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Precariedad laboral
La otra cara del crecimiento navarro
El "moderado optimismo" del crecimiento en Navarra esconde una realidad palpable en una sociedad absolutamente precarizada y en claro retroceso de sus pequeñas conquistas
Ya hará unos días que leí en la prensa que Navarra crecía a un ritmo del 3% (eso debe ser bueno, al menos para el consejero; se le veía feliz). Continuaba asegurando que gracias a este crecimiento se habían generado 7.000 puestos de trabajo. Señalaba que el consumo y los servicios eran los protagonistas de este crecimiento y se mostraba “moderadamente optimista” cuando se refería a los pronósticos del 2018.
A los pocos días, cojo el mismo periódico. No soy fan, pero no leer nada de prensa te deja, en la hora del café, a la altura de no ver OT. Aparecía con una cuidada infografía y muchos números exactamente lo mismo que el consejero había transmitido. No dudo que todos ciertos. Tampoco dudo que tan ciertos como impersonales y fríos. Sin embargo, para cualquiera que se hubiese acercado a dicho artículo, no quedaba más que alegrarse y sentirse aliviado de ser navarro. “Todo está bien” o “la cosa ya va para adelante” son reflexiones que cualquiera se puede hacer cuando escucha semejante marabunta de cifras que superan, en no sé cuántas décimas, a las del año anterior.
A pesar de esta oleada de “moderado optimismo” mi cara de gilipollas adquiere tintes de sorpresa épicos. Porque esa será la realidad de los números, del consejero, del gobierno y si me apuras del sector de trabajadores mejor establecido (cada vez más minoritario y menos establecido). Pero no es una realidad palpable en una sociedad absolutamente precarizada y en claro retroceso de sus pequeñas conquistas. Conservamos lo poco que nos dan ya sea por convencimiento, por necesidad o por vértigo a caer en el desempleo, ya que por mucho moderado optimismo que tenga el consejero de economía, quedarse en el paro hoy en día, es sinónimo de comer mierda en cualquier puesto de trabajo y sin rechistar, siempre claro está, que no seas demasiado viejo, o demasiado joven, o demasiado extranjero o demasiada mujer …
Mi amigo Víctor trabaja en una fábrica cuyos turnos de trabajo son de 10 horas/día, pero solo cobran 8. Esa es la norma. Allí nadie dice nada porque “es mejor eso que ir a la calle”. Javi, mi vecino de enfrente, trabaja sin conocer el calendario que va tener a tres días vista, con lo que su conciliación familiar depende de las necesidades de su empresa. Abdel, compañero con el que suelo ir a dar una vuelta en bici, tiene dos trabajos para poder sumar 890€. Nuestras vueltas en bici también dependen de su empresa. La moza que limpia el portal de mi casa, además de otros nueve cada mañana, me comentaba que no sabía lo que eran dos semanas de vacaciones en los últimos ocho años. En hostelería se mueve Iosu. Increíble. Cambia de lugar de trabajo sin parar. Busca lo que la hostelería nunca le va a dar: seguridad. ¿Sigo con las personas que trabajan en las residencias de ancianos? ¿Limpiadoras de hotel? ¿Trabajos relacionados con los cuidados?
Yo de momento seguiré cogiendo la prensa para ver si he salido en las necrológicas, para leer el tiempo y por supuesto, para seguir creyendo que la realidad, por más que la vistamos de números, frases complejas e infografías agradables, la tenemos delante de nuestros ojos, si es que la queremos ver. Que es una realidad dura, sometida al beneficio de las empresas, precaria hasta la naúsea… Pero esa realidad no le interesa valorarla a nadie, porque no se podría decir que es una situación “moderadamente optimista”.