Opinión
Teatro feminista, un binomio peligroso

El proyecto No solo duelen los golpes, que Pamela puso en marcha en 2004, parte de una experiencia personal de violencia machista con su pareja de los 12 a los 18 años. La autora de este artículo ha acompañado el proyecto de Pamela Palenciano desde 2006.

28 ene 2020 15:15

Desde hace ya unos años mi compañera de asociación, de proyecto y de vida, Pamela Palenciano, viene sufriendo ataques cada vez más furibundos por parte de la ultraderecha. Son ataques cargados de prejuicios, de estereotipos, de un odio que no esconde otra cosa que un profundo miedo. Pero ¿a qué tienen miedo? ¿Qué es lo que resulta tan peligroso y pernicioso para las criaturas? ¿Qué es lo que hay que impedir que escuchen? ¿Por qué?

El proyecto No solo duelen los golpes, que Pamela puso en marcha en 2004, parte de una experiencia personal de violencia machista con su pareja de los 12 a los 18 años. El proyecto, que empezó siendo una exposición fotográfica y ha acabado convirtiéndose en un potente y extraordinario monólogo teatral, desvela los mecanismos ocultos de la violencia machista y de cualquier violencia que se apoye en los privilegios.

Desde el año 2006, he tenido la fortuna de acompañar este proyecto y es por ello que, en estos momentos en que tanto se está cuestionando su pertinencia, siento la imperiosa necesidad de compartir la transformadora experiencia que me ha supuesto personal y profesionalmente, acompañar a los monólogos No solo duelen los golpes y Dulce compañía, dos proyectos de teatro social feminista excepcionales.

Creo que, ante tanta tergiversación, es importante que mostremos las herramientas que este tipo de proyectos utilizan para lograr que el público joven entienda, desde la emoción y las entrañas, qué esconde la violencia, cuál es su raíz y cómo enfrentarse a ella. Y el teatro es la principal de esas herramientas.

Lamentablemente, mi acercamiento al teatro ha sido tan sólo como espectadora, eso sí como espectadora privilegiada. Y desde esta posición quería compartir mi experiencia.

En el año 2007 desde la asociación Nosotras en el Mundo a la que pertenezco, pusimos en marcha el proyecto de prevención y sensibilización contra los abusos sexuales a través del monólogo teatral Dulce compañía. El proyecto fue apoyado por la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid y así comenzamos por producir la obra y ofrecerla después a distintas instituciones de la Comunidad. Nuestro principal objetivo era permitir que aflorasen situaciones de abuso silenciadas, dando voces a mujeres que las hubieran sufrido y favoreciendo la reflexión colectiva. Las representaciones mayoritariamente se realizaron con público adulto en espacios promovidos por agentes de igualdad o por puntos de atención a la violencia machista, aunque también conseguimos algunos pases en salas de teatro alternativas.

Nos preparamos con la asociación Mujeres para la salud para afrontar todas las situaciones que pensábamos que nos podrían surgir. Yo acompañé cada una de las representaciones del monólogo —unas 15 aproximadamente— y guié el debate posterior. Fue una experiencia tan reveladora como dura. Nuestra compañera de asociación Egly Larreinaga fue la actriz que encarnaba a Angélica, la niña que se rebelaba contra los abusos sexuales perpetrados por su padre. Como en el dossier de la obra planteábamos: Angélica, la protagonista de nuestra historia, guarda en su habitación tantos secretos como puede hacerlo una chica en su viaje de niña a adolescente; sin embargo, algunos son tan horribles que amenazan con abatir las paredes y decir que todo era una ilusión, que allí ocurren cosas que no pueden permitirse más...

Como decía, esta experiencia fue tan reveladora como dura. Aunque el monólogo relataba una historia ficticia, el hecho de que Egly hubiera sufrido abusos en su infancia, me provocaba mucha inquietud y desazón por la exposición a la que se sometía. Conseguía provocar un efecto en el público que no se si hubiera logrado de no haber transitado por esta vivencia. Pero esto tenía un coste y, aunque éramos perfectamente conscientes, no dejaba de ser duro acompañar a una amiga en un viaje tan desasosegante.

