Opinión
La izquierda: entre el discurso y el ruido

Históricamente ha existido un gran esfuerzo de los partidos por desacreditar el ruido, pero el ruido es la banda sonora de cualquier revolución.
manifiesto antirracismo Madrid
Manifestación antirracista en Sol. Byron Maher

Jurista y activista especializada en Derechos Humanos

@_delasmercedes_

18 oct 2022 05:00

Históricamente ha existido un gran esfuerzo de los partidos políticos de todos los colores por desacreditar el ruido y distinguirlo del discurso. La izquierda en España no es ajena a estas formas de clasificación, de silenciamiento. ¡Indignaos!, reclamaban cuando eran pueblo. Pero no con nosotros, nos anteponen ahora que muchas de las demandas sociales que contribuyeron a llevarles al poder se han convertido en ruido para sus oídos.

El ruido desafía los límites del control impuesto por quienes autorizan el discurso estrictamente permitido. Su potencia política radica ahí, pero no se agota ahí. El ruido es la vociferación de inconformes ocupando calles y plazas, el crujido de los cuerpos rotos en la frontera, el llanto por los muertos en el mar y por los cadáveres llegando a las playas europeas e incluso es el triste cuchicheo como última opción en las propias filas. Pero sobre todo es, tanto en murmullo como en rugido, la respuesta a la injusticia epistémica, al epistemicidio institucional. Para Attali, “el ruido es pues un envite para el poder que lo monopoliza, puesto que basa su legitimidad en el temor que inspira, en su capacidad de crear orden social” y por eso tanto teóricos como practicantes del totalitarismo, todos, han sabido que “es preciso prohibir los ruidos subversivos, que anuncian exigencias de autonomía cultural, reivindicaciones de diferencias o de marginalidad”. El control del ruido, su satanización, así como “la institucionalización del silencio de los otros son dondequiera las condiciones de perennidad de un poder. Esta canalización adopta una forma nueva, menos violenta y más sutil: las leyes de la política que se imponen como leyes de censura”. 
Sobrevivimos a una clase política que dice leer a la sociedad mientras ha dejado de escucharla y que, sin embargo, jamás predicó tanto de comunicar con su público. Aunque quizá en esto último haya bastante de honestidad: comunican con su público, que no con el público. Hablan para otros políticos y solo escuchan lo que se dice en medios y redes sociales, siempre en función de la pleitesía que se les rinda, de la cantidad de followers, likes y, por supuesto, del origen (y no me refiero solo al país), del pasaporte y color de piel de quien lo diga. Si hay algo que ha quedado claro en los últimos años es que indignarse estaba bien, pero ya no. Manifestar la indignación ha pasado de ser alentado a ser censurado. Las historias se cuentan por cientos. Me salta rápidamente la de algún político, de la más izquierda entre las izquierdas, que llegó al poder agitando la bandera de los derechos humanos y que no hace tanto nombró “enemigos políticos” a un grupo de sindicalistas. “Enemigo político”, hay que leerlo dos veces. Quizá desde estas líneas yo también engrosaré su lista, por ese deleite especial que les produce a algunos matar al mensajero. 
Quienes se indignaron y sirvieron en su día para hacer ruido en las calles, para acampar en plazas, para dar la buscada nota de color y también para votar, hoy solo interesan por esto último
Quienes se indignaron y sirvieron en su día para hacer ruido en las calles, para acampar en plazas, para dar la buscada nota de color y también para votar, hoy solo interesan por esto último. Volverán a ser útiles. Otra cosa bien distinta es ser interlocutores. Ese estatus político requiere, al parecer, de obediencia, de ausencia de crítica y de renuncia a la posibilidad de la queja. Porque quienes se quejan, tal como dice Sara Ahmed, han pasado a ser vistos como simples quejicas, se han convertido en ruido. En ¡Denuncia! El activismo de la queja frente a la violencia institucional, la interpelación es directa a quienes deberían devenir en un oído feminista para darle a la queja no solo una audiencia sino un lugar y, principalmente, escucha. Pero la realidad es radicalmente otra y el ejercicio de no escuchar es absolutamente deliberado, como sostienen Ribeiro y Kilomba en Lugar de enunciación, refiriéndose a las personas racializadas, cuando recuerdan que la no-escucha requiere de mantener al sujeto silenciado “distante con conciencia”. Y esa conciencia elimina de tajo cualquier atisbo de inocencia o de neutralidad en la política del silenciamiento institucional.
 
