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Una cuarentena se nos ha instalado —cada cual en la suya— y con ella nuestros ojos, con mucha más sed de lo habitual, en las pantallas hacia lo virtual. Oportunamente, Bad Bunny, el cantante de música urbana nacido en Puerto Rico, ha lanzado el álbum YHLQMDLG (Rimas Entertainment 2020) cuyo vídeo de “Yo perreo sola” se embolsa ya más de 65 millones de visionados en YouTube.
Los comentarios ante la imagen del cantante dentro de una representación feminizada han suscitado tanto la homofobia y la transfobia de siempre, pero también le ha granjeado críticas que cuestionan la benevolencia y, más aún, la legitimidad que se atribuye Bad Bunny para hablar sobre la mujer, sobre el género y sobre el consentimiento.
Hemos de decir, acompañemos este baile o no, que se escribe este artículo porque el puertorriqueño ha puesto un tema en nuestras pantallas, que muchos usan nada más que como pieza decorativa. Reconozcamos, por tanto, el mérito de este buen intento, pero qué podríamos decir, mucho antes de anticiparnos con agradecimientos, sobre este gesto. Hablemos de legitimidad.
Firmo este texto desde el nombre que me dieron mis padres, sin embargo, no es desde allí desde donde escribo. Este artículo lo escribo yo, Personaje Personaje, la travesti no binaria, la migrante del Sur Global, la performer, la activista, la investigadore. También escribo desde una cuarentena que se parece mucho a la cotidianidad precaria de quien trabaja en lo que yo. Además, lo hago desde estas horas de la noche, que no son otras que las que tomamos las identidades disidentes para ocupar los espacios oscuros que la violencia y el patriarcado tan generosamente nos ceden con menos oposición que las del día.
Hago esta presentación para manifestar desde dónde me atribuyo la legitimidad para tejer este comentario. Este ejercicio nos permite pensar en las voces desde las que se traman discurso, la representación y los gestos dirigidos a la exterioridad de lo social. Damos importancia a cuál posición posiciona las posiciones que tomamos o, dicho de otra manera, a quiénes representan las representaciones que llegan a tener representación.
Para que no parezca que hablo en lenguas demoníacas, enfoquemos este tema desde la anécdota de Bad Bunny. Vemos al puertorriqueño en su gesto audiovisual, como persona con características convencionalmente femeninas, que además no son las de su cotidiano ser como hombre cis heterosexual.
Sin duda alguna, este gesto de genderfucking es interesante porque trae a la discusión, desde el poder mediático, la transgresión de los roles preestablecidos dentro de las sociedades occidentalizadas sobre el género. Insisto en el lugar del poder, que es una de las condiciones que lo diferencian de las que ocupamos otras personas diariamente fuera de los epicentros fashion.
Por ello, conviene también pensar en la legitimidad de que Bad Bunny se haya atribuido el lugar de hacer este gesto en las formas a las que ha recurrido. ¿Quién eres, cariño de quienes te aman, para permitirte esta representación?
Vemos dos figuras diferenciadas entre sí: el reguetonero y la mujer empoderada, con voz a veces grave y otras aguda, de ropa ajustada, con pechos prominentes y pelo en las axilas, que baila sola, aunque para nada como Marilia Andrés y Marta Botía. ¿Quién es esta mujer? No estamos ante una caricatura —hay que enfatizar, por lo (mal)acostumbrades que estamos a ver ridiculizado a lo femenino—, aunque sepamos que es el cantante.
“Está haciendo drag, y no me parece que esté haciendo comedia. En realidad, lo que está haciendo es abogar por el respeto”, señala Alvie, miembroa de Futuroa.
Desde fuera de la ficción propuesta por el video, entonces, vemos a un Bad Bunny ocupando el lugar de la travesti, de lo queer y hasta del drag. Ya no es este el quien se alinea para denunciar las muertes por transfobia, sino que es alguien que toma la piel de la disidencia, al menos en ese travestirse en la zona de confort de la fama.
