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Brasil
Pacifismo y diplomacia ambiental, la apuesta internacional de Lula
Brasil es demasiado grande para ser tratado como un paria internacional, como lo ha sido durante el último cuatrenio cuando fue gobernado por un político pequeño. El país con sus 8.516 km², su población de más 215 millones, su economía, la 13ª a nivel mundial y primera en el ámbito sudamericano, no puede quedar marginado en el debate de los grandes acuerdos internacionales. El gobierno electo volverá a reivindicar su verdadera posición en la escena mundial, como hacía en la primera década de los años 2000.
El Brasil de Lula da Silva fue referencia con una política internacional “altiva y activa” dirigida desde el palacio de Itamaraty (sede del Ministerio de Relaciones Exteriores en Brasilia) por Celso Amorim, participando por ejemplo de la creación de los BRICS, el fortalecimiento del Mercosur y la ampliación y la cooperación con los países africanos. Al contrario, el tosco Jair Bolsonaro y su canciller terraplanista, Ernesto Araujo eran el hazmerreír entre los líderes mundiales. El presidente era evitado por todos los mandatarios del mundo, hasta sus vecinos más próximos pasaban de largo delante de él.
Alberto Fernández, el presidente de Argentina, el vecino con quien Brasil tiene casi obligación de tener relaciones cordiales, en ninguna ocasión ha visitado oficialmente el país, mientras que se encontró con Lula da Silva dos veces, una cuando él aún estaba detenido arbitrariamente en Curitiba y otra en el día siguiente a su victoria electoral. Pepe Mújica que es un referente moral en América del Sur participó activamente de la campaña de Lula. Pedro Sánchez y Antonio Costa grabaron sendos videos en apoyo al candidato y Emmanuel Macron no pudo ocultar su entusiasmo cuando felicitó a Lula da Silva por su victoria el 30 de octubre diciendo literalmente “que era una formidable noticia”. Joe Biden respaldó la fiabilidad de las elecciones brasileñas y estuvo más de 20 minutos hablando con Lula, después de que este hubiera derrotado al más aventajado delfín de Donald Trump en el continente americano. Por otro lado, también Xi Jinping y Vladímir Putin enviaron calorosas felicitaciones al presidente electo.
La carrera por ver quién hacía la felicitación más entusiasta a Lula después de los resultados del 30 de octubre puede dar pistas de la sensación de alivio tras el cambio de jefatura del Estado brasileño, pero también es una señal clara de las expectativas que despierta el fuerte el liderazgo de la figura de Lula da Silva en la esfera internacional. Antes mismo de asumir la presidencia el 1 de enero de 2023, el presidente electo ya tiene una portentosa agenda internacional a cumplir. Está previsto hacer un largo viaje por el mundo: visitará algunos países de Latinoamérica, irá a los EEUU, vendrá a Europa, y es un invitado de honor en la COP-27 que se realiza entre el 6 a 18 de Noviembre en Egipto. Después, casi seguramente irá a China, socio comercial de primer orden para Brasil. Su objetivo con sus viajes a realizar antes de asumir el cargo es pavimentar el camino para devolver a Brasil el protagonismo en la escena internacional.
El tercer mandato de Lula no estará exento de desafíos en política exterior, tiene en frente una crisis económica mundial que no tiene perspectivas de amainar y una guerra en Europa que se está haciendo larga y costosa en todos los sentidos
El tercer mandato de Lula no estará exento de desafíos en política exterior, las dificultades para decidir como posicionarse en la geopolítica mundial serán constantes. Tiene en frente una crisis económica mundial de la que no tiene perspectivas de amainar y una guerra en Europa que se está haciendo larga y costosa en todos los sentidos, no sólo por el drama humano de los pueblos que están bajo los bombardeos, sino también por sus efectos nefastos para el devenir de la humanidad. El nuevo presidente va a enfrentarse con un orden internacional en conflicto, ante lo cual se dibuja a todas luces un mundo multipolar en pañales. Seguramente que Lula da Silva deberá hacer gala de un complicado equilibro entre los bloques e intentar abrir una difícil ventana para la paz.
Brasil no tiene contencioso serio con ningún país del mundo, posee una fuerte tradición diplomática en la búsqueda de la resolución pacífica de los conflictos, por lo que pese a sus estrechas relaciones con EEUU, fue un impulsor de la construcción de herramientas para la creación del mundo multipolar, como la reforma del consejo de seguridad de Naciones Unidas que garantice una paz duradera. El hermano del Norte intentará seguir moviendo sus cartas en el país, aunque salvados los intereses internos de cada nación latinoamericana, esta vez seguro que el Brasil de Lula quedará más respaldado, por lo menos por las otras cinco más importantes economías de Latinoamérica además de la brasileña, esto es, las de México, Argentina, Colombia, Chile y Venezuela, con cuyos gobiernos tiene una fuerte afinidad ideológica que puede permitirles buscar posiciones conjuntas en conflictos.
Para los intereses de Brasil, es más atractiva la idea de un mundo multipolar defendido por China y Rusia y sus socios por un lado, que la permanencia del dominio dirigido por los intereses exclusivos de los EEUU, apoyada sin fisuras por la Unión Europea. Mantener el equilibrio entre estos dos polos en conflicto, defendiendo sus intereses estratégicos alejándose de las tesis belicistas y sin someterse o enfrentarse directamente a una de las partes, va a determinar el éxito o el fracaso de los próximos cuatro años de la administración del presidente en materia de geopolítica internacional.
