiarse de las altas temperaturas.
Según el trabajo de campo que ha hecho el ayuntamiento, los refugios climáticos mejor valorados son las bibliotecas. Otros equipamientos que también tienen buenas valoraciones son los equipamientos de proximidad de los distritos, los centros deportivos y los museos (51% con buenas condiciones).
Otras ciudades han incorporado la idea de los refugios climáticos a sus políticas públicas, aunque no se han llegado a plasmar o lo han hecho a medio gas. El Pleno del Ayuntamiento de Málaga aprobó en abril de este año poner en marcha “microoasis” y “recorridos con control climático” para “preparar a la ciudad frente a los episodios climáticos extremos”. La propuesta presentada por Unidas Podemos Málaga reclamaba que se adelantase la creación de estos espacios en “aquellas zonas de la ciudad identificadas como puntos de sobrecalentamiento y donde predominen colectivos vulnerables por edad, salud o renta” y pedía al Ayuntamiento intensificar “la integración de la vegetación” en estos carriles, “combinando todas las opciones posibles e implementando propuestas innovadoras, como los techos verdes o las envolventes vegetales en los edificios”. También proponían poner en marcha recorridos peatonales “sin exposición solar” y lugares de sombra.
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El Ayuntamiento de Sevilla también ha anunciado que creará refugios climáticos como parte de un proyecto para dar respuesta al cambio climático en la ciudad y entre otras medidas como la activación del Plan de Emergencias Municipal, la ejecución de un programa de intervención social para la población más vulnerable o un aumento de los puntos de reparto de agua fresca,
En Bilbao, el Ayuntamiento presentaba hace unas semanas un mapa de refugios climáticos que incluye 64 refugios interiores y 66 exteriores. Los refugios climáticos exteriores son zonas verdes de la ciudad. Con espacio interiores se refiere a bibliotecas, centros cívicos, equipamientos deportivos, estaciones de transporte, museos, salas de exposiciones y centros comerciales. El concejal Adjunto del Área de Movilidad y Sostenibilidad, Álvaro Pérez, explicaba en la presentación de este mapa que se trata de áreas en las que todas las personas pueden permanecer durante el tiempo necesario para descansar y refrescarse en las horas de más calor, amortiguando de esta forma los efectos del calor extremo en sus organismos”, como recogía el Ayuntamiento en una nota de prensa.
¿Un centro comercial como refugio?
Jesús Martín Hurtado, coautor del informe Las ciudades frente a la crisis ecológica publicado por Ecologistas en acción en 2021 e integrante de esta organización, pone como ejemplos de refugios climáticos iniciativas como el parque Uliako en Donosti o los ‘Patios por el clima’ de Aragón, iniciativas que aunque no se etiqueten como “refugios climáticos” dotan de sentido a este concepto.
Sin embargo, llama la atención sobre varios aspectos. Lo primero es que un refugio climático es “una respuesta inmediata ante un problema muy grave”. Aunque sirve para aliviar las olas de calor, no ataja el problema de base, que es el cambio climático y la crisis ecológica que provocan estas temperaturas extremas.
El segundo aspecto es que los refugios climáticos no sirven de nada si la medida se pone en marcha de manera aislada. El informe Las ciudades frente a la crisis ecológica propone intervenir las ciudades en diversos niveles a los que se refiere como “trama verde”, “trama azul” o “trama gris”, entre otros, es decir, sobre zonas verdes, sistema hídrico y edificios. En ese sentido, Martín Hurtado advierte de que la primera necesidad es la intervención sobre un parque de viviendas atrasado que no dispone de medidas de climatización pasivas (las que no suponen gasto energético) y que dependen por completo de las medidas activas (como el aire acondicionado). “Todas las viviendas deberías ser refugios climáticos”, indica, y para eso hay que repensar la climatización de las edificaciones.
Un tercer aspecto es que los refugios climáticos, tal y como los plantea la organización ecologista, no son sólo lugares donde resguardarse del calor en una emergencia, sino que pueden planificarse atendiendo a un objetivo más complejo como es el de “cambiar el metabolismo de las ciudades”. Para Martín Hurtado, los primeros lugares que deberían considerarse refugios climáticos son exteriores, no solo parques sino también patios de vecinos y todo espacio disponible que la tendencia ha convertido en espacios impermeables, asfaltados y sólidos. “Hay que recuperar la permeabilidad del suelo y la integración de estructuras vegetales”, explica, recordando las mediciones de temperatura que en estos días muestran el efecto del asfalta en el termómetro. Esa renaturalización de las ciudades no solo incidirá en las temperaturas sino que ayudaría a recuperar los valores naturales de unas ciudades que cercenan la biodiversidad, lo que es fundamental para mejorar la calidad de vida, argumenta.
“Un centro comercial puede servir como refugio climático de emergencia, pero esa no debería ser la tendencia porque contribuye al problema que se quiere evitar con los refugios climáticos”
Un refugio climático debe ir más allá de la emergencia: “Una biblioteca no debería considerarse como refugio climático solo porque te puedes meter en una sala con el aire acondicionado a tope, sino también porque los espacios exteriores tienen estructuras vegetales complejas, lo que contribuye a que dentro necesiten menos refrigeración activa”. Por eso, “un centro comercial puede servir como refugio climático de emergencia, pero esa no debería ser la tendencia porque el centro comercial es un artefacto con una necesidades energéticas enormes y que depende por completo de la refrigeración activa y contribuye al problema que se quiere evitar con los refugios climáticos”.
“Es un error insistir en los refugios sin abordar el problema de base, porque si no tendremos ciudades inhabitables. Hay que transformar las ciudades para que sean capaces de dar cobijo por completo”.
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Bien podría añadirse abrir las 24 horas del día iglesias y catedrales, que sin duda son excelentes refugios climáticos. Hasta podrían crearse puestos de trabajo de vigilantes, si acaso temieran que alguien caiga en la tentación del pecado de expropiación.