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Memoria histórica
Los Merinales, lugar de memoria
El sábado 20 de enero volví, después de algún tiempo, al campo de Los Merinales; al lugar que fue prisión durante algunos meses o años de miles de penados por la justicia del terror franquista. Purgaban con trabajos forzados el delito de tener determinadas ideas políticas y haber sido derrotados. Se convirtieron en esclavos del franquismo.
Los Merinales es el espacio que también significa para mí la geografía, el espacio físico que, allá por los años finales del siglo pasado, buscábamos sacar a la luz desde el Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria y la Historia Social de Andalucía (CGT.A). Todavía estaba en pañales eso de la Memoria Histórica.
El campo de concentración de Los Merinales cambió la fisonomía de las poblaciones del bajo Guadalquivir
Desde el campo de concentración de Los Merinales, miles de esclavos construyeron una de las más importantes obras civiles de Andalucía, la que cambió la vida, la fisonomía del paisaje, la economía y las relaciones sociales de otras tantas decenas de miles de habitantes del bajo Guadalquivir.
Estudiar el campo de Los Merinales fue la experiencia investigadora más importante de mi vida. La que siempre había soñado: trabajo en equipo (de verdad, no corta y pega), impacto social (centenares, sí centenares, de encuentros, entrevistas, actos) y sacar al debate público (social y partidario) la cuestión de la represión del franquismo que durante décadas había sido cuidadosamente barrida debajo de las alfombras de la transición española. Una nueva derrota de los vencidos, esa vez con la complicidad y la desidia de las propias organizaciones a las que habían pertenecido.
Entre los logros de la investigación sobre el campo estuvo el de obligar a instituciones a tener que apoyar iniciativas promovidas desde el movimiento social
Los resultados no fueron menores, aunque nos quedamos a medio camino. Entre los logros estuvo el de obligar a instituciones (políticas y académicas) a tener que subirse al carro de iniciativas y actos promovidos desde el movimiento social. Dos ejemplos: la presentación del proyecto en un abarrotado teatro Álvarez Quintero (hoy Espacio Turina) y el multitudinario homenaje a esclavos y familiares de los mismos en el Auditorio de la Universidad Pablo de Olavide.
Otro éxito, al que no fueron ajenas personas como José Fontana o Antonio Miguel Bernal, fue conseguir que una editorial de amplia difusión se interesara por la investigación. Así nació el libro El Canal de los Presos. 1940-1062. Trabajos forzados, de la represión política a la explotación económica (Barcelona, Crítica, 2004). El salón del Almirante del Alcázar de Sevilla se quedó pequeño para acoger a los centenares de personas que acudieron a su presentación.
Fueron varios miles de ejemplares vendidos. Hoy agotado, el texto sigue siendo objeto de deseo. A pesar de la frialdad, cuando no algo peor, con el que fue recibido por la mayor parte del mundo académico, hoy continua siendo una referencia tanto como modelo de investigación, como por los resultados obtenidos.
El proyecto Des-Alambrar, del CSIC, estudia los campos de concentración del franquismo, entre ellos el de Los Merinales
Pero de lo que más orgulloso me siento fue del impacto social conseguido y de las sinergias (feo palabro) que todavía produce. De hecho, ahora se ha convertido en uno de los espacios incluidos en el proyecto Des- Alambrar, que se ocupa del estudio de campos de concentración franquistas, impulsado por el Instituto de Ciencias del Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (INCIPIT CSIC).
Mientras paseaba por el espacio del campo y oíamos las informaciones que nos proporcionaba Laura Muñoz, la arqueóloga de lleva la intervención, pensaba en las espinitas que quedaron atravesadas y que, ¿por qué no?, podríamos intentar aún sacar. Nunca es tarde.
Una, la incongruencia que supone que el campo de Los Merinales, como tal, no haya sido declarado lugar de memoria. Lo es el Canal, pero no el espacio matriz. Quizás sea el momento para volverlo a pedir.
Otra es la construcción del Centro Memorial sobre el trabajo esclavo que se pidió hace ya veinte años. El Grupo de Trabajo de CGT llegó a convocar un concurso de ideas para el diseño de dicho centro, por el que se interesaron desde diversos puntos del Estado. Incluso se creó un patronato, y la Confederación Hidrográfica aprobó una concesión (hoy caducada) para llevarlo a cabo.
Queda pendiente la construcción de un centro de estudios de los campos de concentración y el trabajo esclavo en la España franquista
Si entonces el Memorial era una necesidad, aunque quizás se trataba de un proyecto demasiado ambicioso para un grupo de nuestras características (aunque la idea era que se implicaran administraciones y entidades políticas y sindicales), hoy no parece que dicha necesidad sea menor. La de un centro de memoria e investigación que sea el instrumento que desarrolle, incluso a nivel nacional, la cuestión todavía hoy tabú del trabajo esclavo en la España golpista y franquista. Un proyecto que, definitivamente, vaya más allá de las sucesivas buenas intenciones de las diversas leyes o de propósitos siempre anunciados y nunca llevados a cabo. Un proyecto de memoria que, como siempre, mire hacia el futuro.