Feminismos
Una a Una: la guerra declarada contra el machismo moderno

La asociación Una a Una tiene como fin principal contribuir de forma activa a la construcción de una sociedad igualitaria libre de violencia. Son profesionales de edades muy diferentes y de todas las provincias andaluzas que trabajan en varios frentes: deporte, cultura, intervención social y atención a menores víctimas de violencia de género, campo en el que aseguran que hay mucho que hacer. Su trabajo no es fácil: pelean contra el machismo en una época de rearme patriarcal.

28 ago 2019 06:54

Las componentes de Una a Una se asociaron en 2017 como respuesta a la necesidad de un colectivo de profesionales del ámbito de la psicología para trabajar la igualdad en todas sus facetas y se agruparon con el objetivo de garantizar una estructura feminista que se reflejara en la toma de decisiones. El objetivo era “poner la vida y los cuidados en el centro de todo, tanto en los proyectos como en la forma en la que las compañeras puedan trabajar dentro de esos proyectos”, explica la psicóloga Paola Fernández Zurbarán, una de las socias más activas de Una a Una. Y también “primar el cuidado de las personas hacia las que trabajamos y el propio”, añade.
En total son 20 las socias que componen Una a Una, repartidas por cada una de las provincias andaluzas y con perfiles profesionales que van de la psicología a la sexología, principalmente. Sus edades también son variadas, entre 28 y 60 años. “Nos nutrimos de la experiencia de las más mayores y de la frescura de las más jóvenes”, asegura Paola. El resultado: un trabajo poliédrico que abarca la complejidad de la sociedad andaluza actual. “Andalucía es una región extensa geográficamente y la diversidad de propuestas tiene que ver con el espacio en el que se ejecutan”, continúa Paola.

La promoción de los buenos tratos a través de formación y charlas, la visibilidad de las mujeres en el deporte o en el ámbito cultural —por ejemplo, con la participación en la primera edición de FEMM+ (Ciclo Mujer y Música de la Universidad de Sevilla) o con visitas guiadas con perspectiva de género a exposiciones de arte—, la prevención de la violencia sexual son algunos de los campos en los que se han especializado, pero lo que todas las socias tienen en común como campo de actuación es la violencia de género en la adolescencia, ámbito en el que realizan gran parte de su trabajo.

Violencia de género en la adolescencia

Los últimos estudios derivados del trabajo con menores señalan un repunte en los casos de violencia de género en adolescentes. Según los datos recogidos por el Instituto de la Mujer, en el año 2007 —último año en el que los datos de denuncias por violencia de género en adolescentes aparecen segregados en sus estadísticas— se interpusieron en España un total de 1.349 denuncias por parte de chicas menores de edad, frente a las 513 del año 2002. La última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, realizada por el Instituto Nacional de Estadística en 2015, corrobora el aumento: los casos de violencia de género en chicas menores de 18 años subieron de 2013 a 2014 un 15,4%.

Isabel Luna, psicóloga y sexóloga con una amplia experiencia profesional y presidenta de la asociación, afirma que “la violencia de género siempre va a ser un fenómeno poco denunciado porque está muy normalizado en nuestra sociedad”. “Si intentamos ver la realidad a través de números, nos quedamos cortos”. Para comprender qué hay detrás de estas cifras es necesario indagar en las pautas de comportamiento que dan lugar a estas conductas violentas de algunos adolescentes con sus parejas. El estudio Voces tras los datos. Una mirada cualitativa a la violencia de género en adolescentes, desarrollado por la socióloga Carmen Ruiz Repullo y publicado en 2016 por el Instituto Andaluz de la Mujer, desmenuza los datos a través de concienzudos análisis cualitativos. Entre las conclusiones a destacar están los factores generales de riesgo en la adolescencia: la socialización desigual de género, la influencia de los medios de comunicación, los contextos familiares desfavorables en relación a la existencia de violencia de género y el compartir los mitos del amor romántico como modelo de pareja. Destacan también el papel de familiares y amistades en la toma de conciencia y la reacción ante situaciones de violencia y la necesidad de que los juzgados de menores, los centros educativos y los medios de comunicación sean conscientes de su importancia en estos casos. 

