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Antimilitarismo
¿Quién financia el asesinato de niños y niñas en Gaza?
Todos los crímenes de guerra que comete Israel contra el pueblo palestino se sustentan en cuatro pilares esenciales: son política de Estado, tienen plena impunidad otorgada por Estados Unidos, la compra de medios de comunicación les proporciona cortinas de humo desinformativas, y las fuentes de financiación de su maquinaria de guerra y ocupación están muy diversificadas.
Seguramente el primero de estos cuatro pilares sea el más terrible. Cuando en el resto del mundo la doctrina del shock -asociada normalmente a crisis financieras- significa “solamente” empobrecimiento y recortes de derechos sociales,en Palestina supone arrancar la vida a miles de personas de cuajo sin ningún miramiento. Cuanta más brutalidad y crueldad, mejor. “Ponemos el énfasis en la destrucción”. La retahíla de declaraciones públicas que para cualquier otro país serían objeto de enjuiciamiento inmediato en Israel es “política de empresa”. Es la “marca Israel”, probada en combate.
Marca Israel, probada en combate
Pero hay otro de esos cuatro pilares que ha dado un vuelco significativo en los últimos años: las fuentes de financiación del Estado-ejército de Israel. ¿Cómo se financia la barbarie?, ¿quién paga la costosísima estructura militar y los aviones que hacen posible estos crímenes? En última instancia: ¿quién pone el dinero para matar niños y niñas en Gaza? Junto a la “ayuda de EEUU” ‒oxímoron que se traduce en entregas de armamento hasta donde haga falta‒, Israel tiene un extenso catálogo de productos con cuya venta se financia. Y hay que reconocerlo, es una selección insuperable de todo a lo que el ser humano no debería dedicar ni un gramo de atención, ni un minuto de investigación y ni un céntimo de inversión.
Por cortesía de Israel los cielos de medio mundo se han cubierto de drones letales que sobrevuelan espiando y blindando fronteras (en el mejor de los casos), o asesinando selectiva o colectivamente (en el peor de ellos). Israel fabricó el 60,4% de todos los drones producidos en el mundo entre 1985 y 2014. Y su liderazgo en ventas se debe a su lema “probados en combate”, entendiendo por combate ataques a población civil en centros urbanos densamente poblados. La tecnología de securitización de fronteras, como cámaras conectadas a armas automáticas que disparan de forma autónoma y un sinfín de gadgets más, son otros de los productos con los que Israel se gana la vida. También la fama de Israel como potencia tecnológica es mundialmente conocida. Y gracias a eso tenemos softwares espías como Pegasus, que ayudan a gobiernos de muchos Estados a localizar y espiar a su ciudadanía disidente, defensoras de derechos humanos, periodistas, etc.
Menos conocida, pero no menos suculenta, es la extensa asistencia y asesoramiento militar de Israel a innumerables gobiernos autoritarios y “escuadrones de la muerte”. Tal y como ha documentado la Red Internacional de Judíos Anti-Sionistas, además de armamento y sistemas de espionaje, Israel les facilita formación en tácticas de control de población, técnicas de represión, etc. De nuevo, todo está testado en Palestina. A su modelo de negocio basado en generar y exportar violencia se le ha añadido algo novedoso en los últimos años: enormes yacimientos de gas submarinos frente a las costas de Israel y de Gaza.
Algo de luz y mucha oscuridad para Gaza
A 20 millas náuticas de la costa de Gaza, donde Israel se ríe del resto del mundo dejando pasar dos camiones diarios de combustible para abastecer a 2,3 millones de personas tras 45 días de bombardeos, existen reservas de gas suficientes para cubrir las necesidades de Palestina durante décadas y destinar una parte importante a la exportación. Un sueño de autosuficiencia y prosperidad al alcance de la mano de la población palestina, si no fuese porque Israel lo lleva impidiendo desde hace veinte años.
