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Música
Andy Rourke, The Smiths, migraciones y clase social
Cuenta Johnny Rogan en su imprescindible biografía sobre The Smiths cómo en la Irlanda de los años 50 la pobreza seguía siendo una amenaza perenne para buena parte de la población. Eran los años del estado del bienestar y de la recuperación económica en Europa Occidental. Sin embargo, Irlanda vivía aún anclada en el pasado. El partido socialdemócrata Clann na Poblachta propuso a principios de la década un programa social basado en el modelo británico. Pero entre el eterno partido gobernante, el Fianna Fail, y la todopoderosa iglesia católica echaron por tierra cualquier ilusión de progreso social y de modernización del país que alterara la vieja utopía del líder nacionalista Éamon de Valera de una Irlanda rural y gaélica. Ello propició que entre 1951 y 1956 más de 200.000 irlandeses tuvieran que hacer las maletas y emigrar hacia las prósperas urbes inglesas, fundamentalmente a ciudades como Londres, Manchester, Liverpool y Birmingham.
Un buen grueso de la emigración irlandesa recaló en Manchester. La emigración es el desarraigo y la ruptura con las raíces. La emigración es dolor. El mismo pesar que sintieron aquellos irlandeses que llegaron a Manchester en la década de los 50 y que fueron recibidos con la misma frialdad con la que se recibe a un extraño del que desconfías. Frialdad que en ocasiones se tornaba en un cruel rechazo. Ese desprecio quedaría ilustrado en algunos anuncios de alojamiento y trabajo de la época en los que se podían leer avisos como “Abstenerse irlandeses” o “No se admiten irlandeses, personas de color o perros”.
Los miembros de The Smiths tienen en común el hecho de ser hijos de emigrantes irlandeses y de haberse criado en los barrios obreros de Manchester
Los miembros de The Smiths tienen en común el hecho de ser hijos de emigrantes irlandeses y de haberse criado en los barrios obreros de Manchester. Todos ellos nacieron entre finales de los años 50 y la primera mitad de los 60. Es decir, alcanzaron la adolescencia en la década de los 70. El Manchester de los años 70 era una ciudad dura en la que no era sencillo sobrevivir. Fue una de las ciudades inglesas más castigadas por la recesión económica y los conflictos laborales se dejaron sentir, especialmente tras la llegada al poder en 1979 de la conservadora Margaret Thatcher. El cierre de fábricas y minas en el norte de Inglaterra, así como la falta de expectativas para los hijos de la clase trabajadora, definía el paisaje urbano de aquellos años. Sin futuro y sin empleo, no fue difícil que algunos jóvenes ingleses recurrieran a la delincuencia.
Se dice que Johnny Marr, futuro guitarrista de The Smiths, se relacionó durante algún tiempo con una banda de ladrones de joyas. Poco antes había dejado el instituto para disgusto de su padre. Y es que en el distrito obrero de Ardwick las oportunidades escaseaban y el sueño que habían albergado los irlandeses que llegaron en los años 50 se iba desvaneciendo. Morrissey tuvo algo más de fortuna. Se había pasado toda la infancia y adolescencia encerrado en su cuarto leyendo a los grandes clásicos de la literatura inglesa. Gracias a una sólida formación literaria y a sus conocimientos del panorama musical pudo colaborar en algunas revistas e incluso publicó en 1981 una apasionada biografía de los New York Dolls. Se llegó a independizar en 1978. Pero tras una mala experiencia en un mísero piso del suburbio de Whalley Range no le quedó más remedio que volver al hogar materno.
Andy Rourke creció en el distrito de Ashton Upon Mersey, en Trafford, entre casas bajas y viejos puentes de hierro oxidado. “Llevaba el pelo largo, era muy reservado y no decían ni mu”, destacaba un amigo común de Andy Rourke y Johnny Marr sobre el futuro bajista de The Smiths. Él y Johnny Marr se conocieron en una Comprehensive School y pronto hicieron buenas migas. Andy Rourke es el único de los cuatro Smiths que no tiene ascendencia irlandesa al 100%. Hijo de padre irlandés y de madre inglesa, su hogar era con frecuencia escenario de peleas y discusiones entre sus progenitores. No fue una adolescencia fácil para Andy Rourke, hasta el extremo de hacerse adicto a los barbitúricos a la temprana edad de 13 años. Esa adicción a las drogas marcaría su futura relación con los miembros de The Smiths y pondría en jaque su propia continuidad en la banda.
