Francia
Caso Tarnac: el naufragio de la ‘lucha antiterrorista’ francesa

Después de diez años de que se iniciara el “caso Tarnac” contra un grupo de personas de una comunidad libertaria, a quienes se acusó en un primer momento de terrorismo, los principales acusados de haber saboteado las líneas de ferrocarril han sido absueltos de todos los cargos. El proceso ha puesto en evidencia un montaje destinado a crear un enemigo interior. 

Julien Coupat
Pintada en la pared del retrato de Julien Coupat. Foto: Thierry Ehrmann
17 abr 2018 11:52

El 11 de noviembre de 2008, los habitantes de la aldea de Tarnac, situada en la meseta de Millevaches en Corrèze, se despertaron por la irrupción de un centenar de policías. Venían a detener a 15 personas, que vivían en una de las granjas de la comuna. Se acusaba a estos hombres y mujeres, que pertenecen a una comunidad libertaria, de haber saboteado las catenarias de las vías del ferrocarril en varios departamentos durante la noche del 7 al 8 de noviembre de 2008. Este sabotaje causó numerosas interrupciones en la red ferroviaria entre París, Estrasburgo y Lille.

Las noticias de la televisión abrieron este día con la cara del hombre que sería presentado como el líder de esta comunidad, Julien Coupat, y se centraron en su perfil inusual. Este hijo de médico, con una formación brillante, vivía en uno de los barrios más lujosos de la capital francesa. Las autoridades sospechaban que era el autor de L’insurrection qui vient (“La insurrección que viene”), un ensayo político con acentos situacionistas que reclama operaciones de sabotaje para paralizar el país y su aparato productivo. Muy pronto se le presenta como el gurú carismático de una secta con el nombre evocador de El Comité Invisible. 

Julien Coupat y su novia, Yildune Lévy, habían estado durante mucho tiempo bajo la vigilancia de la Dirección General de Seguridad de Interior (DGSI), después de que esta recibiera un informe del FBI que los había visto en Nueva York con anarquistas estadounidenses considerados peligrosos.

Durante varios meses fueron seguidos continuamente por policías vestidos de civil, a veces en situaciones rocambolescas, como aquel día en que se encontraron con una mujer en una gasolinera que estaba hablando con un micrófono en el cuello de su parka.

Unos días antes de su detención, Coupat y Lévy fueron vistos por la policía a pocos kilómetros de una de las infraestructuras dañadas, situada en la ciudad de Dhuisy, en Seine-et-Marne. Aunque no afirmarían haberlos visto colocar ferralla en la catenaria, dirían, sin embargo, haberlos visto salir en coche desde una zona situada más abajo. Tres días después, un importante grupo de policías —acompañados por numerosos periodistas— vino a detenerlos por “asociación de malhechores de carácter terrorista”.

El juez antiterrorista Thierry Fragnoli dijo en una conferencia de prensa que el grupo estaba a punto de matar por razones políticas. Francia tenía miedo

Michèle Alliot-Marie, ministra del Interior del Gobierno de Sarkozy, se felicitó por la captura de estos peligrosos terroristas pertenecientes al “movimiento anarco-autónomo”. El juez antiterrorista Thierry Fragnoli dijo en una conferencia de prensa que el grupo estaba a punto de matar por razones políticas. Francia tenía miedo.

Sin embargo, el acta D 104 atrae todas las miradas. Este es el documento clave del caso Tarnac, el que describe la vigilancia de Coupat-Lévy la noche del sabotaje. Las muchas inconsistencias que contiene finalmente despiertan sospechas. En primer lugar, hay errores con respecto a los nombres de las carreteras, errores que encontramos en un famoso software de cartografía. Luego están los 26 kilómetros recorridos en menos de 10 minutos, una velocidad media de 159 km/h en pequeñas carreteras rurales. Y por último la extraña agenda del brigadier Stéphane X, que participaba en la vigilancia y estaba presente a la misma hora en los locales de la DGSI situados al oeste de París. Muchas pistas indicaban que el testimonio de la policía se dio después de que la línea de ferrocarril hubiera sido dañada.

