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Elecciones 10N
10N. Me duele España
Mientras el denominado bloque del cambio se desangraba la recomposición de la derecha ha sido meteórica. Hoy las preguntas se suceden ¿qué ha podido pasar?¿Por qué de nuevo el crecimiento de la abstención? ¿Qué consecuencias tendrá el aumento de la extrema derecha en España?
Tercer gran asalto electoral en menos de 12 meses. El primer dato a destacar, sus últimos días de campaña. Momentos finales que se convirtieron en las redes sociales y en muchos discursos públicos en un incesante y un tanto obsceno llamamiento a votar. Gritos desesperados que levantaron algunos comentarios de indignación, gentes cansadas de ser presionadas y culpabilizadas con un solo fin, que pasasen por las urnas. A falta de resortes reales de movilización, de sustratos sociales organizados y dinámicos, se tiró por la vía de las matracas moralistas, convertidas ahora en un nuevo arma de agitación electoral.
Así, mientras el denominado bloque del cambio se desangraba —con respecto a 2016 Unidas Podemos ha perdido entre 1,3 y 1,9 millones de votos—, la recomposición de la derecha ha sido meteórica. El PP de la corrupción vuelve a superar el 20% de los votos y los 5 millones de votantes, VOX pasa de los 46.700 votos y el 0,2% del electorado en 2016 a tener más de 3,6 millones de votos tres años después. Hoy las preguntas se suceden ¿qué ha podido pasar?¿Por qué de nuevo el crecimiento de la abstención? ¿Qué consecuencias tendrá el aumento de la extrema derecha en España?
Las elecciones se juegan mayoritariamente entre el 60% de la población con mayores niveles de renta, con nacionalidad y blancos, un sesgo fundamental para diferenciar la política de la vida real de la política electoral
Estas elecciones vuelven a estar marcadas por dos puntos de partida, el primero: que más de 4,5 millones de inmigrantes residentes legalmente en España no pueden votar, además de quienes no tienen papeles que sumarían muchos miles más. Un apartheid xenófobo y racista que se cruza, en segundo lugar, con la clara diferencia de participación por clases sociales que se da en las elecciones. Datos que no hacen más que corroborar el grado de desafección con respecto a la política institucional que hay entre las clases populares en nuestro país. En estas elecciones la abstención subió en casi 6 puntos con respecto al 28A.
Sabemos que las elecciones se juegan mayoritariamente entre el 60% de la población con mayores niveles de renta, con nacionalidad y blancos, un sesgo fundamental para diferenciar la política de la vida real de la política electoral. Una diferencia que se agudiza más en términos de clase, raza y género cuanto más desde abajo se mire nuestra sociedad.
La izquierda táctica y la derecha peleona
Lo cierto es que en términos electorales hemos llegado a la última página de todo el ciclo abierto tras el 15M. Mientras el movimiento de las plazas inauguró una fase de enorme dinamismo político, basado en un programa de impugnación global a nuestro sistema político y en contra de los resortes de control económico y financiero —todo ello aprovechado con buena fortuna por Podemos—, hoy asistimos a su muerte definitiva en brazos del bloque del cambio.Este cierre da paso además a una fase donde el dinamismo político ha cambiado de bando. Mientras las autodenominadas izquierdas jugaban dentro de un supuesto espectro de mayorías a colocarse en la mejor posición dentro de un nuevo gobierno progresista, la derecha se renovaba y avanzaba a nivel de calle.
Y aquí está, con la repetición electoral la situación ha empeorado. El PSOE ha seguido jugando su papel como agente estabilizador del régimen, Unidas Podemos ha perdido votos y posiciones con siete escaños menos y Más País ha confirmado su fracaso con tres diputados, quedándose sin grupo parlamentario y dejando sin representación a más de 200.000 votos en 16 de las 18 provincias en las que se presentaba, entre ellas Barcelona, Cádiz, Málaga y Sevilla, donde ha sido la mayor fuerza política sin representación.
El baile de posiciones en corto, las jugadas tacticistas hasta el sonrojo y la sucesión de propuestas oportunistas han dejado en victoria por la mínima al bloque de izquierdas. Pero también han dejado un aumento de la abstención y la necesidad de pensar la manera de quitarle centralidad a los juegos electorales para volver al campo de la estrategia y la economía política del cuidado del bien común.
Para verlo basta con una pequeña descripción de los últimos meses. El PSOE, tranquilo cumpliendo su función y seguro de sus multiples vías de escape, midiendo su papel dentro del Régimen y jugando a asentarse en el contexto de la sentencia sobre Cataluña, recordando que tiene buena mano izquierda pero también un puño de acero en la derecha. El resultado, más de 700.000 votos perdidos, tres diputados y 31 escaños en el Senado menos.
