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Universidad
¡Esto no está pagado!
‘¡Esto no está pagado!’ Es habitual escuchar esta expresión en boca de quien tiene que enfrentar una tarea particularmente exigente o tediosa en su trabajo. ‘¡Esto no está pagado!’ Si se aguza el oído, hasta alcanza para apreciar en estas palabras un lejano eco de himno revolucionario; el murmullo de notas de alguna tonadilla subversiva; una sana protesta contra el sistema de trabajo asalariado. También los científicos y académicos expresamos así nuestro fastidio ante ciertas realidades laborales, y no suelen faltarnos razones para hacerlo. Tanto es así, que hasta usamos esta expresión en un sentido muy literal cuando alguna revista científica nos solicita que hagamos de evaluadores de un artículo académico que otros compañeros de la misma disciplina, o de alguna de la vecindad, desean publicar. ‘¡La revisión por pares no está pagada!’
En 2020 los académicos dedicaron más de 130 millones de horas a la revisión de artículos científicos
Si hay algo de verdad en esa creencia popular, los académicos nos lo tenemos que hacer mirar. Porque sólo en el año 2020, dedicamos más de 130 millones de horas (¿de trabajo?) a la revisión de artículos científicos para una revista. 130 millones de horas son muchas horas de trabajo. Entregadas completamente gratis. ¿A quién? Por supuesto, a las compañías que editan las revistas científicas en las que publicamos y para las que revisamos; empresas que son hoy enemigo público nº1 entre científicos y bibliotecarios de universidades y centros de investigación.
Y con razón. Porque las empresas editoriales han destacado en los últimos tiempos por amasar pingües beneficios con ‘retornos sobre inversión’ de entre un 20% y un 40%, que son márgenes nada desdeñables; de hecho, son significativamente superiores a los de otras industrias tecnológicamente más desarrolladas, como la automoción. ¿Y de dónde proceden los beneficios de estas empresas? ¡Qué pregunta! ¡Del trabajo ‘no pagado’ de quienes mandan los artículos y de quienes los revisan! ¡Explotación; explotación! Así se explica que estas empresas hayan sido el objeto de la ira de los científicos; y que hayan proliferado campañas como ‘The Cost of Knowledge’, que animaba a los académicos a no enviar ni revisar artículos de revistas publicadas por Elsevier. Y es que Elsevier es el Darth Vader de ese conciliábulo de maldad comúnmente referido como las ‘Big Five’, el oligopolio conformado por las cinco empresas a las que pertenecen tres de cada cuatro revistas académicas que merecen la pena.
Las editoriales han amasado, en los últimos tiempos, beneficios con ‘retornos sobre inversión’ de entre un 20% y un 40%
Pero resulta sorprendente que esta idea de que la revisión por pares es un trabajo ‘no pagado’, y que las editoriales académicas se lucran y acumulan capital gracias al mismo, no haya sido nunca examinada con un mínimo de rigor y profundidad. Porque los científicos lo analizan todo; literalmente, todo. Así que no hay justificación posible para este desinterés en indagar en la cuestión, sobre todo cuando se espera de la ciencia que no dé pábulo a aseveraciones sin suficiente fundamento. Escepticismo organizado, que lo llamaba un tal Merton. Hay que reprochar a los científicos que no hayan aplicado aquí la misma vara medir. Porque no sólo está en juego el conocer cómo el capital acumula en el sector de la edición científica, sino de si ello repercute, y cómo, en las condiciones de trabajo y vida de los académicos mismos.
Además, tampoco es que hubiese que pedir hora en el colisionador de hadrones del CERN para poder examinar esto del trabajo ‘no pagado’ de los revisores. Bastaba con un mínimo conocimiento de los fundamentos del capitalismo, ese gran desconocido, también entre la izquierda que se fija como objetivo el subvertirlo. Y aquí, ¡ay!, dimos con hueso. Porque nada más se comienza a abordar el asunto en relación a los principios elementales de la producción capitalista, las piezas del puzle que antes encajaban a las mil maravillas, comienzan a no hacerlo. Resulta sintomático a este respecto que quienes tan machaconamente repiten que las ‘Big Five’ explotan a los académicos, terminan por explicar sus márgenes de beneficios aludiendo a la falta de competencia en el sector y a las subidas artificiales de precios que ello les permite. ¿Pero no contaban Elsevier et al. con cerca de un millón de revisores dispuestos a dejarse explotar?
Las grandes empresas del sector están expandiéndose para abarcar también las nuevas modalidades de publicación en abierto
Por supuesto, el fraude nada tiene que ver con la explotación laboral. Y ni siquiera es una explicación real de cómo el capital puede acumular en el negocio de las revistas científicas. Este sector ha sufrido importantes cambios en los últimos años, con la consolidación definitiva del Acceso Abierto por medio de iniciativas como el denominado ‘Plan S’ y sus ‘acuerdos transformadores’. Lejos de lo que imaginaban quienes espetan a las ‘Big Five’ que sus beneficios son el resultado de una estafa a gran escala, el Acceso Abierto no sólo los ha mermado o ha dinamitado el negocio editorial, sino que las grandes empresas del sector están expandiéndose para abarcar también las nuevas modalidades de publicación en abierto.