Sobre el debate acerca de si se están dando más casos ahora, Isabel Luna opina que, más allá de la influencia que pueda tener en estas cifras el aumento de la conciencia sobre esta problemática, en los últimos años ha habido un abandono respecto a la educación en igualdad: “Hay una generación de jóvenes desatendidos y ahora
estamos viendo los resultados. No hay una educación de verdad, reglada”, explica la psicóloga. “Tenemos que retomar el tema y pensar a medio y a largo plazo, e introducir la educación emocional, afectiva y sexual desde una perspectiva feminista, desde la igualdad, pero de forma urgente porque, si no, estos jóvenes están recibiendo solo una versión de cómo se tienen que relacionar, que no es positiva ni igualitaria, y que utiliza mucho el recurso de la violencia”, añade. 

El peso de la cultura

Sorprende la amplia aceptación de la violencia de género por parte de una población joven y con nivel educativo alto y, aparentemente, con mayor conciencia de las desigualdades de género. “La falsa creencia de que vivimos en igualdad, lo que Amelia Valcárcel definió como el espejismo de la igualdad, hace que muchas veces las adolescentes no perciban los indicadores de desigualdad”, explica Luna. “Pensábamos que nuestros y nuestras jóvenes iban a educarse con una serie de valores completamente diferentes a los tradicionales y no ha sido así”. Y añade algo fundamental: “Es que la adolescencia tiene unas características muy específicas. No conocemos la prevalencia real de la violencia de género porque están muy normalizados los comportamientos de control como muestra de amor. Hay toda una mitología que viene reforzada por el mundo de la cultura y, en especial, de la cultura para adolescentes. Tenemos una generación de chicas víctimas de historias como la de Tres metros sobre el cielo, chicas a las que se les ha erotizado un modelo muy tradicional de chico violento, con pocos recursos emocionales, muy estereotipado, donde ellas tienen que cumplir una serie de roles tradicionales, pero siempre revestidos de modernidad”. Frente a esto, la psicóloga opina que hacen falta más referentes alternativos, más productos culturales en la línea de Por trece razones o Sex education, que ofrecen perspectivas algo más realistas e inclusivas.

Para Luna, uno de los principales problemas a combatir hoy es la ausencia de una educación sexual adecuada: “Aunque no se hable de eso en casa ni en los centros educativos, la educación sexual va a existir de todas formas. Educar no hablando de ello hace que la única idea que reciben los y las jóvenes sea la pornografía. Y son varios los estudios que muestran que en un altísimo porcentaje de los vídeos pornográficos más vistos hay violencia: insultos, bofetones, tirones de pelo, ahogamientos… Esa es la idea que estamos dando de cómo se supone que tienen que ser las relaciones sexuales. Y esto ocurre a edades muy tempranas, porque el acceso al móvil está sobre los 10 o 11 años, y por lo tanto, el acceso a la pornografía también”.

Esta situación se ve agravada por la brecha tecnológica: a menudo padres y madres ofrecen a sus hijos e hijas una herramienta virtual que no van a poder controlar. Y, como precisa Paola Fernández, “está también el hecho de que haya redes sociales específicas para adolescentes que los adultos no controlan nada. El roneo a estas edades empieza así: la ruptura del hielo es pedir amistad por redes y eso permite el acceso a información sobre ellas”.
Para Luna, el punto de partida de muchas relaciones adolescentes de violencia comienza con la presión virtual para quedar en persona. “Se da lo que yo llamo la ineficacia del no: aunque ellas se nieguen, ellos insisten hasta que ellas acceden por cansancio. Es algo que tiene que ver con el modelo tradicional en el que se supone que el hombre tiene que insistir y la mujer tiene que resistir, porque así demuestra que no es una mujer fácil”.

En su opinión, las redes se han convertido en un factor de riesgo porque en muchos casos de relaciones adolescentes de malos tratos hay una fuerte insistencia en peticiones de vídeos y fotos de contenido sexual, que más tarde pueden utilizarse como pornovengaza, un fenómeno con gran presencia en los medios tras el caso Iveco. “Las adolescentes a veces lo hacen sin conciencia de riesgo porque lo ven como un juego, pero otras veces se ven muy presionadas porque, si no lo hacen, van a tener un conflicto, y más tarde estas fotos o estos vídeos son utilizados como chantaje o como venganza. A veces basta con amenazas veladas, pero, para las chicas, declararse sexualmente activas frente al mundo adulto supone una pérdida, ya que no está bien visto socialmente. Los chicos entran al mundo del sexo por probar, buscando básicamente el placer, si no tienen novia, con cualquier chica, mientras que para ellas es diferente: tienen que hacerlo por amor y, además, buscan un espacio seguro porque la información que reciben está muy relacionada con el miedo”, explica la psicóloga.