A su lado, Unidas Podemos ha sudado sangre, sudor y lágrimas para explicar su posición. Un desgaste que ha llevado a mayor desencanto e incapacidad para hacer entender cómo era posible que una agenda contra las élites y el propio aparato del Estado pudiese ser cumplida por su mayor valedor desde 1977, el Partido Socialista Obrero Español, además de votada por las clases medias. Sólo una jugada real para lograr un desgaste profundo del PSOE podría haber tenido cierto sentido, pero ya en mayo todos los elementos jugaban en su contra para que llegáramos al escenario actual, donde Unidas Podemos sale aún en peor posición.
Por último, Íñigo Errejón —siempre con buen olfato en la guerra de sillones—, percibió que en esa tesitura se abría un hueco rellenable con buen rollo, sonrisas y un programa verde y de cuidados. Pero finalmente todas las herramientas le fallaron y extrapolar la receta Más Madrid a las generales no ha funcionado. El programa de cambio de Unidas Podemos era más creíble, la transferencia del capital simbólico (personal e intransferible) de Carmena, no ha funcionado (por definición) y la campaña contra todo el bloque del cambio —en especial contra Ada Colau—, no han hecho más que enturbiar el campo sobre el que Más País quería intervenir. Sólo con ver el resultado de Madrid nos puede valer, en la Comunidad de Madrid pasan de cosechar más de 471.000 votos en las pasadas autonómicas a tener menos de 200.000 en el 10N, datos que en Madrid capital son aún peores, pasando de los 503.990 votantes de mayo a los 111.023 del 10N.
En definitiva, en un momento en el que estaban en juego grandes cuestiones del modelo de Estado, una crisis social permanente y la crisis catalana, centrar la campaña en lograr que el PSOE se pasase al socialismo: “los unos” o en desbloquear: “los otros”, no parecía lo más rompedor, más bien remaba en favor del ambiente restaurador y de sentido de Estado que se respira desde hace tiempo. Si lo traducimos en números, nos referimos a que PSOE y PP vuelven a ocupar casi el 50% de los votos, cerca de 12 millones de papeletas que les lleva, aunque de manera precaria, a remontar el vuelo del bipartidismo.
Entre VOX y la representación catalana
Sin embargo, la jugada no ha salido del todo bien. Por ejemplo, durante esta campaña Vox ha sabido distanciarse de la tutela política del Partido Popular. Si en las pasadas contiendas forzó a éste a caminar hacia sus posiciones más neoconservadoras y a aceptar sin complejos cierto revival del imaginario neofranquista, ahora han logrado ir un poco más allá.En la campaña del 10N Vox ha querido aparecer con mayor autonomía discursiva. Frente a la tópica neoconservadora del Partido Popular, aprovechando la coyuntura catalana y colocando ciertos temas como el de los niños y niñas inmigrantes —en términos policiales MENAs—, han querido abrir las primeras brechas en la construcción de batallas culturales que tomen posición por los españoles de menor renta enfrentándoles a las personas migrantes, especialmente las musulmanas.
A pesar de que VOX ha duplicado sus resultados del 28 de abril, sus caladeros siguen teniendo un perfil muy parecido al del PP, sin llegar a conquistar aún los barrios más pobres
Por el momento, a pesar de que VOX ha duplicado sus resultados del 28 de abril llegando a los 3,6 millones de votos, sus caladeros siguen teniendo un perfil muy parecido al del PP, sin llegar a conquistar aún los barrios más pobres. Aunque con este nuevo paso queda inaugurada una fase más lepenista o de estilo Salvini que aun no termina de concretarse en la construcción de un nuevo electorado popular de extrema derecha. Mientras esto no suceda VOX seguirá estando a tiro del PP, ya que por ahora su baza principal se ha centrado en la unidad de España, la mano dura contra el independentismo y las llamadas al Estado de excepción, todas ellas aún asumibles por los populares.
Saliendo al paso, los de Pablo Casado viendo este despegue, han utilizado su posición de gobierno en Madrid para sacar a la luz uno por uno todos los casos de corrupción urbanística y falsedades profesionales del matrimonio Monasterio-Espinosa de los Monteros, justo los representantes del ala ultracatólica de El Yunque que —según el criterio de algunos dirigentes del PP—, podrían ser el impedimento más ideológico para una futurible unión entre PP y VOX que ya teorizó Esperanza Aguirre y que cuajó en la oferta que el PP hizo con las fracasadas siglas de España Suma.