Lo que me resulta más difícil de abordar de los monólogos 'No solo duelen los golpes' y 'Dulce compañía' es la enorme incomodidad que estos relatos provocaban en buena parte del público masculino

Y resultó tremendamente revelador porque en el debate que abríamos después de la representación, siempre había mujeres, y algún hombre también hubo, que relataban su propia historia, incluso, a veces, siendo la primera vez que se atrevían a hacerlo. Y lo más impactante fue tomar conciencia de la verdadera dimensión de los abusos sexuales. Porque si bien era una minoría la que relataba abusos por parte de algún familiar cercano (padre, abuelo, tío..), era absolutamente mayoritario el relato de distintos tipos de abusos sufridos por las mujeres tanto en supuestos entornos de seguridad como el vecindario o el colegio, como en entornos mas expuestos como el trasporte público o la calle. Con todo, lo que me resultó más difícil de abordar, y de devolver, fue la enorme incomodidad que estos relatos provocaban en buena parte del público masculino, algunos incluso se sintieron atacados.

Aquella experiencia duró relativamente poco, y aun así terminamos agotadas, exhaustas porque éramos conscientes de que íbamos a provocar recuerdos muy dolorosos, pero no estábamos preparadas para la avalancha de relatos que se exponían de forma tan descarnada a veces. El balance, con todo, fue, más que positivo, extraordinario. Sentimos en cada una de las representaciones que, por muy doloroso que resultase, las mujeres necesitaban desvelar el tabú de los abusos sexuales que sufrieron. Necesitaban compartir esa experiencia que marcó para siempre sus vidas, necesitaban sentirse arropadas y legitimadas en su dolor y su rabia y necesitaban hacer justicia. Experimenté por primera vez el enorme poder de transformación que un teatro sensible y comprometido puede ejercer en quien lo contempla.

La experiencia con el proyecto No solo duelen los golpes me terminó de convencer de que el teatro es una herramienta potentísima que permite al público conectarse con las emociones e ir más allá de una mera reflexión intelectual.

En ambos proyectos, la experiencia personal marca el desarrollo de la obra, podríamos decir que es determinante porque ambas representaciones están cargadas de autenticidad y eso se percibe, se siente, resulta incuestionable. Pamela siempre dice que el monologo es terapéutico, que la gente lo ve una y otra vez por su efecto sanador, no porque sea una obra de una calidad artística extraordinaria. Es indudable que la capacidad interpretativa de Pamela está fuera de toda duda, que su capacidad de comunicar algo tan duro desde el humor y la ironía es extraordinaria, pero hay reconocer que es probablemente su efecto terapéutico lo que hace que las mujeres, sobre todo, se “enganchen” al proyecto y sigan su trayectoria como no lo habrán hecho con ninguna otra expresión artística.

Teatro
Pamela Palenciano: "La violencia no es solo un golpe o un grito"

"No solo duelen los golpes" es una parada obligada para todos y todas las que queremos repensarnos y abandonar esta enfermedad secular del machismo. Hablamos con su creadora, Pamela Palenciano.


Después de 13 años de acompañar este proyecto tan vivo, siete de los cuales ya ha sido en formato monólogo teatral, he llegado a entender el vínculo especial que Pamela establece con el público. Porque si en ambos proyectos la experiencia de las actrices marca el impacto, en el caso de No solo duelen los golpes, la apertura de Pamela hacia el público le permite alcanzar una conexión excepcional. Cada representación es diferente, porque cada público lleva a Pamela a un lugar distinto. Es posible ver hoy una representación sublime, cargada de matices y sutilezas en la que no necesita elevar la voz; y mañana contemplar una representación mucho más irónica, dura y tensa, en la que tiene que estereotipar mas a lo personajes y gritar para que la escuchen.

