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“Mis hijos me causan el sufrimiento más exquisito que haya experimentado nunca. Se trata del sufrimiento de la ambivalencia: la alternancia moral entre el resentimiento amargo y los nervios crecientes y salvajes, la gratificación y ternura más felices”. Con estas palabras abría Adrienne Rich su Nacida de mujer, un ensayo clásico del feminismo sobre la maternidad publicado en 1976. Ese mismo año se editaba El nudo materno de Jane Lazarre, unas memorias que, a través de la experiencia de su autora como madre, exploran esa ambivalencia, “lo único eterno y natural en la maternidad”.
Más de 40 años después, la editorial Las Afueras ha traducido y ha dado nueva vida a este libro, que a pesar de haber sido escrito en un contexto muy diferente, sigue interpelando a muchas madres hoy en día. En El nudo materno lo personal y lo político se entrelazan íntimamente, y el relato de la maternidad sale del espacio privado del hogar para acudir a reuniones feministas o manifestaciones por los derechos civiles.
A lo largo de sus páginas asistimos a los esfuerzos de su protagonista por conservar su identidad, su yo anterior a la maternidad, que ambiciona convertirse en escritora, frente a una sociedad que trata de reducirla a ser solo madre. Lazarre hace frente a la culpa y los conflictos que siente por no adecuarse a la imagen idealizada de ‘la madre’, abnegada, paciente, plácida. El libro también es el retrato de una pareja interracial, que la época convierte en “una entidad política: un hombre negro casado con una mujer blanca”.
Desde entonces, Jane Lazarre ha publicado numerosas obras, entre las que destacan sus memorias sobre ser madre de dos hijos negros, o sobre su padre, un judío comunista que fue voluntario en el Batallón Abraham Lincoln durante la Guerra Civil española. Lazarre ha cruzado el Atlántico con su familia para participar en la Ciutat Oberta Biennal de Pensament en Barcelona, y pasa por Madrid para participar en un encuentro con un grupo de lectoras, tras el que aprovechamos para entrevistarla.
Explicas que la mística de la maternidad es una imagen idealizada que oprime a todas las mujeres. ¿Fue esto lo que te llevó a escribir El nudo materno?
Fueron dos cosas. Una, la situación política de esa época, un periodo álgido del movimiento feminista. Las mujeres estaban escribiendo mucho, en diferentes disciplinas: psicología, filosofía, literatura… Yo tenía la sensación de que había una ausencia de historias reales sobre ser madre, y que había una suerte de división entre ser madre y ser feminista. Así que el libro fue una combinación de querer expresar mi opinión y arrojar algo de verdad sobre un tema que estaba rodeado de falsedades. Me enfadaban mucho esas historias falsas que me habían contado sobre lo que se suponía que era ser madre. Sentía una responsabilidad política, porque estaba muy involucrada en el movimiento feminista, pero también tenía la necesidad personal de contar mi historia.
En el libro cuentas que desarrollaste dos estrategias para hacer frente a la mística de la maternidad. En primer lugar, frente al silencio generalizado, decidiste hablar abiertamente sobre las dificultades y los sinsabores de ser madre. Más adelante, te juntaste con otras mujeres: formaste un grupo de madres y acabaste creando una guardería cooperativa. ¿Cómo fue ese proceso?
Es una pregunta interesante, porque es un proceso paralelo a lo que acabamos de hablar. La mayoría de mis amigos tuvieron hijos tres o cuatro años más tarde, así que yo necesitaba desesperadamente hablar con otras mujeres que fuesen madres. Luego me enteré de que un pequeño grupo de madres estaba organizando una guardería gestionada por ellas mismas en mi barrio. Tenían un local, un sótano que contravenía todas las regulaciones sanitarias [ríe], pero trabajamos todas juntas para convertirlo en una maravillosa escuela infantil… En ese grupo encontré a tres o cuatro mujeres que sentían lo mismo que yo y con las que pude hablar. Por otro lado, estaba mi necesidad de escribir. En aquel momento decidí dejar el doctorado en antropología porque sentía que no podía ser profesora de antropología, escritora y madre. Era obvio que no podía hacer las tres cosas, ¡ya era bastante difícil hacer solo dos! Así que decidí ser madre y escritora.
Al entrar a formar parte de una familia afroamericana, tuve que aprender a través de ellos —primero de mi marido y de mi suegra, y luego de mis hijos— lo que realmente significa ser negro en EE UUEn tus memorias también explicas que te sentías invisible en las reuniones feministas por tu maternidad. ¿Es el feminismo contemporáneo más inclusivo con la maternidad?
Más que invisible, me sentía rechazada. Me enfadaba porque algunas feministas trataban de diferenciarse de las mujeres que éramos madres. Ahora no creo que eso suceda, porque desde entonces ha habido muchos libros importantes, como Maternal Thinking de Sara Ruddick, El ejercicio de la maternidad de Nancy Chodorow o The Mermaid and the Minotaur de Dorothy Dinnerstein. Este último es un libro muy brillante sobre lo que les pasa a las mujeres y a los hombres cuando les crían solo mujeres, cómo se vuelven muy recelosos del poder de las mujeres. La teoría de Dinnerstein es que solo si los hombres se involucran en la crianza podremos socavar esta mística de la masculinidad, que vemos cómo estalla ahora mismo en Estados Unidos con gente como Trump.
Decíamos que el libro trata de combatir la imagen idealizada de la maternidad. Pero, por otro lado, también cuentas cómo las feministas jóvenes de esa época veían la maternidad como algo aburrido y gris. ¿Podemos crear un imaginario feminista de la maternidad, realista pero también deseable?
