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Tecnopolítica
Viralidades
En las entrelíneas de mucho de lo hablado estos días en los medios, podemos leer diversas concepciones en liza sobre los sistemas públicos y los cuerpos precarizados por el neoliberalismo y sobre cómo se nos hace responsables por la propagación, para llevar más allá la primera línea del frente desde la trinchera de esta guerra contra el virus situada en nuestros propios cuerpos sitiados, origen de la hostilidad que alienta una concepción inmunitaria de lo comunitario.
“Las especies compañeras se infectan mutuamente todo el tiempo. […] Las obligaciones corporalmente éticas y políticas son infecciosas, o deberían serlo.” Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno, Donna J. Haraway.
La doctora Donna Haraway, profesora emérita de Historia de la Conciencia de la Universidad de California en Santa Cruz, suele poner el listón muy alto con su capacidad de anticipación. Ya lo hizo con su Manifiesto Cyborg en la década de los ochenta del siglo XX, definiendo al Terminator como epítome crítico de las concepciones dominantes de lo humano en aquel contexto de auge del neoliberalismo, antes incluso que Arnold Swarzenegger fuese elegido gobernador de California.
Haraway desarrolla un concepto que nos permite pensar en la actual pandemia antes incluso de que esta fuese declarada
El libro de la cita está centrado en la indagación de la autora acerca de los juegos de cuerdas entre las especies, para el bien vivir y morir en este mundo arrasado por la alianza atroz entre el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Haraway desarrolla un concepto que nos permite pensar en la actual pandemia antes incluso de que esta fuese declarada: Viral response-ability, “Respons-(h)abilidad viral”, uniendo la capacidad de contagio de la respuesta y la habilidad de esta. Los virus, las bacterias, el contagio, forman parte de la vida, lo que esta pandemia ha puesto de manifiesto es la dificultad e incluso incapacidad de los sistemas públicos, esquilmados tras décadas de neoliberalismo, para hacerle frente en muchos casos a causa del constante recorte de estos. También ha puesto de manifiesto la precarización de nuestras vidas, de nuestros cuerpos como consecuencia de las nefastas políticas de aquel.
Otro rasgo a tener en cuenta es la parafernalia militar en la gestión (neoliberal) de la pandemia, desde los discursos a los uniformes se nos habla constantemente de una guerra. Las batallas de esa guerra se libran sobre nuestros cuerpos, confinados, testados, hospitalizados, sometidos a pruebas de laboratorio. Esta precarización actual no tiene nada que ver con la pandemia, la precarización también es fruto de décadas de neoliberalismo, la pandemia es una consecuencia, no una causa, está anudada al papel estratégico de los cuidados, por un lado al trabajo no reconocido en gran medida, que sostiene la vida en el ámbito doméstico y también a los aplausos y reconocimiento a quienes trabajan en los sistemas de salud y están haciéndole frente. Es el otro lado de esta cinta de Möbius.
El neoliberalismo nos ha dejado sin armas para defendernos, pero, ¿de qué hemos de defendernos exactamente, de nosotros mismos? Sólo así cabría explicar el contagio de cierto clima de acusación, odio, escraches y denuncias desde los balcones, el tribalismo entre caceroladas de uno y otro signo en hora punta, espoleadas por tóxicos memes viralizados por los medios, sobre todo digitales, a golpe de mentiras, en el imperio de la posverdad.
PANDEMIA E INFODEMIA
Esta cierta hostilidad manifiesta (del latín hostilis, enemigo de guerra) desde los balcones, más que enemistad (lat, in-amicus, no amigo), que torna hostiles a los vecinos, nos hace rehenes de nuestra, se nos dice, propia última responsabilidad en nuestras casas. Pero el reciente contagio de esa hostilidad desde balcones y ventanas, como extensión de las ventanas digitales de nuestros móviles y no al contrario, el tiempo que dedicamos a unas y otras así lo demuestra-, señala el vínculo inescindible entre pandemia e infodemia.
No hay reconocimiento del trabajo de cuidados en el ámbito doméstico, lo que muestra inequívocamente la profunda mixtificación que atraviesan las concepciones de lo público y lo común en este contexto, que no es otro que el de la aceleración neoliberal que torna la vida profundamente precaria en nuestro planeta
En las entrelíneas de mucho de lo hablado estos días en los medios podemos leer diversas concepciones en liza sobre los sistemas públicos y los cuerpos precarizados por el neoliberalismo en la excepción de esta crisis, sobre cómo se nos coloca biopsicopolíticamente en última instancia como responsables por la propagación, para llevar más allá la primera línea del frente desde la trinchera de esta guerra contra el virus situada en nuestros propios cuerpos sitiados, en nuestros hogares, encontraremos ahí el origen de la hostilidad, en una concepción inmunitaria de lo comunitario –la vieja narración fálica de fronteras, intrusos, bárbaros, armas…-, preexistente, como he escrito en otro lado.
EL TRABAJO DE CUIDADOS
Se reconoce merecidamente el inconmensurable esfuerzo y trabajo realizado por los profesionales de la salud, su innegable heroica generosidad, pero no hay apenas reconocimiento del trabajo de cuidados realizado en el ámbito doméstico, no asalariado, del trabajo que sostiene la vida, lo que muestra inequívocamente la profunda mixtificación que atraviesan las concepciones de lo público y lo común en este contexto, que no es otro que el de la aceleración neoliberal que torna la vida profundamente precaria e inestable en nuestro planeta.
Llegan las ofrendas de caridad frente a la pandemia de los magnates económicos y financieros –el viejo relato fálico debe proseguir-, cuyas empresas vulneran derechos laborales y derechos fundamentales en muchos de los contextos en los que la pandemia se ceba con los más vulnerables, siendo la ingeniería fiscal y la creatividad contable de las mismas responsable de que no exista relación lógica ni coherente entre los pingües beneficios obtenidos y la tributación de estas, que sin duda contribuiría enormemente a la mejora y sostén de los servicios públicos colapsados, no ya siquiera en esta crisis, sino en esa normalidad cotidiana a la que supuestamente vamos a volver pero que, no olvidemos, nos ha traído hasta aquí.
Tecnopolítica
Algoritarismos
Recuperar la política pasa hoy por robársela a una tecnología que, lejos de la promesa emancipadora, nos estandariza como parte de su plan de negocio.
Nuestra vuelta debería ser distinta, ya que hemos comprobado –en nuestros cuerpos, en nuestras vidas- cómo impacta la precarización a que nos somete el neoliberalismo, lo que supone perder derechos fundamentales como la libertad de movimiento y circulación. El actual régimen económico amenaza nuestras vidas, la calidad de estas, pero ese régimen ya se ceba cada día sobre tres cuartas partes de la humanidad. Quizá el elemento novedoso que la pandemia nos trae es la conciencia de la intrincada imbricación de todo lo vivo en el mundo.
Generaremos anticuerpos, nuestro sistema inmunitario se fortalecerá, encontraremos una vacuna, sin duda, saldremos de esta, pero no volveremos a donde estábamos, algo nos ha cambiado a un nivel profundo, por delante tenemos la responsabilidad como sociedad de generar anticuerpos también ante las causas del virus que ha generado la pandemia, anticuerpos para defender la democracia frente al virus totalitario. Es nuestro deber inmunizarnos ante el odio y la intolerancia, contagiar la solidaridad, la empatía, responder críticamente, con responsabilidad, a los problemas generados por el modelo y el pensamiento imperantes, no sólo sabemos ya, sino que, quizá por vez primera, somos conscientes de que nos va la vida en ello, una vida que merezca la pena.