El discurso, muy al contrario que el ruido, es en demasiadas ocasiones, el rearme conveniente y siempre controlado de lo que dicen, debaten y, hartas de medias verdades y mentiras, también gritan determinadas comunidades, con la irreverencia que caracteriza al ruido de la queja. Las formas que adopta el discurso, cuyas más elaboradas conceptualizaciones no me interesan demasiado aquí, podemos calificarlas como un intento de sofisticar para hacer digerible, imponible, “lo importante” dicho por “alguien importante”.

Sin embargo, la mayoría de discursos, de ida y de vuelta, se demuestran cada día más incapaces de conectar realmente con las bases sociales, con las comunidades y, sobre todo, de representar o reflejar o, peor aun, de siquiera entender sus legítimos intereses, incluida su rabia. Mientras, el ruido sigue siendo el arma más poderosa de reclamo y un poderoso llamado a la insubordinación teórica que no necesita de traducciones ni de conversiones porque en sí mismo es. Es, y eso es suficiente.
Este no es un intento de desacreditar la importancia del discurso, que la tiene y es inmensa, sino una reflexión sobre la importancia de desestigmatizar el ruido
En todo caso y para que nos entendamos bien, este no es un intento de desacreditar la importancia del discurso, que la tiene y es inmensa, sino una reflexión sobre la importancia de desestigmatizar el ruido. De hecho, las comunidades subalternizadas lo sabemos bien porque llevamos siglos produciendo discursos contrahegemónicos, totalmente seguras de que no pretendemos —ni podríamos— ser cómodas para el poder, especialmente para el poder colonial, ese al que le disputamos cada día no solo la palabra sino nuestro estatuto político y jurídico, nuestra condición misma de humanidad.
Todos los días creamos discurso, pero también cada día luchamos contra formas discursivas epistemicidas, esas que nacen del extractivismo eurocéntrico de siglos, esas que que intentan desconocer cualquier genealogía, que edulcoran y vacían de contenido las consignas de las otras. Todos los días impugnamos ese triste adanismo, el burdo plagio que sigue dando espejos a cambio de oro, que pone en bocas populares y controlables lo que otras más desconocidas o poco controlables, o simplemente lejanas, han dicho; ese que no es más que una ventriloquía criminal y la cara más autocomplaciente del poder monologante.
El ruido es performatividad. La rebelión contra de la victoria del silencio. El ruido es la banda sonora de cualquier revolución. Y también del resentimiento. En su sublime ¡Viva el resentimiento! Diego Zúñiga citaba hace bastante poco a Mark Fisher cuando este asegura que “la diferencia entre resentir la clase dominante y envidiarla es que los celos implican un deseo por volverte la clase dominante, mientras que el resentimiento sugiere una furia hacia su posesión de recursos y privilegios”.

Y ya se sabe el estereotipo que sobrevuela España en relación con la envidia como su deporte favorito; cuánto de cierto hay en él, no lo tengo claro, pero sí tengo prístino que hay que resentirse. Resentir también a los nuestros, no solo porque han cometido faltas imperdonables sino porque no hacerlo únicamente puede significar complicidad y un doble rasero lleno de tibieza. Y de los tibios, de los cobardes morales que deciden callar por miedo a perder un poco de nada, que es lo que reciben ahora a cambio de no quejarse, están llenos, como se sabe, desde los infiernos de Dante hasta los vómitos de Dios. Y ya lo dijo Lorde: su silencio no les protegerá.
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Opinión
Pueblo gitano 3 de marzo, 526 años de persecución racista antigitana
Ni los Reyes Católicos ni toda su ralea, incluidos los Borbones que aún detentan la Corona, consiguieron su propósito.
Opinión
Opinión Vitoria 3 de marzo. El memorial que soñamos
Cuando se cumplen 49 años de una de las masacres que marcaron el periodo postfranquista, se ha avanzado poco en la creación de un Memorial que establezca el relato preciso de lo que sucedió en Vitoria y por qué luchaban quienes estuvieron allí.
Opinión
Opinión De Errejón a Monedero: reflexiones sobre el ciclo del desasosiego
¿Qué pasa cuando quien abusa ha sido o es tu compañero de filas, tu colega, alguien que se consideraba feminista, y no una caricatura facha o un incel de manual? ¿Cómo manejamos la complejidad?
OTAN
Europa Los líderes de la UE cierran filas con Zelensky en el contexto de derrumbe de la alianza con Estados Unidos
La cumbre de Londres del domingo 2 de marzo se cerró con una hoja de ruta para llevar a EE UU de nuevo la mesa de negociaciones con Ucrania. La UE apuesta por el rearme ante la amenaza rusa y el desfallecimiento de la Alianza Atlántica.
Estados Unidos
Análisis Trump, la naranja mecánica
La rueda de prensa entre el presidente de los Estados Unidos y su homólogo ucraniano fue una muestra de una humillación pública al más alto nivel.
Madrid
Madrid Inquilinas despliegan decenas de piquetes para ampliar la lucha antirrentista e impulsar huelgas de alquileres
Estos grupos agitativos territoriales, que se mantendrán a lo largo de los próximos meses, se han distribuido por distritos y barrios de Madrid como Villaverde, Lucero, Vallecas o Leganés.
Mozambique
Neocolonialismo La expansión del eucalipto en Mozambique para la papelera europea
VV.AA.
La creciente demanda de celulosa en Europa está dando lugar a nuevos mercados y a la expansión de las plantaciones de eucalipto en Mozambique. Pero algunas comunidades rurales ahora quieren recuperar la tierra que han perdido.
Nicaragua
Salvador Marenco “Los crímenes de lesa humanidad no solo deben ofendernos a nosotros como nicaragüenses”
El abogado, activista y miembro de la colectiva Nicaragua Nunca Más habla sobre las sistemáticas vulneraciones de DDHH y el silencio mediático entorno al régimen de Ortega
Opinión
Pueblo gitano 3 de marzo, 526 años de persecución racista antigitana
Ni los Reyes Católicos ni toda su ralea, incluidos los Borbones que aún detentan la Corona, consiguieron su propósito.
Opinión
Opinión Vitoria 3 de marzo. El memorial que soñamos
Cuando se cumplen 49 años de una de las masacres que marcaron el periodo postfranquista, se ha avanzado poco en la creación de un Memorial que establezca el relato preciso de lo que sucedió en Vitoria y por qué luchaban quienes estuvieron allí.

