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La última de las plagas que desató Yavé sobre Egipto no entendió de pobres ni de ricos. Con la excepción de los prevenidos israelitas, Yavé “hirió de muerte desde el primogénito del Faraón que está sentado en el trono, hasta el del preso que está en la cárcel, y a todos los primeros nacidos de los animales” (Éxodo 12:29). Hoy, el covid-19 azota con fuerza la Comunidad de Madrid, conviertiéndola en una de las regiones más castigadas del planeta. Pero solo en el Antiguo Testamento las plagas actúan sin miramientos de clase.
En el caso de Madrid, el covid-19 aterriza en una comunidad especialmente quebrada por las desigualdades, y tanto la enfermedad como las consecuencias de la crisis económica del capitalismo que se estaba larvando y que el covid-19 descencadena, no hacen más que avivar las quiebras sociales. Es bastante evidente que quien tiene que desplazarse a trabajar o quien no tiene trabajo ni ingresos, quien tiene una casa pequeña o quien ni siquiera la tiene, quienes tienen que cuidar y quienes no tienen quien les cuide, y cientos de etcéteras más, configuran la vida cotidiana e incierta de los distintos estratos de la gente trabajadora, más expuesta a la enfermedad. También están más expuestos a ver de cara el abismo si alguno de los frágiles pilares que otorga alguna estabilidad a sus vidas se ve tocado. Y la crisis está desmoronando uno tras otro. En una comunidad solidaria, los recursos disponibles se repartirían para paliar tal situación. Sin embargo, quienes gobiernan la Comunidad de Madrid se encuentra en las antípodas de tal concepción de la vida y del mundo.
Y es que el covid-19 asola una Comunidad de Madrid previamente destrozada por la peste neoliberal. De la misma forma que la obstinación del faraón para perpetuar una situación de opresión —que era la que sostenía su poder dejó desnuda a su población ante la ira de Yavé, la insensatez ideológica de los ricos, los neoliberales y quienes gobiernan por ellos —como Isabel Díaz Ayuso— ha dejado expuesta a la sociedad madrileña, a la que odian y temen a partes iguales, indefensa ante la pandemia. Sin embargo, como veremos más adelante, esta insensatez no tiene nada de ingenuidad.
La peste neoliberal no tuvo su origen en ninguna rata, aunque con permiso de estos roedores, sus originadores tengan muchos de los atributos que son asociados injustamente a estos pequeños animales. Quienes aquí impusieron un adelgazamiento de la sociedad pública y sus recursos para engordar más los bolsillos de los más ricos, son los súbditos provincianos de las grandes fortunas nacionales e internacionales. Parapetados en sus urbanizaciones, cultivan una mentalidad pequeñita y mezquina que rinde pleitesía a los ricos mientras desprecia y teme a los pobres, a los que culpa de su situación y a los que obliga a contentarse con las clemencia de las empresas.
Ellos y su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, son los hacedores del Madrid thatcheriano, inhóspito para los de abajo y acogedor para los más ricos. Y ellos y su presidenta son los principales culpables de las innecesarias escenas de drama social que estamos padeciendo quienes vivimos en Madrid. Que no podemos escapar a nuestra condición natural lo sabemos todas, pero afrontar la enfermedad y la muerte como está sucediendo en nuestra comunidad es una decisión política y no natural. Las durísimas experiencias que estamos viviendo y que quedarán en nuestra memoria colectiva, la de una Sanidad esquilmada levantada solo por el arrojo de las trabajadoras públicas, la deshumanización de la muerte en las residencias, el hambre, el trato limosnero a las personas con necesidades no cubiertas, y un largo etcétera que es de dominio público, se las podemos y debemos atribuir a ellos y al sistema que defienden a capa y espada.
El centralismo de Ayuso solo sirve para el saqueo de unas élites parásitas entre las parásitas, pero es totalmente inútil para coordinar a la sociedad
Ellos, y su presidenta, son también los caudillos de muchos centralismos. Un centralismo cerril en lo nacional que solo encubre el papel parásito de las élites madrileñas como succionador de riquezas de otros territorios. Un centralismo a la interna en una comunidad atravesada por brechas geográficas que también lo son de clase. Un centralismo borbónico que sospecha de las instancias más locales para resolver los problemas de la gente y que genera auténticas chapuzas como las del Ifema, con esperpentos incluídos como el evento de clausura o la ridícula orquesta de viento de la Policía local tocando el himno nacional. Es un centralismo que solo sirve para el saqueo de unas élites parásitas entre las parásitas, pero totalmente inútil para coordinar a la sociedad.
