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Estados Unidos
Enigma Kamala
Este lunes será oficial. El 5 de agosto, Kamala Harris se convertirá en la segunda mujer en optar a la presidencia de Estados Unidos. Lo hará en noviembre contra Donald Trump, el mismo rival que derrotó a su predecesora, Hillary Clinton. El Partido Demócrata optó por acelerar la nominación de Harris en un proceso que comenzó el 1 de agosto y en el que no tiene rival. Ninguna otra candidatura logró los avales de 300 delegados. La principal función de este proceso, que se ha adelantado a la convención demócrata que tendrá lugar a finales de este mes, es propulsar la carrera presidencial de Harris, en la que los Demócratas parten en desventaja.
El efecto Kamala —o “Kamalot” en la recurrente memética estadounidense— ha dado al partido azul esperanzas de ganar unas elecciones en las que la ventaja de Trump parecía insalvable. Los editoriales de los medios progresistas se centran en las encuestas, que apuntan a que Harris se sitúa en un empate técnico en los estados clave y progresa mucho en el voto de dos segmentos fundamentales: el de las mujeres y el de comunidades negras y latinas, así como en el voto joven.
El historiador especializado en EE UU Jaime Caro refiere que las encuestas han aupado a Harris hasta un punto similar al que le dio la victoria a Joseph Biden en 2020, por el que la candidata se jugaría la presidencia en pocas décimas en el colegio electoral. Muy probablemente, como hace cuatro años, los Demócratas ganarán el voto popular en noviembre con una diferencia de entre tres y cuatro millones de votos a su favor respecto a Donald Trump. Las mujeres negras de clase trabajadora y las blancas de clase media alta han sido las que han dado una bola extra al Partido Demócrata, señala este analista.
Vicente Rubio Pueyo, miembro del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social y profesor universitario en Nueva York confirma que el efecto político es real y que, después de varios meses a la defensiva, los Demócratas han conseguido un cambio de clima “político, afectivo y discursivo”, que les capacita para aspirar a ganar en noviembre. Uno de los aspectos que destaca Rubio es que “aunque está por ver cuál es la propuesta de Kamala, ha conseguido ‘resetear’ la campaña”. Este profesor destaca que, en el sistema político estadounidense, las cualidades personales de Harris han trastocado la conversación: Trump ha pasado a ser el viejo frente a la candidata más joven, Harris representa la diversidad del país, ”en una línea muy importante de recuperación del recuerdo de Obama, que podemos discutir sobre si es verdadero o falso, pero que tiene un componente simbólico alto”, reflexiona.
El 21 de julio, 44.000 mujeres negras se congregaron en una de estas reuniones y sumaron un millón de dólares a la campaña. Al día siguiente, 200.000 mujeres blancas donaron 8,5 millones
Las campañas de propaganda aparentemente espontáneas en Tik Tok hacen el resto. Una frase de Harris en mayo de 2023, en la que defendía la importancia de apoyo comunitario con una metáfora: “¿qué crees, que te has caído de un cocotero?” se ha hecho viral, carne de remezclas y ha servido para asociar su candidatura con un coco a nivel visual. La estrategia general pretende subrayar que, en la carrera presidencial, Trump representa un nuevo giro a la derecha y la intolerancia, de ruptura de lazos comunitarios y malos humores, mientras que Harris procede de un contexto más amable, evoca la esperanza de recuperación de un pasado reciente con menos conflictos internos —por fantasiosa que sea esa idea—, representa a la “América real” en su diversidad, y está capacitada para romper “el último techo de cristal” que separa a las mujeres del cargo de elección política más importante del contexto euroatlántico.
Para Caro, el cambio del equipo de campaña es otro de los factores determinantes en este nuevo momentum de los Demócratas: “Si en 2016, Hillary Clinton hizo una campaña contra la “canasta de deplorables” para confrontar con Trump, y Biden hizo una campaña en torno a sí mismo y su honradez, Harris está haciendo una campaña de batalla cultural, situando a Trump como a un criminal y a su vicepresidente J.D Vance como a un freak”.
La recaudación de fondos de Kamala bate récords
La euforia no se ha ceñido a los medios de comunicación social sino que ha tenido efectos mucho más tangibles. En la primera semana después del anuncio de salida de Joe Biden y el oficioso nombramiento de Harris, su equipo logró un récord de recaudación de fondos y sumó a 170.000 nuevos voluntarios. Obtuvo 200 millones de dólares, de los cuales dos tercios provinieron de personas que donaban por primera vez. Invirtiendo una tendencia que arrastraban todo el año, en junio —todavía con Biden— y julio, los Demócratas consiguieron recaudar más fondos que los Republicanos, incluso pese al gran apoyo que Trump recibió tras el intento de atentado del que fue objeto.