Una Palestina autosuficiente, rica y próspera ha sido negada por las sucesivas ofensivas militares, un bloqueo medieval ilegal por tierra, aire y mar los últimos 16 años y, en última instancia, por la confiscación de los yacimientos de gas por parte de Israel. Mientras el gas de Gaza sin explotarse, el pasado 29 de octubre, el ministro de Energía de Israel, Yisrael Katz, anunciaba la adjudicación de nuevas licencias de exploración gasística en la zona a seis petroleras. Entre ellas la inglesa BP (British Petroleum) y la italiana ENI. Hasta ese momento, más de 8.000 personas palestinas habían sido asesinadas, entre ellas más de 3.600 niñas y niños.
Estas dos empresas se unen a lo que lleva tiempo haciendo la estadounidense Chevron: sostener al Estado de Israel. Las concesiones se ubican al Este del mar Mediterráneo. Dos enormes yacimientos (llamados Leviatán y Tamar) explotados por Israel abastecen las necesidades energéticas del país y gracias a las exportaciones le suponen, una fuente esencial de financiación y de influencia económica y política sobre otros Estados de Oriente Medio e incluso de la Unión Europea. Mientras, los yacimientos palestinos, Gaza Marine 1 y 2, se encuentran confiscados por Israel desde hace 20 años.
Una Palestina autosuficiente, rica y próspera ha sido negada por la confiscación de los yacimientos de gas por parte de Israel
Sospechosamente, justo ahora que Israel está ocupando a sangre y fuego el Norte de Gaza con la imprescindible cobertura de EEUU, Biden acaba de anunciar el envío a la zona de su responsable en materia energética expresamente para tratar sobre las reºservas de gas palestinas. El ministro de Energía, Israel Katz, responsable también de las infraestructuras de agua, es el mismo que publicaba días antes, tras cortar completamente los suministros a Gaza: “¿Ayuda humanitaria a Gaza? No se encenderá ningún interruptor eléctrico, no se abrirá ningún grifo ni entrará ningún camión de combustible en Gaza hasta que los secuestrados por Hamas sean liberados”. Y lo está cumpliendo. Un castigo colectivo contra 2,3 millones de personas que constituye un crimen de guerra y de lesa humanidad.
En esa alternancia entre crímenes de guerra y negocios, Katz declaraba ‒mientras Gaza era arrasada‒ que BP y ENI han comprometido con Israel “inversiones sin precedentes” en la exploración de gas natural.
Primeros descubrimientos de gas en la zona
Hay que remontarse al año 2000 para recordar a Yasser Arafat anunciando el descubrimiento de los primeros yacimientos en la zona, justo frente a las costas de Gaza, que se llamaron Gaza Marine. El líder palestino, envenenado en 2004 por los servicios secretos de Israel, apuntaba entonces la posibilidad de un futuro próspero para su pueblo. La zona en que se encuentran se denomina la cuenca del Levante Mediterráneo, y contiene una de las reservas de gas en aguas marinas más grande del mundo, suficiente para abastecer a 100 millones de personas durante más de dos décadas. Sin embargo, como destaca el informe de Naciones Unidas “Los costes económicos de la ocupación israelí para el pueblo palestino: El potencial no realizado de petróleo y gas natural” estas enormes reservas energéticas no coinciden con las fronteras políticas de la región.
Estos yacimientos abarcan Palestina e Israel principalmente, y en menor medida parte de Líbano y Egipto. El informe apunta que al tratarse de un sistema subterráneo interconectado, dichas reservas deberían ser consideradas recursos compartidos, porque, “aquello que explota una de las partes disminuye la cuota de sus vecinos”, señala. Y concluye que deberían explotarse de forma conjunta, pero en base a una fórmula justa de reparto, “debiendo tener los palestinos una participación mayoritaria, no sólo en los yacimientos ubicados exclusivamente bajo su subsuelo sino en la parte de las reservas compartidas”. Nada más lejos de lo que ha sucedido en realidad.
