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Ecofeminismo
Medio ambiente y salud: ¿Un conflicto invisible?
Carme Valls, endocrina especializada en medicina con perspectiva de género, reseña para Saltamontes su nuevo libro: Medio ambiente y salud. Mujeres y hombres ante un mundo de nuevos riesgos. Partiendo del hecho de que la revolución industrial introdujo más de 80.000 sustancias químicas en nuestras vidas, evidencia las numerosas enfermedades y otros trastornos de la salud por causas ambientales. Asimismo, aporta información científica y concluye cada uno de los capítulos con una serie de consejos de prevención que van desde las medidas individuales que podemos adoptar en nuestra vida cotidiana hasta las políticas públicas que habría que implementar.
Los riesgos de un medio ambiente contaminado se empezaron a conocer a mediados del siglo XIX. Coincidiendo con el desarrollo industrial en Europa, se reconocieron los riesgos que suponía que se mezclaran las aguas residuales y la basura con el agua para consumo humano; además del peligro de la falta de higiene y de una incorrecta conservación de los alimentos, o del aire que se respiraba en el interior de las viviendas, enrarecido por el humo procedente de la combustión de leña y carbón. En el siglo XX, las causas y los determinantes de la enfermedad empezaron a cambiar, lo que hizo acuñar a algunos investigadores el término "riesgos de la transición”. Ahora, sabemos que el medio ambiente puede afectar a la salud a través de la toxicidad de determinadas sustancias químicas o minerales que se introducen en el cuerpo a través de la piel, del agua y de los alimentos, o de partículas en suspensión en el aire que se introducen a través de la respiración. También las radiaciones ionizantes (Rayos X, radioactividad), o no ionizantes (electromagnetismo, telefonía móvil, antenas) afectan al cuerpo humano por el efecto directo en los tejidos.
Se calcula que el desarrollo industrial ha introducido en la vida cotidiana de la población unas 80.000 sustancias químicas, de las que entre 4.000 y 8.000 están bajo sospecha de toxicidad, y se conjetura que hasta un 45% de los alimentos que consumimos contienen residuos tóxicos, en especial pesticidas. Y lo que es más alarmante, no se conoce la toxicidad del 85% de los 3.000 productos químicos que utilizamos en mayor cantidad.
La constatación de que algo extraño estaba pasando con los seres humanos se empezó a divulgar gracias al libro de Rachel Carson La primavera silenciosa publicado en 1962. La divulgadora y conservacionista norteamericana padeció cáncer de mama y murió después de enfrentarse a él y denunciar el papel de los productos químicos en la presencia de esta enfermedad. Señaló que la suya era la primera generación de seres humanos nacida en un medio ambiente repleto de contaminantes químicos desde la cuna: "Por primera vez en la historia del mundo, todo ser humano está ahora sujeto al contacto con peligrosos productos químicos desde su nacimiento hasta su muerte".
En este sentido, la disrupción endocrina en mujeres altera el ciclo menstrual, e influye en la salud reproductiva, con incremento de abortos y placentas previas, alteraciones de los genitales de los fetos, incremento de esterilidad de hombres y mujeres y tiene influencia en el incremento de la obesidad y la diabetes de la población del mundo industrializado. Además, los efectos de los tóxicos ambientales pueden pasar de generación en generación, por alteración genética lo que hace urgente la toma de decisiones actuales, para evitar mayores daños que afectarán la salud de nuestros nietos y nietas. Por eso, en cada capítulo, he podido proponer tareas de prevención individuales, domésticas y colectivas.
Accidentes que dieron la voz de alarma
En Seveso (Italia), explotó en 1976 una fábrica de herbicidas y lanzó al aire una gran cantidad de un subproducto denominado dioxinas, estableciéndose por primera vez desde entonces, de una forma clara, la relación de estos contaminantes con la salud de la población. El efecto a corto plazo fue la presencia de cloracné en gran número de personas de los pueblos de alrededor de la fábrica; sin embargo, la mayor sorpresa la deparó el efecto a largo plazo: el año siguiente a la explosión no nacieron niños en Seveso, sólo niñas. La alteración endocrina y genotóxica pudo establecerse con toda evidencia. Años después se comprobó que la incidencia en la presentación de endometriosis entre esta población de niñas fue mucho más alta que en otras poblaciones.
Aunque es muy difícil relacionar toxicidad ambiental con problemas de salud, los accidentes laborales han permitido establecer nuevas relaciones antes ocultas, como la relación de aplicar insecticidas en lugares de trabajo cerrado, organofosforados, que alteraron la función endocrina ovárica hipotalámica y tiroidea de las mujeres expuestas y afectadas, así como la presentación de enfermedades emergentes, como el síndrome de sensibilidad química múltiple, fibromialgia y síndrome de fatiga crónica.
¿Por qué un libro como éste?
Hace 22 años tuve que diagnosticar constatando la escasa formación que recibidos en los estudios de medicina sobre las relaciones entre medio ambiente y salud, lo que me planteó la necesidad de recoger información de qué tipos de tóxicos pueden afectar la salud humana, y a través de qué puertas de entrada, como el aire, agua, alimentos, cosméticos, lugares de trabajo, viviendas o exposición a campos electomagnéticos. Además, comprendí la necesidad de compartir esta información con la ciudadanía expuesta, y diseñar recomendaciones de prevención. Con esta motivación principal nació el embrión del libro Medio Ambiente y Salud.
La gran riqueza de los resultados que aportan los numerosos grupos de investigación en diversos lugares del mundo, nos ha permitido detallar cuáles son los nuevos riesgos que representa la contaminación ambiental para mujeres y hombres. La mayoría de los productos químicos tóxicos son disruptores endocrinos, alteran el equilibrio de las hormonas del cuerpo, en especial, las ováricas y testiculares y la función tiroidea, incluso los campos electromagnéticos alteran la melatonina. Y son cancerígenos, incrementando el riesgos de cáncer de mama, linfomas, cáncer de páncreas, y otros tipos de cáncer.
También es muy importante el incremento de recursos para los grupos que investigan la relación entre salud y medio ambiente y que sus resultados se tengan en cuenta para la docencia en ciencias de la salud, y para que reviertan en cambios de conductas individuales y de las políticas públicas.