Nagore García advierte que, al pertenecer Bad Bunny a un marco de privilegio masculino y normativo, puede caer inintencionadamente en la invisibilización de las mujeres e identidades disidentes que se está tratando de representar
Nagore García, investigadora feminista que trabaja con adolescentes en el proyecto de prevención de violencias machistas a través de la música Play It for Change, apunta que hay una “tendencia a entender el género muy centrado en la interioridad, y no tanto en la lectura estructural que es la que ubica a personas no solo como diferentes, sino en posiciones desiguales”. Por lo tanto, advierte que, al pertenecer Bad Bunny a un marco de privilegio masculino y normativo, puede caer inintencionadamente en la invisibilización de las mujeres e identidades disidentes que se está tratando de representar. ¿Hemos visto a Nesi acreditada por su voz en la canción?
Del mismo modo, por esta necesaria lectura estructural que debería acompañar nuestra mirada, ubicamos a la Bad Bunny en un lugar de “buen” passing. Es decir, que cumple con una serie de cánones que, desde la lectura social arbitraria, nos hacen autorizar como un correcto ejemplar mujer, a esta persona que en su cotidianidad recibe los privilegios de hombre.
Volvamos a la pregunta por la legitimidad. La posición donde se localiza quien emite el mensaje configura el lugar de mirada desde lo otro. Por tanto, si Bad Bunny es un hombre cis heterosexual, el lugar de aliado en las causas feministas y de la disidencia sexual le es legítimo, sin embargo ser la voz y el cuerpo que hace propias tales causas es, como mínimo, problemático.
Insisto: la fricción se encuentra no en la orientación de su deseo, sino en la identidad asumida, sentida y vivida, que contrasta con las aquí defendidas y representadas. Allí la lectura que acompaña el gesto es necesaria y, además, desde un acto de posicionamiento del mismo Bad Bunny.
Pienso ahora en alguien que ha cabalgado mucho años atrás por traer el consentimiento, el empoderamiento femenino e incluso la transgresión de los roles hegemónicos a los ritmos urbanos; la que quiere bailar, con la que tú quieres sudar, aunque eso no quiera decir que pa’ la cama va.
“Las mujeres llevamos mucho tiempo haciendo cutura explícitamente feminista —menciona la directora de porno y activista del sexo disidente Anneke Necro— y ahora aparece Bad Bunny, que es un hombre, con un mensaje por el cual se le considera un héroe”
La legitimidad de Ivy Queen al tratar tales temas no es cuestionada, dada la identidad de mujer desde la que se posiciona y que se le reconoce, a pesar de ese carácter tan mal visto para una dama y esa voz puesta en duda como puramente femenina. Nombro a Ivy Queen porque en su momento de auge, el género y el feminismo no tenían la cabida que actualmente en ciertos mercados. “Las mujeres llevamos mucho tiempo haciendo cutura explícitamente feminista —menciona la directora de porno y activista del sexo disidente Anneke Necro— y ahora aparece Bad Bunny, que es un hombre, con un mensaje por el cual se le considera un héroe. No le critico a él, sino que quiero visibilizar que por ser hombre y hacer lo que ha hecho se le premia como no se hace ni con artistas mujeres con trayectoria”.
¿Quién le premia? En el vídeo, la primera persona que vemos es une infante que se acerca y toca el televisor. El gesto, entonces, convoca explícitamente también a las generaciones más jóvenes a meter las manos, pero ¿qué les dice, además del “ni una menos” y del peligrosamente jerárquico “las mujeres mandan”? Lo que sabemos es que, por los órdenes en los que se vive occidentalizadamente, hay quien hace vocero, héroe y activista al puertorriqueño. Me pregunto si realmente caben esas categorías, pero también las expectativas a cumplir y las responsabilidades que le exigimos. Pensemos en él como aliado de unas comunidades y vivencias hacia las que simplemente —que no es poco— trata de que dirijamos la mirada. Ahora bien, no caigamos en lavarnos las manos del rol de ser agentes de las causas que propone, porque estas sí que no son un virus.
Señoros y conejos, ¿hablan sobre/con/desde nosotres? Habrá que comprobar su compromiso, ante la violencia, ante las críticas, ante nuestra desconfianza, para saber si bailamos con ustedes o si, como siempre, seguimos bailando solas nuestra resistencia.
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Bravo cariño! Me ha alegrado tanto saber que has escrito tú este artículo.
Muy bien dicho y opino exactamente igual.