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Cuidados
María Pazos: “El sistema público tiene que ser completamente de gestión pública y sin empresas privadas”
El crecimiento de las tasas de dependencia demográfica, la creciente privatización que atraviesa el sector de los cuidados, con un foco en las residencias, y un sistema de atención en el hogar centrado en el trabajo racializado y precarizado forman una bomba de relojería contra las mujeres que causará estragos a toda la población. Las instituciones, lejos de responder a las necesidades coyunturales y garantizar este derecho colectivo, producen continuamente nuevos nichos de enriquecimiento y nuevas formas de explotación. Tampoco la reivindicación de un modelo público-comunitario de cuidados, única alternativa hasta el momento, ha respondido a la crítica principal: sigue siendo un régimen social que deja la división sexual del trabajo intacta.
María Pazos es una militante que ha dedicado su vida intelectual a investigar sobre la economía feminista. Especializada en el análisis de las políticas públicas y fiscales desde una perspectiva de género, así como en la comparación internacional de sistemas de impuestos y prestaciones, es autora del libro Contra el patriarcado. Economía feminista para una sociedad justa y sostenible (Katakrak, 2018). Propone un programa económico para transformar el orden social existente luchando contra la estructura patriarcal.
Ante conceptos como público o comunitario que en el marco institucional se están despolitizando, vaciando de contenido y privatizando, Pazos aterriza en esta entrevista retos y propuestas que sirven para retomar debates, repensar modelos y responder a preguntas de una arquitectura incompleta para una economía de los cuidados emancipada del capital.
La pandemia ha supuesto un punto de inflexión para los cuidados. También ha cambiado el contexto político y el estado de los movimientos sociales, como el feminista. ¿Cómo pensar en el momento actual desde las categorías de Contra el patriarcado?
El movimiento feminista ha experimentado un notable desinflamiento en los últimos años, un proceso que se hizo evidente durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19. Este es el punto de inflexión: nos retiraron del espacio público y nos dejaron sin derechos. Eso provocó a su vez una ola de conservadurismo que logró intercambiar la libertad por la seguridad como conceptos que guían la vida pública. Al reducir a cada persona a la categoría de «convivientes» de una casa, se revalorizó la ideología dominante patriarcal y la institución de la familia, lo que supone un gran golpe para el feminismo. Hemos pasado de querer desmontar esa estructura a decir “mi familia también importa”. Ya no la cuestionamos.
En su lugar ha aparecido una fuerte resistencia al cambio por parte de los hombres. Un factor importante son los nuevos fascismos o el papel del capitalismo, que en alianza con el patriarcado afecta a la esfera económica, pero también en los simbólico, a los comportamientos de las mujeres. Se trata de una contrarreacción patriarcal contra el movimiento feminista que además lleva años fraguándose. El motor del cambio debe volver a ser el movimiento feminista.
El documento Hacia un sistema público-comunitario feminista de cuidados, de La Coordinadora Feminista de Euskal Herria Bizitzak Erdigunean, dice que el confinamiento fue una «oportunidad de oro» para cuestionarse algo.
Siento disentir. Cuando los movimientos sociales se retiran de las calles no estamos hablando de una oportunidad, sino de una debacle. Además están los problemas derivados del aislamiento de las mujeres y las niñas, el aumento de la carga de trabajo, o el deterioro de la salud mental. Se han exacerbado las fobias y algunas aún permanecen. El 80% de las fobias son femeninas, como las fobias a desinfectarlo todo con la que las mujeres tuvieron que cargar en la pandemia.
Cuando los movimientos sociales se retiran de las calles no estamos hablando de una oportunidad, sino de una debacle.
Sin embargo, lo más importante es entender que cuando se produjo el colapso del sistema sanitario también afectó a los cuidados. Fue un ataque terrible, y no lo produjo el COVID, sino las políticas públicas. Esto tenemos que analizarlo y no sé si hay valentía para hacerlo. Por ejemplo, que se prohibieran las visitas a las residencias ha sido el mayor debacle de las políticas COVID. ¿Cómo nos recuperamos de eso?
Volviendo a Contra el Patriarcado, afirmas que las políticas públicas del Estado perpetúan la desigualdad, que son discriminatorias y que nos llevan por el camino de la precariedad.
Las políticas públicas en general determinan el comportamiento que dictan los economistas. Y los economistas se pasan la vida hablando del comportamiento de los agentes económicos (familias, empresas, personas) y de los incentivos. Si eso lo aplicamos al ámbito de los cuidados concretamente, determinan el comportamiento, y perpetúan la estructura social: la estructura de la familia y la estructura del trabajo respecto a la división sexual del trabajo.