El chico retraído que se convertiría en un joven problemático y pendenciero. Andy Rourke ejemplifica cómo el entorno familiar y social nos influye de tal manera que nuestro destino no siempre nos pertenece y que en ocasiones no es fruto de la elección personal. La adicción a la heroína de Rourke en la década de los 80 recuerda los estragos que causó la droga aquellos mismos años en nuestros barrios y ciudades. Nuestros quinquis de barrio eran los rufianes de “Rusholme Ruffians” (“Esta es la última noche de la feria y la gomina del pelo de un empleado de autopistas es lo único que pide un corazón trémulo”); y nuestras pandillas urbanas, los hooligans de “Sweet and tender hooligan” (“No culpes a este hooligan tierno y dulce porque no volverá a hacerlo nunca más”).
The Smiths debe el nombre del grupo a la gente corriente, a los millones de Smiths que viven en Gran Bretaña. Era un nombre vulgar, alejado de las pompas y del glamur de las rutilantes estrellas del rock. Ellos eran de la clase obrera. “Sí, puede que vayamos cubiertos de harapos, pero tenemos algo que ellos nunca tendrán”, escribió Morrissey en “Hand in glove”. La falta de horizontes siempre ha estado muy presente en las canciones de The Smiths. Sin ser un grupo politizado en la medida que lo eran The Clash o el incombustible Billy Bragg, supieron transmitir las frustraciones de toda una generación. Ellos mismos habían pasado por aquello. “Quédate con los de tu clase que yo me quedaré con los de la mía”, proclamaban orgullosos en “Miserable Lie”.
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Billy Bragg “Hay muy pocos chicos de clase obrera que puedan tocar y vivir de ello”
En 2010 el primer ministro británico David Cameron declaró públicamente que era un fan confeso de The Smiths. A los pocos días del anuncio, los miembros de la banda prohibieron literalmente a David Cameron la categoría de fan del grupo. Ellos, que habían crecido bajo el azote del desempleo en Manchester y habían apoyado las huelgas de los mineros británicos durante los años más duros del thatcherismo, no estaban dispuestos a que un político conservador frivolizara con algo tan serio como The Smiths. Curiosamente, el asunto llegó a la mismísima Cámara de los Comunes y una diputada del Partido Laborista interpeló al primer ministro sobre su condición de fan del grupo de referencia entre los estudiantes cuando, por otro lado, se disponía a aprobar el aumento de las tasas universitarias.
En agosto de 2011, Inglaterra asistió a una oleada de protestas y disturbios en las calles. Las protestas se iniciaron en Londres tras la muerte de Mark Duggan, un joven de raza negra que cayó abatido por disparos de la policía cuando esta se disponía a detenerlo. La chispa de las revueltas se extendió rápidamente a Manchester, Nottingham, Bristol o Birmingham. Los medios de comunicación y el propio David Cameron se encargaron de encasillar el fenómeno como meros actos vandálicos cometidos por rufianes e inadaptados a los que solo cabía castigar y reprimir. Ni la prensa ni las instituciones públicas de Gran Bretaña, y mucho menos David Cameron, relacionaron la profunda desigualdad social que vivía el país con las algaradas callejeras. Alguien le podría haber soplado al oído que hasta su idolatrado Johnny Marr tuvo que delinquir de joven para poder ganarse la vida. Asimismo, algún asesor podría haberle recordado la exclusión social y la represión que sufrían amplios colectivos de inmigrantes asiáticos y de raza negra.
En los últimos años el nombre de los Smiths se ha visto de alguna manera mancillado por los desafortunados flirteos políticos de Morrissey con la extrema derecha. Alejado de los barrios que le vieron crecer, se trasladó a Los Ángeles, adquirió una mansión que perteneció a Clark Gable y se convirtió en un personaje patético. A diferencia de Morrissey, sus compañeros de grupo supieron sobrevivir al éxito sin olvidar sus orígenes culturales y de clase. Andy Rourke, uno de los Smiths en la sombra, se mantuvo fiel a sí mismo. No en vano, poco parece haber cambiado Gran Bretaña desde que los irlandeses eran comparados con los perros. Ahora son otros los humillados y los marginados. Y las injusticias sociales no han desaparecido.