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Reino Unido
Por qué necesitamos sindicatos de inquilinos
Los sindicatos de inquilinos son la historia de la gente que desarrolla y se otorga poder a sí misma, y esa es la clave de cualquier cambio radical que merezca la pena y perdure.
Sindicato de Inquilinos de Londres.
La experiencia de alquilar una vivienda privada en Reino Unido es terrible. No es que sea un poco mala, sino que es absolutamente horrible, peor que alquilar en casi cualquier otro país rico. En Londres no es difícil conocer gente que no ha conseguido quedarse en un mismo sitio por más de seis meses durante varios años. El alquiler en el sistema actual no proporciona un alojamiento decente y estable que se pueda considerar un hogar. Los desahucios o rescisiones al final de un breve contrato son endémicos. Y en el Sindicato de Inquilinos de Londres la queja que más escuchamos de los inquilinos, antes incluso de que se quejen del nivel de la renta, es de la falta de arreglos. La gente tiene miedo de quejarse de que los propietarios no lleven a cabo incluso las reparaciones básicas, ni mucho menos hacer la casa acogedora, porque se les puede desalojar como venganza. O se rinden porque después de múltiples reclamaciones sencillamente se les ignora. De esta manera, en uno de los países más ricos del mundo, mucha gente está viviendo casi en condiciones chabolistas y se puede quedar sin hogar por capricho.
La vivienda es una necesidad, no una inversión. Es sorprendente el nivel al que Reino Unido se niega a verlo. En Reino Unido no te pueden cortar el agua porque es una necesidad vital. Esto se aplica incluso si eres un inmigrante sin papeles, pero con las reglas orwellianas del “derecho a alquilar”, el gobierno ha decretado no solo que a los inmigrantes se les puede echar a la calle, sino que se les debería echar.
El techo que te cobija se te puede arrebatar por cualquier razón, pero sobre todo por un aumento en los ingresos del propietario. Los que hacen esto no son parias sociales, de hecho reciben un sinfín de simpatía del gobierno, y son capaces de felicitarse unos a otros por ser hábiles al añadir suplementos a su jubilación.
El número de inquilinos ha aumentado en términos absolutos y relativos, actualmente los inquilinos representan una quinta parte de la población. La mayoría dice que no quieren ser inquilinos. Simplemente se han quedado atrapados —ya que se les ha negado la vivienda social y la propiedad privada— con unos propietarios que les proporcionan una necesidad básica.
La gente ha naturalizado la idea del “mercado de la vivienda” hasta el punto de olvidarse de que en torno a la mitad de su sueldo va a hacer a la gente más rica de lo que ya es
Para hacernos una idea del nivel alarmante al que el Reino Unido se niega a tratar la vivienda como una necesidad, consideremos la prevalencia del anticuado “No DSS” [no se aceptan inquilinos que cobren prestaciones sociales] en los anuncios de alojamientos en alquiler. Esto es discriminatorio contra la gente con bajos ingresos y aquellos con discapacidad, e indirectamente contra progenitores solteros, gente de color y otros colectivos.
Cuando les conté a los organizadores de inquilinos en EE UU que tales anuncios estaban a la orden del día en Reino Unido, se quedaron atónitos. Los tribunales de EE UU no tendrían piedad ante semejante discriminación. En Reino Unido lo aceptamos como algo normal: se ha decretado que la vivienda es una inversión para el propietario, no una necesidad para nosotros.
El alquiler está empobreciendo a los británicos. Actúa como una deducción de los salarios que implica que las condiciones de vida estén empeorando en gran parte del país. Aunque pueda parecer extraño, el Sindicato de Inquilinos de Londres ha constatado que a veces tenemos que concienciar a los inquilinos de que las decisiones de los propietarios los están empobreciendo.
La gente ha naturalizado la idea del “mercado de la vivienda” hasta el punto de olvidarse de que en torno a la mitad de su sueldo va a hacer a la gente más rica de lo que ya es. Como indicador de la estupidez económica de nuestros gobiernos durante décadas, a los políticos se les ha olvidado que unos costes excesivos del alquiler nos empobrecen a todos.