Llegados a este punto tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿Ayuso, los ricos y los neoliberales son tan tan malvados? ¿Y son también tan torpes, estúpidos e incapaces? Posiblemente lo sean, pero una maldad tan total y arbitraria sólo existe en la Biblia, y una torpeza similar en los dibujos animados. Quienes consideramos esta realidad inaceptable podemos desahogarnos con ristras de insultos contra Ayuso y contra los ricos, que bien merecidos se los tienen. Pero quedarse ahí tan solo nos otorga un alivio momentáneo. Lo que debemos comprender es que detrás de las torpezas, maldades y bravuconadas existe un proyecto político consciente de los más ricos y de su clase política.
La derecha madrileña forma parte de un entramado político, económico, cultural y social con el mundo empresarial y con los más ricos, que en Madrid está intimamente ligado con el capital financiero e inmobiliario. A su vez, este entramado es culturalmente lacayo, y económicamente dependiente, del capitalismo europeo y anglosajón. De ahí los ridículos intentos de Pablo Casado por fingir un título de Harvard, o las pretenciosas escuelas privadas bilingües que pueblan de carteles la A6, o padres y madres que se fuerzan a chapurrearle en inglés a sus hijos en sus salidas dominicales al centro comercial mientras rayan el ictus si escuchan hablar gallego o catalán.
Lo que está sucediendo en Madrid es que por salvar su mundo, un mundo de unos pocos, sacrifican el de todos
Esto hace si cabe más terrible pensar lo que está sucediendo en Madrid: por salvar su mundo, un mundo de unos pocos, sacrifican el de todos —si a esto le añadimos el prisma ecológico, la batalla final de quienes hoy poblamos la Tierra, su culpa tenemos que medirla en escalas apocalípticas—. Porque crisis tan hondas como estas son un momento de cuestionamiento, y las escenas que estamos viviendo destapan lo socialmente absurdo que resultan sus prédicas neoliberales, su forma de gobernar y la propia existencia de fortunas —y de los ricos— como las que protegen. Es desde este punto de vista, el del miedo por temor a que se vea que el emperador está desnudo, desde donde tenemos que entender la arrogante maldad en acciones como la del reparto de comida basura a las familias que lo necesitan. Se trata de un gesto político profundo para reforzar su visión del mundo: los ricos son los benefactores que sostienen a la sociedad, y a ellos tenemos que servir y arrimarnos.
Echar a Ayuso, reconstuir Madrid
O nos deshacemos de esta camarilla y ponemos coto al bloque social al que representan, o en un contexto de crisis permanentes y reiteradas como el que nos espera, las escenas dramáticas que hemos vivido serán recurrentes y la degradación social aún mayor. El Gobierno de Ayuso quiere escapar del escrutinio público, pero no podemos dejar que los culpables de la peste neoliberal salgan indemnes. Algunas de las líneas de flotación de su Gobierno han sido tocadas, pero no se va a caer solo. ¿Qué hacemos?
Primero, empezando por asumir la realidad del punto en el que nos encontramos. Que hayan sido expuestas algunas de las miserias del thatchterismo madrileño no implica que ni este ni el neoliberalismo se vayan a desmoronar. Esta asunción tiene una implicación inmediata: señalar no basta, hace falta tirarlo abajo de forma activa. Los distintos movimientos, organizaciones y colectivos de la comunidad tenemos que tener en el punto de mira el levantar un movimiento fuerte en este sentido, construir un agrupamiento social amplio, diverso e inclusivo que tome por bandera el blindaje de lo público, especialmente de la sanidad. Pero no como un mero objetivo finito, sino como una cuña, la punta de lanza de un movimiento que a partir de las batallas concretas del aquí, desentrañe un proyecto que porte la idea de una sociedad alternativa y que cuestione frontalmente la visión del mundo de los ricos y del Gobierno de Ayuso.
Ahora bien, lo difícil no reside en identificar a grandes rasgos las tareas generales sino en darle visos de realidad. “Poner en marcha un movimiento”, “un agrupamiento social amplio”, etc., todo queda en una nadería sino se se intenta dar alguna pista sobre cómo avanzar en ese sentido. En ese punto debemos de nuevo asumir, con mucha honestidad, la realidad del punto de partida.
La izquierda en Madrid es —somos—, además una izquierda confinada, una incapaz de salir de sus propias redes y burbujas, carente de imaginación y con poca credibilidad
En Madrid la izquierda política es prácticamente inexistente —en el sentido de una izquierda independiente políticamente, con un proyecto propio y que marque agenda— o sufre una pérdida de relevancia sustancial. Además, su falta dramática de implantación social es transversal a todo su espectro, incluidos los sectores que apostamos por ir más allá del capitalismo. Es —somos— además una izquierda confinada, incapaz de salir de sus propias redes y burbujas, estirando por pura inercia repertorios de tiempos ya pasados, carente de imaginación y con poca credibilidad.