Mientras las derechas se reconstruyen, el otro gran actor de las elecciones ha sido Cataluña. La revuelta popular y la fuerte represión por parte del Estado tras la sentencia del Supremo, han abierto escenarios de desobediencia que —a pesar de haberse ido mitigando—, han tenido consecuencias claras sobre la realidad electoral del conjunto del Estado. Los 13 escaños de ERC, los siete de Junts per Catalunya y los dos de las CUP vuelven a ser cruciales, pero con una diferencia central, esta vez es probable que no valga con la abstención.
La sentencia del “Procés” y el mayor peso de los partidos independentistas tanto de Cataluña como de Euskadi pueden llevar a nuevos escenarios de bloqueo. El PSOE ha jugado muy duro la carta autoritaria del 155 y la cruda represión mientras que ahora —como era obvio conociendo el sistema electoral y la demografía más básica del Estado—, necesita la estabilidad que le darían JuntsxCat, ERC y otras fuerzas nacionalistas. Sin duda Pedro Sánchez pensó que en la repetición electoral tumbaría definitivamente a Unidas Podemos y eso tampoco ha pasado.
Con un bloque de derechas al alza, con Podemos queriendo entrar en el gobierno y con los apoyos nacionalistas pendientes de hablar —nada más y nada menos—, que de un referéndum de independencia y de la libertad de los presos políticos, el panorama que se abre es más que incierto. El PSOE cuenta con 120 diputados y mayoría muy ajustada en el Senado, muestra de que sus cálculos han sido en parte erróneos y que le será muy difícil caminar en solitario. Con ello queda atrapado entre dar marcha atrás en Cataluña y con Podemos o dirijirse hacia un modelo de Gran coalición que, con la pujante fuerza de VOX, podría significar un suicidio.
Del lado de los movimiento, todo este proceso se produce dentro de un contexto social donde el oxígeno y la credibilidad de las alternativas institucionales, de las retóricas de izquierdas y del discurso del cambio se agotan. Por este motivo se debe insistir en la necesidad de componer y recomponer espacios autónomos que no se subordinen a las lógicas institucionales ni partidistas y que sean capaces de articular comunidades de lucha y contrapoderes que hagan política desde la vida y más allá del Estado.
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Cuando la izquierda gira al centro
El relato objetivo queda enfangado en algunas calificaciones exageradas, como "dura, cruda represión" en Cataluña.: Dura es la represión de Piñera en Chile, cruda la de Israel en Gaza los territorios palestinos ocupados. Pablo sbe perfectamente que el Estado ha hecho uso de una mínima parte de su capacidad de violencia. Indignante, por los ojos reventados por la policía, o el la cobarde desproporción empleda incluso contra meores de edad en las detencionesa, pero son apenas unas tobas con un dedo cuando el Estado dispone de armas de fuego y ejércitos. Eso sí sería una represión dura y cruda. de hecho , hasta parece que ha permitido la cacareada quema de contenedores para cargarse de razón. Creo que también sabe que ni la CUP sostiene una lucha por derechos sociales: parece más la tentativa de una revolución de color amarillo ( que por suerte, no cuenta con el apoyo de la CIA para poner en jaque al Estado español, no lo necesita, y a todas las demás al borde de un vuelco aún más reaccionario).
Asumir como factor determinante que la población inmigrante residente votaría izquierda es absurdo y significa que el autor no se mueve por círculos de opinión muy diversos. Estoy absolutamente de acuerdo con que los residentes voten pero este no sería un factor que determinarse la necesaria subida de la izquierda.
Bueno tampoco hay que exagerar con que la recomposición de la derecha ha sido meteórica. Si se suma lo que han obtenido el PP y Vox aún quedan muy lejos de lo que el PP obtenía por sí solo ya fuese con Aznar o con Rajoy. Luego tomado en conjunto, para la derecha tambien ha sido un fracaso. Se mire como se mire.
Pues tienes razón, los bloques izquierda-derecha han quedado más o menos igual. La pena ha sido el desplazamiento de la derecha hacia Vox, en lo que la izquierda también ha tenido que ver.
Buen análisis. En el último párrafo, lo del "contrapoder" no acabo de entenderlo. Una contraola siempre a la postre acaba reforzando la ola. Hay redes invisibles de solidaridad y apoyo mutuo entre la gente común y vaga que NO forman "contrapoder" pero viven y resisten al margen del capitalismo salvaje y de esta "suciedad" consumista. Madres que se prestan dinero y cuidan de la prole de unas y otras, sociedades obreras de apoyo mutuo que pasan de elecciones sindicales y de recibir dinero en forma de subvenciones estatales, ...etc.