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He pasado gran parte de mi vida luchando contra mis vulnerabilidades. Años dándole la espalda al dolor y terapia, quedaron resueltos con una sola frase: “papi eres molón”. Tres palabras sanadoras en boca de una mis hijas, suficiente para hacerme sentir el tío más fuerte del universo.
No sé si eso es lo que sintió Errejón, José Antonio, cuando Errejón, Iñigo, su hijo, subió al estrado del Congreso de los Diputados en los días en los que en este país se debatía la idoneidad de retirar las condecoraciones al terrorista de estado Antonio González Pacheco “Billy el niño”, concedidas a mayor gloria de sus torturas y vejaciones a españoles que luchaban por la libertad, a la que aún esperamos en esta piel toro hecha girones por siglos de abusos del poder resentido con la vida. Supongo que esa manera de que un hijo, excelentísimo señor diputado, te diga delante de un país entero que molas, debió hacer sentir muy orgulloso al veterano marxista. Errejón, José Antonio, en representación de otros muchos y otras muchas, mola como español y como padre.
Pero ese gesto de un hijo no fue el único que se pudo contemplar en esos días en el Congreso. Desde el sillón de la secretaría cuarta, otro hijo, Suárez Illana de filiación, demostró con su voto algo que, unido a los episodios que se van conociendo del culebrón del emérito y su “concorina”, van dejando a las claras el verdadero sentido de la transición del régimen franquista, al régimen del setenta y ocho.
El voto negativo de Suárez Illana, es la forma de decirle a su padre, que mola. El voto negativo de Suárez Illana a la retirada de las condecoraciones a González Pacheco, es un voto afirmativo a la inviolabilidad sobre la que se estructura el régimen del setenta y ocho. Es la manera de poner la firma a la foto que le hizo famoso, en la que se veía al capo di capi con el brazo el sobre los hombros del primero de sus generales. Con su voto, Suárez Illana, evidencia que es un orgulloso fascista, hijo de un falangista, cooperador necesario en la elaboración de la arquitectura de este Estado, levantado sobre la impunidad del heredero de un genocida y la condena al olvido de un pueblo, obligado mil veces a tragarse la humillación.
En la facultad de Derecho te enseñan que el territorio, el cuerpo social y el ordenamiento jurídico son los elementos estructuradores de un Estado. En la España actual habría que incluir un valor fundamental que se deja fuera de esa lista, y sin el cual no se entiende lo que hoy por hoy es este país; la impunidad.
La inviolabilidad de un rey, solo puede ser justificada desde un ánimo delictivo. Sólo cuando se tiene la intención de hacer daño, uno piensa en como puede salir indemne de daño que va a causar. Esta búsqueda de la impunidad está en el centro de toda la construcción del pacto del 78, en el que no solo participó Juan Carlos de Borbón y Adolfo Suárez, participaron partidos políticos, empresarios y medios de comunicación.
Que la pretendida transición no es más que un ejercicio de filibusterismo político y económico, basado en el resentimiento y plenamente impregnado por el ADN corrupto evidenciado por los Borbones, desde que Felipe V pusiera el primer pie en esta tierra, hasta los últimos trapis descubiertos al sinvergüenza de Juan Carlos, ya es un hecho innegable. Ahora cabría preguntarse sobre la verdadera dimensión de los pactos de la Moncloa, sobre que significa el gran consenso de la transición.
Ahora se ve clara la mano que repartió Suárez y en la que también jugaron el PSOE, el PCE, los catalanes de Pujol y Miquel Roca, los vascos del PNV, los medios de comunicación herederos de la desamortización del edificio de propaganda de la prensa del Movimiento. El pacto de silencio, a cambio del virreinato del hambre para el PSOE, al que se le concedió la autonomía ficticia de una Andalucía por mil razones histórica, ninguna de ellas evidenciada en lo que es hoy, legitimada en un proceso elaborado en base a un padre de la patria andaluza que nunca habría aceptado ese título, sin tener ninguna intención de hacer valer las instituciones históricas, de una nación exterminada por el proceso genocida de una España, que venía a la vida desde la negación de la grandeza de Al-Andalus.