A la vez que Palestina, Israel comenzó a realizar sus propias exploraciones hasta que entre 2009 y 2010, de la mano de una petrolera estadounidense con sede en Texas, Noble Energy, se fue confirmando la existencia de grandes reservas de gas explotables comercialmente en un yacimiento denominado Tamar. El proyecto requería de 3.000 millones de dólares para su desarrollo, que fueron aportados por bancos como JP Morgan y Citigroup de EEUU, o Barclays y HSBC de Reino Unido, entre otros. En 2012, los gestores de Tamar firmaron un contrato para suministrar gas a Israel por valor de 14.000 millones de dólares durante 15 años, ampliable hasta los 23.000 millones. Posteriormente, firmaron otro contrato más por 32.000 millones de dólares.
Ahora que Israel está ocupando a sangre y fuego el Norte de Gaza Biden acaba de enviar a su responsable en materia energética para tratar sobre las reservas de gas palestinas
Esto supuso una transformación radical en el plano energético para Israel, que hasta ese momento dependía mayoritariamente de las importaciones de gas y carbón. Importaba un 70% de sus necesidades de gas natural, de las cuales el 40% lo compraba a Egipto. En 2011, durante la primavera árabe y con la embajada de Israel en El Cairo literalmente en llamas, este suministro de gas se vio amenazado, lo que aceleró la construcción de las instalaciones de Tamar. En 2018, el yacimiento ya proporcionaba un 60% de la electricidad que consumía Israel. Y en 2020 la petrolera estadounidense Chevron compró Noble Energy. Aunque los yacimientos se encuentran mar adentro, la plataforma de procesamiento de Tamar está frente a la costa, a tan sólo 10 km al Norte de Gaza. Por eso, tras los ataques de Hamás del pasado 7 de octubre Chevron tuvo que detener la producción.
Tras el descubrimiento de Tamar llegó otro mucho mayor, al que llamaron Leviathan, cuyas instalaciones comenzaron a construirse en 2017, tras comprobarse que tenía reservas de gas suficientes para satisfacer el consumo de Israel durante 40 años. En 2020 inició su producción, dando el vuelco definitivo al panorama energético de la región, pasando Israel de ser una isla energética totalmente dependiente del exterior a ser un exportador neto.
Las exportaciones se dirigieron principalmente a Egipto, con quien Noble Energy, ahora Chevron, y accionista tanto de Tamar (30%) como de Leviatán (40%), firmó contratos de suministro de gas por un periodo de 15 años. El entonces ministro de energía de Israel lo denominó “el acuerdo más importante con Egipto desde los acuerdos de paz de 1979”. Irónicamente, el gas se enviaba por el mismo gasoducto construido en 2008 para suministrar gas de Egipto a Israel, que en 2012 tras los descubrimientos del Mediterráneo fue transformado para dirigir los flujos en sentido inverso. También Jordania, que depende totalmente de las importaciones para su abastecimiento energético, firmó contratos similares para asegurarse el suministro por un periodo de 15 años. La posición de fuerza de Israel sobre sus vecinos crecía sustancialmente y justifica en gran medida la inacción de Egipto ante el drama actual.
En junio de 2022 Ursula von der Leyen anunciaba la firma de un acuerdo para importar gas de Israel, como alternativa al suministro de gas ruso. El transporte se realizaría por el mismo gasoducto que transcurre bajo las aguas mediterráneas frente a Gaza (sin pagar los correspondientes derechos) y que suministra a Egipto, donde se transformaría en GNL y de ahí seria transportado en buques a Europa. Aparte de los ingresos, supondría reforzar las relaciones de Israel con una UE cada vez más ávida de gas. Los intereses energéticos han dado una capacidad de presión adicional de Israel a algunos de sus socios. En julio de 2023 los socios de Leviathan acordaron iniciar la construcción de un tercer gasoducto para conectar los yacimientos con la plataforma de transformación, a 10 km de la costa, con la intención de impulsar las exportaciones de gas a la UE.