Últimas

Guerra en Ucrania
Guerra en Ucrania Las izquierdas rusa y ucraniana, ante un posible acuerdo de alto el fuego en Ucrania
Una de las principales demandas de la izquierda rusa es la liberación de los presos políticos. La ONU ha alertado de que la aplicación por parte de Ucrania del tipo de “colaboracionismo” está siendo excesivamente amplia.
Estados Unidos
Genocidio Trump aprueba un paquete de armas de 3.000 millones de dólares para Israel
El presidente estadounidense ha alegado una “emergencia” para eludir al Congreso y aprobar un envío de armas que no llegará a Israel hasta 2026.
Migración
México México, la última frontera
En la frontera sur, la presencia de migrantes está aumentando, entre otras razones, debido a la política del gobierno mexicano de devolver a los migrantes sin documentación desde el norte del país hacia el sur.
Gobierno de coalición
Gobierno de coalición El PSOE da muestras de cansancio con Yolanda Díaz
Tanto en Moncloa como en Ferraz la opinión sobre la gestión política de la vicepresidenta está en mínimos. Sin criticar su labor en Trabajo, la tropa de Sánchez ya anhela un socio que impulse la unidad a su izquierda con la mira puesta en el 2027.
Más noticias
Guerra en Ucrania
Guerra en Ucrania Trump y JD Vance matonean en un show televisivo a Zelensky, que se va de vacío de la Casa Blanca
El presidente de Ucrania abandonó Washington DC sin firmar el pacto por el que se comprometía a vender los recursos minerales del país a cambio de garantías de seguridad.
La vida y ya
La vida y ya Habla más alto
La emoción no es solo por la noticia, es porque esta nieta que restituyó su identidad es la hermana de un amigo suyo de la infancia.

Recomendadas

Feminismos
June Fernández “Estoy abierta a reconocer modelos en los que haya personas cuyo rol sea gestar”
La periodista June Fernández publica ‘Sueños y vasijas’, un volumen sobre la gestación subrogada que no quiere sacar a nadie de su posición, pero sí sumar elementos para analizarla con perspectiva feminista.
Palestina
Palestina Illan Pappé: “No esperaba esta magnitud de indiferencia europea ante lo que está sucediendo en Palestina”
El historiador de origen israelí no se ha sorprendido la violencia cometida por Hamás en octubre de 2023 ni de la reacción de Israel o el apoyo a Estados Unidos, pero sí de cómo ha abordado la cuestión la sociedad europea.
Dana
El Salto Radio Relatos para no olvidar de víctimas de la dana
Este podcast recoge la parte más humana, los detalles y los nombres propios de lo que sucedió el pasado 29 de octubre, relatos para no olvidar de víctimas de la dana.