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Cuando era adolescente aprendí sobre la expulsión de los judíos sefardíes de la recién formada España con su proyecto monárquico-católico (1492). Me conmovió su Historia; cuenta la “leyenda” que si bien a las familias que fueron expulsadas no se les permitió coger sus pertenencias, se llevaron las llaves de sus casas colgadas al cuello, que pasaron de generación en generación hasta el día de hoy y durante cientos de años, como su lengua, el ladino; al principio para poder volver, hoy porque ya no pueden dejar atrás la carga transmitida. Esto es un trauma generacional del que todavía hablan, que todavía forma parte de su identidad cultural a pesar de haber pasado 500 años.
Investigué sobre ellos y, aunque me costó encontrar algo al principio, habiendo ya youtube, pude ver reportajes y documentales en los que contaban que aún preservaban parte de su cultura sefardí, aunque casi siempre había sido a escondidas, porque el miedo forma parte del trauma con el que cargan; canciones, recetas, celebraciones siguen manteniendo viva una cultura y a un pueblo que ya no tiene tierra, unidad, ni símbolos, porque nuestros ancestros los expulsaron de sus tierras, nuestro proyecto de nación no tenía cabida para los ciudadanos judíos. ¡Qué dolor les provocamos a nuestros hermanos y vecinos!, un genocidio orquestado y sin solución posible a estas alturas, siendo realistas.
¿Sabéis quién lleva ahora sus llaves consigo, cuando los expulsan de sus casas y sus tierras por la fuerza? Supongo que no hace falta mucha prosa en este punto, ya sabréis de quién estoy hablando.
También en mi adolescencia aprendí sobre el Holocausto, ¿quién no? y tuve oportunidad de indagar profundamente, siendo uno de los eventos más documentados y estudiados de la Historia moderna de Europa, no falta información accesible y fiable al respecto. Cuando lo investigué, tuve mucho más fácil leer algunos textos y libros y ver documentales. Este episodio es uno de los grandes horrores de nuestra historia, todos lo sabemos. Los pueblos europeos presenciaron un genocidio orquestado sin pararlo y en ello fueron cómplices. Nuestros ancestros fueron cómplices del mayor horror perpetrado contra una minoría religiosa en Europa en la edad moderna; una vergüenza que cargamos con nosotros, junto con muchas otras, a decir verdad, si una es sensible y presta atención a la Historia.
El subproducto de un genocidio es el dolor y el sufrimiento de todo un pueblo, es la injusticia generalizada y el enfado de los que han sido oprimidos
Las palabras genéricas nos ayudan a distanciarnos de lo que realmente ocurre y “genocidio” es una de ellas. Realmente significa, entre otras cosas, desplazar y llevar a cabo actos violentos contra personas de un grupo, teniendo como objetivo la destrucción parcial o total de una cultura/etnia/pueblo. El subproducto de un genocidio es el dolor y el sufrimiento de todo un pueblo, es la injusticia generalizada y el asesinato impune de personas civiles por el simple hecho de formar parte de ese grupo y por supuesto, siempre, es el enfado de los que han sido oprimidos.
El gobierno de Hitler, con muchísimas personas involucradas en ello, como sabemos, decidió organizar un genocidio sistemático; quería acabar con las personas judías. Por supuesto, habilidoso Goebbels, para ello hicieron primero una campaña de desprestigio y deshumanización en medios y comunicaciones, hasta que su pueblo, anestesiado, realmente no se escandalizaría o no respondería cuando realizaran atrocidades contra sus propios hermanos. Una de las cosas que hicieron para ganar la guerra de las ideas es caracterizar a sus vecinos y hermanos judíos como ratas, alimañas, insectos, o parásitos, infrahumanos,… animales humanos. Es fácil que queramos aplastar, matar a una cucaracha o una rata, nadie quiere convivir con estos animales que comen residuos, transmiten enfermedades y viven a oscuras; ni con avispas o insectos, ni mucho menos con terroristas.
Ahora tenemos internet en el bolsillo. Podemos ver de cerca lo que está ocurriendo al otro lado del mundo. Podemos traducir las noticias que se emiten en otras lenguas. Por eso el interés en la desinformación organizada sigue creciendo, todos los poderes y lobbys están “jugando a este juego”. Es una nueva forma de censurar; no tapamos la verdad con una venda o una barra de píxeles oscurecidos, sino con gran cantidad de falsa información en la que resulte muy difícil indagar con seguridad. Por eso me he aficionado a buscar las redes sociales de periodistas y a leer en medios contrastados, sin atender a los Ben Saphiro del momento, que sólo me sirven para despistarme. Intento ir directamente a la fuente, sin filtrar.
Cuando el 7 de octubre Hamás lanzó el tristísimo e incendiario ataque contra civiles israelíes cerca de las fronteras con Gaza, escuché al Ministro de defensa israelí, Yoav Galant, decir en TV que iban a cortar el agua, gas, combustible, electricidad y suministro de comida en Gaza a toda la población, además de cerrar las fronteras por completo, lo que de por sí es un bárbaro crimen contra la humanidad, pero además dijo y esto es muy importante: “son animales humanos y vamos a tratarlos como tales”. Las personas somos animales, sin que esto vaya en detrimento de nuestra humanidad, pero todos entendemos lo que este señor quería decir en realidad. Lo que quería decir es lo mismo que decía el gobierno nazi de los judíos: que son infrahumanos, que no merecen nuestra empatía porque son distintos y peores, una cualidad inferior de la humanidad, animales por los que merece la pena señalar la diferencia: incivilizados, salvajes. No olvidemos que estamos hablando de 2.3 millones de civiles, de los cuáles literalmente la mitad son niños y niñas.