Creo que hay muchas historias de madres de tu generación que todavía necesitan ser contadas. Creo que la maternidad es una metáfora de la condición humana, no solo algo individual que una mujer experimenta. Así que espero que las mujeres de tu generación cuenten esas historias, historias verdaderas, que puedan describir el amor y el apego que se siente, pero también el terrible aburrimiento, la ansiedad y el estrés que implica.
Ayer, en el encuentro con lectoras, contabas cómo la mayoría de la gente que está escribiendo sobre maternidad ahora en Estados Unidos son mujeres de clase media blancas, lo que deja muchas historias fuera.
Sí, aunque hay grandes escritoras afroamericanas que han escrito sobre el tema. Para mí, una de las mejores novelas sobre la maternidad es Beloved, de Toni Morrison. Cuenta la historia de Sethe, una esclava que escapa y que tiene un bebé al que termina matando para evitar que le capturen y esclavicen. Está basado en una historia real. Lo he enseñado muchas veces en mis clases, porque no es solo una novela sobre la esclavitud americana, es un libro sobre lo que significa ser madre, profundiza mucho en los sentimientos maternales. Y hay unas cuantas autoras más, al menos en EE UU.
¿Ha cambiado el hecho de ser madre de dos hijos negros tu forma de entender el racismo?
Tenía 22 años cuando me casé [con su compañero afroamericano]. Era antirracista, daba clase en una escuela donde la mayoría de los niños eran negros o puertorriqueños. Pero era bastante inocente. Al entrar a formar parte de una familia afroamericana, tuve que aprender a través de ellos —primero de mi marido y de mi suegra, y luego de mis hijos— lo que realmente significa ser negro en EE UU. Es una identidad que de alguna manera está constantemente asediada, se siente en peligro permanente. Por ejemplo, cuando fuimos a la Bienal de Barcelona enseguida nos dimos cuenta de que todo el mundo era blanco, éramos diferentes.
Ahora, con Trump, todo sale a la luz, porque la gente de izquierdas está investigando, hablando sobre ello, como parte de la resistencia
En Beyond the Whiteness of Whiteness relato el deseo de proteger a mis hijos, cómo me preocupo por su seguridad… Ese saber que eres diferente de ellos, que hay una separación, pero por otro lado que también son parte de ti, es una versión extrema de lo que todas las madres experimentan. Mucha gente sintió que ese libro trataba sobre todas las madres, aunque hablaba de una situación muy específica, sobre ser madre blanca de hijos negros.
En el libro explicas lo complicado que era encontrar una guardería para tu hijo. Dices: “Hay dos mundos, uno blanco, otro negro, y rara vez coinciden”. ¿Esto sigue pasando hoy en día en Estados Unidos?
Es terrible lo que sucede con el sistema judicial. ¿Conoces las leyes Jim Crow? [leyes segregacionistas promulgadas entre 1876 y 1965 en EE UU]. Hay un libro que se publicó hace unos años llamado The New Jim Crow [traducido aquí como El color de la justicia por Capitán Swing] que trata del encarcelamiento masivo de hombres negros y latinos en EE UU. Se les arresta por delitos menores, por los que nunca se arrestaría a chicos blancos, como fumar un porro en la calle. Una sobrina nuestra tiene un hijo de 22 años que se metió en problemas. Fueron pequeños hurtos, nunca violentos, pero tuvo que ir a juicio. Y fue increíble. El tribunal está en Lower Manhattan y había un par de abogados blancos en la sala, el juez era blanco y yo era blanca, algún policía también. Y el resto, todas las personas que acudían al tribunal, eran negros o “marrones”.
Un día de esos, estaba en los juzgados y había un grupo de turistas, que debía haber venido a conocer un típico juicio norteamericano. Oí a uno de ellos, una mujer blanca, decirle a otra: “¿Dónde meten a los blancos?”. Porque no hay blancos en los juzgados y en las prisiones, son todos negros, la mayoría hombres. A raíz de eso escribí un texto llamado Where do they keep the white people? Cuando me pidieron que escribiera algo para la Bienal, revisé ese texto y lo actualicé, con cuestiones como la elección de Trump.
Desde entonces las cosas parecen haber ido a peor…
Mucho peor. Lo único bueno es que ha salido a la luz, nadie lo puede negar ya. Antes, muchas personas blancas empeñadas en ver el lado bueno de las cosas decían: “Oh, no, estamos bien. Mira a los padres fundadores, eran unos tipos tan majos, ¡qué palabras tan maravillosas escribieron en la Declaración de Independencia!”. Y sí, es verdad, pero menos John Adams, ¡todos eran propietarios de esclavos! Hay tantos hechos históricos que la gente de mi país desconoce… Ahora, con Trump, todo sale a la luz, porque la gente de izquierdas está investigando, hablando sobre ello, como parte de la resistencia.
Has escrito muchas memorias, sobre tu maternidad, sobre tu padre, sobre ser la madre blanca de dos hijos negros… ¿Cómo manejas el hecho de que estás escribiendo sobre seres queridos?
No es nada difícil con mi familia, porque son muy comprensivos. Siempre me han apoyado mucho. Ayer alguien le dijo a mi marido: “Siento como si te conociera tras leer El nudo materno”, y él le dijo: “Pues lee el resto de sus libros, ¡así me conocerás mejor!”.
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Un suculento artículo que, si lo empiezas, te lleva a leerlo entero. Para mi cumpleaños ya sé el regalo que voy a pedir.