isabel Luna asegura que son muchas las veces en que estas jóvenes no son conscientes de estar sufriendo violencia de género: “Para nada se sienten identificadas con una mujer maltratada, que para ellas es una mujer casada, con hijos y ama de casa”. Explica que las adolescentes “han crecido creyendo que viven en igualdad” y la buscan: “Cuando un chico les exige un cambio o les prohíbe algo, bajo esa idea de doble moral de que hay cosas que los chicos pueden hacer que las chicas no, en principio no lo aceptan y se vuelven reactivas, es decir, buscan la igualdad, aunque sea desde lo negativo: si tú me prohíbes algo, yo te prohíbo algo a ti. Ellas dicen que el objetivo es que sus chicos tomen conciencia de que lo que hacen no es normal”. Pero no es una estrategia que funcione siempre: “Esto dura un tiempo, hasta que comprueban que su estrategia no ha tenido éxito y no les queda más remedio que acomodarse a las exigencias de él, en un momento en el que ya hay dependencia emocional, aislamiento, normalización de las conductas violentas y reprobación por parte del entorno”. El esfuerzo para dejar atrás este tipo de relaciones es comparable a la desintoxicación de drogas porque hay una ruptura de la identidad: según Paola Fernández, se produce un secuestro emocional, comparable al síndrome de Estocolmo.

“Nosotras comprobamos que la violencia en la adolescencia se da en periodos de tiempo muy cortos en los que aparecen todas las violencias, incluso extremas”, continúa Isabel Luna. “No estamos hablando de chicas que puedan ser controladas, insultadas o manipuladas, que también, sino que contemplamos todo el rango: desde el inicio del control como forma de amor hasta intentos de asesinato. Hemos tenido víctimas de 14 y de 15 años, no muchas afortunadamente, y en cualquier caso sí sabemos que muchas de las mujeres que terminan asesinadas han empezado sus relaciones en la adolescencia”. Apunta algunas características muy específicas en estas mujeres: la falta de experiencia, la permeabilidad que tienen con los productos culturales que reciben, la distancia de la familia como forma de creación de su nueva identidad como personas adultas. “Por eso requieren un tratamiento adecuado, no se puede tratar la violencia de género en la adolescencia como la tratamos con los población adulta. Hace mucho que se intenta trabajar con la prevención del alcoholismo y la drogadicción, pero nos hemos olvidado de trabajar la prevención en violencia de género hasta hace muy poco”.

Reacción: el rearme machista

Sin embargo, desarrollar una tarea como la que tiene entre manos Una a Una no es fácil. Menos cuando socialmente parece haber un momento de retroceso, auspiciado por el auge de la extrema derecha y alimentado por los continuos bulos que pretenden desmontar el trabajo del feminismo y por la creciente presencia mediática de neomitos machistas, como hablar de denuncias falsas, de la idea de que son casos aislados o de que ciertos comportamientos forman parte de la naturaleza masculina.

En 1991 la periodista estadounidense Susan Faludi describió en su libro Reacción: la guerra no declarada contra la mujer moderna las evidencias que demostraban la existencia en los años 80 de una virulenta reacción impulsada por los medios de comunicación contra los avances feministas producidos en la década anterior en Estados Unidos, con una estrategia central: “La reacción […] acusa a las feministas de todos los delitos que ella perpetra”. Se trata, sin embargo, de un movimiento más espontáneo que conspirativo: “Si se repite tanto como haga falta, cualquier cosa puede llegar a parecer que es verdad”. Algo que, según apunta Faludi, es alimentado por “la propensión de los periodistas a repetir lo que han dicho otros colegas”, especialmente en los grandes medios. Susan Faludi identificaba la reacción violenta como una tendencia histórica, recurrente cuando las mujeres han logrado avances sustanciales en sus esfuerzos por obtener igualdad de derechos.

Luna es contundente al respecto: estamos en un momento de reacción patriarcal. “Cuando te tienes que defender —explica— no puedes trabajar. Si tienes que desmontar bulos y volver a empezar de nuevo a concienciar de que no es maltrato familiar ni doméstico, sino violencia de género, violencia estructural, y volver a retomar el derecho al aborto, algo que parecía que teníamos ya conseguido, cuando hay que volver a explicarlo todo a ciertos sectores de la población, es más difícil avanzar”. Paola Fernández, sin embargo, cree que, más que un retroceso, es un parón: “El nivel de presión y la demostración de fuerza que ha hecho el movimiento de las mujeres es muy importante”.

