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Contigo empezó todo
Poli bueno y poli malo en la conquista de Nicaragua
Dos dirigentes indígenas y un conquistador español fueron los protagonistas del primer intento de colonización del país centroamericano.
Cristóbal Colón ya había puesto el pie en la actual Nicaragua al refugiarse de una tormenta en la desembocadura del río Coco el 12 de septiembre de 1502. No obstante, el territorio permanecía inexplorado y, en consecuencia, sin colonizar. La tarea recayó sobre Gil González Dávila 20 años más tarde. Natural de Ávila, antiguo criado del poderoso obispo Fonseca, ex contador de la isla caribeña La Española, el 21 de enero de 1522 partió desde Panamá junto con Andrés Niño para adentrarse en Costa Rica y Nicaragua. Tras un accidentado viaje, alcanzaron el sudeste de Costa Rica en noviembre. Decidieron separarse, quedando Niño encargado de explorar la costa mientras que González Dávila se adentraría tierra adentro junto a cien españoles y 400 indígenas.
En la era precolombina, Nicaragua no existía como entidad política, sino que en sus tierras existían diferentes comunidades con sus respectivos reyes, principalmente de cultura y lengua nahua/náhuatl o chorotega y a menudo enfrentados entre sí. González Dávila se encontró en primer lugar con el rey Nicarao (también conocido como Nicaragua o Macuil Miquiztli).
Conversaciones con ‘el poli bueno’
Los conquistadores siguieron con su costumbre al contactar con los pueblos de América: demandar su conversión al cristianismo y su obediencia a la Corona española. Nicarao ofreció su amistad, les obsequió con una buena cantidad de oro y hasta se mostró dispuesto a aceptar sus exigencias, pero para ello solicitó cierta información. Durante varios días, Nicarao sometió a González Dávila a una serie de preguntas, según dejaron por escrito los cronistas del encuentro y que exponemos resumidamente:1) Qué sabía de un cataclismo pasado que había anegado la tierra con todos los hombres y animales, y si vendrá otro
2) Si alguna vez la tierra se voltearía boca arriba
3) Del fin del linaje humano, del paradero de las almas cuando salen del cuerpo, cuándo cesarán de alumbrar el sol, la luna y demás astros, y otras cuestiones científicas
4) Sobre los vientos, la causa del calor y el frío, etc.
5) Si se puede sin culpa comer, beber, engendrar, cantar…
6) Qué deberían hacer para agradar a aquel Dios del que hablaba el invasor
7) Qué deberían hacer con sus instrumentos de guerra dado que los conquistadores no querían que los usaran
8) Sobre el misterio de la cruz y la utilidad de adorarla
9) Acerca de la distribución de las actividades durante el día según la religión de los recién llegados
10) Si los conquistadores venían del cielo
11) Si habían bajado en línea recta o dando vueltas
12) Si el santo padre de Roma moría
13) Cómo Jesús, siendo dios, es hombre, y su madre, siendo virgen, parió
14) Si el rey de Castilla era mortal
15) Para qué tan pocos hombres querían tanto oro
Según los cronistas, González Dávila respondió algunas y en otras se remitió a la sabiduría de dios. Suponemos que no le gustó el cariz de varias preguntas, especialmente de la número 15. En todo caso, el conquistador castellano estaba feliz con la gran cantidad cosechada de oro y bautismos, por lo que debió suponer que el rey americano quedó satisfecho con su despliegue de oratoria.
Diriangén, ‘el poli malo’
Encantada por cómo marchaban las cosas, la expedición se desplazó un poco más al norte. En Coatega se les presentó el cacique chorotega Diriangén (“señor de los dirianos”), con quien se volvió a representar la escena de las exigencias de los colonizadores.Diriangén solicitó tres días para dar una respuesta. González Dávila, presumiblemente, pasaría ese tiempo estudiando para poder ilustrar convenientemente a este nuevo dirigente, al que supondría menos avezado que Nicarao si necesitaba tres días para exponer sus cuestiones sobre lo humano y lo divino.
El primer acto de resistencia indígena en la región, realizada aunque casi con total seguridad no coordinada entre dos pueblos rivales, consiguió lo que pretendía
El problema es que el nuevo cacique no tenía tantas inquietudes intelectuales como para pasar por alto la ofensa de un reducido grupo de hombres barbudos que se atrevían a ordenarle que renunciaran a sus dioses y a su soberanía. A mediodía del sábado 17 de abril de 1523, 4.000 guerreros dirianes y nagrandanos encabezados por Diriangén acudían a la cita preparados para la guerra.
Como en muchos otros episodios militares de la resistencia indígena a la conquista europea, el resultado estaba escrito de antemano. Pese a la superioridad numérica, el armamento era el factor decisivo: poco podían hacer las lanzas y flechas americanas ante el poderío de los arcabuces y ballestas de hombres a caballo. Diriangén salió peor parado, pero aun así los españoles se vieron obligados a huir.
Al pasar por Quauhcapolca, pueblo de Nicarao, el primer cacique de esta historia, las tropas invasoras fueron sorprendidas por una emboscada de sus habitantes, que tan amables se habían mostrado anteriormente. Finalmente los representantes de Nicarao volvieron a ofrecer la paz, que González Dávila aceptó, y le pidieron disculpas, explicando que ni ellos ni su rey habían tenido nada que ver con el ataque, obra de otro cacique. González Dávila, que tampoco era tonto, replicó que había reconocido a varios de los que le habían recibido sumisamente. Los emisarios de Nicarao, ‘el poli bueno’ que no lo era tanto, respondieron: “Toya, toya”. Traducido del náhuatl, esto significa “Corre, corre”.
González Dávila y sus tropas corrieron y se marcharon en sus barcos. El primer acto de resistencia indígena en la región, realizada aunque casi con total seguridad no coordinada entre dos pueblos rivales, consiguió lo que pretendía. Lo que chorotegas y nahuas desconocían es que esos cientos de hombres no serían la única expedición destinada a subyugarles. Al año siguiente, 1524, Francisco Hernández de Córdoba fundaría las dos primeras ciudades, Granada y León, y el salvajismo de la gobernación de Pedro Arias Dávila (1528-1531) dejó a los nicaragüenses originarios frente al verdadero significado de la conquista y el bautismo: la esclavitud y la aniquilación masiva.