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Colonialismo
Vox, Bartolomé de las Casas y la izquierda occidentalizada: Una lectura latinoamericana
A mediados del siglo XVI, durante el reinado de Carlos V tuvo lugar la disputa que conocemos en la historiografía como el debate de Valladolid, allí se exponían las dos posiciones en disputa sobre la gestión del proceso de conquista/colonización/cristianización del continente indoamericano. La lógica de este debate la representan los argumentos de Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. Sus diferencias, aunque formales, no discrepaban en el fondo, ya que ninguno cuestionó el consenso colonizador ni la empresa de evangelización, ambos terminaron validando los procesos de desposesión ya que su distancia consistía en el cómo y no en el qué.
En siglo XXI, bajo el reinado de Felipe VI la lógica sigue siendo la misma, no se cuestiona el orden colonial, tan solo sus formas. Las derechas y las izquierdas peninsulares hoy discuten como si de Sepúlveda y Las Casas se tratara, solo que ahora lo hacen con la retórica salvacionista de la democracia occidentalizada. Esto representa una dificultad mayúscula, para las izquierdas occidentalizadas, a la hora de interpretar el avance de la extrema derecha, tanto como para plantar cara a su programa. Se trata de una discusión que ahora protagonizan Santiago Abascal y Pedro Sánchez o Felipe Gonzalez y Rodriguez Zapatero.
El consenso colonial de Valladolid estableció, desde entonces, el orden discurso y los campos de posibilidad en el que se producen los enunciados sobre América Latina, por ejemplo, con frecuencia se repite desde el mundo de las izquierdas occidentalizadas que en los últimos años América Latina, y en particular Venezuela, se ha convertido en un tema de política interna del Reino. Una idea que pretende hacer comprender que hasta el 15M y la aparición de PODEMOS, la región latinoamericana era solo una cuestión de política exterior. Es decir, las diferencias que, en apariencia, pudieran tener los dos partidos del régimen 78 en torno a la política interna no afectan, ni eran afectadas por la política exterior. Un contexto donde el discurso del iberoamericanismo enmascaraba el consenso colonial con el que el Reino marca sus relaciones con la región, dejando de lado que la política exterior, como cuestión de estado, ha estado atravesada por la cuestión colonial. Este consenso sobre el papel de América Latina en la política interna del Reino supone parte de los consensos coloniales.
El consenso colonial oculta que América Latina siempre ha sido una cuestión de política interna, lo que expresó con total claridad hace más de una década J. M. Paz Gago “España es un territorio fronterizo entre Europa y América Latina”. Para el Reino de España la cuestión latinoamericana es una cuestión colonial que le permite posicionarse en la geopolítica mundial desde la subordinación que ofrece, sin miramientos, la élite de la región. Ahora bien, si América Latina ha sido siempre una cuestión de política interna, otra cosa es que América Latina fuera cuestión de política electoral, situación que tiene sus primeros síntomas durante los primeros años del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, y que se radicaliza con el cuestionamiento inicial al régimen del 78 que supuso la aparición de PODEMOS en el horizonte de la política del Reino.
La importancia de América Latina para la política interna es evidente cuando se evalúa la economía del Reino, según datos presentados, en septiembre de 2019, por El País la región representa cerca del 25% de las operaciones de las empresas del IBEX 35, con una inversión que alcanza el 20% del PIB nacional, una lista en la que destacan en los primeros lugares el Grupo Santander, el BBVA y Telefónica. De modo que cuando desde el lado izquierdo del arco parlamentario se denuncia el papel que el IBEX 35 juega en la política interna, no es conveniente olvidar que no se trata solo de cómo se gestiona la economía y la política del Reino puertas adentro y como el trabajador peninsular termina llevándose la peor parte, sino de cómo en pro del interés “nacional” se gestiona la relación con América Latina. Estos números vienen a cuenta porque resulta problemático que se denuncie la violencia de las políticas del IBEX 35 para los congéneres de Reino olvidando los procesos de despojo que en nombre de las empresas peninsulares se realizan en América Latina.
Lo mismo para cuestiones como que a J.M Aznar no se le hizo comparecer para dar explicaciones sobre su presunta vinculación con el golpe de estado que tuvo lugar en Venezuela durante el mes de abril del año 2002, y ni siquiera lo hizo para dar explicaciones sobre su reconocimiento al gobierno de 48 horas surgido del golpe de estado, un reconocimiento que se hizo siguiendo lineamientos de su socio George W. Bush. Por ello cuando hoy el PSOE siguiendo la línea de Trump, termina por reconocer a Juan Guiado como “presidente legítimo” de Venezuela, y da cuenta de su absoluta incapacidad para gestionar en la opinión pública que uno de los ministros del gobierno se reuniera con la titular de la Vicepresidencia de ese país, lo que queda demostrado es que la izquierda occidentalizada resulta incapaz de proponer alternativas reales a los marcos coloniales que impone la extrema derecha.
A este punto es buen momento para recordar al gobierno del Reino lo que significó política, electoralmente y en vidas humanas seguir a pie juntilla la política intervencionista y guerrerista de George W. Bush, no sea que por seguir los pasos de D. Trump en América Latina transiten caminos trágicamente ya andados.
El problema, entonces, no es la extrema derecha, sino como la izquierda occidentalizada españolista, regionalista, soberanista e incluso a veces hasta independentista, evitan enfrentar la lógica colonial con la que el Reino de España se relaciona con América Latina. Un fenómeno que se acrecienta en la medida que Venezuela dejó de ser solo un tema de política interna y se convierte en un tema de política electoral, una cuestión que les obliga a pedir perdón cada vez que intentan matizar el relato que se ha impuesto sobre la Venezuela de Hugo Chávez.