Una hipótesis de partida
Intentemos poner sobre sus pies lo que otros han puesto cabeza abajo. Hagamos ciencia por una vez, y sin que sirva de precedente. Y como la ciencia trabaja con hipótesis, formulemos las nuestras. Partamos del supuesto de que las editoriales científicas sí compran la fuerza de trabajo académica y la ponen a trabajar revisando artículos científicos. Supongamos que el académico o académica trabaja ocho horas al día (¡ya dije que íbamos a formular hipótesis!). Según Karl Marx, sólo una parte de esas ocho horas es necesaria para que el trabajador o trabajadora genere el equivalente de su salario y pueda continuar viviendo. 4 horas, en nuestro caso. El resto de la jornada es plustrabajo. Así que sólo cabe hablar de trabajo ‘no pagado’ a partir de esa cuarta hora; es éste el tiempo de trabajo que el revisor o revisora de nuestro ejemplo estaría entregando gratis a la editorial académica y que constituiría el fundamento de su beneficio y la base de la riqueza individual de sus propietarios y propietarias y managers.
Formulemos otra hipótesis, esta vez, en relación con el producto del trabajo de ese académico o académica que se ha dejado los cuernos en revisar papers durante ocho horas: de esas ocho horas, han resultado cuatro revisiones. Podemos representarnos la cosa como si dos revisiones sólo contuvieran trabajo pagado, y las otras dos, trabajo no pagado. Pero con igual legitimidad y rigor podríamos considerar que cada revisión contiene tanto trabajo pagado como trabajo no pagado. Y cada una de las revisiones contendrían la misma proporción de ambos, en nuestro ejemplo, 50%.
El trabajo de revisión por pares no puede ser trabajo no pagado; no, desde luego, en su totalidad
Esto nos lleva inmediatamente a la conclusión de que el trabajo de revisión por pares no puede ser trabajo no pagado; no, desde luego, en su totalidad. Siempre hay un componente de trabajo necesario, por el sencillo motivo de que los académicos no pueden vivir del aire. Y esto aplica con independencia de que esos salarios los paguen las universidades o las editoriales académicas.
Pero quien compre la fuerza de trabajo académica sí hace una diferencia en términos económicos. Pero ésta no es favorable a las empresas editoriales, como algunos han concluido de forma precipitada. Como no compran la fuerza de trabajo académica, las editoriales de revistas científicas no tienen voz ni voto respecto de cómo aquélla se emplea. En otras palabras, carecen de control sobre aspectos tales como la calidad de las revisiones; el tiempo que los científicos tardan en entregar las revisiones; o, incluso, si los académicos o académicas deciden aceptar, o no, las solicitudes de revisión que las revistas les hacen llegar. De ahí las quejas a este respecto que se les escucha a las ‘Big Five’ de vez en cuando.
El carácter voluntario de la revisión por pares es la piedra de toque de la tesis que sostiene que los académicos son explotados por las editoriales científicas. ¿Qué clase de explotación es ésa de la que el sujeto explotado puede rehuir con tanta facilidad? Queda claro que se ha entendido muy poquito respecto de cómo funciona el capitalismo. Si cualquier otro trabajador o trabajadora estuviese en condiciones de negarse a acudir a su empresa y pudiese subsistir a pesar de ello, el capitalismo, simplemente, sucumbiría. Porque la línea de vida del capital es la coacción económica que las y los capitalistas ejercen sobre trabajadores y trabajadoras. Si no curras para producir beneficio, te mueres de hambre. Tan sencillo, tan brutal. Pues ésta es la enzima catalizadora que falta en el caso de la revisión por pares: el académico o académica tiene garantizada la existencia con independencia de si acepta o no revisar artículos científicos. Cobrará a final de mes aun cuando renuncie a ejercer de revisor. Y las editoriales de contenidos científicos se dan de bruces contra esta realidad.
‘¡A pagar, a pagar!’
Tampoco es posible afirmar que las universidades no remuneran el trabajo de revisión por pares. La revisión por pares o juicio experto es la piedra angular de la producción de conocimiento científico y de la organización del trabajo académico. También se está ejerciendo como revisor cuando se participa en el jurado de una tesis doctoral, por ejemplo, o cuando se forma parte del comité encargado de evaluar los méritos de otros compañeros. Si se quisiera hurgar en la herida, se podría preguntar a los muñidores de la tesis del ‘trabajo de revisión impago’ quién se estaría lucrando con el trabajo ‘no pagado’ en estos casos. Pero ya han tenido bastante, pobrecitos. Lo que sí vale la pena subrayar es que las formas de trabajo en la academia se construyeron, entre otros, sobre la asunción tácita de que los científicos dedicarían parte de su jornada laboral a esas funciones englobadas dentro de lo que se denomina ‘revisión por pares’.
