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Redes sociales
Mentes saturadas buscan 'shitposting'
El 75% de los usuarios de TikTok prefiere el entretenimiento y asegura que entran en la app con el objetivo de “divertirse, sonreír y mejorar el ánimo”. Puede sonar paradójico el hecho de que una persona que se supone que debe saber de todo cada segundo del día no quiera saber nada en cuanto llega a casa del trabajo. Ya se informará. Prometido. Lo hará. Pero no ahora: necesita desconectar.
Son las 22 horas de la noche. Varios medios de comunicación se han puesto de acuerdo desde bien temprano para hacer llegar la información a sus lectores hasta ahora. Y ha llegado, vaya que si lo ha hecho: a modo de notificación fugaz, a modo de tuit o a modo de correo. Los entiendo, pero también comprendo a las personas que se sienten saturadas. He cancelado el envío de todas las noticias a mi correo, no quiero avalanchas. Pero necesito estar al día, así que mantengo ciertas notificaciones.
Consumir varios periódicos enteros es lo que deberíamos hacer los periodistas jóvenes, eso he escuchado. Hay que leer, pero no saturarnos. Envidio a quienes no han vivido de jóvenes en la época de la sobrecarga informativa ni en un contexto tan desmotivante como en el que vivimos ahora. Un contexto que hace que a veces te preocupes más por tu precariedad que por lo que ocurre en el mundo y en el que no puedes evitar tener la cabeza en otro lado de vez en cuando.
Para el sociólogo Alvin Toffler el exceso de información sobre un tema genera dificultades para comprenderlo: “Puede ser tan dañino como su escasez”
Si uno no se encuentra mentalmente bien porque la precariedad golpea donde más duele, ¿puede soportar los excesos? ¿Puede aguantar más negatividad, amarillismo y desastres mundiales? Suficiente tengo, pienso, con centrarme cada día en que no me falte un plato encima de la mesa.
Y me machaco, de nuevo, por no estar atenta a la pantalla del móvil, por no estar esperando esas notificaciones. Despierta. Llego a casa después de engullir todo lo posible durante el día y lo único que busco es dejar a un lado a los civiles asesinados en Ucrania, entre otras muchísimas cosas, y me pongo a ver la película “más mala” (como dirían algunos cinéfilos), pero la mejor para mí: Scary Movie. Quiero ‘mamarracheo’ (nunca en el sentido peyorativo), quiero reírme, necesito descansar.
No me apetece leer ensayos antes de acostarme —con lo que a mí me gustan—. Quiero una novela, que son más sencillas de leer y no hay que pensar tanto. Tampoco quiero escuchar canciones con una letra profunda. No quiero profundizar y, sin embargo, no puedo evitarlo. A las noches es cuando mi cabeza lo analiza todo.
Ni siquiera una está a salvo en las redes sociales, que han pasado de ser un lugar casi exclusivo para interactuar con otros sobre los cantantes, a ser un espacio de continuo debate y crítica
Las noticias —incluso las internacionales— impactan de manera directa, nos cambian de humor y nos vuelven débiles. Mi cabeza no retiene lo que antes retenía, ¿eso significa que soy una periodista inútil? ¿Es culpa mía? El sociólogo Alvin Toffler ya hablaba sobre la saturación años atrás. Para Toffler, el exceso de información sobre un tema genera dificultades para comprenderlo: “Puede ser tan dañino como su escasez”.
Ni siquiera una está a salvo en las redes sociales, que han pasado de ser un lugar casi exclusivo para interactuar con otros sobre los cantantes, a ser un espacio de continuo debate y crítica. Recuerdo perfectamente esa transición, se puso muy de moda allá por 2014 y con ella llegaron los famosos linchamientos hacia la gente que no sabía tanto. Pero últimamente hemos antepuesto el descanso mental y cada vez hay más personas que eligen darse un respiro de las redes sociales. La pandemia no ha impactado poco, ya que según el barómetro Jóvenes y Tecnología 2021, el 47% de los jóvenes valora más que antes la desconexión.
Lo que nos queda contra esta sociedad del consumo masivo es el shitposting —o contenido de mierda—, que tanto se ha popularizado durante estos últimos años. Cuentas refugio que comprenden que las personas no somos robots. Usuarios que comparten memes o chistes fáciles como “comunismo: miedo a ser común”, que alivian, mientras que la avalancha noticiera solo te agobia o empeora tu día.
El shitposting es el favorito de nuestra generación y prueba de ello no solo son las numerosas cuentas de Instagram que lo publican, sino de TikTok, donde la información o la política no tiene tanto éxito. El informe de Comprensión de la Audiencia de TikTok expone que el 75% de los navegantes prefieren el entretenimiento y entran en la app con el objetivo de “divertirse, sonreír y mejorar el ánimo”.
Los jóvenes escogen la participación, el humor y los contenidos rápidos, que es lo que la caracteriza a la aplicación. Algo con lo que evadirse de tanta negatividad y tanto desastre. Según Sensor Tower, TikTok ha sido la app más descargada en todo el mundo en marzo de 2020 con más de 115,2 millones de descargas, y eso se ha traducido en un aumento del 98,4% con respecto a marzo de 2019. A principios de 2022 ya recogía más de 1.000 millones de usuarios a nivel mundial.
Los contenidos de mierda son muestra de que no necesitamos algo elaboradísimo para que sea bueno y poder disfrutar. No me apetece lucir seria, solo lo necesario. No quiero tener una cuenta llena de noticias, soy algo más que una periodista que necesita informarse las 24 horas. Quiero ser persona, compartir memes y no enterarme de nada durante un rato, aunque sea pequeño, aunque solo sea durante 5 minutos. Oda a los shitposters, que quitan carga a la vida, que se toman con humor algunos acontecimientos de esta sociedad y hacen de las cosas calificadas de mediocres un arte.