Los más hábiles se hacen mano, en su afán de no cuestionar el marco impuesto por la extrema derecha, de la crítica al extractivismo en la región, pero no del papel de REPSOL en éste, ya que esto supondría cuestionar el consenso colonial. Así, como en una orilla se denuncia el papel de los fondos buitres en la precarización de la vida al interior del Reino, mientras nada se dijo, ni se dice, sobre los tiempos en los que la línea área Iberia (cuando aún pertenecía al Estado del Reino) quebró y desmanteló la aerolínea bandera venezolana (VIASA) durante la década de los noventa, un lucrativo negocio surgido de la amistad entre Felipe González y Carlos Andrés Peréz, y que junto a otras operaciones en América Latina sirvieron a Iberia para solventar los problemas financieros que atravesaba. Se trata de unas “izquierdas” que, en el mejor de los casos, se posicionan condescendientemente, como Bartolomé de las Casas y cuestionan los desmanes de los encomenderos (cuando lo hacen), pero no la encomienda.
Tras 20 años de la llegada de gobiernos “progresistas” en América Latina, al inicio de la legislatura del primero gobierno de coalición en la historia política de Reino, un gobierno que se define a sí mismo como coalición “progresista”, y con una opinión pública en la que se impone la preocupación por cómo la derecha representada por PP y C´s es arrastrada al marco programático de VOX, y se presenta a este último como el ideal adversario de Pedro Sánchez, lo que viene ocurriendo es la total invisibilización de las tematizaciones compartidas sobre América Latina, que cuando se trata de ésta la cuestión colonial y los intereses del IBEX 35 son comunes para la mayoría del espectro político representado en el arco parlamentario, la beligerancia de unos y los silencios de otro terminan en complicidad.
Pero, si hasta hace unos años América Latina no tenía lugar en la política electoral, con su introducción a este campo las “izquierdas” del Reino se ven enfrentadas a tener que tomar posición, por un lado si aceptan el marco de la extrema derecha se encuentran obligadas a decidir si suscriben o no el programa político de un Evo Morales o un Hugo Chávez, o suscriben la “democracia”, es decir, deben responder a la pregunta de si son Bolivarianos-Castro-Chavistas o demócratas europeos. Por el contrario, si se sitúan en la posición de decidir si quiebran o no el consenso colonial, es decir quebrar el marco del debate entre Sepúlveda y Las Casas, se abriría un escenario inédito en la historia del Reino, uno que no solo tiene impacto en el tipo de relación que se establece con América Latina, sino que tendría profundas implicaciones para la vida en la península.
Las izquierdas occidentalizadas del Reino deben decidir si seguir el camino de la izquierda francesa que terminó apoyando la invasión de Argelia o posicionarse desde otro marco, es decir, si siguen la senda de la derecha u optan por disputar el relato desde otro lugar. Así, el problema no es cómo VOX arrastra a las derechas, sino cómo las izquierdas occidentalizadas se ven imposibilitadas, por ahora, para enfrentarse al consenso colonial, una imposibilidad que se sostiene porque durante los últimos 20 años han sido cómplices del lavado de cara a la extrema derecha venezolana en especial, pero a la Latinoamericana en su conjunto.
Un lavado de cara que recientemente se expresa en el “incidente” diplomático entre el Reino y la aún República Plurinacional de Bolivia, el mismo gobierno en funciones que reconoce a J. Guiado en nombre de la democracia, guarda silencio sobre la defensa de la democracia en Bolivia, donde tras un golpe de estado se terminó con la salida de Evo Morales de la presidencia y su posterior exilio. El anclaje de la izquierda occidentalizada al consenso colonial no les permite plantar cara a la extrema derecha latinoamericana, y en consecuencia a sus socios en el Reino, no se dan cuenta que el “incidente” con un gobierno salido de un golpe de estado sigue el patrón que la extrema derecha venezolana inauguró cuando en 2002, durante el golpe de estado en Venezuela, ésta asaltó la embajada de Cuba en Caracas. Estas “izquierdas” del Reino que pretenden ser equidistantes ante lo que ocurre en Venezuela no han entendido que la internacionalización del conflicto implica la internacionalización de la extrema derecha venezolana, y al aceptar abrirles las puertas del Reino lo que hacen es darle paso a la extrema derecha propia.
Dicho esto, el problema no es VOX, este partido es un síntoma, una cuestión aparencial, lo fundamental es que luego de dos décadas compartiendo el marco que la derecha española impuso sobre los gobiernos progresistas, la izquierda occidentalizada lo único que hacía era, como se señaló antes, lavar la cara de la extrema derecha latinoamericana, por lo que con ello allanaron el camino a la extrema derecha interna, dejando que ésta colonizara el discurso sobre la región, imponiendo así el marco racista que hoy se extiende a otros campos de la política del Reino. Bien harían en caer en cuenta que con VOX se refuerzan las palabras de Aimé Césaire quien, en su discurso sobre el colonialismo, a mediados del siglo pasado ya alertaba sobre que una Europa que permite y se hace cómplice de las atrocidades que ocurren en las colonias, que no es capaz de romper el consenso colonial que, como decimos hoy, se impone sobre el sur global, lo que hace es cultivar su monstruo interno, su Hitler...