Desobediencia
Holocausto y noviolencia

Hoy se celebra el Día Escolar de la Noviolencia y el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Sin embargo muchas veces perdemos el sentido profundo que tiene la no-violencia: la resistencia civil, que propone una estrategia política para evitar que se vuelva a caer en las trampas que los totalitaristas puedan imponer a la sociedad.

30 ene 2020 11:40
El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza.
Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra

Todos los años, por estas fechas las escuelas e institutos del Reino de España conmemoran la muerte de Mohandas Gandhi con diversas actividades articuladas en torno al Día Escolar de la Noviolencia y la Paz, el 30 de enero, a veces vinculándolas también con actividades relacionadas con el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Por supuesto, se puede entender ambas como las dos caras de la misma moneda, por un lado la visión positiva que la noviolencia y la cultura de paz puede ofrecer, y por otro lado la memoria de los efectos más perversos que la cultura de la violencia ha llegado a generar.

No obstante, siendo tan evidente esa conexión, muchas veces perdemos la pista de la relación que tiene el otro componente que se conmemora el 30 de enero, la noviolencia, probablemente porque es un concepto que sigue siendo bastante desconocido para el público en general. Sin embargo, la conexión se ha realizado desde diferentes enfoques porque el Holocausto ha sido tema de estudio en las ciencias sociales y las teorías de la acción noviolenta y desde la resistencia civil se han recopilado ejemplos de resistencia al nazismo en diferentes grados y formas.

Desde la filosofía, destaca la revisión que hizo del Holocausto la judía alemana Hannah Arendt1, precisamente cuando cubría la información del juicio a Adolf Eichmann, el responsable de la logística relativa a la Solución Final, es decir, el encargado del diseño del sistema de agrupar y transportar judíos hasta campos de concentración y centros de exterminio. Del seguimiento a este juicio surgió el concepto de banalidad del mal, al darse cuenta Arendt de que ni Eichmann, ni la gran mayoría de responsables del Holocausto eran psicópatas o monstruos inhumanos, aunque sí que hubiera algunas tristemente célebres figuras sádicas en los campos de concentración, elegidas precisamente para sus cargos de vigilantes por su inhumanidad.

El holocausto se trató de un caso de acción ejecutada por los miembros más respetables de la sociedad alemana y europea de la época, incluyendo muchas veces también a los propios dirigentes judíos
Pero la filósofa llegó un poco más lejos, al darse cuenta de que la mayoría de la sociedad alemana estaba implicada directa o indirectamente en la colaboración con el régimen, por lo que no se puede entender el Holocausto como un caso de acción irracional ejecutado por monstruos inhumanos, sino todo lo contrario. Se trataba de un caso de acción totalmente racional ejecutada por los miembros más respetables de la sociedad alemana y europea de la época, incluyendo muchas veces también a los propios dirigentes judíos, que colaboraron en muchas ocasiones con el régimen nazi. Eran judíos los integrantes de los Judenräte (en singular judenrat), los consejos de judíos prominentes creados por los nazis para administrar los guetos, con poderes para crear una policía judía, o elegir los nombres de los que iban a ser deportados a los campos de concentración. Lógicamente los nazis no ponían en esos puestos a judíos críticos que pudieran interferir con sus planes de exterminio (ortodoxos, comunistas o anarquistas, por ejemplo), sino que ponían a aquellos con un carácter más individualista para que entendieran su posición como una oportunidad personal en medio de circunstancias adversas.
Las reflexiones lanzadas por Arendt permiten interpretar el Holocausto como un problema de obediencia y colaboración de la sociedad más que como un problema de psicopatía o falta de humanidad, de ahí su idea de banalidad del mal
No es este el único caso de colaboración entre oprimidos y opresores, el apartheid sudafricano contaba con alcaldes negros y reyezuelos de bantustanes, los indígenas americanos contaban con caciques y líderes encargados de administrar el sistema colonial o criollo, así como casi todos los pueblos colonizados contaban con élites entre los suyos que servían de intermediarios en la dominación extranjera. Dice la sociología de los movimientos sociales que cuando no existe conciencia para la acción colectiva, los oprimidos que no quieren serlo buscan la salvación individual, por ejemplo colaborando con el opresor o migrando en busca de otro futuro.