Cuando el público arropa, reconoce y acompaña, Pamela puede conectarse sin miedo con su vulnerabilidad y entonces surge la magia: el monólogo fluye y desde la confianza de sentirse protegida puede mostrar sus heridas. Cuando el público, aunque sea una parte minoritaria, muestra una actitud desafiante y despectiva, Pamela se ve muy expuesta, se siente desprotegida y en peligro y necesita activar mecanismos para poner distancia y protegerse: la ironía y utilizar el espejo con quienes tratan de violentarla son las herramientas que se ve obligada a ocupar.

Me siento una auténtica privilegiada habiendo formado parte de estos dos excepcionales proyectos, protagonizados por mujeres también excepcionales. A su lado he descubierto el efecto transformador que el teatro puede generar, y, sobre todo he tenido la gran oportunidad de descubrir los mecanismos ocultos que han permitido esa conexión tan mágica en ambos casos.

No cabe duda de que estos son proyectos “peligrosos” para quienes no aceptan que se cuestionen los privilegios asociados a la edad, el género, la clase social, el color de la piel o la nacionalidad

Esos mecanismos tienen que ver con la valentía y la generosidad de Egly y de Pamela al desnudarse emocionalmente, tienen que ver también con su capacidad de ser catalizadoras de una necesidad, tan larvada como potente y compartida por una mayoría de mujeres, de desvelar la dimensión real de la violencia patriarcal y, finalmente, tienen que ver con su extraordinaria capacidad de ponerse en juego con profunda honestidad, reconociendo su propia vulnerabilidad, sus incoherencias y también su coraje.

No cabe duda de que estos son proyectos “peligrosos” para quienes no aceptan que se cuestionen los privilegios asociados a la edad, el género, la clase social, el color de la piel o la nacionalidad. Son peligrosos porque apelan a la emoción, porque buscan que conectemos con nuestra esencia, con nuestra brújula interior que marca lo que resulta inaceptable a la condición humana. Son peligrosos porque nos impulsan a la acción, a no quedarnos impasibles ante la injusticia, nos ayudan a identificar la rabia que nace del abuso de poder y a utilizarla como poderosa herramienta de transformación social. Son peligrosos, en definitiva, porque nos invitan a conocernos, nos despiertan, nos empoderan, y, sobre todo, nos hacen más libres. Desde mi experiencia solo puedo decir que son imprescindibles.

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¿Qué pasa cuando quien abusa ha sido o es tu compañero de filas, tu colega, alguien que se consideraba feminista, y no una caricatura facha o un incel de manual? ¿Cómo manejamos la complejidad?
#46504
29/1/2020 12:25

No le doy crédito a una persona misándrica

7
3
#46496
29/1/2020 11:36

Vi el monólogo de “No solo duelen los golpes” el año pasado. Me removió todo el cuerpo y eso que lo vi por internet. Me resultó doloroso y apasionante a la vez. Me vi reflejada en muchas situaciones y, sobre todo, en mi caso, fui consciente de toda la violencia que permitimos y de la necesidad de tomar responsabilidad, de nunca más quedarme callada, asentir o reír construyendo y reforzando esa violencia. En ello estoy…
Muchas gracias por ese trabajo maravilloso que lleváis a cabo. Me imagino lo duro que ha sido, pero sin duda cala y muy hondo. Un abrazo.

2
4
#46474
28/1/2020 23:27

Censuráis comentarios que no os gustan

5
2
#46447
28/1/2020 17:00

Buf! que pereza , el abuso lo perpetra la gente que no sabe tocar otros temas y que ya podria ser un genero por si mismo. La gente ve superman y quiere volar, la gente ve empatia con las protagonistas de estas historias y ir de este palo da puntos. Avanzar ya para adelante y si pasa algo malo denunciarlo y seguir viviendo

0
2
#46511
29/1/2020 14:06

Buf! qué pereza el abuso de trolls sin vida. Pasa de esto, tira pa´lante y supéralo.

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