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Teatro
Conversación de otoño
Cinco compañías independientes del Estado español han sido programadas por primera vez en el 37 Festival de Otoño de Madrid. El 25 de noviembre, la periodista y artista Laura Corcuera organizó un encuentro conversatorio sobre prácticas escénicas contemporáneas en los Teatros del Canal entre las directoras María Muñoz (MalPelo, Cataluña), Sara Molina (Andalucía), Pau Pons (El Pont Flotant, Valencia), Elisa Gálvez (El Canto de la Cabra, Madrid) y Ana Vallés (Matarile, Galicia).
Agradezco el esfuerzo que las cinco habéis hecho para estar aquí, entre ensayos, estrenos, montajes y desmontajes. Soy periodista y artista, vivo en un pueblo de la sierra de Madrid y he organizado este encuentro de forma autónoma porque me parece necesario juntarnos a hablar y pensar lo que estamos haciendo hoy desde las artes escénicas en el Estado español, en un contexto de crisis civilizatoria y crisis de sentido. Por eso propongo que nos presentemos, digamos quiénes somos y qué hacemos.
Ana Vallés (Matarile Teatro, Galicia): A mí no me gustaría hablar del pasado, ni de lo que fui ni de lo que hice. Creo que más o menos todas nos conocemos. Y no estoy situada en ese interés de reivindicar un pasado. En el Festival de Otoño se ha hablado mucho de la palabra “trayectoria” y de la palabra “resistencia”. A mí me gustaría más hablar del presente de cada una, que es lo que más me interesa. Estoy muy cansada de la resistencia y de ser porteadoras de esa bandera de resistencia. Parece que nuestro único mérito es haber llegado a cumplir nuestros respectivos años y haber resistido a un paisaje más o menos hostil o por lo menos indiferente.
Elisa Gálvez (El Canto de la Cabra, Madrid): No es nuestra resistencia. Lo que hay es una resistencia de quien tiene la posibilidad de que nosotros estemos en los lugares que nos corresponde, es decir en los teatros. Hay una resistencia por su parte hacia nuestro trabajo. Tendríamos que hablar de la resistencia desde ese lugar. El Festival de Otoño nos quiere hacer un homenaje por la resistencia. Yo insisto, no he podido resistir ni podré nunca resistir a esta situación. Entonces ¿por qué no les preguntamos a ellos? ¿Por qué se resisten? Llevo 30 años como mis compañeros y me gustaría que me lo explicaran en algún momento. Por lo demás, mi quehacer de hoy es buscar la belleza en un mundo tan feo. Creo que ésa es la resistencia que me interesa.
Sara Molina (Andalucía): Yo estoy acabando un estreno, estoy en un día de mucha escucha, de una especie de intento de silencio interior para poder escuchar y ver. Ya sabéis lo difícil que es escuchar y ver. Me encuentro ahora sorprendida, pero bien, asistida porque me puedo sentir en algún momento expresada a través de lo que decís. En este sentido, me parece muy hermoso esto de que con lo que una trabaja siempre es con algo que te ha resistido a ti, que no te ha dejado ni siquiera ser la heroína, simplemente eres la víctima. Leía hoy también una frase que mencionaba en el ensayo: “Prefiero la sumisión antes que la muerte” y me resultaba estremecedor, la sumisión voluntaria ante la dialéctica del amo y del esclavo.
María Muñoz (MalPelo, Cataluña): Yo me voy a presentar porque me da la sensación de que hoy no conozco a nadie casi en esta sala. También llevamos como vosotras 30 años compartiendo los procesos de creación con Pep Ramis y hemos venido a Madrid poco, a veces con huecos de cinco y seis años, que casi son ciclos enteros en los que una persona puede llegar a cambiar y evolucionar mucho. Por buscar un eco positivo a la idea de resistencia, a mí me gusta más pensar la deriva de lo que sería la resiliencia, la capacidad que se puede tener, no de aguantar lo que sea, sino de transformar lo que una hace, aceptando determinadas situaciones que tiene que vivir para convertirlas en una nueva semilla creativa. Lo veo así. La resiliencia no es aguantar lo que te echen, con esta cosa de victimismo. Si no verlo como un hecho creativo: tienes unas circunstancias y les das la vuelta. Me gustaría sustituir la resistencia como trayectoria por resistencia como potencia. Poder pasar a través de diferentes problemáticas y paradigmas de cambios, en realidad, es una potencia.
