Cómic
Juarma: “A veces tengo la impresión de que el odio es lo único que nos une”

Viñetista y dibujante con una larga trayectoria en todo tipo de fanzines, tebeos y revistas, Juarma publica su primera novela, Al final siempre ganan los monstruos, un libro sobre quienes están siempre escondidos “aprovechando la desesperación de los demás”.

Juarma
26 ago 2018 08:02

Juarma lo tiene claro y de poco le sirve lo que un día plantearan las barbas de Darwin y Lamarck: “Somos una sucesión de polvos tontos desde los hombres de las cavernas”. Y es que para este defensor del hazlo tú mismo, natural de Deifontes (Granada), la sociedad —con independencia de su proceso evolutivo— va cuesta abajo y con la quinta marcha metida. En abril publicó Al final siempre ganan los monstruos su primera novela, aunque a este deifontero le avalan años de publicaciones en revistas, fanzines y tebeos.

¿Cómo ha sido la experiencia de publicar tu primera novela? 
Ha sido muy rápido y raro en muchos sentidos, quizás lo mejor que me ha pasado en la vida. Que mi madre la leyese antes de que saliera publicada es una cosa que no podré olvidar jamás. Jorge B. y Enrique decidieron montar Ediciones Camping Motel para ayudarme y editar el libro. Ahora que está agotado, estamos buscando una editorial con una infraestructura consolidada para reeditarlo y llegar a más gente.

Al final siempre ganan los monstruos, ¿bebe de historias personales o ficticias?
Muchas personas que lo han leído se han visto reflejadas o han visto personas que han conocido a lo largo de la novela. Cuando me preguntan de qué va el libro, siempre respondo que de unos mentirosos enganchados a la coca. Si los personajes te están intentando engañar todo el tiempo o intentan manipularte, chantajearte emocionalmente o darte lástima, tampoco importa mucho si son vivencias o ficción.

Los monstruos de la novela parecen motivados por problemas similares a los de cualquier persona sumida en la crisis actual…
Los personajes no son ajenos al desastre en el que vivimos y esas nulas perspectivas de futuro, ese desencanto y toda la rabia aparecen inevitablemente por todas partes. No sé cómo le irá al resto de personas, pero a mí el esfuerzo, el trabajo duro y pelear por conseguir algo nunca me han servido para nada.

Entonces, que los monstruos ganen siempre, ¿es sintomático de la situación social, política y económica que padece el país?
Los monstruos muchas veces están escondidos, apenas aparecen pero están ahí, detrás de todo, aprovechando la desesperación de los demás, que son quienes se la juegan porque no tienen nada a lo que agarrarse, ni perspectivas laborales ni futuro alguno. Son los que salen ganando sin mancharse las manos. El contexto siempre es fundamental. Cuando miras a otro lado, los monstruos se hacen grandes. Están por todas partes y se llevan todos tus sueños, tus ilusiones y tus esperanzas de futuro.

La identidad generacional para cierto sector de la juventud cabalga entre la incertidumbre y la falta de perspectiva. ¿Empatiza el sentir de los personajes de tu novela con esta situación?
Supongo que sí, aunque prefiero pensar que la mayor parte de la juventud canaliza esos sentimientos de una forma menos autodestructiva. Los personajes nunca piensan en el futuro, se arrastran por el presente, idealizan un pasado horrible marcado también por la crisis que padecían sus padres. Reducen todas sus preocupaciones a una, porque es la única forma en la que se sienten parte de algo y se olvidan del sinsentido de todo. No hay futuro, eso lo vemos todos los días. Si el trapicheo te saca del agujero o el consumo de sustancias te arranca por unos segundos de este mundo tan asqueroso, te agarras a eso porque no tienes otra cosa y te la sudan las consecuencias, porque la realidad es todavía más espantosa.

¿El odio cohesiona España? Algo leí en tu perfil de Twitter.
En Twitter escribo muchas payasadas. Siempre digo que las cosas que escribo o dibujo no son las tablillas de Moisés, ni el BOE ni una tesis doctoral, aunque hay personas que lo leen todo como si fuesen declaraciones juradas o lo hubieses firmado con la sangre de una gallina mientras invocas a Satanás. A veces tengo la impresión de que el odio es lo único que nos une. Nos necesitamos unos a otros para odiarnos.

Natural de Deifontes, un pueblo ubicado en los Montes Orientales de Granada que no alcanza los 3.000 habitantes... ¿Cómo ha sido crecer y vivir en el pueblo? 
Mis amigos siguen siendo los mismos de cuando era pequeño y he aprendido cosas de mi madre, de mis abuelos y de las personas con las que he trabajado que me han sido muy útiles en la vida. En otros aspectos ha sido difícil. Hay muchas cosas que se descuidaban en los pueblos y si tenías interés en algo solo recibías palos y zancadillas.

No obstante, estoy orgulloso de haber crecido allí. He aprendido a pelearme con el mundo, a enseñar los dientes y hacer las cosas a mi aire sin importarme lo que pensaran los demás. Me encanta reflejar mis raíces en las cosas que hago y presumo de ser de Deifontes, un poco también por joder.