Además, el equipo de Harris ha puesto en marcha una nueva práctica política, la reunión multitudinaria de partidarios en torno a una serie de videoconferencias en Zoom con las que también recauda fondos. El 21 de julio, fecha de la renuncia de Biden, 44.000 mujeres negras se congregaron en una de estas reuniones y sumaron un millón de dólares a la campaña. Al día siguiente, 200.000 mujeres blancas se reunieron en lo que parece ser la cita más numerosa registrada nunca en esa plataforma, aportando 8,5 millones de dólares. Posteriormente un grupo de 190.000 “White Dudes for Harris” sumaron otros cuatro millones del ala. La revista Time refiere que se han multiplicado esos encuentros segmentados: personas de origen asiático, LGTIBQ, latinas y nativas americanas dan su apoyo a Harris. En América, al menos en EE UU, el dinero pone en marcha la rueda de la ilusión de que se puede ganar al villano preferido por los nuevos sujetos políticos de moda: los hombres blancos cabreados y antiwoke.
El entusiasmo que el establishment demócrata trata de generar en torno a su candidata contrasta con el escepticismo mostrado por los movimientos sociales sobre la actividad política de la demócrata
Es una idea guiada por el marketing, resalta Rubio Pueyo, pero que da muestra de cómo Harris lleva a campaña la política de las identidades, de una interseccionalidad de corte individualista que ha desencadenado la respuesta “torpe y racista” del candidato rival. Esta semana, Trump se refirió al origen de Harris como confuso —tiene raíces africanas y de la India— y se metió en un charco aun mayor cuando dijo que los migrantes llegados a EE UU iban a quitar “trabajos negros”, frase que tuvo que matizar y que llevó a una heroína del deporte como la medallista Simone Biles a reivindicar su negritud. Aunque parece claro que esos esloganes racistas no van a restar votos a Trump en su terreno, es interesante, según este profesor, el potencial movilizador de la campaña de Harris después de un desencanto evidente que desencadenó la salida de escena del todavía presidente Joe Biden.
Estados Unidos
Keeanga-Yamahtta Taylor “La vivienda es un tema extremadamente político”
El sistema muestra a Harris el camino a la derecha
Sin embargo, el entusiasmo que el establishment demócrata trata de generar en torno a su candidata contrasta con el escepticismo mostrado por los movimientos sociales sobre la actividad política de la demócrata, especialmente en lo relativo a Gaza y a su pasado como fiscal amiga de la represión y la criminalización de la pobreza. En el mejor de los casos, Kamala Harris es aún un libro en blanco en el que se pueden escribir varias historias, desde la de un cambio en el apoyo pétreo dado a Israel por el sistema político estadounidense para desarrollar el genocidio y la ocupación ilegal de tierras, hasta un continuismo en política exterior y una serie de pasos atrás en políticas internas. Rubio Pueyo señala que, hasta ahora, la palabra “ambivalencia” resume la posición en cuestiones programáticas, incómodas en un momento de efervescencia y de cambio de narrativas respecto al triste languidecer de la Administración Biden.
Las dudas sobre quién elegirá Kamala Harris como vicepresidente para completar su ticket en las elecciones constituyen un primer baremo acerca de si se impondrá una versión centrista de Harris o si se tratará de confrontar a Trump en un escenario de transformación social frente a la propuesta de intolerancia extendida.
El meme “Kamala is a Cop” ha señalado a la vicepresidenta como parte del sistema de justicia penal que condena a decenas de miles de negros estadounidenses pobres cada año
Esa decisión no pasará de la semana que viene. Se espera que el anuncio se produzca el próximo martes 6 de agosto, y en la nómina de aspirantes se han destacado dos políticos situados a la derecha del Partido Demócrata: el gobernador Josh Shapiro de Pensilvania —destacado amigo del lobby sionista— y el senador Mark Kelly de Arizona. Son representantes de dos de los Estados en los que, debido al sistema de elección estadounidense, la victoria es más importante: ambos son “swing states”, Estados oscilantes, en los que en 2020 ganó Biden y en 2016, Trump. La opción del ala izquierdista del partido es Tim Walz, gobernador de Minnesota, afín a los sindicatos y bien visto en el entorno rural, uno de los puntos débiles de los Demócratas.