Aunque los acusados presentaron una denuncia en noviembre de 2011 en Nanterre por falsificación de documentos y uso de documentos falsos, la investigación siguió acumulando errores y se negaría a examinar todos los elementos exculpatorios, como la retirada de dinero hecha por Yildune Lévy en el centro de París en el momento de los hechos.

También estaba el testigo que afirmaba haber oído a Julien Coupat llamar a la insurrección armada durante las reuniones políticas en Tarnac. Este testigo confesó más tarde en un canal de televisión francés que se lo había inventado todo bajo la presión amenazadora de la policía.

Pero lo más perturbador es la pista alemana ostensiblemente ignorada por la justicia. El 10 de noviembre de 2008, un grupo ecologista alemán reivindicó nueve sabotajes en las líneas de alta velocidad y en la red ferroviaria alemana. En un documento titulado In Erinnerung an Sebastian (“En memoria de Sebastian”), los miembros de este grupo afirman haber llevado a cabo estas acciones para vengar la desaparición de Sébastien Briat, un francés de 24 años que murió en 2004 durante una acción para bloquear un tren “castor” que transportaba cada año residuos nucleares de La Haya a Gorleben en el norte de Alemania: “Con artefactos incendiarios y corchetes marcamos nuestra resistencia anoche, porque estamos hartos [...]. Cansados de los discursos de los representantes electos y de los funcionarios de la industria y la administración sobre la seguridad de los residuos nucleares”.

Las acusaciones se desmoronan

A los agentes de policía les resultará cada vez más difícil poner en cara de Coupat el retrato de un peligroso terrorista. Cada vez más periodistas cuestionan la seriedad de la investigación y señalan el oscuro papel de los consejeros en la sombra que están desarrollando una política de seguridad hecha a medida para el presidente Sarkozy.

En primer lugar, está el siniestro Alain Bauer, un experto en criminología que trae de los Estados Unidos políticas de ultraseguridad inspiradas en la famosa teoría del vidrio roto de James Q. Wilson. También Bernard Squarcini, amigo personal del presidente y director de la DGSI, que acaba de nacer de la fusión de los Renseignements Généraux [Servicios de Información Generales], responsable del seguimiento de los militantes de los partidos políticos, y la DST, encargada del contraespionaje francés. El caso Tarnac sería el primero tramitado por este nuevo órgano utilizado para vender la nueva política de seguridad del presidente Sarkozy....

El castillo de naipes se derrumbará bajo el peso de sus improbabilidades. La juez de instrucción, Jeanne Duyé, rechazará el 7 de agosto de 2015 la calificación de terrorismo y convertirá el caso Tarnac en una simple imputación penal. 

Entre la espada y la pared, entre la humillación de tener que admitir sus propios errores y el deseo de algunos magistrados de eludir la autoridad política, la institución judicial dará el golpe fatal a la investigación.

El 12 de abril, Corinne Goetzmann, presidenta de la Sala 14ª del Tribunal Penal de París, en una larga y motivada sentencia, acabará desinflando el caso y diciendo que “la audiencia ha permitido comprender que la apelación de ‘grupo Tarnac’ era una ficción”. “Es una humillación para los servicios antiterroristas de la época”, ha dicho Jérémie Assous, abogado de Coupat. A su juicio, Corinne Goetzmann “recordó que el derecho francés se rige por una serie de principios a los que usted no puede desobedecer, aunque sea un agente de la subdirección antiterrorista”.

A su salida del juicio, Yildune Lévy declaró: “Para mí, si hay algo que debemos retener es que nunca debemos rendirnos, nunca debemos dejar de luchar contra todas las máquinas trituradoras, desde la antiterrorista hasta la retroexcavadora en Notre-Dame-des-Landes”.

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