Virreinato del hambre de las Hurdes, como ejemplo de una Extremadura por siempre condenada a no ser. Que viaja en trenes que no andan, que ve como sus pueblos se desangran por las heridas abiertas de una despoblación, fruto de años de olvido por parte de todos. Hambre extremeña que es el hambre de una hermana, para quienes sentimos desde el sur. Campos yermos sembrados de rosas que solo florecen para unos pocos.
Pacto de silencio que blanquea el fascismo de Fraga Iribarne y toda la legión de franquistas acogidos a sagrado en Alianza Popular. Pacto de silencio e indulgencia que permite hoy en día la existencia de un partido, del que queda acreditada su identidad delictiva. Estructura y ademanes de banda organizada, en un Partido Popular que hace mucho debería estar ilegalizado. ¿Cómo no van a hacer lo que han hecho? Este país es suyo, ellos son los señoritos, los falangistas que ganaron la guerra. Solo en esta parte del mundo civilizado es posible la existencia de un partido plagado de miembros del aparato de un régimen dictatorial y genocida. Nosotras tuvimos a Forges, pero me pregunto como nos pintaría hoy Goya.
Pacto de silencio a cambio de un mendrugo de pan para los perdedores de siempre. Ya basta de conformarse con que fue lo menos malo. Ahora, eso solo justifica la participación del PCE en una operación de blanqueamiento del traspaso de los trastos de Franco al Borbón. Si el PCE aceptó la transición a cambio de la impunidad del Borbón, el PCE es tan culpable como los demás de que hoy España sea lo que es.
Pacto de silencio con los empresarios, que pagaban los Bribones, solo el que se siente impune pone ese nombre a un barco en el que le va a ver todo el mundo. Bribón; el que roba y engaña, un escupitajo en la cara de un pueblo que después de todo, seguía aplaudiendo la campechanía del mayor estafador de la historia moderna del país. Pacto de silencio con unos medios de comunicación conniventes que hoy buscan justificarse de los 40 años que han encubierto el latrocinio y las fechorías de aquel que solo ha mantenido la coherencia en una cosa, siempre se ha rodeado de profesionales, como calificó a Sofía y como, sin duda, se le adivina a Corina. No sé cuantos premios acumulan Gabilondo, Del Olmo, Herrera, Anson, Pedro J. Ramírez o Cebrián, pero si sabían y callaron, son responsables de atentar contra los derechos fundamentales de un país entero y debería responder por ello. Si a González Pacheco se le retiran las medallas, a los cómplices de atentar contra el derecho de ser en libertad de un pueblo, habría que retirarles los reconocimientos.
Decir que a la democracia no le convenía meter el bisturí a la monarquía, es una burda manipulación, de quienes atentan contra los derechos humanos de un pueblo que debe ser libre para darse una estructura basada en su legítima voluntad. Hoy el pacto del setenta y ocho estalla por los aires. Hoy el horizonte está limpio para construir, que hable el pueblo y hágase su voluntad, de una vez por todas.
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Como apunte, sin otro ánimo: Adscribir Al-Andalus a Andalucía es un error muy común, lo cierto es que Al-Andalus llegaba hasta Tarraco (lo que hoy sería Tarragona) en su máximo apogeo y poco a poco fue perdiendo terreno. Esto lo digo porque tan heredero de Al-Andalus es un Segoviano como un Malagueño por lo que esgrimir Al-Andalus como argumento de historicidad andaluza es una falacia.
Excelente Castejón.!!!!!
Maravilloso ,y realista,muy realista artículo. Todo mi apoyo.👍🌈
El problema es que sea con, por ejemplo, el señor éste que habla de Venezuela. Ve ne zueeee laaa bu!
Creo que UD. delira señor Castejón, no ha entendido nada, madure, pero no al estilo Venezolano, que por lo visto es lo que mola, por cierto mola también el padre de Monedero o ese es fascista como todos los que no ven las cosas como UD