Por otro lado, el gobierno brasileño quiere liderar la agenda ambiental internacional, que será sin duda la puerta que abrirá la nueva diplomacia ambiental que Lula quiere impulsar. El potencial de Brasil en esa materia es innegable por la importancia del bioma de la Amazonia para el resto del planeta y que el gobierno de Bolsonaro trató con desprecio. La deforestación alcanzó récords sin que la administración brasileña pusiera frenos a los responsables de llevar las selvas a una situación límite. Un ministro de medio ambiente del gobierno saliente, Ricardo Sales, se dejaba fotografíar delante de árboles talados y se decía defensor de aprobar legislación favorable a la explotación indiscriminada de los biomas brasileños. Solo por citar un ejemplo, en agosto de este año el sistema de alerta del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) registró más de un 80% de aumento de área desforestada que en el mismo período del año anterior, y ya en octubre creció hasta los 813,2 km², la tercera mayor marca desde 2015.
En las regiones del país en donde la presencia de la economía agrícola y pecuaria es dominante, la candidatura de Lula tuvo una derrota inapelable debido entre otras cosas al apoyo económico del agronegocio a Bolsonaro
En las elecciones uno de los sectores más beligerantes en contra de la candidatura de Lula da Silva fue el de las grandes empresas del agronegocio brasileño, contrarias a las políticas de protección del medio ambiente, que en el parlamento se organizan dentro del ultra conservado grupo parlamentario del ganado, que junto con los potentes grupos de las iglesias evangelistas y de las armas (grupos llamados Vaca, Bala y Biblia), controlan la mayoría del parlamento brasileño. Lula dejó claro que no iba permitir más las conductas criminales que se producen en contra de la vida en la selva, practicada por ciertos empresarios de ese sector de la economía que quieren expandir su área de explotación. El resultado fue la declaración de una guerra total desde las filas empresariales del potente sector exportador de agricultura a gran escala en contra de la candidatura del Partido dos Trabalhadores (PT). En las regiones del país en donde la presencia de la economía agrícola y pecuaria es dominante, la candidatura de la izquierda popular tuvo una derrota inapelable debido entre otras cosas al apoyo económico del agronegocio a Bolsonaro: en la región Centro (Bolsonaro obtuvo el 60,2% y Lula el 39,8%) en la del Sur (Bolsonaro obtuvo el 61,9% y Lula el 38,1%) y en la del Sureste (Bolsonaro tuvo el 54,2% y Lula el 45,8%).
Para empezar a cumplir sus promesas de defensa de políticas ecológicas, el gobierno electo ya busca un liderazgo nacional para poner al frente del futuro Ministerio de los Pueblos Originarios, que será creado y dirigido por primera vez por un indio defensor de los pueblos de la selva. Además, en el período electoral Lula se marcó un gran triunfo con la recuperación a su lado de la figura disidente y exministra de Medio Ambiente (entre 2003 y 2008), Marina Silva. Ella es una referencia dentro y fuera del país en el ámbito de la protección de la naturaleza, desde muy temprana edad cuando trabajó con el ambientalista Chico Mendes, brutalmente asesinado en el Estado de Pará por los latifundistas de la Unión Democrática Ruralista. La exministra, que fue quien coordinó la creación de áreas ambientales protegidas y es una voz con autoridad internacional en materia de protección de la naturaleza, tendrá como desafío reconstruir el sistema institucional de protección ambiental del Instituto Brasileño del Medio Ambiente (IBAMA), el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMbio), la Fundación Nacional del Indio (Funai) y también fortalecer los compromisos con los acuerdos de París para el clima, a los que el gobierno de Bolsonaro no tenía ningún aprecio. Marina Silva seguramente participará del nuevo gobierno como una especie de autoridad ambiental supraministerial, en un cargo diseñado justamente para su perfil con el objetivo de coordinar las áreas del gobierno en materia de medio ambiente. Itamaraty seguramente quedará integrado a las acciones del área de actuación de Marina. La idea es definir y ejecutar políticas públicas que concilien el desarrollo con la protección ambiental, respetando los acuerdos internacionales en relación a las convenciones de Naciones Unidas sobre el cambio climático.
Para confirmar su interés en la materia ambiental el presidente electo ya aceptó la invitación del comité organizador de la COP-27, para participar junto con Marina en la conferencia de Naciones Unidas. El responsable de las políticas medioambientales de la administración americana, John Kerry, ya ha respaldado las intenciones del nuevo gobierno brasileño de impulsar metas climáticas más ambiciosas. El cumplimento de los acuerdos internacionales sobre el cambio climático es una baza para Lula que seguramente le dará un margen de maniobra a la hora de tener una voz más autónoma y que podrá será tenida en cuenta en el marco de las buenas relaciones por lo menos con Washington y Bruselas.
Y es que no solo las Naciones Unidas han reconocido que en el Brasil de Lula el país salió del mapa del hambre, algo que promete, volverá a conseguir, las credenciales que Lula da Silva que ahora presenta al mundo son las de un gran demócrata que enfrentó la máquina sucia de la extrema derecha internacional y le ganó las elecciones en una situación muy adversa. Vendrá a Europa como el político latinoamericano que puso coto al fascismo que gobernaba en el mayor país del continente. Fue una gesta electoral el haber ganado después de sufrir un proceso judicial viciado que le llevó a la cárcel, enfrentarse a un Bolsonaro que usó los métodos más espurios para ganar, abusando del poder económico, desacreditando las instituciones democráticas, y para colmo —como Trump, cuando perdió las elecciones— no reconociendo su derrota, alentando a sus seguidores a cerrar las carreteras del país en protestas ilegales contra el resultado electoral.
Tras una semana de disturbios contra los resultados electorales en la sus partidarios cortaron carreteras con enorme perjuicio económico para el país y cientos de miles se congregaron en frente de los cuarteles para pedir la intervención militar que impida a Lula asumir el cargo de presidente, las cosas parecen tomar otra vez su cauce natural, con el inicio de los trabajos para la transición de gobierno.