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Educación
Educación y fascismo: ¿seguiremos haciendo matemáticas en Gotinga?
El actual discurso de odio de la extrema derecha contra la diversidad, la multiculturalidad o el pluralismo político, y sus intentos de controlar lo que se enseña y lo que se investiga suponen una amenaza tanto para la convivencia como para el desarrollo de la actividad científica y la calidad de la educación.
EL ACTUAL CLIMA DE ACOSO CONTRA EL PROFESORADO
“A esto lleva el adoctrinamiento en las aulas: Unas feminazis enloquecidas han dado una paliza a tres niñas por no tragarse sus malditas imposiciones. ¡Basta ya de perturbar las cabezas de nuestros adolescentes con doctrinas totalitarias!” Con mensajes como este, que, además, está basado en una noticia falsa, la extrema derecha de nuestro país ha puesto a los profesores en el centro de la diana. Se trata de una incitación al odio que va mucho más allá de las campañas de desprestigio contra los docentes a las que nos tienen acostumbrados los medios cuando señalan a este colectivo como el principal culpable de los problemas educativos. En la escuela (pública, que es la que odian), se “adoctrina” a los niños en lo que ellos llaman la “ideología de género” y el “marxismo cultural”.
De esta manera, la formación política que preside Abascal, con la connivencia de PP y Ciudadanos, está intentando que las familias perciban como sospechosas las actividades que se organizan en los centros educativos, y ganar así más apoyos para su medida del veto parental, que ellos denominan “PIN parental”. Esta propuesta, que consiste en obligar a los docentes a solicitar previamente la autorización por escrito de las familias para la realización de actividades complementarias que no requieren la salida de los estudiantes del centro educativo, hacía referencia inicialmente solo a las actividades sobre educación afectivo-sexual y feminismo y, tras el congreso de Vistalegre, se hizo extensible a “cualquier actividad con contenidos de valores éticos, sociales, cívicos, morales o sexuales”. El objetivo no es otro que intimidar al profesorado para que limite el tratamiento de estos contenidos, que son obligatorios por ley y forman parte del currículo oficial de distintas asignaturas, y dar cobertura legal a aquellas familias que niegan el derecho a la educación de sus hijos en estos contenidos, sobre todo en los valores democráticos de respeto y la tolerancia hacia la diversidad. Es importante señalar que la necesidad de una autorización de las familias para que los estudiantes menores de edad puedan salir del centro educativo para realizar una actividad extraescolar ya existe en nuestro sistema educativo. Lo que propone la medida del veto parental de Vox es que esta autorización sea necesaria también para actividades que se llevan a cabo dentro del centro y en horario lectivo.
A pesar de que esta formación no gobierna en ninguna de las comunidades autónomas, que son las administraciones que tienen transferida la competencia en Educación, ya se notan los efectos de esta campaña de odio, sobre todo en las comunidades en las que PP y Ciudadanos están necesitando para gobernar el apoyo de Vox. El acuerdo para investir a Juanma Moreno en Andalucía supone la implantación del veto parental, “permitiendo que los padres puedan excluir a sus hijos de la formación no reglada por actividades complementarias o extraescolares cuando sean contrarias a sus convicciones” y el acuerdo para la aprobación de los presupuestos andaluces para el 2020 ya habla explícitamente del “establecimiento de una autorización expresa de las familias para la participación de sus hijos en actividades complementarias”. El gobierno de Murcia también ha cedido a las presiones de Vox para que “haya libertad por parte de los padres de poder autorizar o no a sus hijos cuando le imparte una charla alguien que es ajeno al docente". Y el gobierno del PP de la la Comunidad de Madrid, aunque niega explícitamente que se vaya a establecer el veto parental en esta comunidad, además de poner trabas burocráticas adicionales para poder organizar este tipo de actividades, contempla reforzar las labores de la Inspección de la Consejería de Educación para prevenir el “adoctrinamiento político en las aulas”.
Aunque la ministra de Educación ha anunciado que denunciará en los tribunales el veto parental por incumplir la legislación vigente, lo cierto es que estas actuaciones de los gobiernos autonómicos, junto con las presiones organizadas por colectivos como Hazte Oír, que ha llegado a publicar listas de “centros que adoctrinan” y enviado masivamente documentación homófoba a centros y familias, y la confusión acerca de la legislación, están haciendo ya que los profesores se cuiden más de proponer actividades con expertos sobre educación y diversidad afectivo-sexual o violencia de género, entre otras, para evitar problemas. También se están sucediendo casos intolerables de acoso contra trabajadoras que imparten este tipo de talleres al ser señaladas por Vox mediante bulos. Además de los profesionales de la educación, los perjudicados de todo esto están siendo los estudiantes y, por ende, toda la sociedad.