La elección del exfiscal general Eric Holder como responsable del casting para vicepresidente ha sido interpretada como la primera decisión de calado de Harris. Holder es representante de la llamada “ala corporativa” del Partido Demócrata y un importante abogado defensor de bancos y multinacionales en el sistema legal estadounidense.
Un artículo del observatorio de medios Fair denunciaba precisamente cómo The Washington Post ya ha marcado que la estrategia de Kamala Harris “para ganar” es alejarse de la izquierda desamortizando dos de las políticas lanzadas por la administración de Biden: la cancelación de la deuda estudiantil, el abordaje de la crisis de vivienda que afecta a las clases populares de todo el país y el siempre abierto debate de Medicare para todos, un caballo de batalla del progresismo estadounidense por un suelo mínimo de cobertura sanitaria.
“Harris debería resistirse a las demandas de los activistas que la llevarían a la izquierda y hacer caso omiso de la microrebelión en las redes sociales que se desatará a continuación. La elección de compañero de fórmula por parte de Harris también podría ser un indicador temprano y revelador. Elegir a un político que probablemente atraiga al votante medio sería lo mejor para ella y para el país”, señalaba el influyente periódico capitalino. El artículo que contrarresta esa hoja de ruta hacia la derecha señala, por el contrario, que la tendencia de los votantes de los Demócratas ha tendido a valorar crecientemente las opciones más radicales en materia de becas, vivienda, sanidad y empleo dentro del partido, como demostraron las potentes campañas de Bernie Sanders y Elizabeth Warren en las primarias de 2020, el último gran proceso de redefinición política del partido.
Las contradicciones de Harris
Precisamente, la carrera de Harris comenzó a tomar forma definitivamente en aquellas primarias de 2020. Conocida por su papel como fiscal jefa de california, en el proceso representó la opción más centrista y neoliberal, frente al giro a la izquierda encarnado por Sanders y Warren y el continuismo que finalmente dio la candidatura a Joe Biden.
Durante el ciclo electoral anterior, otro meme subrayó la sospecha hacia Harris por su papel como fiscal jefe de California: “Kamala is a cop” (Kamala es poli) es una denuncia enraizada en el movimiento Black Lives Matter y Defund The Police que ha señalado a la vicepresidenta como parte del sistema de justicia penal que condena a negros estadounidenses a cárcel en una relación desmesurada con respecto a cualquier otra etnia. Un artículo de Mother Jones, en 2019, explicó el auge del meme en ese contexto de punto y final de la buena prensa de las políticas de encarcelamiento masivo, y cómo ese sencillo eslogan “Kamala is a cop” fue un palo para la candidatura en primarias de la hoy candidata a presidenta.
Estados Unidos
“Charlottesville es un punto de inflexión”
La futura candidata demócrata, nacida en Oakland en 1964, ha sido recibida con mucha frialdad por los movimientos propalestina, que han señalado que es difícil esperar un cambio de rumbo en caso de que llegue al despacho presidencial. Consciente de que Gaza es uno de los temas importantes en campaña y ha sido uno de los grandes detonantes de la defenestración de Biden, Harris no estuvo presente en la recepción a Benjamin Netanyahu que tuvo lugar en el Congreso estadounidense el 24 de julio, aunque luego se reunió con el primer ministro israelí, sobre quien pesa una acusación de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra.
Es un hecho es que AIPAC, el poderoso lobby sionista estadounidense, ha contribuido con más de cinco millones de dólares a la carrera política de Harris, lo que la amarra, como al grueso de los políticos bipartidistas al proyecto israelí. El 26 de julio, tras el paso de Netanyahu por Washington DC, Harris emitió un discurso en el que aseguró, después del habitual “Israel tiene derecho a defenderse”, que no se quedaría en silencio ante lo que está sucediendo en Gaza: “No podemos mirar hacia otro lado ante estas tragedias”. La realidad, como ha escrito Olga Rodríguez en El Diario, es que Harris no ha permanecido en silencio con decisiones como el apoyo financiero o las críticas a la justicia internacional de la Administración Biden, si no que las ha alentado y que, ya como senadora, defendió la ocupación ilegal israelí en una votación que condenó la intervención de Naciones Unidas para defender los derechos políticos de Palestina.