Ambas profesionales coinciden en que los medios de comunicación tienen una responsabilidad de la que no parecen ser conscientes, en parte, según su opinión, porque, dadas las circunstancias económicas actuales, es difícil garantizar la autonomía de los y las periodistas. “Sobre el tema de la violencia de género habla todo el mundo y no siempre son personas cualificadas o formadas para ello”, argumenta Luna. “Hay una parte de labor superimportante de toma de conciencia de la población general acerca de cómo funciona la violencia de género que forma parte de la investigación periodística y si eso se transmite de forma efectiva, nos hace un gran favor”, añade Fernández. “En el periodismo hay una responsabilidad social en la prevención de un problema de salud pública que le cuesta la vida a muchas mujeres y que también se perpetúa en la manera en la que nos comunicamos”, concluye.

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“Se empeñó en hacerme creer que lo que teníamos era una historia de BDSM”, asegura, “pero la realidad es que era una relación de sumisión no consensuada”, explica Violeta —nombre ficticio—, que entonces tenía 23 años.
#83552
25/2/2021 0:08

Fanzine feminista para descargar https://www.dropbox.com/s/1cj1b7easuxu8c9/Por%20un%20feminismo%20de%20la%20recuperaci%C3%B3n.pdf?dl=0

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#83543
25/2/2021 0:04

Ahi va un librazo en descarga: La sexualidad y el funcionamiento de la dominación. Para entender el origen social del malestar individual. De Casilda Rodriganez
https://revolucioncantonaldotnet.files.wordpress.com/2018/02/casildarodriganezbustos_lasexualidadyelfuncionamientodeladominacion.pdf

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#40249
1/10/2019 18:24

Flipo con la cantidad de machirulos que reaccionan ante cualquier pequeña crítica que se haga de su confortable patriarcado. La igualdad será efectiva a pesar de la pesada mochila machista y gracias al empuje del movimiento feminista. Estamos hasta el culo de tanto machirulo

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Loli
29/8/2019 18:29

Esto es un trozo de la letra de una canción que me encanta.
La canta Alaska y Dinarama.

La calle desierta, la noche ideal
Un coche sin luces no pudo esquivar
Un golpe certero
Y todo terminó entre ellos de repente
Ella no quiso ni mirar
Nunca daría marcha atrás
Una y no más Santo Tomás
¡No, no me arrepiento!
Volvería a hacerlo, son los celos

4
2
Anónimo
29/8/2019 15:55

Bueno, mi hijo el cual no indicaré de edad pero es mayor de catorce años, paseando, un grupo de chicas le tocaron el culo y el pene, y cuando les sacó una foto para la policía, una casi le quita el móvil, la policía no podía hacer nada porque la ley no estaba adaptada ¿Eso es igualdad o superioridad?

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#38869
29/8/2019 10:38

El feminismo se cree que escribiendo estos articulos la gente no va a pensar por sí misma...
Me dais vergüenza y me pareceis ridiculas

6
2
#38865
29/8/2019 10:30

"La reacción […] acusa a las feministas de todos los delitos que ella perpetra". Parece que se constata esta reación.

0
2
#38919
30/8/2019 12:24

Es SFDK reacción? Por qué este medio que entrevistó al Zato ahora se calla?

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#38858
28/8/2019 23:41

El caso es que ellas lo controlen todo....la educación de mis hijos,los medios de comunicación,las relaciones sexuales...en definitiva,tener poder!

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#38857
28/8/2019 22:46

Aqui en Alemania donde yo vivo se multa y condena a los negacionistas del holocausto. A los negacionistas del patriarcado (que se cobra aún más victimas) habría que multarlos en todo el planeta!!

1
7
#38921
30/8/2019 12:26

Claro hay que meter a lps tios en cuartuchos y escupirles, como en Compostela

1
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#38867
29/8/2019 10:32

El machismo está en tu cabeza y a mí? Que me obliguen a pagar por negar esto que digo que lo va a pagar tu fruta madre

0
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#38920
30/8/2019 12:25

El patriarcado se cobra más víctimas que las SS y el Holocausto... Hay que beber mucho vodka para esto colega

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#38853
28/8/2019 18:13

El patriarcado no existe. Es un invento de la izquierda para generar discordia. Para colocarse y coger dinero de la administración. Viva la libertad

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3
#38852
28/8/2019 18:06

¿Estas son las que van a reescribir las canciones de SFDK para que puedan pasar el filtro morado?

11
2
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