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Feminismos
La Justicia feminista y la necesidad de procesos colectivos
El actual sistema sitúa en el centro la pena del “culpable”, sin considerar prioritaria la responsabilidad colectiva, la protección de la “víctima” y la garantía de la solidaridad con ella.
Hace ya varios meses que desde el Grupo de Trabajo Feminista del Foro Social empezamos a reflexionar sobre la justicia. A principios de 2019 abrimos el proceso de reflexión Seminario de Justicia Feminista, junto con otras feministas y presentamos una ponencia en las V Jornadas Feministas de Euskal Herria que se celebraron en Durango.
Ahora, con el objetivo de difundir la iniciativa de 2017 Yo te Creo: Reconocer la verdad de las mujeres, y los soportes creados en 2019 para reflexionar sobre la justicia feminista, hemos puesto en marcha la página web justiziafeminista.eus. En ella, además de nuestras propias iniciativas, recogemos otras experiencias colectivas que son muestra de una genealogía en construcción.
Por ello, seguimos con atención los procesos, conflictos y reflexiones que surgen en nuestra sociedad en torno a esta cuestión. La necesidad de construir una Justicia Feminista nos abre heridas continuamente. Cada vez que escuchamos discursos y sentencias de legitimación de la violencia múltiple contra las mujeres. En todas las ocasiones en que se nos deja claro que nuestras vidas —dolores, experiencias, opiniones— no sirven. Cuando se ensalza y protege a quienes han ejercido la violencia. Cada vez que ponemos en marcha protocolos contra las agresiones machistas en ámbitos cada vez más amplios y emprendemos caminos contradictorios, difíciles y complejos. Cuando tenemos la tentación de resolver este problema estructural social, cultural, político y económico con actitudes punitivistas.
El objetivo de la justicia debería ser reconocer y reparar el daño causado y, junto con ello, la garantía de no repetición. En este sentido, necesitamos abordar un debate que ponga en cuestión la lógica punitiva, y dentro de ella su expresión más significativa, la cárcel
La experiencia acumulada por el movimiento feminista demuestra que más que ofrecer protección a las mujeres que han sufrido violencias machistas y han decidido denunciar formalmente la misma, el sistema judicial aumenta la situación de riesgo y vulnerabilidad de las mujeres. Además, el actual sistema sitúa en el centro la pena del “culpable”, sin considerar prioritaria la responsabilidad colectiva, la protección de la “víctima” y la garantía de la solidaridad con ella.
Sin embargo, el objetivo de la justicia debería ser reconocer y reparar el daño causado y, junto con ello, la garantía de no repetición. En este sentido, necesitamos abordar un debate que ponga en cuestión la lógica punitiva, y dentro de ella su expresión más significativa, la cárcel.
La verdad sólo se puede entender en el marco de un proceso de reconocimiento y socialización del hecho, es decir, de aceptación social de lo ocurrido. Por desgracia, actualmente, la verdad institucional o judicial es la que tiene plena credibilidad. A nosotras, en cambio, nos interesa la reflexión sobre la responsabilidad, no tanto respecto a si hay delito o no según la ley, sino poniendo la mirada en la reparación el daño causado por las acciones, y no solo a nivel individual, sino también colectiva, basada en la corresponsabilidad.
A nosotras nos interesa la reflexión sobre la responsabilidad, no tanto respecto a si hay delito o no según la ley, sino poniendo la mirada en la reparación el daño causado por las acciones, y no solo a nivel individual, sino también colectiva, basada en la corresponsabilidad
Por ello, entendemos la justicia como un proceso y reivindicamos su dimensión colectiva. Creemos que la justicia no es algo que se distribuye, sino que se construye y, por tanto, es un proceso que requiere la participación de diferentes sujetos y dotarse de diferentes herramientas (materiales, culturales). Si situamos la justicia fuera del terreno institucional, podemos reflexionar sobre espacios en los que todas las personas podemos participar. Y esto nos interpela a todas y todos: a quienes quieren esconder los trapos sucios y lavarlos en casa, pero también a quienes creen que tirándolos a la basura todo se arregla, quienes quieren lavarse las manos o quienes se empeñan en la venganza. Creemos que ensuciarse las manos es inevitable. Por tanto, tenemos la responsabilidad de recorrer caminos nuevos y diversos, entendiéndolos entre sí como complementarios y no como contrapuestos o sustitutivos. Sería un error dejar la justicia sólo en manos de las instituciones que generan y reparten injusticia, de la misma manera que lo sería también que la responsabilidad de todas las instituciones públicas fuera sustituida por las tareas comunitarias o la responsabilidad de toda la sociedad recayera solo sobre las mujeres —o las feministas—.
Estas nuevas vías se están abordando mediante instrumentos e iniciativas que han partido de diferentes agentes sociales y movimiento feminista: protocolos, tribunales de derechos de las mujeres, ejercicios de reconocimiento y reparación social, iniciativas populares para construir la verdad o redes de solidaridad y apoyo entre mujeres violentadas. En este artículo, aun sabiendo que todos estos instrumentos no son perfectos ni completos, queremos reivindicarlos, porque inventar nuevas formas de organizaciones la vida, de dar lugar a un nuevo mundo, requiere también de nuestra creatividad y osadía.
Feminismos
Qué es y cómo se hace justicia feminista
Reparación y responsabilidad colectiva son algunas de las claves que plantea el debate en torno al horizonte de una “justicia feminista”, abierto tras las movilizaciones por la primera sentencia a La Manada y que se asienta sobre la idea de que castigar más no es hacer mejor justicia.
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Desde el punto de vista de la rehabilitación (recordemos que el sistema penal es rehabilitador, no punitivo) de quienes agreden hay un buen negocio montado en algunos sitios a través de Colegios de Psicología y aledaños. El día que alguien destape eso quedarán en evidencia las débiles bases de la profesión al aplicarse a través del filtro de la política institucional. Poca psicología, terapia y educación y mucho mucho mucho negocio y contrato público. Los casos que conozco son con gobiernos autonómicos del PP (como no).