Están perdiéndose a sí mismos
Desde que iniciaran el asalto sobre la población en Gaza, ha habido varias declaraciones públicas de miembros del gobierno de Israel que continúan abriendo la brecha que los aleja de su propia humanidad en la misma línea en que la perdieron los nazis, y no parecen darse cuenta de que pronto sólo se podrá decir de bueno sobre ellos que amaban a sus perros.
Esto trae cola y mucha, pero por mantenerlo en el presente, la semana pasada el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu dió una rueda de prensa en la que, citando la Toráh, dijo impasible: “Debéis recordar lo que los Amalek nos han hecho, dice nuestro santo libro. Nosotros lo recordamos, y estamos luchando”. La misteriosa cita deja en realidad muy poco al misterio, esto es lo que dice la Torá (y la Biblia y el Corán) sobre los Amalek: 1 Samuel 15:3 “Ahora id y herid a los Amalek y destruid absolutamente todo lo que tengan, y no empaticéis con ellos; aniquilad a hombre y mujer, niño y lactante, buey y oveja, camello y asno”. Esto es lo que eligió comunicar el primer ministro israelí el día 29 de octubre.
El jefe de una unidad de la IDF, Daniel Hagari, dijo a principios de octubre: “Estamos lanzando cientos de toneladas de bombas en Gaza. Nuestro objetivo es destruir, no ser precisos”
Si el propio primer ministro está dando discursos abiertamente racistas contra los civiles palestinos, no es de extrañar entonces que hayamos visto ya dos conciertos al lado del muro de Gaza, en los que el público, preeminentemente uniformado, corea feliz ante preposiciones como “vamos a acabar con GAZA“ o “¿quién va a vivir en tiendas (de campaña)? GAZA”, etc. No Hamás, Gaza. Los médicos y profesores, periodistas, fontaneros, artistas, trabajadores de paz de la ONU, los cristianos, los ateos, los niños, los lactantes, las ovejas, los burros, todos. Nos están anunciando el genocidio, no es revolucionario nombrarlo. El jefe de una unidad de la IDF, Daniel Hagari, dijo a principios de octubre: “Estamos lanzando cientos de toneladas de bombas en Gaza. Nuestro objetivo es destruir, no ser precisos”. Destruir, no ser precisos. Destruir lo máximo posible, supongo, obviando que Gaza es 50% niños y niñas.
Ezra Yachin, militar del ejército Israel ha dicho públicamente de forma impune: “Tenemos que borrar a sus familias, sus madres y sus hijos. A estos animales no debemos permitirles vivir por más tiempo”, pero no está sólo, la lista del odio sigue y sigue: El 6 de noviembre publicaron una carta abierta firmada por 100 médicos israelíes en la que se pide que bombardeen los hospitales en Gaza. “Hay que ir a por sus avisperos para acabar con el problema”, dicen literalmente en la misiva. Avisperos. Llaman a los hospitales avisperos.
Ocupación israelí
Ocupación israelí La bomba atómica, la limpieza étnica y los animales humanos: quién es quién en el Gobierno Netanyahu
Todas estas comunicaciones han sido públicas, mediáticas e impunes. Sus esfuerzos vienen a intentar minar el concepto que tenemos de los palestinos y en general de las personas árabes (semitas por cierto), pero la premisa que subyace es verdaderamente peligrosa para todos los seres humanos, especialmente si nos convertimos en cómplices: los demás son animales infrahumanos, sólo los más asimilables, parecidos a la mayoría, inteligentes, brillantes, trabajadores o adecuados para el sistema de una u otra forma deberían tener derecho a la tierra, a la libertad, a la paz y a la vida.
Sin tener aún tantas nociones de propaganda y dialéctica como tiene nuestra sociedad de la información, el proyecto nazi de Estado del III Reich ya entendió que utilizar este lenguaje de odio, incendiario y deshumanizante, les ayudaba a generar animadversión entre la población civil hacia los judíos alemanes, franceses, polacos, austriacos, etc. y que encontrarían menos resistencia al transmitir su criminal mensaje de este modo. Gracias a este lenguaje, a los judíos maltratados durante el régimen del III Reich se los consideraba distintos, otro tipo de humano, inferiores. Esto mismo han entendido también desde el gobierno israelí, es evidente.
Y no lo esconden, porque la estrategia es precisamente esa, que vaya calando el mensaje en las sociedades occidentales y en la población israelí: esas personas que no conoces, que visten diferente, hablan una lengua que no entiendes y profesan una religión distinta que además genera diferencias entre hombres y mujeres tanto en derechos como en dignidad, esas personas son inferiores. No merecen su tierra, ni sus pertenencias, ni tu empatía, ni su vida siquiera, porque son animales de la peor clase: avispas, ratas, incivilizados, alimañas, animales humanos, terroristas, infrahumanos y hay que destruir sus nidos.
Pero todos vimos la peli hasta el final, y hoy sabemos que al final lo único inhumano, infrahumano y salvaje, era el gobierno de la muerte del III Reich.