¿Has notado un regreso significativo de quienes se marcharon a la ciudad en busca de oportunidades en los últimos años? Algo así como un éxodo rural a la inversa.
Desde los 20 años he vivido mucho tiempo fuera, cuando pude irme a Granada para estudiar una carrera con ayuda de las becas y mi trabajo en el campo. He vuelto un par de veces al pueblo por circunstancias de la vida, pero para marcharme lo más pronto posible. Muchos amigos han tenido ganas de largarse, aunque luego lo echemos de menos, ya que es el sitio donde nos hemos criado y tenemos a nuestras familias.
 
Sin embargo, en el tebeo que publicaste junto a Jorge B., Historia inventada del punk, se habla de que “el ejemplo paradigmático de progreso es una ciudad industrial”.
Esa frase es de Jorge B. Tal vez asociamos ese progreso a las ciudades porque hay más movimiento de personas y aparentemente más trabajo o más futuro. He vivido y trabajado muchos años en Granada y cada vez es peor la situación: bajan las nóminas, suben los alquileres y aumenta la carga de trabajo.
En un pueblo puedes vivir de otra forma. En el mío, muchos trabajamos por temporadas en Francia y en las campañas de la aceituna. Lo menos bueno es que la mentalidad sigue siendo la misma que hace 50 años, sobre todo entre los que manejan billetes.

Las personas trabajadoras y humildes sí se organizan, son solidarias, evitan desahucios y luchan contra las injusticias. Sin embargo, los que manejan los dineros no apuestan por la cultura ni por la industria, no ofrecen alternativas a la juventud, no hacen muchas cosas que favorezcan a los demás, miran solo por lo suyo.
 
En tu currículum, además de numerosos trabajos de humor gráfico en revistas satíricas, fanzines, cómics… también figuran faenas de jornalero, trabajador en la construcción o camarero. ¿Cómo se lleva la precariedad con la clase trabajadora?
Nos la han vendido como lo natural y como si tuviéramos que aceptarla. Como muchas personas, me busco la vida como puedo, dando tumbos en esa precariedad, sin poder plantearme las cosas ni poder hacer ningún plan de futuro. Ahora, por circunstancias personales, estoy tomándome un tiempo para mí mismo y me gustaría, entre otras cosas, convertir mi labor artística en mi trabajo.
 
La libertad de expresión ha pasado a ser uno de los temas candentes de la actualidad nacional. ¿Qué piensas al respecto?
La libertad de expresión nos gusta cuando la ejercemos nosotros pero no la entendemos cuando la usan las demás. Son terribles nuestra nula comprensión lectora y nuestras ganas de meter cizaña. Todo el dinero que dedican a jueces y policías para juzgar e investigar payasadas lo deberían invertir en educación. Un chiste tiene muchas lecturas y no lo puedes leer en un sentido literal. A mí me da mucha pereza este tema, por eso intento mantenerme alejado de los focos. Lo que no puedo poner en internet, lo publico en mis tebeos, que es donde soy más libre.

¿Sientes que corra peligro el humor gráfico?
El humor gráfico, como muchas profesiones, corre peligro porque está mal pagado, porque no se respeta y ha perdido su espacio en las revistas y los periódicos. Es débil, y si llega cualquier paleto con dinero y abogados, te puede joder la vida.

Si el punk surge de la necesidad de expresarse —y rebelarse— contra el sistema, ¿nos hace falta más punk que nunca?
El punk está presente en cualquier ámbito, como rebeldía y forma de hacer tú mismo cualquier cosa que te propongas. Ese espíritu ha contagiado todo. Internet en sí mismo es algo punk que ha revolucionado la forma de relacionarnos y comunicarnos. Igual, en lugar de ser más punkis, sería más necesario entendernos mejor, apoyarnos y pelear juntos.
 
¿Crees que la salida de Mariano Rajoy del Gobierno tras la moción de censura destruirá algún monstruo?
Mientras haya gobiernos seguirá habiendo monstruos.
 
¿Do it your self o “libertad para lo mío”?
Libertad para lo mío es una frase que uso en modo sarcástico para reírme de la relatividad de nuestros valores. Si lo haces tú mismo, no necesitas a nadie, y con internet puedes llegar a cualquiera sin necesidad de cambiar nada en tu discurso.

Aunque ahora mismo, después de 20 años haciendo yo mismo las cosas, me apetece centrarme en escribir, dibujar y que una editorial se ocupe del resto del trabajo, porque ya me quema demasiado.
 
¿Qué te ha llevado a pasar del fanzine a la novela? 
Siempre es lo mismo. La necesidad de soltar la rabia que siento haciendo cosas. Dar una patada a todo y decir: estoy vivo, no me gusta este mundo y lo hago porque en estas hojas impresas o fotocopiadas soy libre. Y tú que me lees también lo puedes ser. Y es muy fácil.
 
Odio, amor, desamor, pesimismo y música. ¿Qué papel juega esta última en tu vida y de qué manera influye en tu obra?
Ahora dibujo temas musicales para la web de El Jueves y lo disfruto mucho. Me gusta la música y siempre tengo algún disco puesto mientras hago cosas. Me da igual si suena Ozzy Osbourne, Days N’ Daze o Lole y Manuel, lo voy a disfrutar igual porque cada canción tiene su momento y, para mí, el mundo sin música se queda parado.

Un deseo para la sociedad en su conjunto.
Que fuésemos capaces de cambiar las cosas de una vez, cuando soy optimista. O bien que se vaya todo a tomar por culo, el resto del tiempo.

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