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Ahora que ya empiezo a divisar el final de esta etapa laboral que es la carrera universitaria (como vimos en “¿estudias o trabajas?”) se me presenta, otra vez, la oportunidad de añadir una pequeña muesca al apartado del currículum destinado a la experiencia laboral. Además de ayudar a alguna empresa a sacar adelante una parte del trabajo que agrandara los beneficios de su cúpula, y permitirle ahorrarse algún salario que engrosará los números del paro. Para esta etapa final, la universidad tiene destinados 24 créditos, es decir, unas 600 horas (25 o 30 horas/crédito) que el alumnado deberá invertir en las llamadas prácticas curriculares o bien en cursar asignaturas optativas (aunque no en todas las facultades es igual).
La cercanía del comienzo del proceso de elección de dichas prácticas, hizo aflorar el recuerdo de las ya lejanas prácticas que hice para finalizar un ciclo de Formación Profesional (FP) de técnico en Salud Ambiental.
Antes de meterme a sacarle punta al tema de las prácticas de la FP tengo que admitir que a nivel personal este recuerdo me recordó a una etapa confortable –no estoy tan generoso como para decir feliz- en la que tras los rigurosos años de ir superando los diferentes niveles que componen el sistema educativo, por fin conseguía abandonar la monotonía y hastío que (salvo excepciones y más allá de ser buenos años de camaradería) caracterizan a las maratonianas jornadas en las aulas. O mejor dicho, jaulas, como recordaban los letreros customizados del instituto.
Llegaba el momento de poner en práctica todo lo aprendido en el año y medio que correspondía a la formación teórica de este ciclo de FP y que como acabaría descubriendo, para poco o nada me iba a servir la teoría a la hora de hacer las prácticas.
A la hora de elegir el destino donde realizar las prácticas y como no hay mal que por bien no venga, el hecho de suspender una asignatura de segundo año me obligó a posponerlas para después de los meses de verano. Gracias a este suceso me evité tener que competir con el resto de compañeros por seleccionar un destino, que nos llenara el ojo, entre el abanico de posibilidades que ofrecía el centro. También es verdad que existe la posibilidad de buscarse uno mismo la empresa donde hacerlas, pero lo que menos apetece es llenarse más la agenda con toda la burocracia que supone eso (buscar unas prácticas que te gusten, correos para ver si te aceptan, procedimiento para convalidarlas con el centro de estudio, etc.). Y más aún cuando nadie te asegura que las vayan a terminar aceptando.
También es verdad que existe la posibilidad de buscarse uno mismo la empresa donde hacer las prácticas; pero a esas edades en lo que menos se piensa es en llenarse más la agenda con toda la burocracia que supone esoEsta libertad de elección me permitió escoger un ámbito laboral más tranquilo, eligiendo realizarlas en el CSIC; evitándome así otros destinos más tediosos en comparación con las condiciones y ritmos de un laboratorio de investigación. Condiciones como horarios más clásicos (turnos comerciales, partidos, que acaban ocupando todo el día), sin un sitio de trabajo fijo, con exposición a químicos peligrosos o nocivos para la salud, currar a la intemperie, etc.
Pero de lo que no me libre fue de esa constante, que salvo contadas excepciones, reina en todas las prácticas, sea cual sea el campo. Me refiero a tener que realizar tareas básicas y repetitivas que resumen muy bien la frase que todos oímos y que a todos nos dijeron: “Al final vas a las prácticas para que te pongan a barrer o a hacer fotocopias”. Es cierto que hay procedimientos para evitar esta situación pero es el alumno quien tiene que avisar a su tutora, alargando el periodo de prácticas entre que se le busca un nuevo destino, en el mejor de los casos.
En todas las prácticas, sea cual sea el campo, se realizan tareas básicas y repetitivas que resumen muy bien la frase que todos oímos y que a todos nos dijeron: “Al final vas a las prácticas para que te pongan a barrer o a hacer fotocopiasMás allá de si lo dado en las clases acaba sirviendo de algo a la hora de las prácticas, lo que está claro es que se tiene una formación excesiva para los trabajos que se acaban haciendo, ya que son tareas mecánicas en las que basta con una o dos jornadas de tutorización (si no unas horas). Una tutorización que normalmente acabas recibiendo en la empresa.
En mi caso, me pase la mayoría del trimestre ocupado en dos tareas: por un lado “filetear” pescado, sacarle las espinas y la cabeza (como en Los Simpsons: "meto cuchillo, saco tripas"), para luego aplastar la carne dentro de una bolsa y comprobar si había anisakis. Una formación de primera, vaya. Por otro lado, tuve que contar los diferentes tipos de microorganismo presentes en el plancton de agua de la Ría de Vigo. Apasionante. Ninguna de las tareas tenía nada que ver con las clases del ciclo (tal cosa solo suele suceder en formaciones más específicas como electromecánica, frío y calor, carpintería…) y la formación en mi caso consistió en unos minutos donde me explicaron como tenía que cortar el pescado para sacarle la carne y en darme unos apuntes donde aparecían las características de los microorganismos que había en la ría, junto con sus fotos/dibujos. Apuntes que tenía al lado mientras realizaba el susodicho conteo.
