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Ecofeminismo
Voces: un poema de Esthela Calderón
La escritora y pintora nicaragüense Esthela Calderón nos regala este poema inquietante, sugerente, y la imagen de su cuadro “Cicatrices” para Saltamontes.
Pionera de la poesía etnobotánica, con fuerte contenido ecologista y social, Esthela Calderón ha publicado varios poemarios, entre ellos, Soplo de corriente vital (2008), una colección pionera de poemas etnobotánicos, La hoja (2010). Coyol quebrado (2012), siguiendo la veta ecológica y Los huesos de mi abuelo (2013). La ecología, la mujer (una mujer a la que los pantalones le sientan mejor que a muchos hombres), y la repulsa ante la violencia están presentes en La que hubiera sido (2013) o en Las manos que matan (2016). Muy prolífica, ha cultivado la novela y, recientemente, destaca también como pintora.
Este año, ha publicado la antología bilingüe Los huesos de mi abuelo, en la editorial española Amargord. Precisamente, en esa antología se encuentra el poema que nos ha regalado, “Leyenda urbana”.
En estos meses de dignidad y resistencia en Nicaragua, adquiere una fuerza inusitada esa admiración por un país ausente y añorado. ¿Dónde está ese país huido? Huido junto con la naturaleza, las aves (¡qué gran descubrimiento para Saltamontes el guardabarrancos!) y las flores, que tuvieron que huir también, de la basura y el caucho. ¿Qué semillas llevaría en su saco? ¿De esperanza, de maíz? Probablemente, de rebeldía.
LEYENDA URBANA
Dicen que no hace mucho tiempo
un país pequeño arrancó la frontera
y huyó de su bandera, de su moneda y de su himno.
Lo siguieron los Guardabarrancos y los Sacuanjoches,
los Gatos ruidosos que vivían en los techos,
los Perros sin dueños que merodeaban en los mercados
y los Caballos famélicos apaleados por sus dueños.
Metió en su maleta al río con sus Tortugas,
Mojarras y Caracoles que no querían quedarse.
Subió sobre su cabeza
un saco lleno de leales semillas y granos.
Se fue.
Cuando los habitantes se dieron cuenta del abandono
ya era demasiado tarde.
Nadie sabía nada de nada.
Entonces, metieron nuevamente
sus alargados cuellos de caucho
en los opulentos huecos de mierda y basura
que les pertenecían.
(De la antología bilingüe “Los huesos de mi abuelo” 2018, Amargord, España)