En cuanto a los movimientos sociales, pese a mantener núcleos motores sólidos y luchadores, en su mayoría salen también desfondados del ciclo anterior (salvo el feminismo y el ecologismo, que llevan en su seno la capacidad de pensar otros mundos, y cuyo reto es ahora mantener el pulso movilizador en el contexto de crisis y avanzar partiendo de este en construir horizontes alternativos) aunque persisten cientos de experiencias locales menos visibles pero también atomizadas. Sin pesimismo ni resignación, este es el punto de partida, es la condición a superar sin lacerarnos la espalda a latigazos y sin pecar de ingenuo optimismo. Ahí fuera, la catástrofe ayusiana impone una respuesta urgente.
Urgente porque es importante evitar que la única oposición y alternativa a Ayuso sea la del Gobierno central. Es necesario tener una voz propia, sin mediaciones, y fuera de un Gobierno tímido cuya polarización con la derecha ultramontana es funcional a ambos y además derechizante. ¿Por qué? Porque opera una lógica perversa en la que la hiperbolización del discurso de la derecha hace pasar por “social - comunista” cualquier medida insuficiente del Gobierno. Esto a su vez es hábilmente utilizado por el bloque gubernamental porque, al utilizar simplemente la reacción de la derecha como termómetro de eficacia (y no su impacto real en la vida de la gente trabajadora) se ven exonerados a ir más allá, exigiendo a la vez cerrar filas contra la derecha. Conclusión: no se va más allá y la derecha consigue su objetivo. Por lo tanto, es obvio que para ir más allá, para desterrar a la derecha sociópata y no atar nuestra suerte a la del Gobierno, hace falta un movimiento independiente. Más si cabe cuando ya flota en el ambiente la posiblidad de un cierre por arriba, de unos nuevos Pactos de La Moncloa que intentarán imponer un marco de “reconstrucción nacional” funcional al régimen.
¿Cómo avanzar contra Ayuso pues, en este escenario, en el que estamos medio desfondados, confusos y a la gresca? Más allá de la izquierda y el activismo, existe en Madrid memoria movilizadora, existen tradiciones latentes y repertorios de lucha que datan de muy antiguo (más de lo que a menudo pensamos) y otras más nuevas, existe mucha rabia contra el Gobierno de Ayuso, existen mucho activismo con poca visibilidad pero que trabaja sobre el terreno. Se están moviendo ya propuestas muy acertadas como la de Reconstrucción de la Sanidad Pública de Madrid que lanza el MATS y que pueden ser el pistolezo de salida para movilizaciones fuertes. Todo el mundo debería volcarse a construir honestamente esas movilizaciones, estimular el movimiento, aprovechar la experiencia para retomar confianzas y conexiones, caminar hacia un agrupamiento amplio que supere la atomización pero sin forzar tal o cual cristalización, aunque ir debatiendo posibles fórmulas. Ser poco suspicaces, un poco más humildes, menos arrogantes, ojo avizor a explorar nuevos o viejos repertorios.
Comunidad de Madrid
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El Gobierno de Esperanza Aguirre fulminó un instituto que se dedicaba a la formación de docentes y familiares de alumnos en hábitos de alimentación saludable.
Lo mismo con otro tipo de respuestas que están surgiendo, como las redes de apoyo mutuo o la huelga de alquileres. Aunque muchas cuentan con participación activista y militante, se mueven en universos muy alejados de los de donde se desarrolló el grueso de la política los últimos años, un síntoma más de la escasa importancia que se le dio en el ciclo pasado a este tipo de tareas de largo alcance, denostadas muchas veces con la promesa de victorias rápidas. La participación del mundo organizado en estos espacios debería darse en forma de una inmersión profunda para empapar a la izquierda de otras prioridades, otras lealtades, otras preocupaciones. Sin esperar ningún rédito cortoplacista ni ningún estatus militante, sin proselitismo ni embustes, para dejar de hablar en nombre de sectores sociales con los que no se tienen conexiones orgánicas. Una participación exenta también de cualquier romantización, consciente de las dificultades, atenta a qué sectores pueden activarse políticamente ¿será posible politizar la rabia de los sectores más depauperados? ¿de aquellos en proceso de pauperización? ¿de sectores tangenciales que vean el abismo de cerca?
Hay que retomar una figura de militante y activista que sea humilde pero no condescendiente, que piense políticamente y destierre de una vez la nefasta figura del militante -cortesano-aspirante del ciclo anterior. Esto no quiere decir forzar el anonimato ni olvidarse de la comunicación pública, en la que vamos muy a la zaga, pero hacerlo como parte de proyectos colectivos y no de proyección personal en su seno.