Pau Pons (Pont Flotant, Valencia, entra por videoconferencia): Yo os conozco a todas porque sois mis referentes. Nuestra compañía os tiene muy presentes. También me voy a presentar. Estoy ahora en Valencia, en casa, porque no he viajado al Festival de Otoño. Han viajado mis compañeros, que son Jesús, Álex y Joan. Somos la compañía Pont Flotant y llevamos casi 20 años trabajando juntos en Valencia, en la misma sala y en el mismo barrio no céntrico de la ciudad. Eso también nos sitúa en un lugar. Nos conocimos en la escuela de arte dramático y como amigos que éramos empezamos a trabajar juntos y hasta la fecha somos más amigos que compañeros. Hay otra cosa que tampoco ha cambiado: seguimos creando de la misma manera, o muy parecida, a como creábamos al principio. Este hecho, que a veces puede parecer sin movimiento, está vinculado a lo que estáis comentando de la resistencia, que relaciono con el hecho de estar y continuar. La continuidad es algo difícil en Valencia. Tienes que empecinarte para poder hacer las cosas durante mucho tiempo como tú las quieres hacer. Nosotros no resistimos porque nunca nos lo hemos planteado, estamos porque queremos, no nos resistimos a nada.
Presentarse no tiene por qué remitir al pasado. Lo que hay en común en vuestras prácticas es que demostráis que no hay diferencia entre vida y arte.
S.M.: Hay una dificultad para decir quién eres. Hay una falta en ser. Hemos cogido la palabra “resistencia”, pero la palabra “trayectoria” se nos ha quedado en el camino. El momento en el que tengo que encontrarme de una forma más tremenda con la trayectoria es cuando encuentras el tramo generacional. Te encuentras con gente muy joven de 17 y 18 años. Dices Samuel Beckett y te dicen “¿éste es el de las rimas y leyendas?”. Ahí tu trayectoria se va al puto carajo. Tu trayectoria no les importa para nada. Te remiten al aquí y al ahora. Pero tu trayectoria está. Y tienes que intentar que no te ahogue tu experiencia porque, si es excesiva, no la puedes transmitir. Considerar a esos chavales como ignorantes es muy doloroso, porque además en algunas cosas son muchísimo más inteligentes que tú. A mí me ha confrontado con la palabra trayectoria el encuentro generacional. Siempre la he esquivado porque la he dejado en manos de los otros. Que otros construyan y se responsabilicen de mi trayectoria, por favor que escriban de mí, que me cuenten a mí lo que estoy diciendo, y nunca me he querido responsabilizar hasta que han llegado estos jóvenes. Y en esa palabra “trayectoria”, muchas veces he dejado lo bueno por intentar lo mejor.
E.G.: Sabéis que Juan Úbeda y yo formamos un tándem y es una trayectoria común. Yo intento casi desaparecer, estoy intentando que mi nombre no importe y El Canto de La Cabra no importe, sino la obra. Pero es la trayectoria y el nombre lo que se destaca. El propio festival habla de lo que has hecho, los premios que has recibido, pero tu obra no interesa nada. De las compañías que estamos aquí somos la única de Madrid. Mi trayectoria ha sido en esta ciudad hasta que decidimos abandonarla porque no interesaba nada de lo que hacíamos. El arte no es inocente. Y eso se sabe. A todos nos tienen engatusados, confundidos, enredados en un montón de trabajos que parecieran prometer algo para que se nos olvide lo importante, que es lo que pasa en un escenario. La falta de visibilidad por algo es. Para mí sí hay diferencia entre la vida y el arte. El arte es lo que permite que la vida contaminada se quede de lado y yo pueda entrar en otro mundo, que es el que ofrezco, donde hay otra posibilidad de vida. Creo que el arte puede servir para transformar nuestra forma de vivir.
A.V.: La trayectoria es el pasado. Y vivimos en una cultura de culto al pasado absoluta. Una vez que te reconocen la trayectoria es que estás más muerto que muerto. ¿Por qué de repente se reconoce el pasado? A mí me cabrea. Por supuesto, hemos hecho un montón de cosas, están ahí, pero nunca se han visto ni se han reconocido en el momento, nunca se han cuidado. ¿Se nos está cuidando ahora por estar en un festival? Debemos partir de la base de que en España las condiciones para quienes nos dedicamos a esta profesión son miserables. Es una mierda. A partir de ahí entonces hablamos de resistencias, de larga duración, de trayectorias, casi como si fuéramos heroínas. A mí me espanta. Me parece una exageración. Todo se convierte en hazaña épica.
