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Coronavirus
Cuidados paliativos para salvar Italia
Italia aprueba ayudas por 25.000 millones de euros entre las que destacan las exenciones fiscales, un apoyo de 600 euros para los autónomos, la congelación de impuestos e hipotecas.
La ciudad italiana es atronadora. A veces hay tantos estímulos, sonidos y olores que uno ni siquiera puede escuchar con claridad sus propias preocupaciones. El turismo lo han tenido y lo tendrán por castigo, aunque no en el presente. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud anunciaba que la epidemia del nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, era una pandemia. Italia es el país europeo más afectado, el segundo con más casos positivos después de China. No hay país preparado para un imprevisto de tal calibre.
La república tomó medidas de forma gradual. El primer ministro Giuseppe Conte firmó un decreto en los días previos al cierre para limitar los movimientos de la población y prohibir toda reunión en lugares públicos. El país cerró sus centros de estudio hace dos semanas, cuando los casos positivos por el virus ascendían a los tres mil. Actualmente, salir de casa está prohibido por ley, excepto para comprar productos de primera necesidad, recibir asistencia médica o hacer deporte en solitario.
Italia publicó oficialmente este lunes, 16 de marzo, el decreto salva economia, que aprueba “medidas de urgencia” por valor de 25.000 millones de euros para paliar los efectos de la crisis social y económica que corre de la mano con la sanitaria. Un denso documento de 133 artículos que entre otras iniciativas aplaza el pago de hipotecas y concede ayudas a autónomos, ciudadanos que hayan perdido su trabajo y familias; así como descuentos en el pago de facturas. Estos beneficios no están vinculados a la renta, sino que se dirigen a aquellos que se vean “realmente afectados” y los que tendrán que justificar pérdidas según el caso. A principios de semana se llegaba a los 25.000 contagios, de los cuales alrededor de 2.300 ya son pacientes recuperados, y hay más de 1.800 víctimas.
Exenciones fiscales, autónomos y subsidios por desempleo
Se congelan durante una semana y para el grueso de los contribuyentes todos las tasas que debían de haberse pagado antes del 16 de marzo. Además, se aplaza a finales de mayo el pago del IVA mensual y anual, el IRPF y otras tasas a toda empresa que facture hasta dos millones de euros. A su vez se establece una prórroga para las sociedades del sector turístico, hostelero, educativo, deportivo, artístico-cultural, de transporte y de asistencia. El pago estará libre de sanciones e intereses. Por otro lado, los autónomos recibirán una ayuda de 600 euros en el mes de marzo y se les aplaza el pago de la hipoteca hasta los nueve meses. Las pequeñas y medianas empresas quedan exentas de pagar la hipoteca hasta septiembre de este año. Además, talleres y comercios contarán con una reducción del 60 por ciento en el pago del alquiler.
Lo cierto es que entre este colectivo la incertidumbre es angustiante, la mayor parte ha debido cerrar sus estudios, tiendas y talleres para respetar las medidas de contención. Pequeñas tiendas de alimentación, kioscos, estancos u ópticas son los escasos locales que han permanecido abiertos al público, así como algunos restaurantes que realizan pedidos a domicilio. Maurizio Corticelli, abogado y autónomo, augura el colapso de los tribunales. “La situación de los autónomos es muy grave”, declara contundente, “los ingresos se han reducido drásticamente”. “Las causas civiles y penales están suspendidas”, explica, “miles de personas esperarán años a que se haga justicia”.
Para algunas familias de las zonas más golpeadas por el coronavirus, las facturas han sido suspendidas
Para los trabajadores que hayan perdido su empleo, el Estado asegura un subsidio equiparable al paro que cubre hasta nueve semanas. Giovanni, cocinero de 26 años, fue uno de los primeros afectados y perdió su trabajo el pasado 8 de marzo. Mata el tiempo practicando deporte en su apartamento o retomando instrumentos olvidados en algún armario. Suele comunicarse con familiares y amigos a través de las redes sociales y no sale de casa. Hace casi dos semanas que no tiene contacto físico con sus padres, tan sólo a dos kilómetros de distancia. Pese a todo, no está desanimado, concibe el aislamiento como “una responsabilidad para que la situación se solucione cuanto antes”.