O sea que ni escribir memoria ni nada y, como mucho, me sentiría seguro en añadir una línea más al currículo con algo del tipo “Experiencia en limpieza de pescado”. Trabajo sobradamente digno, pero si quisiera aprenderlo lo haría con las maestras pescaderas en alguna pescadería y no apuntándome a una Formación Profesional en "Salud ambiental". Ambas tareas las intercalé con una tercera que consistía en clonar ADN de pulpo. Lo que si era bastante más entretenido e interesante, ya que se trataba de un proceso de laboratorio más complejo y específico (aunque la parte que me dejan a mi consistía básicamente en pipetear), pero que también me lo enseñaron allí. Lo visto en clase, no pasó de un par de horas de laboratorio que para lo único que valieron fue para familiarizarme con los instrumentos de de trabajo, si es que alguien se puede familiarizar con algo en dos horas.
O sea que ni escribir memoria ni nada y, como mucho, me sentiría seguro en añadir una línea más al currículo con algo del tipo “Experiencia en limpieza de pescado”
Ahora, como mencioné al principio, llega la ocasión de realizar las prácticas curriculares de la universidad en las cuales y, aunque aún me queda un tiempo para ello, lo que no cambia son las ganas de escapar del hastío que rodea a la formación teórica y los roles que en ella se dan; roles que, en el fondo, no son muy diferentes de los que se dan en colegios, institutos o centros de formación profesional. Lo que sí cambia, como ya hemos hablado en otros artículos, es que en estas fases superiores se espera del alumno un comportamiento más ejemplar y con un mayor sentido de la responsabilidad y por lo tanto se le da, en apariencia, mayores grados libertad. Valores inculcados en el alumnado durante los diferentes niveles del sistema educativo, a base del sistema palo-zanahoria.
Lo que no cambia son las ganas de escapar del hastío que rodea a la formación teórica y los roles que en ella se dan; roles que, en el fondo, no son muy diferentes de los que se dan en colegios, institutos o centros de formación profesional
Esta "libertad" ya se aprecia durante el proceso de selección de la empresa de destino, donde la oferta es escasa, lo que genera una mayor competencia entre los alumnos y además se deberá perder el tiempo buceando por la plataforma digital que las universidades tienen destinadas para estos. Si además no quieres acabar en una gran multinacional donde solo eres un número, la mejor opción es buscar y escoger por uno mismo el sitio de destino. Con la intención de procurar que se ajuste al campo laboral que más te atraiga, cuanto mejor si crees que tienes posibilidades de quedarte o, por lo menos, de matar dos pájaros de un tiro y por lo menos aprovechar para hacer el TFG con ellos. Y, porque no, un trato más cercano. Eso sí, a pesar de buscarte tú la empresa, no te libras de todo el papeleo que supone la aceptación y firma del convenio entre la empresa y la universidad.
Un punto a favor que tiene esta “formación”. es que uno puede pasar de ellas y decantarse por la opción de destinar alguno, o la totalidad, de los créditos a realizar asignaturas optativas (cosa que no sucede en todas las carreras ya que en algunas, como por ejemplo psicología, las prácticas tienen carácter obligatorio). Estas asignaturas de formación no suelen ser gran cosa pero permiten una mayor flexibilidad, tanto en horas de clases como en materia y evaluaciones menos exigentes, etc.
De lo que no te libras, escojas prácticas u optativas, es de pasar por caja para pagar religiosamente cada uno de los créditos. Pagar por trabajar. Por trabajar gratis. Todo en orden.
Al final, con pringar un poco, acabas consiguiendo el título, pero… ¿quién gana realmente?
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Mas aya de lo que comentas como experiencia laboral propia. Creo que es bastante acertado todo lo que planteas sobre todo en las practicas curriculares donde después de pasar 4 años puteado y pagar tus créditos acabas, también, por pagar los gastos derivados de dichas practicas; transporte, comer, meriendas... Imagino que lo mismo pasara en la FP.
En mi caso me toco pasarme todo el tiempo destinado a estas practicas dándole al ratón como un mono, unas 7 horas al día.
Me duele tu explotación (pero un poco también que escribas "allá" con y).
Mucho ánimo.
Yo tuve que mudarme a otra ciudad. Cuatro meses pagando la vida en otro sitio a cambio de estar sentada en un ordenador haciendo nada —porque no había nada, por lo visto, que se adaptase a las capacidades de la chica de prácticas— y saliendo a ver tres o cuatro obras a los pueblos circundantes.
Cuando terminé, me dieron un papel con todas las supuestas tareas que había realizado, la mayor parte de ellas florituras semánticas preciosísimas y que nunca me han servido para ningún concurso de méritos o algo parecido.
Sí: las prácticas son otro negocio.