M.M.: Otra vez, ¿por qué no le damos la vuelta a la palabra trayectoria? ¿Qué rasgos esenciales ha habido en nuestro quehacer artístico, de percepción o sensibilidad a lo largo de todos los años de creación? Hay muchas cosas en nosotras que se transforman, pero hay otras que no, que son esenciales, que van con la persona. Creo que es una de las fricciones con la realidad, es decir, que ahora, aunque la situación esté como esté, hay una posibilidad de que se reconozcan ciertas maneras de percibir la realidad, y demostrar y tener una sensibilidad sobre ella. Me acuerdo de que cuando empezábamos todo esto era bastante más complicado. En un determinado momento, un filtro, ver las cosas de una manera, podía ser tachado de pusilánime o demasiado militante, siempre había algún adjetivo para negar que algo se abría.
P.P.: Personalmente me cuesta definirme y tiene que ver con palabras como “trayectoria”. Como creadora me inserto en un colectivo de cuatro personas y hay una responsabilidad compartida que me permite definirme desde el trabajo en colectividad, en una horizontalidad que es real entre los cuatro. Esto dilata mucho los procesos, pero compartir discurso con otras personas te da mucha más libertad.
Las cinco voces que habláis ponéis el cuerpo en vuestras prácticas. Si os he invitado a vosotras cinco no es gratuito. También me habría gustado invitar a alguna directora de teatro gitana, una directora negra y una directora no binaria, pero este encuentro lo estoy haciendo en el marco de una programación de compañías independientes del Estado español donde solo hay directoras blancas. ¿Qué cuerpos hablan y qué cuerpos no hablan?
S.M.: Estoy dándole vueltas a la idea de desaparecer. Desaparecer. Es conflictivo hablar del cuerpo. Yo no sé lo que es el cuerpo. El organismo sé lo que es, hace lo que le da la gana y va como quiere, mi estómago, mis intestinos, mi hígado me ponen más cómoda, más incómoda. Pero el cuerpo es una construcción y yo lo tengo que estar reconstruyendo cada dos por tres. En este tramo de mi vida, no voy a significar cuál, es muy complicado hablar desde el cuerpo. El cuerpo hay que buscarlo cada día.
M.M.: Para mí, poner el cuerpo es fundamental. No sé bien cómo describirlo, pero pienso que el cuerpo es un anfitrión de la palabra y tiene una condición de preverbalidad al mismo tiempo. Es un espacio de libertad si soy capaz de escuchar el temblor esencial del que hablaba María Zambrano. Para mantenernos verticales la columna está continuamente en un temblor que Steve Paxton llamaba “the little dance”, una pequeña danza de la que no podemos escapar nadie. Y pienso que es el mejor terreno para entrenar la libertad. Hay algo de nuestro cuerpo que nos incita al movimiento y a la acción, y hay otra parte en la que el cuerpo tiene la capacidad de ofrecerse para ser mirado y presentado en su vulnerabilidad. Pienso que son valores a los que las compañías presentes en la mesa hemos dado mucha importancia durante muchos años, tener la valentía de presentar la fragilidad. Hay una fascinación por la fuerza física, pero en realidad es una armadura, porque da igual cómo sea el cuerpo de fuerte, pues ese temblor esencial te permite viajar entre momentos de enorme potencia y momentos de enorme fragilidad. Pienso que la valentía que hemos tenido ha sido reivindicar en nuestra búsqueda esta vulnerabilidad. A eso le llamaría yo trayectoria.
P.P.: En relación al trabajo que hacemos y la palabra cuerpo, me viene a la cabeza el cuerpo de mi madre, su cuerpo, el cuerpo de mi suegro, el cuerpo de un niño, el cuerpo de una persona negra, de una hindú, de un chino. Me viene el cuerpo desde lo particular de cada uno de esos cuerpos encima de un escenario y lo que cuenta la diferencia de cada uno de esos cuerpos, la intimidad y la emoción que sólo el cuerpo puede transmitir más allá de las palabras. Tiene que ver con la vulnerabilidad y lo frágil, que son palabras muy genéricas, pero tal y como hemos trabajado en la compañía, han sido para nosotros novedosas, poner esos cuerpos en escena y que signifiquen lo que significan.