Las políticas públicas están diseñadas para conseguir que las mujeres abandonen sus empleos para cuidar en casa cada vez que haya alguien a quien cuidar. Antes cuidaban a tiempo completo, eran amas de casa durante toda su vida. Pero ahora, desde la ola feminista anterior a la de los años 70, hemos abandonado la familia como posición de amas de casa y nos hemos lanzado al empleo y a la educación. Dejamos en casa un hueco y las políticas públicas intentan que sigamos ocupándolo cada vez que hace falta.
Editorial
Editorial El espejismo del horizonte público-comunitario
¿No han existido avances en la política de cuidados?
Los dos ámbitos donde tienen que intervenir las políticas públicas son la infancia y la dependencia. La primera cuenta con una política de permisos laborales para poder cuidar a la criatura cuando nace que fomenta que sea la mujer la que se encargue. Aunque se ha conseguido una reforma recientemente, todavía es complicado que los padres se puedan turnar para cubrir los primeros meses. Pero cuando esa persona cumple un año no tenemos servicios públicos suficientes u horarios de calidad. Las políticas públicas han intervenido hasta el momento para determinar los roles de género dentro de una pareja. Esa es la mayor desigualdad de entrada, unida a la desigualdad de clase.
En cuanto a la dependencia, el principio que rige es que la familia es responsable de la persona dependiente, y el sistema de atención es complementario y asistencial para cuando la familia no alcanza. Además está el hecho de que, de nuevo, los hombres no cuidan en casa. Las políticas públicas están basadas en que las mujeres sean el pilar. El sistema de prestaciones, insuficiente, incentiva eso mismo. Y luego están las desgravaciones, condicionadas a que la persona dependiente se quede en casa. A las mujeres se las convierte en dependientes, se retiran del empleo para cuidar a las criaturas y se van precarizando. Luego están las mujeres que cuidan 24 horas, por una paguita, es esclavismo total.
Además de insuficiente y de mala calidad, la dependencia está en manos de fondos buitre.
Hay discriminación a todos los niveles, en los empleos, en los ingresos, no solo de las mujeres que cuidan en casa sino en las mujeres que están implicadas en los cuidados como trabajadoras. Lo que necesitaríamos es que los servicios públicos nos aseguren suplir la falta de autonomía funcional y que luego las personas de nuestro alrededor puedan darnos el cariño que necesitamos. Eso sería una atención a la dependencia basada en los servicios públicos suficientes y de calidad. Sin embargo, además de insuficiente y de mala calidad, la dependencia está en manos de fondos buitre, la atraviesa la privatización.
¿Qué hace que el sistema familiarista no sea sostenible financieramente?
Nos dicen que el problema son los presupuestos, que no hay dinero para cambiar el sistema y atender a las personas dependientes. Pero en realidad lo que no es sostenible si queremos una sociedad donde las personas tengan un trato digno es el sistema familiarista. Es una ideología útil para el sistema patriarcal y capitalista. Si queremos esclavizar a las mujeres y darles 200 € por cuidar 24 horas, pues entonces vale. En un sistema con un empleo e ingresos justos, un trato digno para cuidar a una persona que necesita 24 horas de cuidado, en una casa se necesitarían por lo menos cuatro trabajadoras. Sin embargo, si esa persona estuviera en una residencia de calidad donde sus familiares y sus amigas la podrían visitar cuando quisieran, el ratio sería menos. Una persona por cada cuatro-tres personas dependientes. Que cada persona esté cuidada en casa no tiene ningún sentido. A ello se le suma que es un aislamiento psicológico.
¿Qué modelo garantizaría un sistema de cuidados para todas las personas en todas las etapas de la vida?¿Qué pasos políticos deberían darse ahora para lograrlo?
Tenemos que pasar del modelo familiar a un modelo de individualización de derechos y a un modelo de justicia social. Esto consiste en darle a cada persona unos servicios según sus necesidades y según sus posibilidades. Desde el modelo de fiscalidad para que se dé la igualdad en los cuidados hasta que los hombres asuman la mitad de los cuidados. También tiene que haber servicios públicos suficientes y políticas laborales en las cuales los horarios sean cortos. 35 horas a la semana en cinco días. No en cuatro, para que la gente se vaya de vacaciones, sino en cinco para que tengas tiempo cada día de ocuparte de la familia.
Hay mucho que legislar. Se dice que se necesita más dinero para la dependencia, para construir un sistema público. No puede ser para dárselo a las empresas o a la patronal de la dependencia, que nunca debería existir porque tendría que ser todo público. También, todas las desgravaciones que existen no son solamente machistas sino clasistas. La gente pobre no se puede desgravar porque no tiene suficiente dinero, o sea, no tiene suficientes ingresos como para beneficiarse de las desgravaciones. Todo ese dinero es un dinero que se va precisamente a beneficiar a las clases medias y altas, pero no a la gente que realmente lo necesita. Se habla del Convenio 189 de la OIT para las empleadas de hogar. Sin embargo, la única forma de dignificar el trabajo de las empleadas de hogar es cambiar el sistema. Lo que hace falta es que las empleadas de hogar se conviertan al sistema público y se conviertan en empleadas públicas.