Permiso extraordinario para padres y bono baby sitter
Las personas con menores de 12 años a su cargo, o sin límite de edad en caso de un hijo con diversidad funcional, podrán ausentarse de sus trabajos para cuidarlos, pues las escuelas permanecerán cerradas hasta el 3 de abril por el momento. Se contempla como un “permiso extraordinario”, a repartirse entre los padres, que vendrá retribuido con el 50 por ciento del salario. Como alternativa al permiso, los padres pueden optar por una subvención de 600 euros mensuales para costear un cuidador. El conocido como bono baby sitter se concede a los sanitarios por valor de 1.000 euros.Elisa Piccinini es una de las baby sitter que tan demandadas son estos días. Le cancelaron las clases universitarias y la guardería en la que trabajaba cerró, pero su carga laboral no se ha reducido ni un ápice. “Trabajo desde las ocho hasta las 19 horas”, cuenta, “es un delirio, no se sabe cuándo abrirán las escuelas, es un coste muy elevado para los padres y los niños están extremadamente agitados”. Su guardería envía juegos, manualidades e ideas a las familias telemáticamente.
El patio de luces ha sido la vía de escape de Giulio, un veronés de cuatro años que monta en bicicleta todos los días entre los edificios. Como él, los estudiantes llevan en casa varias semanas, desde el 24 y 27 de febrero en numerosas provincias del norte o desde el 4 de marzo a nivel nacional. Las familias están haciendo lo imposible para mantener una rutina y sus momentos de ocio. En los portones y balcones abundan los coloridos que instan a la calma bajo el lema: “todo saldrá bien”. La sociedad italiana es un engranaje complejo que pese a la profunda brecha entre norte y sur o la difícil labor ejecutiva, en los últimos 50 años ningún gobierno ha acabado su legislatura, se mueve como un único cuerpo para ganar tiempo a la enfermedad.
Lucía, con 30 años recién cumplidos, trabaja para una cooperativa que ofrece servicios educativos. Lleva prácticamente un mes sin poder hacerlo. Se llegó a un acuerdo con los trabajadores y estos cobrarán la mayor parte de su sueldo este mes. Cobrarán el paro técnico, para lo que han tenido que renunciar a sus vacaciones. Reconoce que su situación es “afortunada” e inventa a diario alternativas para educar y distraer a sus tres hijos, de ocho, cuatro y dos años. “Es importante mantener su rutina, aunque madrugan menos y van a dormir más tarde de lo habitual”, explica, “los docentes envían deberes y vídeos para que no desconecten de la escuela”. Pese a que su hija mayor trabaja el temario todas las mañanas, Lucia teme que no alcance los contenidos del curso.
La policía recorre las calles e informa por megafonía de la prohibición de salir de casa, sólo se puede para cubrir las necesidades básicas. El consumo de electricidad se dispara en los hogares y ante esta preocupación el ejecutivo de Conte estudia una solución para afrontar el pago de luz y gas de aquellas empresas que hayan cesado la actividad u hogares en situaciones precarias. Para algunas familias de las zonas más golpeadas por el coronavirus, las facturas han sido suspendidas. Las hipotecas quedan congeladas “para las personas en dificultad”, pero todavía no hay criterios de selección definidos.
Más médicos e intervención de la sanidad privada
Para sanidad, se dedicará una partida de 3.500 millones, se contratará a 5.000 doctores y 15.000 sanitarios. La protección civil podrá intervenir infraestructuras hoteleras, así como herramientas sanitarias y médico-quirúrgicas, “tanto de propiedad pública como privada”. Esta decisión, junto con las subvenciones previstas para la producción de mascarillas, agotadas desde mediados de febrero en las farmacias italianas, pretende aliviar el colapso sanitario, tan acuciante en las provincias de Lombardia. Las estructuras sanitarias privadas deberán ceder inmuebles y recursos humanos en caso de ser necesario.