Los reaccionarios buscan apoderarse de la enseñanza para utilizarla como herramienta en el modelo hobbesiano de sociedad que tienen como idea. Otro claro ejemplo lo tenemos en Brasil, donde el movimiento “Escuela Sin Partido”, que ganó espacio a partir de 2016 con la llegada al poder de Michel Temer y que ahora goza del apoyo del gobierno de Bolsonaro, trabaja para marginar el legado pedagógico de Paulo Freire de las escuelas brasileñas y ejercer un control ideológico sobre los profesores y los contenidos tratados en clase, bajo amenazas de sanción e, incluso, de prisión. El objetivo son los profesores “de izquierdas”.
Estos sectores reaccionarios saben que, para el control ideológico de la educación, es mucho más importante hacer purgas de profesores que escribir los idearios de los centros.
Y esta es la idea que, en el fondo, está detrás del impulso que los partidos de derechas están dando a la educación concertada. Al contrario que en la educación pública, donde el profesorado es elegido mediante un concurso-oposición que incluye duros exámenes, en los colegios con concierto educativo, al ser privados, esta selección se realiza sin transparencia ni exámenes. Así se evita, como ocurre en la pública, que entren profesores de todas las ideologías.
Una idea similar está detrás de proyectos como el Bachillerato de Excelencia de la Comunidad de Madrid. En este caso, aunque sí se trata de centros públicos en el que los profesores son funcionarios, en el centro donde se inició de forma pionera este experimento se pervirtió la palabra excelencia hasta el punto de que los profesores se eligieron “a dedo” y se les presionó para que aprobaran a los estudiantes que estaban suspensos, instaurando así el modelo de la concertada en un centro público. Es evidente que, cuando los criterios de selección del profesorado y del personal investigador se basan en prejuicios tan arbitrarios como los de los centros privados, concertados o no, además de cometer grandes injusticias, no se está escogiendo a las personas mejor preparadas para el puesto.
Pero no estamos hablando únicamente de un problema de meritocracia y valores. Desde el punto de vista de la producción de conocimiento, la cantera de nuevos investigadores e intelectuales debe fomentar el espíritu crítico y abierto para que la ciencia pueda tener futuro. Las ideas reaccionarias y conservadoras históricamente han hecho mucho daño a la ciencia libre.
SIN DIVERSIDAD, LA CALIDAD DISMINUYE ESTREPITOSAMENTE
Es de sobra conocido que, a pesar de que Alemania fue el país donde más rápidamente se discutieron y aceptaron los trabajos de Einstein, el debate científico sobre la aceptación de las teorías especial y general de la relatividad en ese país no estuvo al margen de la influencia política, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. El mismo Einstein se dio cuenta de que parte de la oposición frontal con la que se encontraron sus teorías tenía una motivación que nada tenía que ver con asuntos puramente científicos. Después de todo, Einstein era conocido por su pacifismo, su compromiso con los valores democráticos y sus ideas de izquierda de tolerancia con el diferente, además de venir de familia judía. Era, por tanto, un chivo expiatorio perfecto para sus compatriotas más reaccionarios, que estaban frustrados por la derrota de Alemania en la guerra y por el triunfo posterior de la Revolución de Noviembre en ese país.
Sin duda, es el caso alemán el ejemplo más llamativo de un sector científico, el más potente del mundo, que acabó prácticamente desmantelado por culpa de la intolerancia de la extrema derecha.
Hay una anécdota bastante conocida entre los matemáticos acerca de la conversación que tuvieron, durante un banquete, el gran matemático David Hilbert y el ministro de Educación nazi, Bernard Rust, en 1934. Una de las primeras medidas que habían tomado los nazis cuando llegaron al poder fue prohibir a judíos y comunistas ser profesores. Grandes científicos de la talla de Emmy Noether, Richard Courant o Hermann Wey fueron despedidos. Cuando Rust pregunta a Hilbert que cómo marcha el Departamento de Matemáticas en Gotinga ahora que está libre de la influencia judía, Hilbert le responde que ya no se hacen matemáticas en Gotinga. La intolerancia de la extrema derecha había acabado con la universidad que, desde los tiempos de Gauss, había sido el sitio más puntero del mundo para la investigación en matemáticas, además de uno de los lugares con mayor libertad de cátedra y menor desigualdad de acceso entre ricos y pobres. Los reaccionarios estaban demostrando que pueden tomar la ciencia y la educación como herramienta para la represión de las ideas y de las libertades.