Estas reflexiones lanzadas por Arendt permiten interpretar el Holocausto como un problema de obediencia y colaboración social más que como un problema de psicopatía o falta de humanidad, de ahí su idea de banalidad del mal. Aunque hubo algunas figuras monstruosas en los campos de concentración, la ejecución de la Solución final no se hizo por parte de personas sin alma, sino por personas que fueron poco a poco colaborando con el sistema. Según Arendt Eichmann no sería más que un gestor que buscaba dar una solución racional a un problema que le plantearon sus superiores racistas, era un mero burócrata que trataba de ser efectivo en su trabajo. Otros burócratas nazis, como Werner Best, el responsable de las desjudiificación de Dinamarca, optaron por la filtración de la noticia del inicio de la persecución de los judíos para facilitar su huida a Suecia. Y no hizo esto porque tuviera algo de respeto por las vidas de los judíos, que ya había mandado a deportar por miles en Polonia y Francia, sino que lo hacía por evitarse la engorrosa tarea de buscarlos, encerrarlos y trasportarlos a los campos de concentración.

Otro ejemplo de no colaboración sería la resistencia de los mineros franceses, que protagonizaron huelgas para no colaborar con los ocupantes
Es aquí donde es importante recuperar la teoría de la noviolencia cuando habla de resistencia civil, porque propone una estrategia política basada en tres elementos fundamentales a la hora de evitar que se vuelva a producir un caso similar: la persuasión, la no colaboración y la intervención pacífica. El rescate de judíos de Dinamarca hay que integrarlo en el movimiento de resistencia al nazismo danés, que fue evolucionando, por mero pragmatismo, desde tácticas de sabotaje y disturbios insurreccionales a formas cada vez más noviolentas, como diferentes formas de huelgas y redes clandestinas de salvación de perseguidos. Sería un ejemplo de sociedad que se negó a colaborar con el nazismo y puso todo su empeño para que su territorio no fuera utilizado como fuente de recursos económicos para la guerra.

Otros ejemplos de no colaboración serían la resistencia noruega, en especial sus maestros y sindicalistas, más centrada en aspectos culturales al evitar la nazificación del país por parte de Quisling, el nazi local colocado por Hitler; la resistencia de los mineros franceses, que protagonizaron huelgas para no colaborar con los ocupantes, o los numerosos casos de rescate de judíos ya sea de forma individual o colectiva. En este sentido destacan actos individuales como los de Nicholas Winton (logró conseguir organizar el rescate de 669 niños checos antes de que empezara la guerra), Oskar Schindler (sobornó a guardias nazis para salvar a 2.500 de sus trabajadores), Irena Sendler (el “ángel del Guetto de Varsovia”, salvó 2500 niños judíos en Polonia sacándolos a escondidas ), Angel Sanz («el ángel de Budapest», salvó unos 5.000 judíos húngaros dándoles pasaporte español al considerarlos sefardíes). También destacan actos colectivos como el los del pueblo de hugonotes franceses de Le Chambon sur Lignon, que con el apoyo de diversas organizaciones pacifistas logró salvar a unos 5.000 judíos a pesar de la represión, o los del pueblo holandés de Niewlande, que conspiró al completo para ocultar al menos un judío en cada casa. A nivel nacional, además de Dinamarca, destaca el caso de Bulgaria, donde el gobierno se implicó en la salvación de las vidas de sus ciudadanos judíos, y logró salvar del exterminio a a 50.000 judíos (de 61.000).

Sirvan estos ejemplos para mostrar la necesidad de enseñar la noviolencia no meramente como una serie de gestos para mejorar la convivencia en las aulas, sino como una actitud asertiva de defensa de la democracia que sirva para no caer en las trampas que los totalitaristas puedan imponer a la sociedad, cuyo máximo ejemplo es el Holocausto. De ahí la necesidad de recuperar y mostrar una memoria histórica de los éxitos, fracasos y problemas de los procesos noviolentos que permitan entender la fuerza de la acción colectiva como motor de democratización y lucha contra la opresión, porque si no tenemos memoria de la amplia y rica historia de las revoluciones y movimientos noviolentos, las soluciones que buscaremos para los problemas humanos del futuro estarán condicionadas por la lectura que hayamos hecho del pasado, y muchas veces estas no llevarán sino a más sufrimiento.

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Qué buen enfoque. Gracias por compartirlo.

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