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Opinión
Naciones Unidas suspende a España por su maltrato al empleo doméstico
El informe del exrelator Especial de la ONU sobre la extrema pobreza y los derechos humanos Philip Alston destaca la desprotección social y la precariedad de las empleadas domésticas y urge a que España ratifique el Convenio 189 de la OIT. Ojalá que esa llamada de atención por parte de Naciones Unidas haga un poco más visibles nuestras demandas
Los fines de semana de sofá van unidos, sin duda, al ruido de fondo de uno de esos western donde el polvo, los hombres duros y las metáforas del bien y el mal vuelan entre las balas.
Cuentan que en esos tiempos ser pianista era una profesión de riesgo porque, mientras trataban de ganarse el pan, no era difícil que a los músicos les alcanzase algún tiro. De ahí la frase de “No disparen el pianista” que colgaba en los salones.
Difícil no hacer un paralelismo, en tiempo de coronavirus, con los trabajadores y las trabajadoras esenciales y precarizadas que hemos aguantado en primera línea de batalla ante una sociedad confinada: fuimos las cajeras, las cuidadoras, los riders, los jornaleros, los celadores, las enfermeras o transportistas, junto a los médicos, quienes hicimos que el mundo girara hace unos meses. Fuimos quienes os protegimos, enfrentándonos al virus y en muchos casos a la muerte. No pedimos nada a cambio, solo los derechos que como trabajadoras nos merecemos y que durante tanto tiempo han sido ignorados y aplazados.
Fuimos las cajeras, las cuidadoras, los riders, los jornaleros, los celadores, las enfermeras o transportistas, junto a los médicos, quienes hicimos que el mundo girara hace unos meses
El empleo doméstico ha sido uno de los sectores más azotados por la pandemia, ya sea en forma de pérdida de empleos o, paradójicamente, en la multiplicación de horas extras no pagadas. Hemos visto limitadas nuestra libertad, al negársenos los permisos o las horas libres obligatorias por miedo al contagio; e incluso nos hemos visto forzadas a ejercer nuestras tareas sin materiales de protección.
Fuimos también nosotras quienes tuvimos que pelear por la aprobación de una ayuda que, aun siendo positiva, dejó atrás a cientos de miles de compañeras sin papeles. También a nosotras, como a otras mujeres, nos ha tocado hacer malabares para conciliar, teniendo que abandonar a nuestros hijos o mayores para cuidar de los vuestros.
El encierro, cuando nos ha tocado, lo hemos tenido que hacer, en algunos casos, hacinadas con quienes compartíamos turnos de habitación. Cuando escribimos estas líneas, todavía ni hemos cobrado el subsidio extraordinario que se nos prometió. Las empleadas domésticas somos uno de los colectivos más precarizados. Por el hecho de ser mujeres —un 97% del colectivo lo es—, migrantes —casi el 50% que cotizan son extranjeras, aunque este sector acoge muchas más en situación irregular— y pobres —una de cada tres trabajadoras domésticas vive en hogares bajo el umbral de la pobreza, más del doble del resto—.
El exrelator Especial de la ONU sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Philip Alston, se reunió con nosotras a principio de año para conocer nuestra situación y acaba de publicar las conclusiones. El informe, presentado esta semana ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, denuncia situaciones sangrantes pero no por ello poco comunes, como la enorme cantidad de personas que “trabaja en la economía informal para un empleador o empleadora que no paga la cotización correspondiente de la seguridad social”. “Llegan a trabajar hasta el doble de las ocho horas diarias contratadas y a ganar solo 800 euros al mes, pero a menudo tienen que alquilar una habitación para pasar su noche libre de la semana y en algunos casos se les deduce de su sueldo el costo de la comida que consumen en el trabajo”, recoge el informe. “Las trabajadoras y trabajadores indocumentados son especialmente vulnerables a la explotación, y se han señalado casos de empleadoras y empleadores que confiscan los pasaportes”, indica.
El relator apunta en su informe algunas vías de protección que llevamos años reclamando, como la ratificación del Convenio 189 de la OIT
Como soluciones, el relator apunta algunas vías de protección que llevamos años reclamando, como la ratificación del Convenio 189 de la OIT sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos. Si aplicara íntegramente las disposiciones del Convenio, España daría un importante paso adelante. Nos permitiría, como poco, tener derecho al paro, algo que todavía nos es negado.
Entre otras, Alston también recomienda acabar con la discriminación de las empleadas migrantes: “Proporcionar a la población migrante condiciones de trabajo decentes y un camino hacia la residencia legal que no requiera años de espera y una oferta de trabajo a tiempo completo”. Algo fundamental para nosotras como para tantos otros colectivos migrantes que se encuentran en situación irregular y que reclaman una #RegularizaciónYa para no dejar a nadie atrás.
Ojalá que este clamor, por parte de una institución tan importante como las Naciones Unidas, haga un poco más visibles nuestras demandas, ahora que parece que todo el mundo entiende lo “esenciales” que somos. No debéis olvidar que somos nosotras quienes sostenemos vuestro bienestar, y somos parapeto y en muchos casos pianistas colaterales de ese patriarcado y de ese racismo institucional que nos condena a la desigualdad. No queremos seguir tocando música en esta “nueva normalidad” como si no nos hubiesen disparado.
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Excelente muy bien documentado, es necesario correr la voz y que seamos escuchadas los buenos somos más!!
Querras decir que esta practica se lleva a cabo por el ejemplo de Echenique?esto se ha hecho toda la vida, y empleadas de hogar siempre han habido y habran y gracias, y la gente cuanto mas dinero tiene menos quiere pagar y si se pueden escaquear asegurarte mejor y que trabajes 80 horas en vez de 40 mejor, y aun las hay que llevan la cofia y el uniforme pobres........
Si quien nos tenia que defender (Echenique) era podemos y no pagaba la seguridad social imagina