Incluso los economistas clásicos sabían que el que una inmensa cantidad de la riqueza del país sea absorbida por las rentas perjudicaría a la economía. La gente cada vez tiene menos para gastar, cada vez circula menos dinero entre los consumidores y los productores, y a aquellos que están recaudando los alquileres se les recompensa por no hacer más que repantigarse en sus posesiones y empobrecer a otros. ¿Podemos empezar ya a llamar a esto “robo del salario”?
En un panorama político donde muchas luchas a menudo se sienten como imposibles o de largo plazo, esta es una lucha que podemos ganar seguro
Cuando el Sindicato de Inquilinos de Londres o cualquiera exige controles del alquiler, sale al paso una multitud de defensores del statu quo, a menudo reclamando que hay que construir más casas, aunque esa solución no está funcionando en ninguna otra ciudad con una crisis de vivienda porque los inversores enseguida compran todas las nuevas propiedades. Lo cierto es que esa gente cree que el propietario tiene derecho a empobrecerte.
A veces es bueno elegir una pelea que puedes ganar. La, en apariencia, interminable burbuja de la propiedad ha empeorado una división de clase entre quienes poseen propiedad y quienes no. Cualquiera que esté interesado en la organización política de gente corriente debería ayudar a hacer de esta división una lucha. La injusticia es obvia, la división, clara, y la habilidad de mejorar la vida de los inquilinos es muy factible.
En un panorama político donde muchas luchas, contra el auge de la derecha, contra el cambio climático, a menudo se sienten como imposibles o a largo plazo, esta es una lucha que podemos ganar seguro. Este mes el gobierno conservador de los tories se ha dado cuenta de que los jóvenes les odian y de que necesitan hacerles concesiones, así que decidieron emprender una nueva vía política.
Como resultado de las campañas de organizaciones de base, incluyendo Generation Rent, Acorn, NEF, Tenants Union UK y el Sindicato de Inquilinos de Londres —que ayudaron a introducirlo como parte de la agenda de la última conferencia laborista—, el gobierno acaba de anunciar que pretende acabar con las expulsiones de la Sección 21, también conocidas como desocupaciones sin incumplimiento de contrato. Esto ayudaría a la creación efectiva de alquileres indefinidos como norma, si bien no habría límites en los incrementos de alquiler que se podrían utilizar para echar a la gente.
Esta victoria inicial demuestra que la presión de base puede funcionar. Esta lucha puede generar una serie de victorias graduales pero vitales para la gente corriente.
Los movimientos de base son importantes. Si queremos ver mucha gente sedienta de cambio político en Reino Unido, deberíamos tener cuidado de no ligar nuestro destino a los altibajos de procesos parlamentarios que a menudo debilitan los movimientos sociales en lugar de fortalecerlos. En vez de eso, necesitamos cultivar los movimientos desde la base de cada batalla política que queramos emprender.
El Sindicato de Inquilinos de Londres quiere organizar comunidades por toda la ciudad. Empezaremos por proporcionar apoyo para evitar desalojos o, como sucedió la semana pasada, reclamando miles de libras que se había llevado un agente inmobiliario sin escrúpulos.
Desde esta base de apoyo mutuo estamos creando, al igual que otras organizaciones similares en Reino Unido, una organización de base amplia de gente que exige un cambio para los inquilinos. No se trata de hacer una petición discreta para que los propietarios sean más amables, sino de exigir cambiar drásticamente el equilibrio de poder entre los propietarios y los inquilinos. Solo luchando por lo que necesitamos seremos capaces de reavivar la política en este país como algo en lo que la gente puede involucrarse más allá del parlamento y los partidos —incluso cuando estas herramientas pueden resultar útiles a veces. Los sindicatos de inquilinos son la historia de la gente que desarrolla y se otorga poder a sí misma, y esa es la clave de cualquier cambio radical que merezca la pena y perdure.