La provincia de Bérgamo, a 40 kilómetros de Milán, es actualmente el epicentro del coronavirus en Italia. En ella, el virus se encuentra en su fase expansiva y el número de contagios se eleva con rapidez. La semana pasada fue trágica, en la provincia murieron 300 personas y se contaban por decenas las páginas de necrológicas en los periódicos locales. Marco Rudari trabaja como fisioterapeuta en una estructura privada de la ciudad, que desde hace días alberga pacientes que han superado la fase crítica y ya no requieren de intubación ni de terapia intensiva. El joven apoya en labores asistencias para reducir la carga de trabajo de los médicos especialistas.
Vincenzo Russo, médico residente en último año en el hospital de Borgo Roma de Verona, considera que se “infravaloró” el problema y que el sistema de la región se bate contra un colapso “que no tardará en llegar”. Los sanitarios van ataviados con un traje integral impermeable, mascarilla, gafas, guantes y fundas de calzado. Una vestimenta incómoda para ejercer y endosarla. “Estoy seguro de haberme contagiado”, afirma el anestesista de 32 años, “aún así estoy tranquilo, es mi trabajo”. En los dos grandes hospitales del municipio se ha aumentado el número de camas en sendas unidades de cuidados intensivos, donde acaban los casos críticos; y pacientes con otro tipo de afecciones han sido aislados, transferidos a otras estructuras o dados de alta. Russo insta a los gobiernos europeos a ser previsores con el material y en el aislamiento de áreas.
Muchos son los riders de empresas como Deliveroo, Glovo o Just Eat que descansan frente a los locales a la espera de que los cocineros elaboren el pedido
Este anestesista afirma que la oleada de voluntarios y donaciones es abrumadora. Desde restaurantes a multinacionales envían víveres o platos preparados a los hospitales o a las centralitas que atienden a los posibles contagiados. Ambos profesionales insisten en que quedarse en casa es la mejor forma para limitar el contagio. “Todas las personas que conozco en Bérgamo tienen un familiar o amigo que ha necesitado terapia intensiva o que ha fallecido”, apunta Marco.
Desierto urbano
Con el mito de Shakespeare a sus espaldas, Verona es una de las ciudades más visitadas en el norte de la península, en la región del Véneto. Hoy amanece desierta, tan sólo se cruzan algunas personas que salen de sus casas para acudir a los supermercados, sacar a sus mascotas o estirar las piernas. El interior de las viviendas rompe el silencio sepulcral que reina en las calles. Para matar el tedio muchos vecinos leen libros abandonados, escuchan con o sin atención la interminable parrilla televisiva o reproducen simultáneamente canciones populares desde terrazas y ventanas.
Tras una fase inicial en la que la economía italiana no quería paralizarse, bajo el lema Italia non si ferma, la escalda de contagios y la declaración de pandemia global forzaron la limitación de movimientos, el aislamiento y la drástica reducción de la actividad comercial. El confinamiento ha sido respetado desde que se decreto hace semana y media para todo el país, pero para algunos no tiene sentido. Decenas de personas sin hogar, en su mayoría hombres, recorren Verona con sus objetos personales a rastras.
Esta emergencia pasajera deja a la vista a los colectivos más frágiles. Pese al cierre al público de bares y restaurantes, no todos se han paralizado. Muchos son los riders de empresas como Deliveroo, Glovo o Just Eat que descansan frente a los locales a la espera de que los cocineros elaboren el pedido. Las plataformas siguen operativas y sus clientes conectados. Azad, trabajador de una de ellas y ya en los 40, comenta que hay pocos locales todavía abiertos, pero que los repartos a domicilio siguen llegando y solicitando sus servicios.
A falta de un comunicado oficial de las compañías, su vida laboral continúa activa. La mayoría no lleva mascarillas y sólo unos pocos cuentan escuetos su situación. Todas las conversaciones acaban con un triste buon lavoro, una coletilla que también se dirige a cajeros de supermercado, farmacéuticos, conductores de autobús o teleoperadores de centralitas de atención ciudadana. Los hay muy jóvenes y también adultos, algunos rozando la jubilación, pero todos sus rostros denotan el cansancio y el miedo a la exposición que pulula estos días en el norte.