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Poesía
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Hay un hilo invisible que nos sostiene frente a la realidad, es frágil y leve como una veladura de acuarela, pero nos permite respirar cuando el ambiente es imposible y nos ayuda a mantener la fe en cuestiones en las que el empuje de la razón aconseja no hacerlo. Cansado de la abrasiva cuotidianía poner en valor esos momentos es un acto de empoderamiento y esperanza.
Nada tiene importancia pero los poetas nos ponemos también cariñosos y brasas. No importa porque a casi nadie importa la poesía, tan vital ella cuando saca pecho y tan insignificante en el día a día de casi todo el mundo.
«Hay que visibilizar estos festivales» le decía en la ebria madrugada de La Puebla de Cazalla a un conocido crítico literario y sin embargo poeta, Carlos se llama, conecté rápido con él a pesar de mis prejuicios previos en torno a una estúpida idea del mainstream en poesía, porque este sí es poeta, ya lo he dicho, y en esto todavía no ha desembarcado el capitalismo pop y simplificador que ya ha encontrado el formato y el espacio en el que los cantautores sí puedan vendernos lo que ya no se vende en soportes musicales. Carlos canta, pero se arranca en rota voz bluesroquera que de casta le viene. Pero no nos desviemos, hablamos de poesía, no del comercio de la poesía, tal vez del roll, el rock estaba pero no es el tema, no viene a cuento ahora.
«Hay que contar que esto existe», y dale otra vez, muchas veces, demasiadas, «tú tienes el altavoz» le decía. Estamos tan acostumbrados a las cosas de mentira que hay que contar lo que es verdad, y no fogonazos, oropeles, dedazos, compadreo gastronómico donde la poesía se diluye si es que llega a estar… Consciente de lo especial de lo que acabábamos de vivir tras los conciertos de Quesia Bernabé y, después, en la Fiesta de los Poetas en Los Arquillos con la jonda y profunda verdad de La Yiya, no podía dejar de darle vueltas a dejar registro de alguna manera. Y no era lo único ni la única verdad allí manifestada, los poetas reunidos en el VII Festival de las Letras mantenían una actitud sin pliegues, transparente, de relajo, sin intentar aparentar nada. Es tan raro y precioso como un animal en peligro de extinción que te cruzas sin esperarlo, «Carlos, tío, hay que contar esto» y abría la vigésima cerveza y le miraba con los ojos turbios y húmedos. Yo ya casi no guardo esperanza en estas cosas y mira por dónde allí estaban.
No sé si Carlos lo contará pero yo cuento con este margen, al final es ahí, en los márgenes, donde suele ocurrir todo lo relevante en la Cultura. Y este texto tal vez tenga alguna importancia, o no.
Desde que volví a Logroño en algunos medios de transporte indignos he rallado los discos de José Menese, he leído su biografía La voz de la cultura Jonda en la Transición Española, obra de Génesis García Gómez (Almuzara, 2017), he buscado obra plástica y literaria de Francisco Moreno Galván, ¿dónde miraba para no verlo hasta ahora? También he leído artículos de Miguel Ángel Rivero sobre Unamuno, he vuelto a disfrutar con el trazo siempre vivo de Patricio Hidalgo y como siempre, desde que les conocí en torno al año 2002 a través de Miedo a ser escarcha de David Eloy Rodríguez, he vuelto con energías renovadas sobre otras hechuras del mundo poético con el ejemplo vibrante y vivo de La Palabra Itinerante, colectivo del que forma parte el propio David Eloy junto a los también poetas José María Gómez Valero, Miguel Ángel García Argüez, Carmen Camacho, Iván Mariscal o Juan Antonio Bermúdez entre otros. Todos buenos, todos relevantes, muchas veces ejemplo vivo de otras maneras de entender esto que nos ocupa, la Lengua sin bandismos, ni matones, ni bobas berreas cipotudas.
Las jornadas estaban dedicadas a la obra y memoria de Isabel Escudero, fallecida en 2017 pero vivísima en su obra. Este artículo no va a nombrar a su pareja, me lo impongo si me lo permiten. Qué necesario sigue resultando leer a Isabel. Acérquense a beber: / esta fuente no es de agua: / es de sed, escribía. Qué pertinente exactitud: Alfileritos te clavo / sin que lo sepas: / debajo de las palabras / se hace la guerra, no lo dudes Isabel, hay una pelea en el poder del nombrar, ¿qué otra cosa hacemos los poetas? «Carlos, tío, sé que te parecerá que se me va la olla pero es importante no dejar de contarlo». Fíjate qué belleza: Para que no sea del todo mía, / con tinta robada escribo / la poesía. Esta dimensión de carteristas de imágenes y formas ajenas está ahí, menos sacralidad en el ritual de escribir, por favor. Contémoslo, qué sé yo si sirve para algo. Tal vez, quizás, acaso: probablemente.
Lo del título me lo disculparán ustedes, he pensado que lo de la poesía iba a ser poco reclamo para el peatón accidental, lo es todo lo que cuesta un poco de esfuerzo, así que pensé que así se asomarían al texto por mera curiosidad o combustible para la indignación. No lo interpreten como un abuso.