¿Será capaz la parte superviviente de la generación 15M madrileña, en cuyo seno triunfó la potencia más conservadora capaz de hacer esta travesía? ¿Quedará a la zaga y serán otros sectores de la clase trabajadora los que se activen políticamente e impriman dinámicas distintas? ¿Seremos capaces desde las distintas izquierdas salir del confinamiento en el que se encuentra y metamorfosearnos con otros sectores y otros espacios? ¿De restablecer conexiones orgánicas y reales con la gente trabajadora en ámbitos cotidianos y a la vez mantener la presencia en un plano político muy señalado por el escepticismo —lógico— contra la clase política?
Dediquemos las semanas que quedan de confinamiento a preparar el terreno para una salida fuerte, amplia y plural contra Ayuso. A debatir lo máximo posible, a poner en el foco la ligazón del Gobierno de Ayuso con el mundo egoísta de los ricos, a generar una atmósfera contra ellos. A prepararnos para las luchas difíciles que vendrán, a sentar las bases para un movimiento que empezando por el blindaje de la sanidad, destierre a Ayuso del poder. Solo así evitaremos que nuestros años veinte, que ahora empiezan, sigamos a merced de las consecuencias de las plagas y de la crueldad de los faraones.
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La única salida es volver a movilizarse contra el sistema actual, y cambiarlo, pero no paran de salir partidos que lo único que pretenden es mantener a la nobleza, como podemos y vox.. Por lo que no se si se podrá crear un verdadero movimiento social, lo bastante grande para cambiar la timocracia actual, y luego a ver que queda de España..
Tiene ideas muy acertadas y para mí novedosas como que el Gobierno caiga en la tentación de contentar a la derecha y se olvide de la clase trabajadora. Peto es ambiguo, carente de ejemplos concretos, maniqueo y de argumentación débil. Apoyo el fondo, pero después de leer sigo perdido. No sé si sería más preciso referirse a las grandes empresas y financieras que a "los ricos" o por lo menos justificar esa terminología. ¿A qué llamamos rico mavado? ¿a toda la clase dominante que obstenta el poder económico? ¿Por qué decir "los ricos"?
Gracias a la soberbia de unos y la incompetencia de todos se perdieron las elecciones municipales y autonómicas de 2019.
La derecha tiene claro una cosa y esta es la defensa de sus provilegios, da igual quien vaya en las listas , si va de cabeza de lista Dumbo, Miki o el pato Donald, sale elegido, ¡Que más da!.
La suma estupidez de Carmena, Errejon y Pablo Iglesias (este por no decatanse hasta el final por Madrid en Pie), nos han hecho perder la poca cohesión que había y que hay.
Si no se empieza a trabajar en una candidatura unitaria ya; el Covid 19 jamás dejará de ser un mal recuerdo, para convertirse en una muy mala perenne realidad..
Jope!! Leyendo esto parece que hay una salida... Pero la realidad es tozuda y cuando llega el momento de la verdad, de ver lo que la gente parece querer, o no querer, la derecha suma más que la izquierda. O tal vez la izquierda se queda en casa, pensando que un voto no vale tanto o que los que dirigen las instituciones públicas no va a influir en su forma de vida.
Por mucho que se luche por lo justo desde fuera de las instituciones se queda en muy poco, o en un mucho que al poco será destruido de nuevo por el poder. Hay que echar a esta gente que gestiona lo público sin quererlo, o queriéndolo desmantelar. Hay que ir a votar y decir basta. Yo, como residente-sufridor en la Comunidad de Madrid, prefiero un Gabilondo, que aunque en este caso en el PSOE, dispuesto ha sentarse y hablar con "todos" y de "todo" y con una visión más realista, o por lo menos más acogedora para todos los ciudadanos, y no sólo los de la Comunidad de Madrid. También prefiero a Podemos o Más Madrid, que aunque se dividan, peleen, y aireen sus trapos sucios, nunca harán, o eso creo, una política de destrucción de lo público como si hacen Ayuso y sus colegas.
Un saludo.
Nos vemos en las urnas y, seguramente otra vez más, en la decepción después de las mismas.
En el texto se pregunta “ ¿Será capaz la parte superviviente de la generación 15M madrileña...? Se incluye como parte sobreviviente a las que después del 15m ya viven en mansiones con piscina, casa de invitados y parcela enorme en espacio protegido?
Dice supervivientes del 15M. Evidentemente hay muchos del 15M que han claudicado hace tiempo. Cómo claudicaron a al 0,7%. La ambición deja un rastro de cadáveres bien visibles
Si las mansiones con piscina se las han pagado sin explotar a nadie, robar, ni con el dinero de la ciudadanía si.