A.V.: Aunque no pueda definir qué es cuerpo, o qué es arte o teatro, lo reconozco. Sé lo que es y reconozco a otro cuerpo. Para mí, una de las cosas fundamentales de lo que hacemos es situar un cuerpo ante otros cuerpos, con todo lo que implica, pensamiento, alma, intelecto, da igual, es a través del cuerpo. Se habla con el cuerpo, se comunica y se establecen conexiones continuamente. He tenido siempre el cuerpo por delante de todo. Para mí no se puede hacer de otra manera, si no es hablar desde el propio cuerpo. Quizás lo que me resulta más interesante hoy en día no es tanto ciertas consignas políticas o ideológicas o prejuicios, sino plantear cambios. En España los cambios son difíciles en artes escénicas, porque estamos todavía muy anclados en formas del pasado. Si no cambian las formas, no cambia nada.
E.G.: Un escenario sin cuerpo no es un escenario. Es otra cosa. Si no hay cuerpo, no hay arte vivo que valga. El cuerpo es darlo todo. En el mundo que estamos construyendo se presentan cuerpos bellos. Ahí hay un problema. Se presentan cuerpos perfectos y el cuerpo real que todas tenemos no se muestra, se oculta. Es un disparate. Poner el cuerpo delante de otros cuerpos es la mayor entrega que uno puede hacer. Porque no es fácil.
En esta mesa estamos hablando de lenguajes y formas de producir mundo. Violencias estructurales atraviesan todos nuestros cuerpos, cuerpos creativos y vivos que molestaron y quizás siguen molestando, pero cuerpos que aquí ahora en los Teatros del Canal, desde un lugar de poder, como trabajadoras de la cultura, están corporeizando más privilegiados que opresiones. ¿Qué os dice la idea de compromiso vinculada al teatro?
E.G.: Lo que hacemos que se llama arte es afortunadamente una cosa inútil. Y un trabajador de la cultura no es una cosa inútil. Nosotros no somos trabajadores de nada, nos dedicamos a hacer cosas inútiles.
A.V.: Eso enlaza con las propuestas que (Laura) nos mandabas en el correo, me parecen todas una urgencia de utilidad, de dar una utilidad a lo que hacemos, enlaza con el comentario que me hiciste después de ver Los limones, la nieve y todo lo demás. Enlaza con unos objetivos tuyos de utilidad. No tienen que ver con los míos, con lo que es la creación. El arte que parte de unos objetivos claros, como utilidad, ya sea política, social, ética o estética, me parece terrible. A posteriori podemos analizar lo que sea. Domina la ética de la mala conciencia en Europa. El espectador europeo quiere salir complacido viendo unos espectáculos que hablen de lo que él ya piensa y cree. Vamos a oír lo que queremos oír y nada más. Y si no, salimos contrariados.
S.M.: Pero hay que ser cuidadosos con aquellos que tienen que estar en la mierda y manchándose las manos todo el día y batallando con muchas cosas que son muy difíciles. Abogaría por conciliar. Tenemos plenos derechos a la inutilidad y hay gente que se preocupa mucho por protegerla, en contextos con contradicciones personales, estamos todos bañados en la complejidad, así que tratémonos bien, lo mejor que podamos, con pleno derecho de cada quien a reivindicar.
M.M.: Hemos hablado de cosas muy ligadas a la realidad, de cómo se presentan o no las cosas, y de palabras que tienen que ver con la materia de nuestro lenguaje. Creo que los desacuerdos tienen que ver con un tema generacional. Cómo quieres usar el lenguaje y cómo se están reivindicando ciertas cosas. Pero también entiendo que en los tiempos actuales hay mucha necesidad. Es un lenguaje que a veces repite palabras y las saca de contexto, pero me interesa lo que hay detrás, que es un deseo enorme de plantar cara. Y creo que eso, en nuestra generación, no ha sido tan claro. Ahora hay una necesidad de confrontar mucho más radical. A veces choco con la manera de usar el lenguaje hoy, pero también lo comprendo. Porque no hay tantas posibilidades para hablar.
P.P.: Yo retomo el testigo de lo que comenta María y lo suscribo. Estoy contenta y he hecho un esfuerzo por estar en este encuentro, porque no hay tantos lugares donde coincidamos tantas artistas hablando sobre creación contemporánea. Además me parece un privilegio poder estar con otras mujeres de otra generación, compartir la mesa, disfrutar con lo que decís y discrepar también. Entiendo que el lenguaje se gasta, se malbarata como decimos en valenciano, pierde significado, pero es importante plantearse la utilidad o cómo se reciben las cosas. Tenemos esta tendencia de hablar de cómo nos sentimos cuando creamos, pero creo que hay que poner el foco en cómo se percibe, en el fuera.