El caso de España es diferente, ya que nuestro país, desde que existe, nunca ha disfrutado de las condiciones estructurales y de tolerancia necesarias para el florecimiento de la ciencia. La ausencia de diversidad entre nuestros sabios, filósofos y literatos nos hizo a los españoles vivir “durante siglos recluidos en nuestra concha, dando vueltas a la noria del aristotelismo y del escolasticismo y desdeñosos (con excepción de pocos paréntesis) del poderoso movimiento crítico y revisionista que impulsó en Europa a las ciencias y a las artes”, como denunció el premio Nobel de Fisiología y Medicina, Santiago Ramón y Cajal en su discurso de ingreso a la Academia de Ciencias en 1897. De acuerdo con el punto de vista de Cajal, el hecho de que nuestro país hubiera hecho tan pocas contribuciones notables a la ciencia desde el siglo XVII hasta finales del XIX no se debe a que en España hubiera poca actividad científica durante este periodo, sino fundamentalmente a que en las universidades españolas se trabajó dentro del marco teórico de paradigmas científicos obsoletos: en Física predominaba el aristotélico, adoptado por los escolásticos; en medicina, el de Galeno; y en astronomía el de Ptolomeo, por poner algunos ejemplos. Tal y como podemos leer en «La Modernización Científica en la España del siglo XIX» (2008), de Enrique García Camarero, “Fuera de los marcos teóricos modernos, al margen de las orientaciones filosóficas abiertas en la Europa del siglo XVII y sin practicar el conjunto de métodos de investigación instaurados en el resto del continente, los maestros españoles quedaron al margen de la evolución del pensamiento y desarrollo científico europeo”.
Cajal, al frente de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) desde 1907, impulsó la investigación científica en nuestro país acabando con el aislamiento de nuestros investigadores de los del resto de Europa y América. Pero el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la larga dictadura, echaron por tierra todo este trabajo. En 1937 Franco disolvió la JAE y creó el CSIC, institución controlada por el Opus Dei, para colocar la “vida doctoral bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María”. Se hizo una brutal limpieza ideológica. De los 580 catedráticos que había, 20 fueron asesinados, 150 expulsados y 195 se exiliaron. Estamos hablando de grandes científicos de la talla de Blas Cabrera, Luis Santaló, Enrique Moles, Ignacio Bolívar, Odón de Buen o Antonio García Banús.
Aunque en las cuatro décadas de democracia han mejorado mucho las cosas, la investigación científica en España todavía está lejos de poder desarrollarse en buenas condiciones. La corrupción sigue pareciendo un problema endémico de las instituciones públicas. Los cargos públicos tienden a patrimonializar su posición privilegiada y a usarla en beneficio propio o de sus allegados, creando redes clientelares. La situación se ha reproducido en el sector científico (no solo en España). El enchufismo y la selección a dedo de personal en las universidades y centros de investigación es algo rutinario y muchos grupos y unidades de investigación malversan fondos públicos de forma habitual. La competitividad se impone, y falsear resultados para obtener subvenciones se presenta como una suerte de “la fiscalía te lo afina” del mundo científico.
En este contexto, sigue siendo todavía muy difícil disponer de ambientes de trabajo seguros que acaben con la discriminación de los colectivos más vulnerables. Algunos “métodos de contratación” continúan perpetuando en colegios privados, universidades y organismos de investigación una discriminación tan arbitraria como la que siempre ha practicado la extrema derecha. Se trata de una injusticia que pone palos en las ruedas al desarrollo científico y a la calidad de la educación. En estos tiempos, no nos quedará otra que seguir luchando de forma organizada, tanto a nivel sindical como mediante asociaciones que defiendan e impulsen la diversidad en el ámbito científico y educativo. Seguir defendiendo la educación pública se convertirá en nuestras “matemáticas en Gotinga”, un tesoro que tanto sacrificio ha costado edificar y que tan ferozmente está siendo atacado por los enemigos de la democracia y de la libertad de pensamiento. La intolerancia, sea del tipo que sea, es incompatible con la excelencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Bimbi, Burno (2017): El fin del armario. Lesbianas, gays, bisexuales y trans en el siglo XXI. Marea Editorial.
- García Camarero, Enrique & Ernesto (1970): La polémica de la ciencia española, Alianza Editorial
- García Camarero, Enrique (2008): «La Modernización Científica en la España del siglo XIX», Contribución al Congreso Historia y Ciencia 2008, Universidad Carlos III de Madrid.
- Lane, Saunders Mac (1995): "Mathematics at Gottingen under the Nazis". Notices of the AMS. 42 (10): 1134–38.
- Mayoral, Juan Luis & Martos, Manuel (2014): Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950).
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Que no. Que es al reves. Que la derecha no dice que quiera controlar. Que lo que dice es que decidan los padres. Los que quieren control por parte del gobierno son las ultraizquierdas. Lo sabéis pero os encanta tergiversar las cosas.
yo solo quiero ver que pasara si gobierna la derecha, todos en masa a pedir el pin parental
Pero, ¿no deciden los padres al elegir la escuela? Pública o privada. La pública con la igualdad, tolerancia y respeto constitucionales, y la privada, con sus propios criterios. Lo que hace la derecha es imponer su sesgo moral y religioso.
¿Y si los padres son terraplanistas? ¿Tenemos que pagarle un sueldo a un profesor para que les enseñe a los niños que la tierra es plana porque sus padres quieren trasmitirles esos valores?
Mira, yo se que esto no suena bien, pero haber inseminado a una mujer o haber dado a luz no te convierte en un experto en educación. Los expertos en educación son los que dan clase.