¿Detectas diferencias entre un sistema de servicios públicos que garantice el cuidado de todas las personas y los sistemas público-comunitarios?
En los discursos sobre un modelo público-comunitario de cuidados algunas cosas son poco concretas y otras se contradicen. ¿Por qué no se explicitan las reivindicaciones que definirían el sistema? De acuerdo se apuesta por que los servicios de cuidados sean públicos y no estén en manos de empresas privadas, pero solo se incluyen las cooperativas. No me parece mal investigar el papel que tendrían, pero me parece difícil y peligroso el hecho de que se metan las asociaciones en un servicio público.
Además, este modelo se justifica sobre el hecho de que la administración no puede proveer eso que llamamos cuidados. La administración no lo puede dar todo, pero puede sentar las bases materiales que permita a las personas, por ejemplo, suplir su falta de autonomía funcional; para que una persona no sea dependiente de nadie.
En los discursos sobre un modelo público-comunitario ¿por qué no se explicitan las reivindicaciones que definirían el sistema?
La administración que tenemos ahora es terrible, debemos imaginarnos otra organización de las cosas donde la atención pueda ofrecerse por las trabajadoras y trabajadores públicos. No pasa nada porque un sistema de atención a la dependencia sea público en ese sentido material. ¿Por qué no proponer permisos iguales, intransferibles, pagados al 100% y sin trampas de tal manera que las personas progenitoras puedan turnarse, que no dependan de que la empresa se lo permita, por ejemplo?¿Por qué no pensar en cómo tiene que ser el sistema para que de verdad los cuidados se atiendan con empleo de calidad?
¿Por qué existe esa abstración en la agenda público-comunitaria?
Hablar de lo comunitario, de los cuidados y de poner la vida en el centro… debería ser más concreto, necesita de políticas públicas para confrontar la ideología patriarcal dominante. Los hombres piensan que los cuidados son cosas de mujeres porque nunca han cuidado y confían en que les van a cuidar. El movimiento feminista señala que los hombres tienen que cuidar al 50%, fenomenal, «que los hombres pringuen de una vez» me gusta. Pero, ¿cómo van a pringar los hombres si no les das el permiso?
El otro problema es evitar poner en el centro el conflicto por la eliminación de toda privatización, la abolición del mercado como institución no es una reivindicación, pese a que la patronal de la dependencia son puros fondos buitre. La atención es un sector en expansión y las empresas van a por ese nicho de mercado. El hecho es que el discurso esté condicionado por los partidos dificulta también esa problematización. Es por ello que hay que tener mucho cuidado cuando se habla de lo público. Lo público tiene que ser completamente público, de gestión pública y sin empresas privadas. Puedes decir que es público porque la financiación es pública pero no la gestión. Pero la figura cooperativa todavía no ha demostrado desafiar al mercado.
¿Cuál debe ser el pilar de las políticas públicas feministas?
La eliminación de la división sexual del trabajo. De ahí sale la necesidad de la independencia económica de las mujeres durante toda su vida para desmontar la familia patriarcal, que creo que es donde tiene que concentrar fuerzas el movimiento feminista.
¿Qué podemos aprender de los límites institucionales, su impotencia, qué se puede y no se puede?
En las instituciones los límites son tremendos. La alianza patriarcado-capitalismo es muy fuerte. Sin embargo, de vez en cuando hay oportunidades para dar el pistoletazo o la oportunidad a muchos debates. Luego se queda a las puertas de las reformas estructurales pero puede tener un efecto simbólico. La única esperanza es el movimiento feminista organizado.
Cuando se hacen reivindicaciones por un sistema de cuidados, ¿qué otras organizaciones de trabajadoras debe contemplar el movimiento feminista?
Hay trabajadoras organizadas del Servicio de Atención a la Dependencia y un movimiento de empleadas de hogar que no tienen mucho protagonismo precisamente porque está altamente precarizado. Son como fenómenos desconectados cuyos proyectos no se están apoyando activamente. Las asociaciones tanto de las Kellys como de las trabajadoras del servicio de Atención a Domicilio o las empleadas de hogar han surgido porque sus reivindicaciones no han estado incluidas en los sindicatos y han tenido que asociarse aparte. Estos movimientos no están en los discursos del movimiento feminista.
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Una entrevista muy interesante que pone el foco en cosas que deberían estar en el debate público y ya sabemos porqué no están. Da que pensar.