La esperanza frustrada de Gaza: Gaza Marine
Entretanto, el yacimiento de Gaza Marine ha seguido con todo su potencial sumergido bajo las aguas, frente a las costas de un territorio que en este momento no tiene acceso a ningún tipo de combustible, y cuando lo han tenido durante los últimos quince años ha sido bajo un estricto racionamiento a la pura discrecionalidad de los diferentes gobiernos de Israel.
Las autoridades palestinas reclamaron la explotación de los recursos naturales marinos hasta las 200 millas náuticas que reconoce la legislación internacional, pero en los acuerdos de Oslo de 1995 les fue reconocida únicamente la soberanía sobre 20 millas. Aunque escasas, fueron suficientes para mantener una cierta actividad pesquera y para explorar potenciales reservas de gas. En 1999 la Autoridad Nacional Palestina inició las prospecciones mediante una concesión por 25 años a la petrolera inglesa BG Group (comprada posteriormente por Shell). El acuerdo preveía que la petrolera se quedaría con el 90% de los resultados y Palestina con un 10%. Pronto se confirmó la existencia de un importante yacimiento, Gaza Marine, y se aprobó un proyecto para llevar el gas hasta la costa de Gaza. Las reservas encontradas eran suficientes no sólo para satisfacer completamente las necesidades energéticas de Gaza sino para generar además un volumen de exportaciones muy sustancial, que sería una fuente de ingresos crucial para los territorios palestinos.
En el marco de los acuerdos de Oslo, las autoridades de Palestina e Israel entendieron el beneficio común de que Gaza pudiera explotar los yacimientos suministrando el gas producido a Israel. Sin embargo, varias petroleras israelíes y la estadounidense Noble fueron obstaculizando los acuerdos hasta que en 2001 el nuevo primer ministro, Ariel Sharon, prohibió la compra de gas procedente de Gaza. En 2007, con un nuevo gobierno en Israel, se alcanzó un acuerdo con la Autoridad Nacional Palestina por el que Israel compraría gas palestino por valor de 4.000 millones de dólares anuales a partir de 2009.
Tras la victoria de Hamás en las elecciones legislativas de 2006 y su gobierno efectivo de la franja de Gaza a partir de 2007, el acuerdo empezó a cuestionarse. Hamás quería revisar al alza el 10% de los resultados que correspondía a los palestinos en los acuerdos originales, y el gobierno de Israel puenteó a las autoridades palestinas negociando directamente con la parte privada del consorcio que explotaría el yacimiento, proponiendo pagar el gas en lugar de con dinero mediante entregas de productos. Con la operación “plomo fundido” lanzada por Israel en 2008 las negociaciones se rompieron definitivamente e Israel tomó el control efectivo de las aguas jurisdiccionales de Palestina, militarizando la costa y confiscando los yacimientos de Gaza Marine. De facto, los campos de gas de Gaza parecen haber sido integrados, contraviniendo la legislación internacional, con los adyacentes campos israelíes, que desembocan en la terminal de Ashkelon, en las cercanías de la frontera Norte de Gaza.
Así, durante los 23 años desde su descubrimiento, Gaza ha sido privada por completo de sus propios recursos energéticos, lo que unido al bloqueo ilegal iniciado en 2007 y que dura ya 16 años, ha sometido a la población a un estado de miseria y necesidad insoportables. Hace ya tiempo que Naciones Unidas declaró a Gaza como territorio inhabitable en pocos años. Y eso antes de la actual y más brutal campaña militar israelí de devastación de la franja. No es descartable que tras el intento de anexión del Norte de Gaza por Israel se encuentre el consolidar el dominio sobre las reservas de gas palestinas.
