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Cine
Cine que puede hacer eco
Las películas que consumimos son parte importante de la receta de la revolución cultural que tanto ansiamos para construir sociedades más justas y sostenibles. El cine es una potente herramienta de transformación y así nos lo ha demostrado la historia. Desde películas que son capaces de cambiar la mirada social sobre un tema complejo, como “Mar adentro” de Alejandro Amenábar y el derecho a una muerte digna, hasta cintas que normalizan la diferencia, como “Campeones” de Javier Fesser, que supuso una revolución al demostrar que la diversidad puede ser protagonista delante de la cámara, y que las personas con diversidad funcional también pueden optar a puestos de trabajo en el equipo técnico de una producción cinematográfica. Poca gente sabe que “Campeones“ fue, además, producida por Morena Films, una de las productoras pioneras en integrar mecanismos de sostenibilidad en sus procesos de producción por inquietud e iniciativa propia.
Desde hace unos años, la industria cinematográfica, una de las más contaminantes, se ha puesto manos a la obra para reducir el impacto ambiental negativo de sus producciones. Sellos, calculadoras de carbono e incentivos de financiación llevan encima de la mesa ya unos años, y con esta tendencia, surgen nuevos nichos de mercado y, por supuesto, soluciones a medias que a veces son rebuscados lavados de cara.
Con todo esto, ¿es posible acercar el mundo de la producción audiovisual y la Economía social y solidaria para seguir cocinando un cambio cultural real?
Integrando la Economía social y solidaria en el cine
En el informe técnico “La situación actual de los aspectos de sostenibilidad en el sector audiovisual en España y Europa” publicado por Spain Audiovisual Hub, se resalta que uno de los principales obstáculos que encuentran los profesionales del cine a la hora de implementar planes de sostenibilidad es la falta de opciones éticas en la cadena de valor del sector audiovisual.
En el proceso de producción de una película intervienen cientos de profesionales que requieren de una amplia variedad de servicios. Desde personas vestuaristas, decoradoras, maquilladoras, eléctricas, transportistas… y a todas esas personas hay que cuidarlas. En los rodajes, se alimentan, utilizan hospedajes, transporte, energía, agua y materiales de distinta naturaleza.
Cuando se habla de rodajes sostenibles, hay varios estándares y la idea es, por un lado, ir mejorando los procesos y, por otro, conseguir que implementar acciones realmente eficaces y sostenibles sea algo más que chequear una casilla de una subvención. Y en este sentido, la Economía Social y Solidaria y su gente, puede aportar una visión que las personas trabajadoras del cine están empezando a incorporar.
Compartir la experiencia, los retos, obstáculos y placeres de emprender o reconvertir una actividad económica hacia criterios más éticos, pasa por acercar ambos mundos. Un paso interesante es considerar las necesidades de una producción cinematográfica y ofrecer soluciones más sostenibles desde una mirada transversal que tenga en cuenta el entorno ambiental, que propicie un intercambio económico local y que, finalmente, haya un beneficio social.
Una de las formas que se están empezando a poner en marcha es incorporar empresas y cooperativas de los mercados sociales a las producciones. El cine necesita diversidad de proveedores: catering, asesorías medioambientales, formación a equipos, asesoría energética para rodajes sostenibles, y temas de arte como vestimenta de segunda mano, decorados desechables, cosmética natural para actores y actrices e incluso organizaciones no gubernamentales a quienes donar material sobrante de todo tipo.
Hay varios ejemplos, como “Hilo Doble” en Málaga, una empresa de integración social que fabrica bolsos, carpetas y fundas de libreta a partir de las inmensas lonas que se ponen en los cines para publicitar las películas. O Ecoeko Cosmética Consciente, cuyos productos están cada vez más presentes en los departamentos de maquillaje y peluquería para figurar a las actrices y actores que tienen trabajos muy intermitentes y precarios, y que encima, cuando trabajan, se ven expuestos inevitablemente a productos tóxicos en sus cuerpos.
En la actualidad, los rodajes sostenibles tienen en cuenta sobre todo la parte medioambiental de impacto. Lo que la Economía Social y Solidaria podría aportar es esa otra mirada más integral en la que esa actividad económica que genera el cine pudiera generar impacto económico en el entorno, contratando servicios y colaborando con negocios locales que puedan fortalecer el eje económico de la sostenibilidad, e introduciendo la economía de los cuidados y la importancia de los procesos para propiciar un mejora social en los equipos profesionales.
Y ahí es donde los Mercados Sociales pueden suponer una buena vía de entrada para que compañías productoras de cine y proveedores éticos encuentren una manera de contagiarse, “ecofemininísticamente” hablando.
Esta oportunidad de compartir se dió, por ejemplo, en la última edición de GENERAMMA, Festival de cine realizado por mujeres de Chiclana de la Frontera, en Cádiz. En todas sus ediciones, la organización del festival dedica una jornada a la sostenibilidad y el pasado septiembre, la sesión se dedicó a debatir sobre cómo aplicar la economía de los cuidados al mundo del cine. Además de la charla inspiradora de Astrid Agenjo, economista feminista de la Universidad Pablo Olavide, se celebró una mesa redonda en la que productoras de cine y representantes de la Economía Social y Solidaria pudieron escuchar las necesidades de ambas partes y compartir una visión estratégica de colaboración futura.
El mensaje también impacta
Al final, cuando una industria tan grande como la del cine intenta virar hacia lo sostenible, puede acabar haciendo un lavado de cara y utilizando coches eléctricos sin revisar su política de traslados o creyendo que plantando unos cuantos pinos, compensa la huella ecológica de una producción. Y no es tan simple. La idea es hacer consciente a la industria del cine de su impacto y acompañar en el aprendizaje de distinguir entre exigencias imperantes y necesidades superfluas.
El cine es un arte y la mejor herramienta para entendernos como especie. Nos ayuda a mirarnos y cuestionarnos, y las que estamos dentro entendemos el cine como una actividad en la que hay que cuidar tanto el proceso, -la producción y su huella-, como el resultado, -la película y su mensaje-.
La esperanza es que cambiando la forma de producir a través de la economía de los cuidados (en vez de la metodología de la “sostenibilidad” mal entendida), empiece a cambiar el discurso y dejemos de ver tanto True Crime y empecemos a consumir más True Change.