El sueldo de los científicos contempla entonces el trabajo por revisión por pares. Que en los contratos no haya una cláusula que así lo especifique está comenzando a ser un problema ahora; décadas atrás, ni siquiera se recogía la duración de la jornada de trabajo —el caso de los científicos industriales es otra historia. Entonces, el esfuerzo que acarrea la revisión por pares se retribuye inmediatamente en el salario normal de los científicos. A su vez, los procesos de promoción interna de las universidades permiten una remuneración mediata de este trabajo, pues el ejercer como evaluador en revistas de cierta calidad y reputación está empezando a ser reconocido explícitamente como un ítem de productividad. Dicho esto, hay que señalar que la remuneración condicionada a objetivos es un sistema terriblemente perverso que sólo sirve para abaratar la fuerza de trabajo científica en su conjunto mediante la diferenciación relativa de salarios y condiciones laborales entre grupos de académicos.
La revisión por pares es un gasto improductivo para las grandes compañías de revistas académicas
Recapitulando: el trabajo de revisión por pares no es trabajo ‘no pagado’, los académicos no son explotados por las editoriales académicas, ni estas últimas se lucran gracias al trabajo ‘gratis’ que de los científicos que ejercen como autores o revisores. Lejos de ello, la revisión por pares es un gasto improductivo para estas compañías. ¡Qué giro tan sorprendente de los acontecimientos! Y es que la revisión por pares no se realiza en el vacío: hay toda una serie de procesos de organización y gestión que corren a cargo de las editoriales científicas. Estas empresas han de adelantar un capital mayor del que habrían de invertir si la revisión de los manuscritos no fuese un componente esencial de su mercancía. Además, cuanto más se prolonga la revisión por pares, mayor es el tiempo de rotación de este capital en comparación con otros, por lo que, en proporción, los y las capitalistas editoriales pueden hacer menos beneficio que sus hermanos y hermanas de clase en un tiempo dado.
Pero vale ya de tecnicismos, que parecemos científicos. Como se ha visto, la tesis del ‘trabajo de revisión impago’ no resiste un análisis serio. Resulta, pues, muy preocupante (o a mí así me lo parece) que tantos académicos se abonen a la tesis infundada de que su trabajo como revisores es trabajo ‘no pagado’ y que las editoriales se lucran con el mismo. Porque las apariencias pueden engañar hasta si se tiene formación científica.
Ahora bien, no basta con rechazar la teoría del ‘trabajo de revisión impago’ sin más. Si ésta suena tan bien en los oídos de tantos compañeros y compañeras, ha de ser por algo. Algún componente de verdad ha de haber. Y lo hay; lo que sucede es que se ha de buscar allí donde no se ha estado mirando hasta el momento.
La carga de trabajo de los académicos es cada vez mayor. La jornada de 37,5 horas existe para la mayoría sólo sobre el papel
La carga de trabajo para los académicos es cada vez mayor. La jornada laboral no ha dejado de prolongarse, y las 37,5 horas de trabajo semanal existen para la mayoría sólo sobre el papel. Entre docencia, investigación y gestiones burocráticas varias, las agendas rebosan y no se pueden encajar más tareas, ni qué decir de la revisión por pares. No es de extrañar que la búsqueda de revisores se haya convertido en la parte más ardua del trabajo de los editores de revistas científicas. La incompatibilidad con otras responsabilidades profesionales es la principal razón por la que los científicos rechazan las peticiones de revisar artículos. Las y los editores de revistas se han convertido en el cobrador del frac del mundillo académico. Se les rehúye como a la peste.
No es que la revisión por pares no esté pagada; es que no está pagada lo suficiente
Entonces, no es que la revisión por pares no esté pagada; es que no está pagada lo suficiente. Los salarios actuales no compensan el esfuerzo adicional que el evaluar artículos involucra. La tesis del ‘trabajo de revisión impago’ apunta hacia la sobreexplotación de la fuerza de trabajo académica, es decir, que las y los científicos están sometidos a un nivel de explotación superior al nivel social promedio, que sí está compensando en sus salarios —directos e indirectos.
¿Y quiénes son los responsables de esta sobreexplotación? Quienes pagan los salarios de los académicos; quienes compran la fuerza de trabajo científica. No son las editoriales académicas quienes sobreexplotan a los científicos, sino universidades y centros de investigación, entidades públicas en los casos de España y de muchos otros países europeos (oh, el Estado… ese objeto de veneración y deseo fetichista de la izquierda contemporánea). La única solución que a este problema cabe dar es una solución política, colectiva y organizada, la cual no pasa por rechazar solicitudes de revisión, sino por reclamar una subida lineal general de los salarios de los académicos que compense el esfuerzo adicional que se nos demanda —¡y la inflación galopante! Porque sí es verdad que esto de trabajar en investigación… no está pagado.