Es difícil imaginar cómo sería la vida en Gaza de haber podido aprovechar esos recursos naturales. Pero para muchos palestinos ya es tarde, especialmente para los miles de niñas y niños asesinados por Israel. Pese a tener unas enormes reservas de gas frente a sus costas, no conocieron un solo día en su vida sin restricciones de energía, racionamiento de agua y comida, e incluso de los materiales más básicos para la reconstrucción de una vida digna tras cada episodio de destrucción por parte de Israel.
Naciones Unidas ha realizado estimaciones de lo que ha dejado de percibir el pueblo palestino por los recursos que Israel le ha impedido disfrutar. Además del gas de Gaza, en los territorios ocupados de Cisjordania se encuentra un yacimiento de petróleo, Meged, que se estima que contiene reservas de unos 1.500 millones de barriles. A precios actuales su valor supera los 120.000 millones. El campo es explotado por Israel desde hace años, sin ningún tipo de compensación a Palestina, contraviniendo la legislación internacional puesto que el 80% se ubica en territorio palestino. Y no es sólo la energía: recursos como el agua o las tierras de cultivo son objeto de un expolio similar. Las prácticas de Israel son una enseñanza de lo que sería el peor camino para gestionar un reparto justo de los recursos en un planeta finito. Es un modelo de las formas más extremas de expolio y acaparamiento de recursos, de racionamiento punitivo, de maltrato colectivo y de apartheid. Todo eso antes del genocidio en curso que está sucediendo ante nuestros ojos con absoluta impunidad.
En los territorios ocupados de Cisjordania se encuentra un yacimiento que contiene reservas de 1.500 millones de barriles de petróleo. Es explotado por Israel desde hace años, sin ningún tipo de compensación a Palestina
Enfrentar esta situación es imprescindible por humanidad, moralidad, legalidad y para evitar que este modelo sea el que se extienda. Si se deja actuar a un estado así, será mucho más difícil impedir que otros lo hagan.
¿Qué se puede hacer?
Si el ministro que priva de lo imprescindible para la vida a 2,3 millones de personas afirma que “los inversores activos y comprometidos con un país en guerra deben ser respetados y apoyados”, la sociedad tiene mecanismos para responder como la campaña BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones). Es un movimiento de liderazgo palestino por la libertad, la justicia y la igualdad “que sostiene el principio elemental de que las y los palestinos tienen los mismos derechos que el resto de la humanidad”.
Resulta muy interesante conocer los principios, objetivos y posibilidades de acción desde la sociedad civil, ya sea individual o colectivamente. Todas y todos los que queremos poder dar una respuesta cuando nuestros hijos nos pregunten el día de mañana “¿y tú qué hiciste? podemos participar en esas campañas, apoyar, aportar información, ideas, etc. Es crucial exigir acciones a los gobiernos contra el propio estado de Israel, poner en marcha la S de Sanciones, pero también es importante dirigirse a las empresas e inversores que colaboran en sustentarlo.
Por ello, siguiendo la estela de Chevron, empresa que está siendo vital para el sostenimiento económico y político de Israel, BP y ENI deberán estar en el foco por su apuesta en la misma dirección. Por la D de Desinversión podrá llamarse a las desinversiones, que en casos extremos como el fabricante de armas Elbit Systems terminan por hacer que bancos y fondos de inversión se retiren de las empresas y les cueste más financiar su actividad.
Por la B de Boicot, cuando millones queramos repostar nuestro vehículo, contratar un servicio energético o incluso poner unos paneles solares, si quien lo ofrece es BP o ENI deberemos recordar la estrecha vinculación que existe entre el genocidio que sufre Palestina, especialmente sus niños y niñas, y estas empresas que con sus negocios cimentan al estado de Israel.
El genocidio en Gaza es tan evidente, que BP y ENI tienen argumentos suficientes para, si tienen voluntad, desistir de estas nuevas concesiones de gas y evitar situarse en el foco de campañas en su contra que acabarían siendo masivas y a nivel mundial.