El martes, la candidata sacó pecho de su “récord” en cuestión de expulsiones del país y de su firme apoyo al aumento de patrullas fronterizas
La escritora Mariam Barghouti denunciaba recientemente en un artículo en Truhtout esa relación: “Ella, y todo el equipo bajo Biden, incluida Barbara Leaf (secretaria de Estado adjunta para Asuntos del Cercano Oriente) y otros, ayudaron a facilitar la anexión continua de tierras palestinas y el arrebato de sus vidas por parte del régimen rebelde israelí con absoluta impunidad”.
La organización National Students for Justice in Palestine (NSJP) ha interpretado ese sentido discurso —“no podemos permanecer en silencio”— como una muestra más de la “palabrería” demócrata ante el pueblo palestino. La clave, para Rubio Pueyo es saber si los movimientos que se están produciendo en el interior del Partido Demócrata y en el deep state respecto a los intereses de EE UU en Oriente Medio (y cómo estos pueden no coincidir con los intereses de Israel) pueden generar otra situación sobre la que Harris pueda dibujar una política diferente a la de Biden. En este caso, el candidato rival no se ha mostrado ambiguo; Trump ha repetido que Israel debe “finalizar el trabajo” en Gaza.
Los beneficios políticos de la falta de definición
Rubio Pueyo señala que se debe contemplar la posibilidad de que los cuatro años en la vicepresidencia hayan producido cambios en las ideas políticas de Harris. Aunque la posición de apoyo a Israel ha arruinado la imagen de Biden entre la izquierda liberal estadounidense, y no permite albergar grandes esperanzas respecto a Harris, este profesor señala que en términos de política interior, el político de Scranton ha sido el presidente más progresista de la última era, especialmente por su apoyo a la sindicalización y a los estímulos postkeynesianos al empleo. “Está por ver cómo Harris se vincula a ese legado”, señala este profesor.
Si apenas caben dudas sobre la línea real, no la discursiva, sobre Palestina, en el asunto de la migración, que, como en la Unión Europea, ha cobrado más y más cuota de pantalla en el debate electoral, Harris, al igual que el Partido Demócrata, ha asumido el marco de la derecha. El martes, la candidata sacó pecho de su “récord” en cuestión de expulsiones del país y de su firme apoyo al aumento de patrullas fronterizas.
Es distinto en cuanto a políticas medioambientales, un asunto en el que Harris tiene mejor cartel que Biden. La pasada semana una coalición de seis grupos (350 Action, Center for Biological Diversity Action Fund, Clean Water Action, Climate Hawks Vote, Food and Water Action y Friends of the Earth Action) respaldó su candidatura, algo que no habían hecho con la de Biden. Se han basado en casos de defensa de la justicia ambiental en los que la exfiscal y vicepresidenta se llegó a enfrentar con las multinacionales. También, en declaraciones en las que ha parecido confrontar con otro de los lobbies más poderosos de EE UU, el del petróleo.
El feminismo, la lucha por los derechos reproductivos y por el acceso al aborto es uno de los temas diferenciales de campaña y otro de los aspectos que le aseguran la mayoría del voto de la mitad de la población. Su propuesta es realizar una Ley Federal que fije los derechos que estableció el caso Roe vs. Wade, ese oscuro objeto de odio de la derecha conservadora y sus agentes dentro del Tribunal Supremo. Distintas analistas han subrayado que el movimiento de las mujeres está hoy más consolidado que en 2016, durante la campaña de Clinton, después de haber protagonizado el movimiento Me Too y fuertes protestas contra la decisión del Supremo de reversión de la jurisprudencia del Roe vs. Wade. Harris aspira a sacar el rédito político de esa oleada. De nuevo, le beneficia el debate en términos de batalla cultural frente a los ultras.
“La izquierda tiene una oportunidad de hacer valer su fuerza en mayor medida que hace cuatro años”, resume Rubio Pueyo. Esto puede hacer que las incógnitas en torno a Harris se resuelvan en un sentido no previsto dado el historial “centrista” y procorporaciones de la candidata. En ese sentido, la vicepresidenta está trabajando precisamente un perfil voluble, a sabiendas que aglutinar ciertos ramalazos de ilusión puede ser la clave para movilizar masas de votantes en los Estados clave. El giro afectivo que ha aportado Kamala Harris no se basa en el programa sino en la premisa básica de que puede ganar a un Trump que, después del debate con Biden del 28 de junio, daba por hecho que su llegada a la Casa Blanca iba a ser un paseo militar.