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Barcelona
En busca de un modelo turístico para Barcelona
Más de 13,2 millones turistas pernoctaron en Barcelona en 2018, según datos de la Diputación de Barcelona. De hecho, esta actividad representa alrededor del 12% del PIB. Ahora bien, según un estudio del ayuntamiento, el 60% de sus habitantes cree que la capacidad de la ciudad está llegando a su límite. La gestión del turismo es uno de los puntos calientes en la pugna de los alcaldables en las próximas elecciones municipales.
Barcelona tiene alrededor de 1,6 millones de habitantes y sus ciudadanos opinan que la capacidad de los servicios que atienden a los turistas está al límite. En concreto, un 60% de los barceloneses, según un estudio de la percepción turística del ayuntamiento del 2017. Es la primera vez que esta cifra es negativa. Además, ocho de cada diez de sus ciudadanos opina que esta actividad conlleva que suban los precios en la metrópolis, especialmente, los de los pisos y la restauración. Sin embargo, también son conscientes que es el motor económico. Más del 70% piensa que este sector genera riqueza en la ciudad. De hecho, emplea a más de 22.000 personas y es el 12% de su PIB.
El gran problema es que esta actividad ha masificado los barrios céntricos, en especial los del distrito de Ciutat Vella, donde prácticamente la totalidad de sus habitantes considera que viven en un barrio turístico. Esto ha despertado la turismofobia y en barrios como la Barceloneta es común ver pintadas en la pared como: “Tourist go Home”. Ésta es la percepción que tienen los barceloneses sobre los principales conflictos que genera esta actividad.
La capital catalana no es la única donde ha florecido esta turismofobia que desata la llegada masiva de visitantes y que causa estragos en las ciudades, como el que se relata en el documental El síndrome de Venecia (Andreas Pichler, 2012). En la ciudad flotante, diariamente, llegan alrededor de 60.000 visitantes y mil cruceros, es decir, 30 millones de turistas al año. Éstos no solo están dañando el patrimonio y el agua, sino comportan un auténtico éxodo de venecianos que se ven obligados a dejar su casa por el incremento del coste de vida provocado por la actividad turística. En 1966, Venecia albergaba unos 121.000 habitantes, una cifra que se ha reducido a los 50.000 en la actualidad y se prevé que no haya ningún habitante en el centro de la ciudad en 2030.
Tailandia adoptó una medida drástica en 2016 cuando decidió prohibir la entrada de turistas en la isla de Koh Taichai. Esta solución la perpetró seis años después de dejar entrar visitantes en este paraje natural. Turistas de todo el mundo se acercaron a Koh Taichai para tumbarse en su arena blanca o nadar en su agua cristalina. Ahora bien, su presencia ha perjudicado seriamente a la flora y fauna local como el coral, el caracol dorado de agua dulce y el cangrejo ermitaño.
Hacia un turismo sostenible
El impacto de la masificación turística, tanto en ciudades como parajes naturales, ha llevado a la Organización Mundial del Turismo (OMT) a abogar por construir una actividad más sostenible. En 2017 hubieron 1.322 millones de turistas en todo el mundo. Por eso, la OMT argumenta que este sector genera empleo y puede sacar muchas personas de la pobreza. Ahora bien, recuerda que, tal como marca la Agenda de Desarrollo Sostenible para el 2030 de la ONU, se ha de crear un trabajo digno y que conlleve un crecimiento económico. También, debe ir acompañado de una producción y consumo responsable; debe ser respetuoso con las necesidades y costumbres de la población local; y preservar los ecosistemas tanto urbanos como naturales.
El consultor y formador internacional de turismo Raúl Garcia López advierte de los impactos de esta actividad. En el plano social, por ejemplo, destaca que suben los precios de la vivienda; entran fondos buitres que pasan a controlar edificios enteros para dedicarlos a la actividad turística; o que los hoteles reduzcan los precios para ser más competitivos respecto al resto de la oferta y, por ende, el trabajo asociado a esta actividad es precario, poco remunerado y estacional. Además, el turismo destruye al tejido comercial de los barrios y los sectores que no van asociados a esta actividad; incrementa la delincuencia, la prostitución, el consumo de drogas y los altercados nocturnos; así como aumenta la densidad del tráfico de vehículos y la contaminación.
También tiene consecuencias para la cultura local, ya que produce el deterioro del patrimonio artístico por la masificación de los sitios turísticos; favorece a la pérdida de identidad o de los valores, costumbres y hábitos de la población local.
Por eso, entre otras cosas, recomienda a las ciudades masificadas por los visitantes que reduzcan la difusión internacional del sitio turístico; promocionen zonas turísticas menos congestionadas; hagan una campaña más segmentada para atraer al público que se quiere recibir; se coordinen con destinos cercanos para repartir a los visitantes; impongan moratorias en la concesión de licencias de alojamientos turísticos o combatir; y que controlen los pisos turísticos ilegales.
En Barcelona el modelo turístico se decidirá en las urnas
El próximo 26 de mayo habrá elecciones municipales en Barcelona y cada una de las candidaturas presenta su propio modelo turístico. La mayoría de los partidos coinciden que se debe de combatir la presencia de los entre 6.000 y 8.000 pisos turísticos ilegales, regular la actividad y hacerla más sostenible, pero ¿qué proponen cada uno de ellos?
La formación de extrema izquierda la CUP parte de la base que esta actividad es “un monocultivo”, ya que toda la ciudad depende de la economía que genera y expulsa a los vecinos. Por ello, propone que decrezca el turismo a través de moratorias en la construcción de pisos turísticos o en la compra de edificios enteros (que se usan para esta actividad) y frenar la oferta de alojamientos. En el otro lado de la balanza se encuentra Ciudadanos que se muestra partidario de reforzar el sector y dejar que se abran nuevas plazas turísticas en la ciudad.
Tanto el partido que gobierna el consistorio local, Barcelona en Comú, como su principal rival en los sondeos, ERC, optan por descentralizar el turismo para que llegue a todos los barrios y evitar la masificación de ciertas zonas de la ciudad, así como mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de este sector. Estas propuestas también las recoge Junts per Cataluña. Ahora bien, cada formación tiene sus matices. Mientras que Barcelona en Comú propone potenciar el comercio local y los puntos de interés turístico de cada barrio; ERC aboga por un pacto entre el sector público, social y privado. En cambio, Junts per Cataluña quiere doblar la tasa turística; promocionar la oferta turística y cultural de los barrios; así como obligar a los hoteles y empresas que mejoren el entorno.
En el caso del PSC apuesta por crear la marca Barcelona Always para seguir potenciando el destino de la ciudad, pero que éste esté al servicio de la población. Para ello, el ayuntamiento lideraría la generación de esta marca en un proceso que debe de implicar a los sectores sociales y públicos. Por su parte, el El PP persigue combatir la turismofobia; potenciar una imagen positiva del turismo para que sea el tractor de otras actividades; y eliminar las tasas de la actividad turística.
Las cartas ya están sobre la mesa. Ahora es el momento de los ciudadanos de elegir en los comicios qué modelo de turismo quieren y de los políticos de cumplir el mandato popular expresado en las urnas.
¿Quieres conocer con más detalle lo que propone cada partido? Consulta el vídeo
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Muy interesantes tus artículos, deberías hacerlos más a menudo.
Interesante artículo. Una cosa: "En 2017 hubieron 1.322 millones de turistas en todo el mundo" ¿Hubieron? ¿en serio? Sería "hubo".
Saludos